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51-El Barroco - Arquitectura

(comp.) Justo Fernández López

Historia del arte en España

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El Barroco – Siglo XVII y primeros del XVIII

Introducción al Barroco

El arte barroco es el estilo dominante en el arte y la arquitectura occidentales aproximadamente desde el año 1600 hasta el 1750. Sus características perduraron a lo largo de la primera mitad del siglo XVIII, si bien dicho periodo se denomina en ocasiones estilo rococó. Manifestaciones barrocas aparecen en el arte de prácticamente todos los países europeos, así como en las colonias españolas y portuguesas de América. El término barroco se aplica también a la literatura y la música de aquel periodo.  

Los orígenes de la palabra barroco no están claros. Podría derivar del portugués “barocca” (en castellano “barrueco”) perla brasileña de forma irregular, término que designa a un tipo de perlas de forma irregular. La palabra es un epíteto acuñado con posterioridad y con connotaciones negativas, que no define el estilo al que hace referencia. Otros creen que es un vocablo conceptista del siglo XVII, que en la vuelta a lo alegórico y arcano vuelve a la silogística medieval, pues en la lógica medieval había un recurso nemotécnico para recordar los estudiantes las figuras de la argumentación silogística: “Barbara, Celarent, Baroco…” Este modo o figura silogística para argüir constaba de una frase universal afirmativa y dos particulares negativas. Quedó la palabra “Barroco” como sinónimo de estilo confuso, arcano, gótico medieval, conceptuoso, con influjo del orientalismo simbolista y referencias al período alejandrino en Grecia.

De cualquier modo, a finales del siglo XVIII el término barroco pasó a formar parte del vocabulario de la crítica de arte como una etiqueta para definir el estilo artístico del siglo XVII, que muchos críticos rechazaron después como demasiado estrafalario y exótico para merecer un estudio serio. Escritores como el historiador suizo Jakob Burckhardt, en el siglo XIX, lo consideraron el final decadente del renacimiento; su alumno Heinrich Wölfflin, en Conceptos fundamentales para la historia del arte (1915), fue el primero en señalar las diferencias fundamentales entre el arte del siglo XVI y el del XVII, afirmando que “el barroco no es ni el esplendor ni la decadencia del clasicismo, sino un arte totalmente diferente”.

El arte barroco engloba numerosas particularidades regionales. Podría parecer confuso, por ejemplo, clasificar como barrocos a dos artistas tan diferentes como Rembrandt y Gian Lorenzo Bernini; no obstante, y pese a las diferencias, su obra tiene indudables elementos en común propios del barroco, como la preocupación por el potencial dramático de la luz.

El Barroco es ya decadencia. Se llamó “churrigueresco” por el estilo de ornamentación recargada empleado por José Benito Churriguera (1665-1725), arquitecto y escultor barroco de fines del siglo XVII, que también trabajó en la plateresca Salamanca, y sus imitadores en la arquitectura española del siglo XVIII. El Barroco representa de nuevo el triunfo del adorno sobre la línea: de la fantasía sobre la geometría y la razón; de lo adjetivo sobre lo sustantivo; de lo atormentado frente a lo sereno; de lo enfermizo sobre lo fuerte; de lo medieval sobre lo grecorromano; del desequilibrio sobre la armonía (lo que llevará en el siglo XIX al Romanticismo).

Sobre la grietas del Imperio español trepa el Barroco como la hiedra sobre nobles edificios en ruinas. El Barroco quiere volver a una arquitectura flamígera medieval, a una nueva Edad Media.

El Barroco en la sociedad del siglo XVII

El Barroco español ocupa los siglos XVII y parte del XVIII. En este espacio de tiempo España pasó de ser la principal potencia mundial a un país de segunda fila. Mientras España vivía en el siglo XVII una lenta decadencia política y económica, se producía el gran siglo de la cultura española: El Siglo de Oro. A partir del  siglo XVIII, en cambio, llegó la decadencia cultural.

La pintura es, junto a la literatura, la aportación más importante y significativa del Siglo de Oro español. Pero la arquitectura no es tan importante, dado que en este tiempo España sufre una crisis económica.

La religión determinó muchas de las características del arte barroco. La Iglesia católica se convirtió en uno de los mecenas más influyentes, y la Contrarreforma, lanzada a combatir la difusión del protestantismo, contribuyó a la formación de un arte emocional, exaltado, dramático y naturalista, con un claro sentido de propagación de la fe. La austeridad propugnada por el protestantismo en lugares como Holanda y el norte de Alemania explica la sencillez arquitectónica que caracteriza a esas regiones.

Entre 1545 y 1563 tuvo lugar el concilio de Trento, convocado con la intención de responder a la Reforma protestante e impulsar una reorientación general de la Iglesia, definiendo con precisión sus dogmas esenciales. Los decretos del Concilio fijaron los modelos de fe y las prácticas de la Iglesia hasta mediados del siglo XX. Todo el mundo consideraba necesario, a finales del siglo XV y principios del XVI, la convocatoria de un concilio que reformara la disciplina de la Iglesia. El V Concilio de Letrán (1512-1517) fracasó en este sentido y concluyó sus deliberaciones antes de que se plantearan las nuevas cuestiones suscitadas por Martín Lutero.

La Contrarreforma, un movimiento religioso, intelectual y político destinado a combatir la reforma protestante, tuvo lugar en el seno de la Iglesia católica apostólica romana en los siglos XVI y XVII. Supuso un intento de revitalizar la Iglesia y oponerse al protestantismo. Algunos historiadores rechazan el término porque implica sólo los elementos negativos del movimiento y prefieren utilizar las denominaciones de Reforma católica o Restauración católica, para resaltar la alta espiritualidad que animó a muchos de los que encabezaron el movimiento, que a veces no tenía relación directa con la Reforma protestante.

Tras el concilio de Trento y el movimiento de la Contrarreforma, la Iglesia busca ensalzar la fe, pero buscando el camino más cómodo y adaptado para conmover al pueblo, para excitar la piedad y la religiosidad. El arte se convierte en el medio de transmisión de la fe a nivel de las masas. Ante la exaltación del mundo y del hombre en el Renacimiento, el Barroco desvaloriza radicalmente la vida presente y la naturaleza humana. En España se caracteriza el Barroco por el sentimiento de desengaño y frustración. El Barroco español es la más aguda manifestación de ciertas tendencias típicas del espiritualismo español. Por eso se llama al siglo XII español el “período nacional”.

Los acontecimientos políticos también tuvieron influencia en el mundo del arte. Las monarquías absolutas de Francia y España promocionaron la creación de obras que, con su grandiosidad y esplendor, reflejaran la majestad de Luis XIV y de la casa de Austria, en especial de Felipe III y Felipe IV.

Pesimismo e indiferencia, desengaño ascético y ansia de goces mundanos, depresión desolada y alegre inconsciencia son los rasgos de la mentalidad reinante. El imperio español comienza su descomposición, la miseria se apodera de la sociedad española, Francia sustituye a España en los asuntos políticos, España es solamente el esqueleto de un gigante. Una angustiosa incertidumbre, acompañada de una formidable tensión espiritual, viene a sustituir la tranquila seguridad del Renacimiento. La sociedad y las ideas ofrecen un violento desequilibrio.

La noción de pecado original vuelve a ser vigente. La Naturaleza idealizada del Renacimiento es ahora vista como mala; el mundo es un conjunto de falsas apariencias: “La vida es sueño” (Calderón) y los sueños sueños son. Al optimismo renacentista sucede ahora una profunda melancolía. La vida es una breve representación teatral. La imagen de la muerte está presente por todas partes, la fugacidad de lo terreno es presentada continuamente en las obras de arte.

La doctrina del desengaño es la base lógico-moral de todo. La búsqueda desenfrenada del placer terreno (la muerte del rey Felipe II, el Rey Prudente, supuso la rotura del freno moral y la caída en el materialismo) es una reacción contra la desilusión, el desengaño y la desconfianza.

Desde el siglo XVI el conocimiento humano del mundo se amplió constantemente, y muchos descubrimientos científicos influyeron en el arte; las investigaciones que Galileo realizó sobre los planetas justifican la precisión astronómica que presentan muchas pinturas de la época. Hacia 1530, el astrónomo polaco Copérnico maduró su teoría sobre el movimiento de los planetas alrededor del Sol, y no de la Tierra como hasta entonces se creía; su obra, publicada en 1543, no fue completamente aceptada hasta después de 1600. La demostración de que la Tierra no era el centro del Universo coincide, en el arte, con el triunfo de la pintura de género paisajístico, desprovista de figuras humanas. El activo comercio y colonización de América y otras zonas geográficas por parte de los países europeos fomentó la descripción de numerosos lugares y culturas exóticas, desconocidos hasta ese momento.

El Barroco: una cultura de la imagen

En el Barroco las artes confluyeron para crear una obra de arte total, con una estética teatral, escenográfica, una mise en scène que ponía de manifiesto el esplendor del poder dominante (Iglesia o Estado). La interacción de todas las artes expresaba la utilización del lenguaje visual como un medio de comunicación de masas, plasmado en una concepción dinámica de la naturaleza y el espacio envolvente, en una cultura de la imagen.

Una de las principales características del arte barroco es su carácter ilusorio y artificioso: «el ingenio y el diseño son el arte mágico a través del cual se llega a engañar a la vista hasta asombrar» (Gian Lorenzo Bernini). Se valoraba especialmente lo visual y efímero, por lo que cobraron auge el teatro y los diversos géneros de artes escénicas y espectáculos: danza, pantomima, drama musical (oratorio y melodrama), espectáculos de marionetas, acrobáticos, circenses, etc.

Existía el sentimiento de que el mundo es un teatro (theatrum mundi) y la vida una función teatral: «todo el mundo es un escenario, y todos los hombres y mujeres meros actores» (Como gustéis, William Shakespeare, 1599). De igual manera se tendía a teatralizar las demás artes, especialmente la arquitectura. Era un arte que se basaba en la inversión de la realidad: en la «simulación», en convertir lo falso en verdadero, y en la «disimulación», pasar lo verdadero por falso. No se muestran las cosas como son, sino como se querría que fuesen, especialmente en el mundo católico, donde la Contrarreforma tuvo un éxito exiguo, ya que media Europa se pasó al protestantismo.

En literatura se manifestó dando rienda suelta al artificio retórico, como un medio de expresión propagandístico en que la suntuosidad del lenguaje pretendía reflejar la realidad de forma edulcorada, recurriendo a figuras retóricas como la metáfora, la paradoja, la hipérbole, la antítesis, el hipérbaton, la elipsis, etc. Esta transposición de la realidad, que se ve distorsionada y magnificada, alterada en sus proporciones y sometida al criterio subjetivo de la ficción, pasó igualmente al terreno de la pintura, donde se abusa del escorzo y la perspectiva ilusionista en aras de efectos mayores, llamativos y sorprendentes.

El arte barroco buscaba la creación de una realidad alternativa a través de la ficción y la ilusión. Esta tendencia tuvo su máxima expresión en la fiesta y la celebración lúdica: edificios como iglesias o palacios, o bien un barrio o una ciudad entera, se convertían en teatros de la vida, en escenarios donde se mezclaba la realidad y la ilusión, donde los sentidos se sometían al engaño y el artificio. En ese aspecto tuvo especial protagonismo la Iglesia contrarreformista, que buscaba a través de la pompa y el boato mostrar su superioridad sobre las iglesias protestantes, con actos como misas solemnes, canonizaciones, jubileos, procesiones o investiduras papales.

Pero igual de fastuosas eran las celebraciones de la monarquía y la aristocracia, con eventos como coronaciones, bodas y nacimientos reales, funerales, victorias militares, visitas de embajadores o cualquier acontecimiento que permitiese al monarca desplegar su poder para admirar al pueblo. Las fiestas barrocas suponían una conjugación de todas las artes, desde la arquitectura y las artes plásticas hasta la poesía, la música, la danza, el teatro, la pirotecnia, arreglos florales, juegos de agua, etc.

Durante el Barroco, el carácter ornamental, artificioso y recargado del arte de este tiempo traslucía un sentido vital transitorio, relacionado con el memento mori, el valor efímero de las riquezas frente a la inevitabilidad de la muerte, en paralelo al género pictórico de la vanitas. Este sentimiento llevó a valorar de forma vitalista la fugacidad del instante, a disfrutar de los leves momentos de esparcimiento que otorga la vida, o de las celebraciones y actos solemnes. Así, los nacimientos, bodas, defunciones, actos religiosos, o las coronaciones reales y demás actos lúdicos o ceremoniales, se revestían de una pompa y una artificiosidad de carácter escenográfico, donde se elaboraban grandes montajes que aglutinaban arquitectura y decorados para proporcionar una magnificencia elocuente a cualquier celebración, que se convertía en un espectáculo de carácter casi catártico, donde cobraba especial relevancia el elemento ilusorio, la atenuación de la frontera entre realidad y fantasía.[Wikipedia]

Lo efímero en la arquitectura barroca española

El esplendor de la arquitectura efímera se produjo en la Edad Moderna, en el Renacimiento y –especialmente– el Barroco, épocas de consolidación de la monarquía absoluta, cuando los monarcas europeos buscaban elevar su figura sobre la de sus súbditos, recurriendo a todo tipo de actos propagandísticos y enaltecedores de su poder, en ceremonias políticas y religiosas o celebraciones de carácter lúdico, que ponían de manifiesto la magnificencia de su gobierno.

Cabe remarcar que si bien este período fue de una cierta decadencia política y económica, en el ámbito cultural fue de un gran esplendor –el llamado Siglo de Oro–, con un magnífico florecimiento de la literatura y las artes. Por otro lado, si bien en el terreno político la monarquía se mostraba resueltamente autoritaria, el modo de gobernar traslucía un fuerte componente populista; mientras que en el ámbito religioso se conjugaba la fe estricta con una visión del mundo de carácter realista y crítico.

Estos elementos coadyuvaron la voluntad de un arte cercano al pueblo, que mostrase de forma fácil y directa los aspectos morales e ideológicos que las clases dominantes querían transmitir a sus súbditos. Así, según el historiador José Antonio Maravall, el arte y la cultura barroca era «dirigida», ya que su objetivo era la comunicación; «masiva», ya que se dirigía al pueblo; y «conservadora», ya que buscaba perpetuar los valores tradicionales.

Estas distracciones ayudaban al populacho a sobrellevar sus penurias: según Jerónimo de Barrionuevo, «bien son menester estos divertimentos para poder llevar tantas adversidades». Esta evasión de la realidad lleva a Antonio Bonet Correa a calificar este período de «espacio y tiempo utópicos», ya que no deja de suponer un alivio pasajero a la cruda realidad de la mayoría de la población, sumida en la miseria. [Wikipedia]

características del arte Barroco

Entre las características generales del arte barroco están su sentido del movimiento, la energía y la tensión. Fuertes contrastes de luces y sombras realzan los efectos escenográficos de muchos cuadros, esculturas y obras arquitectónicas. Una intensa espiritualidad aparece con frecuencia en las escenas de éxtasis, martirios y apariciones milagrosas. La insinuación de enormes espacios es frecuente en la pintura y escultura barrocas; tanto en el renacimiento como en el barroco, los pintores pretendieron siempre en sus obras la representación correcta del espacio y la perspectiva.

El naturalismo es otra característica esencial del arte barroco; las figuras no se representan en los cuadros como simples estereotipos sino de manera individualizada, con su personalidad propia. Los artistas buscaban la representación de los sentimientos interiores, las pasiones y los temperamentos, magníficamente reflejados en los rostros de sus personajes. La intensidad e inmediatez, el individualismo y el detalle del arte barroco –manifestado en las representaciones realistas de la piel y las ropas– hicieron de él uno de los estilos más arraigados del arte occidental.

Rasgos principales del arte barroco:

  • Búsqueda de lo nuevo y extraordinario para excitar la sensibilidad y provocar admiración: el ingenio barroco está por encima del genio renacentista.

  • El capricho personal individual sustituye a las normas clásicas.

  • Tendencia a superar todo límite; gusto por lo monstruoso y desmesurado.

  • Dinamismo y contorsión de los gestos, rapidez y retorcimiento en el estilo.

  • Subordinación del conjunto a un motivo central; contraposición de extremos.

  • Artificiosidad, complicación, superabundancia de adornos.

  • Deformación expresionista de la realidad e idealización desorbitada. Desequilibrio.

  •  Juego de luces y sombras: Tenebrismo.

Durante el siglo XVII la pintura española atravesó uno de los momentos culminantes de su historia, pasando del realismo tenebrista de la primera mitad del siglo, al colorismo y la luminosidad de influencia flamenca de la segunda mitad. En arquitectura persistió la severidad y austeridad formal procedente de los modelos herrerianos y escurialenses. La necesidad de lujo se manifestó sobre todo en elementos decorativos como retablos dorados, frescos, fachadas, hornacinas o columnas salomónicas, que según transcurría el siglo lo iban recubriendo todo.

El Barroco en la literatura

Poesía burlesca de lo heroico de José de Villaviciosa; mística enrevesada y herética de Miguel de Molinos; teatro simbólico-teológico de Calderón de la Barca; lírica culterana de Luis de Góngora; novela conceptista, picaresca y desengañada de Francisco de Quevedo; conceptismo de Baltasar Gracián.

El conceptismo representó una vuelta a lo “alegórico arcano”, una forma más del espíritu de la Contrarreforma en el Barroco. Un ataque más al método experimental y naturalista del Humanismo a favor de la vuelta a una mentalidad silogística y escolástica. Cuando se lee la definición en Gracián se piensa en el nuevo Barroco que trajo el surrealismo y la greguería: “El concepto es un acto del entendimiento que expresa la correspondencia que se halla entre los objetos. Son los conceptos unos agudísimos sofismas para declarar, con una extravagante exageración de los sentimientos del alma. Los emblemas, jeroglíficos, apólogos y empresas son la pedrería preciosa al oro fino del discurrir”. Es lo que volvió a pretender Apollinaire con sus “caligrama” y Gómez de la Serna con sus greguerías: Agudeza, imagen en prosa que presenta una visión personal, sorprendente y a veces humorística, de algún aspecto de la realidad.

El Barroco en la arquitectura

La característica principal de la arquitectura barroca fue la utilización de composiciones basadas en puntos, curvas, elipses y espirales, así como figuras policéntricas complejas compuestas de motivos que se intersecaban unos con otros. La arquitectura se valió de la pintura, la escultura y los estucados para crear conjuntos artísticos teatrales y exuberantes que sirviesen para ensalzar a los monarcas que los habían encargado.

El barroco es el triunfo del adorno sobre la línea:

Época

Estilo

Ciudad

Renacimiento

del adorno a la línea

plateresco

Salamanca

Imperio

triunfo de la línea

herreriano

El Escorial

Decadencia

vuelta al adorno

barroco

Madrid

En la arquitectura del Barroco los elementos constructivos se multiplican y empieza un criterio esencialmente decorativo. Lo arquitectónico se vuelve ornamento. En su formación influye la Contrarreforma, que como protesta contra el Luteranismo, fomenta la devoción popular, haciendo la religión más atractiva para la masa de creyentes, intensifica el lujo del templo creando efectismos.

Por otra parte, el lujo del Barroco expresa el boato y la magnificencia del monarquismo absolutista, expresión del poder absoluto de la monarquía. En estilo tenemos el amor exagerado por lo curvilíneo que triunfa en la columna salomónica (que tiene el fuste contorneado en espiral), quintaesencia del estilo barroco.

En España triunfa el estípite barroco (pilastra en forma de pirámide truncada, con la base menor hacia abajo), donde se unen el cubo y la pirámide invertida, símbolo de la inestabilidad. Los muros dejan de ser rectilíneos, al llevar el gusto por las líneas curvas y mixtas a las plantas de los edificios. La planta de planos oblicuos da una sensación de movimiento, con abundantes juegos de luz y ricos juegos de perspectiva. La ilusión del espacio es otro motivo barroco: necesita que el cielo invada el edificio barroco en el interior. Las bóvedas tienen el universo o el cielo pintado en colosales proporciones y dan la sensación de un espacio infinito. El churrigueresco español saca las últimas  consecuencias del estilo barroco.

La arquitectura barroca va a estar muy unida al urbanismo. Palacios, jardines, iglesias llevarán una decoración exterior para llamar la atención del público. El Barroco abandona por completo las líneas definidas y rectas propias del Renacimiento y prefiere las líneas curvas que dan una sensación de dinamismo al edificio. Predominan las plantas circulares, elípticas o mixtilíneas, lo que permite una mejor adaptación al lugar en que se va a erigir el edificio.

Por lo general en las construcciones arquitectónicas se introduce una novedad en las plantas: ahora se prefieren de trama circular, mixtilínea, elípticas, con cúpulas de yeso sostenidas por armazones de madera y con unos interiores donde las líneas arquitectónicas desaparecerán debido a la abundante decoración que habrá sobre las cornisas, columnas, capiteles. Los retablos serán de grandes dimensiones y aparecerán dorados y pintados para que acaparen todas las miradas.

El Barroco significa el triunfo del adorno sobre la línea. Con el tiempo, la decoración se irá reflejando cada vez más no solo en el interior de los edificios, sino también en el exterior, donde las fachadas se recubren con nuevos elementos que le dan movimiento, con la aparición de las columnas salomónicas.

Las fachadas adquieren la máxima importancia ya que son objeto de los mayores empeños decorativos: cornisas y columnas griegas, romanas y salomónicas. Predominan los elementos decorativos sobre los constructivos, por lo que algunos han llegado a afirmar que el estilo barroco más que un estilo de arquitectura es una forma arquitectónica de decoración.

El Barroco tiene predilección por los grandes recintos públicos urbanos. En las ciudades más importantes se llevan a cabo plazas mayores de enorme superficie y suntuosidad, como la Plaza Mayor de Salamanca y la de Madrid.

Arquitectura barroca en España

En la España, la afirmación del Barroco se encontró con las dificultades debidas a la decadencia económica del reinado de Felipe III. Progresivamente, la arquitectura española del siglo XVII fue evolucionando hacia el estilo barroco, aunque no dejó grandes ejemplos significativos. La mayor parte de las influencias barrocas fueron recogidas de forma exclusivamente decorativa, especialmente en las iglesias. Este lenguaje, que resultaba rápidamente comprensible incluso para el segmento de la población menos instruido, fue exportado con éxito a las colonias americanas.

La arquitectura barroca se introduce en España a finales del siglo XVI y se desarrolla durante gran parte del siglo XVII de manera más contenida y austera que la italiana, sobre todo por el éxito de la arquitectura herreriana.

El Barroco en España es un estilo esencialmente regionalista, no sigue unos patrones universales. Podemos distinguir el barroco castellano, del andaluz o del gallego, ya que en cada región de España se encuentra una modalidad con características propias.

La primera mitad del siglo XVII constituye el inicio de la arquitectura barroca española. Este primer barroco está muy vinculado a Juan Herrera y a su principal monumento, El Escorial. Los ideales de la Contrarreforma facilitan la pervivencia de este modelo arquitectónico.

A mediados de siglo se empiezan a eliminar los vestigios herrerianos y la ornamentación se hace más flexible, debido a la participación en la arquitectura de hombres polifacéticos, mitad arquitectos, mitad pintores y hasta a veces escultores, como Alonso Cano.

Ya en el siglo XVIII, la riqueza y la fantasía decorativas alcanzan su apogeo en las construcciones de la familia Churriguera, Ribera o Fernando Casas Novoa. Es el momento de esplendor del barroco español más castizo y popular.

Etapas de la arquitectura barroca en España

La escuela barroca española acentúa el elemento decorativo no solo en los interiores (como en Francia e Italia), sino también en las fachadas. Característico de la arquitectura barroca española son los notables distintivos de las diversas escuelas de arquitectura barroca.

