Alma y ánima |
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Necesito saber cuál es el prefijo de alma.
La palabra alma proviene de la palabra latina anima. No está compuesta de dos palabras (como p. ej. agridulce), ni está formada mediante un prefijo (como entretejer, envolver, retocar, amoral). Simplemente es una evolución fonética a partir del latín anima, que por el fenómeno de “disimilación“ dio en castellano alma. Las vocales postónicas del latín desaparecen por regla general en castellano: generu > yerno; populu > pueblo; humeru > hombro. La a es la que ofrece mayor resistencia a perderse, y por esto se refieren a ella casi todas las excepciones. En el caso de anima desaparece la i postónica y se disimilan los sonidos próximos n-m > l-m, dando como resultado alma.
La palabra alma no tiene nada en común con muchos vocablos de origen árabe que comienzan con al-, por ejemplo: alacena, alacrán, alambique, alarde, albacea, albañil, albarda, albornoz, albóndiga, alfombra, almacén, almanaque, almoneda, etc. No todas las palabras que comienzan por al- son de origen árabe, por ejemplo almidón está tomado del bajo latín amidum (latín amylum) y éste del griego ámylon ‘no molido’. Según Corominas, «la terminación moderna quizás se explique por el influjo de una pronunciación helenizante amylón». La palabra alemana Almosen (español “limosna“) viene del griego eleemosyne (’compasión’) > (alemán antiguo) alamousa > almouse > (alemán moderno) Almose. En español, limosna viene de (español antiguo) alimosna, del latín eleemosyna (pronunciado usualmente elimosyna), tomado del griego eleemosyne (derivado del verbo eleéo ’me compadezco’).
Fonética histórica: Además de las leyes fonéticas generales, actúan en la evolución del castellano ciertos cambios fonéticos, que son frecuentes (aunque no generales) y, a manera de tendencia, influyen en la evolución de las palabras. Los más notables son:
Disimilación (la semajanza de dos sonidos próximos suscita la tendencia a diferenciarlos entre sí para que no se confundan). Ejemplos:
(latín) carcere > cárcer > (español) cárcel
Barcinona > Barcenona > Barcelona.
(latín) anima > (español antiguo) anma > (español) alma
[dos consonates nasales no hacen buenas migas]
El fenómeno contrario a disimilación sería:
Asimilación (atracción que unos sonidos ejercen sobre otros convirtiéndolos a su naturaleza). Ejemplos:
semente > semiente > simiente
directu > derecho
Metátesis (transposición o cambio de lugar de los sonidos dentro de la palabra, atrídos o repelidos unos por otros). Ejemplos:
(latín) animalia („animales“) > (español) alimaña (alemán: „Raubzeug / Ungeziefer“)
(latín) periculu > (español antiguo) periglo > (español) peligro
(latín) spatula > (español antiguo) espadla > (español) espalda
(latín) parabola > (español antiguo) parabla > (español) palabra
(latín) miraculum > (español antiguo) miraglo > (español) milagro
(árabe) habaqa > alhabaca > (español) albahaca
El el habla vulgar existen muchos ejemplos de metátesis:
Grabiel por Gabriel
sastifación por satisfacción
«Alma, S. XI. Del latín anima ’aire, aliento’, ’alma’. Derivados:
desalmado, 1495
ánimo (cultismo), 1328
animosidad (hostilidad), 1490
animal, 1251 (del latín animal, animalis)
animar, 1440
desanimar, 1569
exánime, 1732
inánime, siglo XVII.»
[Corominas, Joan: Breve diccionario etimológico de la lengua española. Madrid: Gredos, 31987, p. 42]
«La forma culta ánima convivió con la popular alma, y todavía sigue empleándose en el habla vulgar y rústica, sobre todo hablando de las almas del purgatorio; álima es vulgarismo antiguo (J. del Encina) y americano (Cuervo, Obr. