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64-Siglo XIX - Pintura

(comp.) Justo Fernández López

Historia del arte en España

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Pintura del siglo XIX – generaciones

El siglo XIX es uno de los más complejos y variados desde el punto de vista pictórico. Procedentes de Francia penetran en España numerosas tendencias y sus influencias son simultáneas, de modo que es difícil deslindar dónde terminan los brotes neoclásicos y comienzan los románticos. Algunos pintores siguen el romanticismo, luego el realismo e incluso el impresionismo.

Primera generación del siglo XIX (hasta 1835)

 

Francisco de Goya muere en 1828 y sus últimos grabados negros y futuristas no encuentran mucho eco. La primera generación del siglo XIX oscila entre el neoclasicismo y Goya.

Los seguidores del estilo tenebrista y esperpéntico de Goya son Leonardo Alenza, con sus cuadros costumbristas inspirados en la obra de Goya; Eugenio Lucas Padilla, que representa el espíritu revolucionario de la época; José Ribelles, pintor de estilo neoclásico, y  José Elbo, que en algunas pequeñas piezas se percibe la influencia de Goya a quien sigue más o menos directamente. El frío academicismo neoclásico no encontró eco más que tímidamente en José de Madrazo y Juan Antonio Ribera.

José Madrazo (1781-1859)

La teatralidad y el carácter escenográfico propios del género que cultivó, así como la frialdad con la que define a sus personajes, le sitúan entre uno de los mejores representantes de la pintura neoclásica. También cultivó el retrato con una ausencia de aparatosidad y suntuosidad inusuales en la época. Fue pintor de cámara del rey Carlos IV.

Juan Antonio Ribera (1779-1860)

Pese a su breve obra, está considerado uno de los representantes más característicos del Neoclasicismo en España, junto a José de Madrazo y José Aparicio.

Segunda generación del XIX (hasta mediados de siglo) – Romanticismo

 

El Romanticismo es más que corriente artística un estado de ánimo. Es la crisis moral del Antiguo Régimen al tener que adaptarse al materialismo burgués del siglo XIX.

La pintura romántica se alza en Francia con Delacroix. En España, donde el neoclasicismo solo rozó la epidermis, el Romanticismo caló hasta la médula. Coincide con el reinado de Isabel II (1833-1868).

Los géneros más corrientes son el retrato y el paisaje. Comienza a ponerse de moda el cuadro de historia, que triunfará en la generación siguiente.

Pintores románticos españoles:

Federico Madrazo (1815-1894)

Pintor romántico académico de corte francés, que cultivó tanto el género del retrato como el de la pintura histórica. Atravesó tres fases en su carrera. Al principio se decantó por la estética purista, de gran detallismo. Más tarde suavizó los contornos y su pintura se volvió más espontánea. Finalmente retornó a la tradición. Su formación en el dibujo hizo que predominara en él casi siempre la línea sobre el color. Su pintura está definida por medio de una pincelada prieta y muy brillante. Fue pintor de cámara de la reina Isabel II y director de la Academia de San Fernando y del Museo del Prado.

Antonio María Esquivel (1806-1857)

Fue pintor romántico, especialista en retratos. Aunque cultivó diversas temáticas, las obras de mayor calidad, las que le dieron el éxito, fueron sus retratos, que se encuentran entre lo mejor de la pintura romántica española.

José Gutiérrez de la Vega y Bocanegra (1791-1865)

De todos los pintores del siglo XIX fue el que mejor supo interpretar románticamente la tradición de Murillo, hasta trasladar la sensibilidad amable y tierna de su mundo celestial e inmutable a otro contingente, aunque igualmente delicado, pero por humano mucho más inmediato y sensual, donde incluso santas y vírgenes se revelan próximas.

Joaquín Espalter y Rull (1809- 1880)

Pintor de numerosos cuadros históricos. A pesar de que fue un pintor variado en cuanto a temas, el prestigio adquirido por Espalter en vida fue debido a sus pinturas murales; actualmente también se le valora como retratista. Como retratista, fue uno de los pintores preferidos de la emergente burguesía decimonónica, por el modo como supo plasmar de una manera verídica, sin estridencias, el estilo que puede definirse como prerrealista, no romántico.

Rafael Tegeo Díaz (o Rafael Tejeo) (1798-1856) fue un pintor neoclásico de la Región de Murcia. En su obra, de raíz neoclásica, se advierte a la vez una profunda visión romántica de la vida. Cultivó los temas mitológicos y otros de gusto romántico. Fue también un gran retratista.

Los hermanos Bécquer

fueron dos artistas románticos españoles de mediados del siglo XIX, pertenecientes a una familia sevillana, hijos del pintor José Domínguez Bécquer: Gustavo Adolfo Bécquer, poeta y Valeriano Domínguez Bécquer (1833-1870), pintor.

Además de su obra por separado, conjuntamente escribieron e ilustraron gran cantidad de artículos en revistas y otras publicaciones de la época. Se les atribuye también un libro satírico, inédito hasta 1990, denominado Los Borbones en pelota.

Jenaro Pérez de Villaamil y d'Hugueta (1807-1854)

Fue un pintor romántico especializado en la pintura del paisaje.

Tercera generación del XIX (1850-1874) – Realismo

 

El realismo es la proyección en arte del materialismo positivista del siglo XIX. Llega a España un tanto desfigurado y menos puro. A esto contribuyó el que el Romanticismo no desapareciera totalmente, siendo el estilo de la tercera generación del siglo XIX una mixtura de Romanticismo y Realismo.

El Realismo da origen en España a una tendencia muy característica: el cuadro histórico. El tema histórico inunda la pintura española.

Pintores realistas españoles:

José María Casado del Alisal (1832–1886)

Cultivó especialmente los temas históricos. Así, se le deben numerosos retratos de la alta sociedad de la época, como Baldomero Espartero, Isabel II de España, Alfonso XII de España y Emilio Castelar y Ripoll. Pero, sobre todo, es pintor representativo de una tendencia pictórica que domina la segunda mitad del siglo XIX: la pintura de grandes acontecimientos en relación con la historia de cada país. Se trata de «pintura de historia» o «realismo retrospectivo» en la medida en que trata de recrear con realismo hechos ocurridos en el pasado histórico.

Su estilo es un tanto frío, intentando conciliar el academicismo y los ideales románticos.

Benito Mercadé y Fábregas (1821–1897)

Recibió una influencia inicial del nazarenismo (grupo pictórico del romanticismo alemán que pretendía revivir la honradez y espiritualidad del arte cristiano medieval), siendo un ejemplo de esto su cuadro de 1858 Colón en La Rábida, para pasar más tarde al realismo. Se centró en la temática histórica y religiosa.

Antonio Gisbert Pérez (1834–1901)

Pintor de temática histórica, que desarrolló su labor en la época de transición entre el romanticismo y el realismo. Representa una tendencia pictórica de la segunda mitad del siglo XIX, la pintura de grandes acontecimientos en relación con la historia de cada país. Es la «pintura de historia» o «realismo retrospectivo», pues pretende representar con realismo hechos del pasado histórico nacional. En España representó los ideales liberales.

Eduardo Rosales Gallinas (1836-1873)

Pintó acuarelas, dibujos y numerosos retratos. Su obra más conocida es la de temática histórica. Sus primera obras son más bien puristas, aunque posteriormente desarrolló una pintura más personal, con una pincelada suelta y abocetada, inspirada en la obra de Velázquez, tal y como reconocieron pronto sus primeros críticos.

Eduardo Cano de la Peña (1823-1897)

Fue un pintor romántico, especializado en pintura histórica. Aunque su faceta más conocida fue la de pintor histórico, no se debe olvidar su labor como retratista, realizó diferentes obras en este campo como "Retrato de Fernán Caballero", "Retrato en el estudio del pintor" o "Retrato de una joven".

Cuarta generación del XIX (1874-finales) – Impresionismo

 

El Impresionismo es la cumbre del Realismo, un realismo exacerbado. El Realismo es una reacción contra el academicismo de la época anterior: revalorización del color frente a la línea y alejamiento de las fantasías románticas.

Los realistas se van apartando del tema narrativo histórico y vuelven a la técnica del Barroco y su preocupación por la luminosidad: ilusionismo, sensación de realidad. Una consecuencia de esta tendencia es el Impresionismo.

Los pintores se concentran cada vez menos en lo que pintan y más en la forma de hacerlo. Así va desapareciendo el objeto como tema central, quedando casi invisible, mientras que la forma de captar el objeto sumergido en la luz y el aire que lo rodea (como antes Velázquez) se perfecciona en grado sumo.

Cuando el pintor llega a detener en el lienzo el instante de percepción luminosa, ha llegado el Impresionismo. Para Arnold Hauser (Historia social de la literatura y el arte, 1951), si el Barroco pretende representar el instante, el Impresionismo intenta representar la décima del instante. Es la superación del ilusionismo pictórico, buscando la sensación, la impresión de realidad.

Los impresionistas intentan lo que ya había comenzado Velázquez, detener el tiempo en el espacio luminoso. El impresionista se despreocupa del ser de las cosas (filosofía clásica), lo que le preocupa es el modo y forma de conocerlas, preocupación del filósofo de la Ilustración Immanuel Kant (1724-1804). El “qué” deja paso al “cómo”.

Se buscan los temas humildes para reaccionar contra la burguesía y la vieja aristocracia. El Positivismo en medicina había descubierto cómo ve el ojo (como órgano) la realidad: el ojo ve los colores fundamentales, supliendo él mismo los complementarios. Así le basta al pintor presentar los retazos de la realidad, el ojo pone el conjunto.

Al Impresionismo no le interesa el objeto visto, el objeto en sí, sino el acto de verlo, por eso utiliza la técnica del puntillismo (toques de color cortos y desunidos), que solo tiene sentido visto a determinada distancia adecuada al ojo del observador. La visión total viene dada por infinidad de impresiones parciales por reflejo de la luz.

La Anatomía del siglo XIX había descubierto que las impresiones luminosas son recogidas por un sinnúmero de terminaciones nerviosas de la retina y transmitidas al cerebro, que es el que elabora la imagen en conjunto. Es como la técnica de la televisión: la imagen es el producto del juego luminoso de multitud de puntos independientes, los píxeles. Un píxel (abreviatura fonética del concepto inglés picture element) es un punto en una rejilla rectilínea de miles de puntos tratados individualmente, para formar una imagen en la pantalla.

La ciencia había descubierto que la luz está compuesta de radiaciones de diferente longitud de onda y que el color blanco es la combinación de colores fundamentales. El Impresionismo intenta así desintegrar la impresión cromática del objeto en multitud de impresiones simples que lo forman. Si el Impresionismo es continuación del Realismo (y de la tendencia realista del Barroco), tiene también un carácter subjetivista (kantiano). Según Arnold Hauser, es el Impresionismo la culminación del individualismo y del capitalismo burgués europeo.

En la generación anterior hemos visto el Realismo con temática de cuadro de historia. Durante la generación impresionista hubo muchos pintores puramente realistas que se les puede considerar impresionistas y llegaron a pintar en su madurez al estilo impresionista:

Francisco Domingo Marqués (1842–1920)

Fue un pintor ecléctico. Sus primeras obras, no en vano, se vieron influidas por la paleta sobria y restringida de Eduardo Rosales (lo que es, en parte, de Velázquez y Goya).

Ramón Martí Alsina también Ramon Martí i Alsina (1826- 1894)

Fue un pintor del realismo. Algunas monografías lo consideran creador de la escuela paisajística catalana. Sus obras reflejan el postulado realista básico de retratar la realidad concienzudamente, sin idealizaciones o embellecimientos innecesarios. Aunque Martí Alsina elaboró algunos ejemplos cercanos al impresionismo, como puede verse, por ejemplo, en La vista del Boulevard Clichy, algunos críticos lo consideran un artista ecléctico, que no debe adscribirse a ninguna corriente pictórica concreta.

José Villegas Cordero (1844-1921)

Sus primeras obras en la Ciudad Eterna tienen un tinte costumbrista, que resulta además un tema muy demandado por el público. Sus temas son muy variados: históricos, costumbristas y anecdóticos. Su pincelada es suelta y espontánea.

Entre sus influencias se encuentran Fortuny, Madrazo y Eduardo Rosales. Sergio Carnicer fue un gran amigo.

Entre sus obras pueden citarse: La muerte del maestro (1882), Baile por bulerías (1884), Fumador marroquí, El viejo y el año nuevo (1915).

Pintores impresionistas españoles:

Mariano Fortuny y Marsal (1838-1874)

Pintor de temas históricos y escenas costumbristas, cuyo estilo se caracteriza por el preciosismo y la luminosidad. Es considerado junto a Eduardo Rosales uno de los pintores españoles más importantes del siglo XIX después de Goya. A pesar de su muerte a los treinta y seis años, su estilo y el virtuosismo técnico de su obra lo definen como un gran pintor que marcó indeleblemente a toda una generación de pintores europeos.

Fortuny ejerció una gran influencia sobre sus contemporáneos en Italia y España. Aunque rechaza la pintura historicista, sí busca con añoranza un mundo pasado. Sus obras rechazan las historias grandilocuentes y opta por temas sin trascendencia, tratados desde cierta perspectiva humorística.

Es enviado por la Diputación de Barcelona a África a tomar apuntes de la epopeya de la guerra de Marruecos (general O’Donnell). La luminosidad y exotismo de África marcarán toda su vida. Su obra más famosa es la Batalla de Tetuán. Es un cuadro de historia, pero con técnica realista-impresionista. La técnica es colorista y la factura suelta. Su obra La Vicaría tuvo un gran éxito. Es un cuadro cuasi miniatura.

Cultivó una figuración preciosista, atenta a los detalles y juegos de luces, plasmada con asombrosa precisión mediante un toque de pincel aparentemente libre y espontáneo. Pero el éxito comercial y las exigencias de su marchante Goupil refrenaron una evolución que él deseaba, y que pudo revolucionar la pintura española de haber seguido vivo. Apuntan hacia esta nueva línea sus últimas obras como Desnudo en la playa de Portici o Los hijos del pintor en un salón japonés (ambas en el Museo del Prado).

Joaquín Sorolla (1863-1923)

Pintor prolífico, dejó más de 2200 obras catalogadas, su obra madura ha sido etiquetada como impresionista, postimpresionista y luminista. Sorolla hace una interpretación personal del impresionismo, basada en el protagonismo absoluto de la luz y de la plasmación del movimiento de las figuras. Es la figura cumbre del impresionismo español. Es un valenciano encuadrado en la tradición pictórica levantina.

Comienza como pintor de certámenes y de temas históricos. Hasta 1900 pinta en este estilo, pero poco a poco va descubriendo lo que va a ser su fuerte, la luminosidad levantina y el reflejo de la luz en el mar y los objetos en el Levante. Estudiando a Velázquez, ve que hay que recuperar la luz en el aire.

Desde su juventud se interesó también por la pintura al aire libre (en plein air), con la que trataba de captar la luminosidad mediterránea, tanto en la huerta valenciana como en la playa, al igual que hacían por entonces los impresionistas franceses. Tras su etapa histórico-moralista, llega al impresionismo de lleno. Se dedica a pintar la luz deslumbradora de las playas levantinas. La alegría del agua y la luz cegadora son temas preferidos.

Su obra cogió mucha fama al pintar por encargo de la Hispanic Society de Nueva York pinturas de las diversas regiones españolas. Agotado por esta gran obra, queda paralítico y muere en 1923.

Su popularidad se extendió por toda Europa, realizando exposiciones en París (1906), Berlín y Colonia (1907) y Londres (1908), para después exhibir sus cuadros en varias ciudades de Estados Unidos.

La pintura en plein air (al aire libre) de los impresionistas influye en su estilo que, sin el interés científico de los franceses, puede considerarse como “un realismo a plena luz”.  Entre sus temas preferidos destaca su dedicación al paisaje levantino, de ambiente costero, siempre con presencia humana, que plasma con un protagonismo absoluto de la luz que hace vibrar los colores y marca el movimiento de las figuras como en Niños en la playa (1910), Paseo a orillas del mar (1909) y El baño del caballo (1909).

Darío de Regoyos y Valdés (1857-1913)

Fue un pintor de un personal estilo impresionista tardío, con obra puntillista y simbolista, además de un importante capítulo dedicado a la visión de la «España negra».

El viaje que realiza en el año 1879 a Bruselas resulta decisivo para su carrera profesional porque allí entra en contacto con las vanguardias belgas, mientras son el centro de las tertulias en los cafés de Bruselas.

Su estilo se puede definir como paisajista, con fuertes conexiones con el puntillismo, cultivando de forma esporádica el retrato. A pesar de que Regoyos arranca del expresionismo y evoluciona hacia el impresionismo, termina siendo un artista que ejecuta su pintura dentro de las pautas marcadas por el postimpresionismo, dado que su pincelada final es suelta y fluida.

Cultivó tanto el paisaje del campo castellano como del vasco, donde predominan los contrastes de luz y sombra y donde el cromatismo, especialmente al final, es más encendido. En el año 1883 viajó con un grupo de artistas belgas a España donde mostró la riqueza del arte español.

No tuvo éxito público (entonces estaban aún de moda los cuadros históricos). La gente no apreciaba sus pinturas “extravagantes”. Pinta en Andalucía, pero le es difícil captar la luz del sur, en cambio en el norte es donde logra sus mejores obra: pinta la luz difusa, extendida y grisácea de la España norteña. El paisaje norteño le hace descansar de la enervante luz de la Meseta y de Andalucía.

Es un impresionista a secas. Evoluciona luego hasta el divisionismo y el puntillismo (toques de color cortos y desunidos). Las redes es una de sus mejores obras, así como El Arco Iris.

En el año 1899 publica e ilustra, junto al poeta Emile Verhaeren, La España negra.

Artistas españoles posteriores le tendrán como referencia, tanto por su rebeldía como por su obra, como Pablo Picasso, y escritores de la generación literaria del 98, como Pío Baroja, por su actitud, y su color en España, el negro.

Ignacio Zuloaga y Zabaleta (1870-1945)

Ignacio Zuloaga representa, junto con José Gutiérrez Solana,  la vertiente costumbrista de la pintura española de principios del siglo XX, aunque a diferencia de este, su paleta es más brillante y su visión de los tipos y de las costumbres del campo castellano es menos pesimista.

Zuloaga destaca por sus escenas costumbristas y retratos, dentro de un estilo naturalista de recio dibujo y colorido oscuro, influido por Ribera y Goya, en oposición al estilo luminoso y optimista de Sorolla. Su estilo está rebosante de energía y de virilidad.

Se incorpora en París a la reacción del neoimpresionismo en pro de la línea de Toulouse Lautrec. La pintura de Zuloaga fue de las más discutidas por la crudeza de su dramatismo. La expresión de un realismo empecinado en presentar la crónica de la época, particularmente de una Castilla en cierto modo deformada por la literatura del 98.

En 1895 se instaló durante tres años en Andalucía, estancia que despertó su interés por los temas taurinos y el folclore de la región. Pero el deseo típico de su generación de conocer y analizar España le llevan a Castilla. Es el pintor de Castilla y el preferido por los escritores de la generación del 98. Vivió mucho tiempo en Segovia y los temas segovianos inspiran muchas de sus obras.

En Segovia descubrió la esencia de la tierra y el pueblo de Castilla y realizó algunas de sus obras más celebradas, como Las brujas de San Millán, 1907, o El Cristo de la Sangre (1911), en el que retrata con acritud la idiosincrasia del pueblo español.

Asimismo, de su estrecha relación con los principales representantes de la generación literaria del 98 surgieron una serie de retratos que se cuentan entre lo más destacado de su producción.

La crudeza de sus pinceles le llevó a ser rechazado en varias ocasiones por la crítica nacional. Rehusó el impresionismo y buscó un lenguaje propio más acorde con la tradición de la pintura realista española.

En su gusto por el carácter en la tradición del Barroco, no retrocede ante lo monstruoso: El enano Gregorio Botero (1906) y La Enana Doña Mercedes (1896).

José Gutiérrez Solana (1886-1945)

Solana fue pintor, grabador y escritor expresionista. Es hijo del mismo sentir pesimista de fin de siglo como Zuloaga. Es un pintor de la vida amarga y dolorosa. Su pintura refleja, como la de Darío de Regoyos y la de Ignacio Zuloaga, una visión subjetiva, pesimista y degradada de la España de la generación literaria del 98.

Fuera de la influencia que en él ejercen los pintores del tenebrismo barroco, en especial Juan de Valdés Leal, tanto por su temática lúgubre y desengañada como por las composiciones de acusado claroscuro, es patente la influencia de las Pinturas negras de Francisco de Goya o del romántico Eugenio Lucas. Su pintura es feísta y destaca la miseria de una España sórdida y grotesca, mediante el uso de una pincelada densa y de trazo grueso en la conformación de sus figuras. Su paleta tenebrista resalta el oscurantismo de la España del momento.

Su obra puede estructurarse en torno a tres temas: las fiestas populares (El entierro de la sardina), los usos y costumbres de España (La visita del obispo) y los retratos (1920, Mis amigos).

Su pintura, de gran carga social, intenta reflejar la atmósfera de la España rural más degradada.

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