Período purista o postherreriano

 

El período purista o postherreriano (abarca los dos primeros tercios del siglo XVII). La penetración del barroco en sus formas arquitectónicas italianas va a ser lenta. La presencia de la ideología religiosa de la Contrarreforma y el prestigio de la monarquía de Felipe II pesan sobre el arte de la época: se prefiere la sobriedad, la sencillez y la uniformidad. Hay una evidente pobreza de materiales junto a una depuración de líneas al estilo del Escorial. Así como un escaso desarrollo del movimiento en plantas y alzados.

Se prefiere la línea recta a la curva; hay un predominio de la Iglesia de nave única con capillas entre contrafuertes. Las fachadas expresan la misma sencillez de planos: los palacios, las Iglesias y conventos son con fachadas de paramentos lisos a base de grandes rectángulos ligeramente resaltados e interiores de diáfana blancura.

La sobria austeridad geométrica impuesta por Juan de Herrera en el monasterio de El Escorial se mantuvo en la arquitectura barroca española de la primera mitad del siglo XVII. Los ideales contrarreformistas y el espíritu de la casa de Austria facilitaron la pervivencia de este modelo arquitectónico, tal como se aprecia, por ejemplo, en las construcciones de Juan Gómez de Mora. Esta etapa de influencia herreriana se caracteriza por la austeridad y la sobriedad de las formas. El foco principal está en Madrid.

Ejemplos de este tipo de arquitectura lo tenemos en la Colegiata de San Isidro de Madrid; la iglesia de la Encarnación (Madrid); la Palacio de Santa Cruz en Madrid (hoy ministerio de Asuntos Exteriores), la Casa de la Villa de Madrid, la Plaza Mayor de Madrid, la ciudad de Lerma (Burgos); el palacio del Buen Retiro. Estos cinco últimos edificios siguen la línea llamada "estilo escurialense, caracterizado por la sobriedad de líneas, los volúmenes compactos y torres cuadrangulares en las esquinas, techumbres apiramidadas, agujas en los vértices torres, tejas de pizarra negra.

En esta época destacan unas especiales concepciones urbanísticas españolas: las plazas mayores, organizaciones casi cerradas, centro de los espectáculos religioso-políticos, formados por distintos bloques de edificios que se unen dejando, bajo ciertas arcadas, paso a las calles periféricas. La más famosa es la Plaza Mayor de Madrid.

En la escuela castellana de primeros de siglo la influencia herreriana es aún profunda. Figura representante es el arquitecto Juan Gómez de Mora. A mediados de siglo, Madrid abandona la sobriedad anterior y evoluciona plenamente al Barroco: Capilla de San Isidro, Ayuntamiento de Toledo y Palacio de Santa Cruz.

A mitad de Siglo, gracias a las libertades barrocas de Alonso Cano, se introduce la columna salomónica con el fuste contorneado en espiral, con vid y racimos, que se convertirá en el distintivo del estilo churrigueresco.

Mediados del siglo XVII

 

El gusto por formas cada vez más ricas lleva, a partir de mediados de siglo, a eliminar los vestigios herrerianos, enriqueciendo la decoración con múltiples elementos naturalistas localizados en los vanos de las fachadas. La iglesia de Santa María la Real de Montserrat, de Sebastián Herrera Barnuevo, y la fachada de la catedral de Granada, de Alonso Cano, son buenas muestras de ello.

A medida que avanza el siglo XVII se percibe un progresivo camino de intensificación de la ornamentación recargada y la eliminación de elementos herrerianos.

En Andalucía, ya hacia fines del siglo, el pintor y escultor, Alonso Cano, inició la tendencia hacia un mayor esplendor ornamental siendo autor de la fachada de la catedral de Granada.

Tal tendencia se aprecia en la Basílica del Pilar de Zaragoza, obra de Francisco Sánchez, Francisco Herrera el Joven, Ventura Rodríguez y Domingo Yarza o en la torre de la iglesia de Santa Catalina de Valencia construida por Juan Bautista Viñes.

Barroco florido o Barroco churrigueresco

 

Se conoce como Barroco florido o Barroco churrigueresco la etapa que va de 1680 a 1720. Es la tendencia de la arquitectura barroca española (el "rococó español") a lo largo de gran parte del siglo XVIII. Se basa en una decoración exultante y muy recargada en los muros exteriores. Se caracteriza esta etapa por la necesidad que sienten las clases dominantes de mostrar la suntuosidad recubriendo muchos edificios de una ornamentación frondosa.

Ya en el siglo XVIII la riqueza y fantasía decorativas alcanzan su apogeo con las construcciones de la familia Churriguera, especialmente en Madrid y Salamanca, así como también en la obra de arquitectos como el madrileño Pedro de Ribera y el gallego Fernando Casas Novoa, autor de la fachada del Obradoiro de la catedral de Santiago de Compostela.

A finales de siglo, el Barroco está plenamente formado. El papel que en esta etapa desempeña José Churriguera, hijo y nieto de un maestro de retablos, hace que el nombre de churrigueresco sea sinónimo de barroco español, cuando solo se puede emplear para la última mitad de siglo.

Pedro Ribera es el difusor del churrigueresco y su perfeccionador. Narciso Tomé es el que mejor encarna el deseo del espacio en el Barroco. Los sucesores de los Churriguera llevaron este estilo a extremos delirantes.

La arquitectura barroca se mantiene pujante por toda la península incluso en el siglo XVIII.

Período rococó

 

·       Se conoce como período rococó la etapa que va de 1720 a 1770. Considerado como la fase última del barroco, se caracteriza por la acumulación de decoración. Su foco principal está en Galicia.

A partir de 1730, el impacto del rococó francés se percibe en el barroco español. Retablistas y arquitectos incorporan la rocalla como motivo decorativo, aunque la emplean en estructuras de marcado carácter barroco. Por eso, salvo en contados ejemplos, resulta arriesgado hablar de la existencia de un auténtico rococó en España, pese a que a menudo se han asociado los derroches decorativos dieciochescos a dicho estilo.

El periodo del rococó se corresponde aproximadamente con el reinado de Luis XV, rey de Francia (1715-1774). El término “rococó” proviene del francés “rocaille”, que significa ‘rocalla’. En decoración, se caracterizó por una ornamentación basada en arabescos, conchas marinas, curvas sinuosas y en la asimetría. En Francia dio paso al austero estilo neoclásico a finales del siglo XVIII y desapareció con el inicio de la Revolución Francesa en 1789 de manera repentina y por completo.

·       Estilo borbónico

 

La arquitectura churrigueresca se desarrolla durante la dinastía borbónica en España. Son estos monarcas de origen francés quienes imponen ahora en las construcciones reales un arte barroco afrancesado, más afín a lo clásico y muy alejado de los excesos churriguerescos. La arquitectura de los Borbones tiene predilección por los grandes espacios y los edificios de líneas equilibradas. Construyen los grandes palacios: La Granja de San Ildefonso, El Palacio de Aranjuez, El Palacio Real de Madrid.

A Ventura Rodríguez se debe el proyecto de la actual iglesia del Monasterio de Santo Domingo de Silos y de la fachada de la Catedral de Pamplona; y a Francesco Sabatini, el diseño de la famosa Puerta de Alcalá de Madrid. Estos dos arquitectos marcan el final del barroco español y preconizan el Neoclasicismo por su eliminación de motivos decorativos.

En el siglo XVIII se dio una dualidad de estilos, aunque las cesuras no siempre están claras. Por un lado estuvo la línea del barroco tradicional, castizo o mudéjar (según el autor) cultivada por los arquitectos autóctonos y, por otro, un barroco mucho más europeo, traído por arquitectos foráneos a iniciativa de la monarquía, que implanta un gusto francés e italiano en la Corte. A la primera tendencia pertenecen arquitectos y retablistas tan destacados como Pedro de Ribera, Narciso Tomé, Fernando de Casas Novoa, Francisco Hurtado Izquierdo, Jerónimo de Balbás, Leonardo de Figueroa, Conrado Rudolf.

Ejemplos de arquitectura barroca en España

Plaza Mayor de Madrid

 

En 1580, tras haber trasladado la corte a Madrid en 1561, Felipe II encargó el proyecto de remodelación de la plaza a Juan de Herrera, comenzándose el derribo de las «casas de manzanas» de la antigua plaza ese mismo año.

La construcción del primer edificio de la nueva plaza, la Casa de la Panadería, comenzaría en 1590 a cargo de Diego Sillero, en el solar de la antigua lonja.

En 1617, Felipe III, encargó la finalización de las obras a Juan Gómez de Mora, quien concluirá la plaza en 1619.

Fachada de la catedral de Granada

 

La Catedral de Granada siempre ha sido particular. Su tardía construcción (siglo XVI) le permitió un inicio tardoplateresco (la Capilla Real) como verdaderamente purista en su interior (ideado por Diego de Siloé). Esta catedral es también conocida por su gran fachada barroca proyectada por Alonso Cano en 1667. Cano crea un amplio espacio no muy recargado mediante tres calles con sus respectivas puertas, flanquedas por pilastras que soportan sendos arcos con casetones. La estructura de esta fachada es sumamente novedosa y rompe por completo con la tradición tardomanierista encabezada por Gómez de Mora. Frente a sus formas heredadas de lo herreriano, Alonso Cano apuesta por el volumen y la luz, creando un triple arco sumamente avanzado que se antepone a la fachada, creando un extraordinario juego de articulaciones que cambia a lo largo del día.

Plaza Mayor de Salamanca

 

La Plaza Mayor de Salamanca, una de las principales manifestaciones del barroco español, se levantó entre 1729 y 1755 bajo los auspicios de Felipe V, que promovió su construcción en agradecimiento al pueblo salmantino por su apoyo durante la Guerra de Sucesión española. Diseñada por el arquitecto Alberto Churriguera, este recinto porticado, definido por edificios de tres plantas, sirvió como coso taurino en los primeros tiempos. En la plaza sobresale el Pabellón Real y, frente a este, el Ayuntamiento, también de estilo barroco, obra de Andrés García de Quiñones.

La plaza presenta un trazado cerrado, con pórticos en la parte inferior y viviendas en el resto de las plantas, como la de Madrid. La bella decoración con esos efectos policromos, los balcones forjados en hierro y rematada con una balaustrada de pináculos en forma de la flor de lis hacen de esta una de las plazas más hermosa de España.

Fachada del Palacio Real de Madrid

 

Es conocido también como Palacio de Oriente, a pesar de estar situado en la parte más occidental de Madrid, debido a su ubicación en la plaza de Oriente, llamada así al estar situada al este del palacio. A eje con el palacio, y enfrentado, se encuentra al otro extremo de la plaza el Teatro Real.

De estilo barroco clasicista (monumentalidad, algunos elementos formales barrocos, y clasicismo con tendencia a evitar la incontinencia decorativa del barroco ornamental).

Los  Borbones se esfuerzan en  impulsar en España  una arquitectura más al estilo europeo. Este palacio pertenece al barroco más europeizante fomentado por los Borbones. Se construyó en la línea de los grandes palacios clasicistas como Versalles, vino a sustituir al Alcázar, destruido en el incendio de 1734.

Fue mandado construir por Felipe V (rey de España de 1700-1746). La obra estuvo a cargo de los arquitectos italianos Filippo Juvarra, Giovanni Battista Sacchetti Sachetti  y Santiago Bonavia. Esta construcción simboliza la exaltación de la dinastía borbónica en España.

Su construcción comenzó en 1738, según trazas del arquitecto Filippo Juvara, quien proponía un palacio mayor pero en una ubicación diferente. Al morir Juvara, se encomendó el proyecto a su discípulo Juan Bautista Sachetti, a quien se exigió adaptar los planos de Juvara al solar del antiguo Alcázar. Otros distinguidos arquitectos españoles como Ventura Rodríguez participaron y se formaron en la cantera del nuevo palacio, a él se debe la configuración de la Real Capilla.​ Francesco Sabatini se encargó de la conclusión del edificio, así como de obras secundarias de reforma, ampliación y decoración.

La solución definitiva de escalera imperial única fue aportada por el arquitecto italiano Francesco Sabatini en 1775, uno de los maestros del barroco clasicista del siglo XVIII en España. En 1757 se finalizó la capilla, ubicada como remate del eje norte-sur, y de autoría dudosa (tal vez Sachetti o Ventura Rodríguez).

Es de estilo barroco clasicista.

Capilla de San Luis de los franceses (Sevilla)

 

La Iglesia de San Luis de los Franceses está ubicada en el centro histórico de Sevilla. Constituye un destacado ejemplo de arquitectura barroca del siglo XVIII. Fue diseñado por el arquitecto Leonardo de Figueroa y construido entre 1699 y 1730 por encargo de la Compañía de Jesús.

Se encuentra en el antiguo noviciado, separada de la iglesia principal y se concluyó previamente a esta, ya que fue bendecida el 23 de junio de 1712. Fue la capilla dedicada al culto privado de los novicios y padres que habitaban el conjunto. Es fruto de la remodelación que realizó Leonardo de Figueroa en la primera capilla que ocupaba el salón principal del palacio de los Enríquez.

Capilla de San Isidro en la Iglesia de San Andrés (Madrid)

 

La Capilla de San Isidro en la Iglesia de San Andrés está situada en el barrio de La Latina de Madrid. Las obras de la capilla empezaron el 12 de abril de 1657 y fue solemnemente inaugurada el 15 de mayo de 1699 en presencia de los reyes Felipe IV y su esposa Mariana de Austria. El edificio constituye un magnífico ejemplo de construcción barroca. Desechado un primer proyecto de Juan Gómez de Mora en 1639, las obras se iniciaron siguiendo las trazas de Pedro de la Torre. Pero las obras poco avanzarían y fue en 1657 cuando el arquitecto José de Villarreal, maestro mayor de las obras reales, se hace cargo de la dirección de las obras, reformando las trazas de Pedro de Torre.

Adosada a la parroquia de San Andrés, la Capilla de San Isidro tiene entidad propia; se construyó sobre una planta alargada y cuenta con una cúpula rematada con una linterna. A Pedro de la Torre le siguieron en la construcción José de Villarreal, en 1657, y más tarde Juan de Lobera, quien remató las obras en 1669.

Ayuntamiento de Toledo

 

El edificio del Ayuntamiento de Toledo fue encargado por el corregidor Gómez Manrique. Su forma definitiva tardó muchos años en realizarse, ya que se inicia su construcción en 1575 según el proyecto de Juan Herrera. A él se debe la severidad inicial de la fachada principal levantada sobre un extenso zócalo de sillares almohadillados en cuya longitud se abren nueve arcos de medio punto.

En este edificio de diseño original de Juan de Herrera también dejaron su huella otros arquitectos como Vergara del Pozo y Jorge Manuel Theotocopuli. Si del maestro de El Escorial quedan los arcos del piso bajo, los dos segundos pisos de cada torre y los chapiteles que las rematan son del último interviniente, Teodoro de Armadans, ya a principios del siglo XVIII.

El remate de las dos torres con chapiteles barrocos de pizarra es de Ardemans, ya de 1703. La perfecta simetría del edificio y el empleo de columnas toscanas evocan el clasicismo italiano.

Palacio de Santa Cruz, hoy Ministerio de Asuntos Exteriores de Madrid

 

El Palacio de Santa Cruz se construyó en 1636 siguiendo el proyecto de Juan Gómez de Mora para que sirviera de Cárcel de Corte. Desde entonces el edificio ha ido cambiando de uso: Palacio de Justicia, Ministerio de Ultramar, Ministerio de Estado y, desde 1938, Ministerio de Asuntos Exteriores.

Fachada del Obradoiro de la Catedral de Santiago de Compostela

 

La fachada del Obradoiro de la catedral de Santiago de Compostela es una impresionante obra barroca y la creación más grandiosa del barroco peninsular. Está dotada de un movimiento ascendente casi gótico; es una fachada falsa como una decoración de teatro. Tras la fachada se levantan los campanarios suspendidos en el aire por el ímpetu ascendente de los cubos.

La plaza del Obradoiro a la que da esta fachada hace alusión al taller (obradoiro, en gallego) de canteros que funcionaba en la plaza durante la construcción de la catedral.

Para proteger el Pórtico de la Gloria del deterioro que estaba sufriendo por las inclemencias meteorológicas, esta fachada y sus torres ya habían tenido varias reformas desde el siglo XVI. En el siglo XVIII se decidió construir la actual fachada barroca, obra de Fernando de Casas Novoa.

Cuenta con unos grandes ventanales acristalados que permiten iluminar la antigua fachada románica y se encuentra entre las torres de las Campanas y de la Carraca. En medio del cuerpo central está Santiago Apóstol y un nivel más abajo sus dos discípulos, Atanasio y Teodoro, todos vestidos de peregrinos. En medio, la urna (representación del sepulcro encontrado) y la estrella (representación de las luminarias que vio el ermitaño Pelayo) entre ángeles y nubes. En la torre de la derecha está María Salomé, madre de Santiago, y en la torre de la izquierda su padre, Zebedeo. Sobre la balaustrada de esta parte izquierda puede verse a santa Susana y san Juan y sobre la de la derecha a santa Bárbara y Santiago el Menor.

Catedral-Basílica de Nuestra Señora del Pilar o Santo Templo Metropolitano de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza

 

La Catedral-Basílica de Nuestra Señora del Pilar o Santo Templo Metropolitano de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza es un importante templo de estilo barroco.

En 1670 Juan José de Austria, por entonces Virrey de Aragón, promovió la construcción de un templo de estilo barroco de nueva fábrica, que es el que, fundamentalmente, existe en la actualidad. Fue diseñado a partir de varios proyectos, que encabezaron los maestros de obras zaragozanos Felipe Busiñac y Felipe Sánchez, y los continuó el prestigioso arquitecto real Francisco de Herrera el Mozo. Las obras dieron comienzo en 1681.

El volumen exterior de la Basílica del Pilar alcanza proporciones majestuosas. A lo largo de los siglos, y sobre todo desde la edificación barroca, el templo ha ido engrandeciendo su silueta con el alzado de cúpulas y de torres en sus ángulos.

Principales arquitectos del Barroco

Juan Gómez de Mora (1586-1648)

Una de sus primeras obras, El Convento de la Encarnación de Madrid, es el mejor ejemplo de purismo y sobriedad vinculado a El Escorial. Pero a pesar de la aparente austeridad de líneas, hay elementos que apuntan la nueva estética, como el excesivo alargamiento de la fachada o el aguzado frontón. Obras: La Plaza Mayor y el Ayuntamiento de Madrid sin salirse del recuerdo herreriano y en Salamanca, el Colegio Regium, conocido como La Clerecía.

Pedro Sánchez (1569-1633)

Colegiata de san Isidro, también llamada Colegiata de san Isidro el Real, diseñada en 1620 por Pedro Sánchez, situada en el casco histórico de la ciudad de Madrid.

Francisco Bautista (1594-1679)

Cuando la disciplina herreriana comienza a aflojar, introduce disposiciones, formas y ornamentos nuevos que encajan con el estilo barroco. Su arquitectura fue majestuosa, tanto en la fachada como en los interiores, le gustaban los órdenes gigantes, el claroscuro y el marcado sombreado que produce. Supo modelar el espacio y lograr sensaciones ambientales.

La Catedral de San Isidro obedece a la tipología clásica de iglesia contrarreformista. Una nave con capillas, crucero con gran cúpula y presbiterio poco profundo. Utilizó su famoso sexto orden dórico-corintio en columnas y pilastras gigantes. Lo más original es la fachada. Un rasgo innovador fue enlazar en cadenas de arriba abajo los diversos huecos en fachadas e interiores.

Alonso Carbonell (?-1660)

Es otra de las figuras significativas del momento, autor del Palacio del Buen Retiro, de su Sala de Bailes (Casón) y de la Ermita de San Antonio.

Alonso Cano (1601-0667)

Más conocido como escultor y pintor, fue también un excelente arquitecto que provocó una verdadera revolución en la arquitectura española de la segunda mitad del XVII.

Intenta eliminar el lenguaje de los órdenes clásicos buscando formas abstractas, angulosas, cúbicas, como se puede ver en el Arco de la Puerta de Guadalajara en Madrid.

La obra arquitectónica más importante que acometió fue la Catedral de Granada. Emprendió la tarea de cerrar el espacio gótico-renacentista que Diego de Siloé había creado. Cano quiso resaltar el contraste entre exterior e interior, oponiendo una gran fachada retablo al hermetismo que el edificio albergaba en su interior.

Estructura la fachada de la catedral desde las premisas de tensión de volumen y libertad decorativa. Dispuesta a modo de arco triunfal, consta de tres calles divididas en dos cuerpos por una cornisa horizontal y cubiertas por arcos de medio punto, cuyas pilastras tienen medallones en lugar de capitel.

Sebastián Herrera Barnuevo (1619-1671)

En 1667 obtuvo el nombramiento de Pintor de cámara del rey Carlos II, tras la muerte de Juan Bautista Martínez del Mazo, gracias a sus excelentes retratos, y recibió el encargo de trazar la que sería su obra arquitectónica más importante, la iglesia y convento de Santa María la Real de Montserrat, en la calle de San Bernardo, en Madrid.

Los Churriguera

Los Churriguera son una familia de arquitectos que se convirtieron en el estandarte de nuestro barroco. Frecuentemente varios familiares trabajaban en la misma obra, por lo que resulta difícil precisar la labor concreta de cada uno.

José de Churriguera es la figura principal y el creador del tipo de retablo más característico y brillante del barroco castellano, donde impone el orden único y la columna salomónica.

El mejor ejemplo es el Retablo de San Esteban de Salamanca, donde utiliza unas columnas salomónicas gigantescas. Observamos el gusto por la profusión de adorno y los dorados y el ritmo dinámico de las formas curvadas.

A José de Churriguera le seguía en edad su hermano Joaquín, que se trasladó a Salamanca, donde realizó el Colegio de Calatrava.

De los tres hermanos, Alberto fue el creador de la Plaza Mayor de Salamanca. Es un cuadrado casi perfecto formado por cuatro pabellones porticados donde, a través de grandes arcos, desembocan las principales calles de la ciudad. La plaza actúa así como distribuidor de las arterias más importantes.

Pedro de Ribera (1683-1742)

Ribera recoge todos los elementos ornamentales del vocabulario churrigueresco y los articula con acento propio. No se limita sólo a aspectos decorativos, sino que además posee un gran sentido del espacio y de las estructuras internas.

Realiza la fachada del Hospicio de Madrid, que en la actualidad es el Museo Municipal de la ciudad. La portada, que se sitúa en el centro de una fachada de líneas sobrias, es un alarde decorativo donde el autor da rienda suelta a su capacidad creativa.

Narciso Tomé (1690-1742)

Es el autor de una de las obras más destacadas, el Transparente de la Catedral de Toledo. Es un retablo que representa el Don de la sagrada Comunión a la Humanidad.

Las tres artes plásticas, arquitectura, pintura y escultura, quedan integradas en un solo lenguaje expresivo en el que mezcla con total fantasía diversos materiales como el mármol, el alabastro y el bronce. El estudio lumínico acentúa el dinamismo de las formas.

Fernando Casa y Novoa

Dentro del barroco gallego, la obra que mejor lo representa es la Fachada del Obradoiro de la Catedral de Santiago de Compostela.

Se desenvuelve en varios planos sucesivos que hacen que las torres queden detrás, mientras avanza el cuerpo central, concebido como un retablo. Los elementos arquitectónicos y la escultura se conjugan con una unidad perfecta.

Leonardo de Figueroa

Será la figura clave en Andalucía. El Colegio-seminario de San Telmo en Sevilla y la Iglesia de San Luis son sus mejores aportaciones.

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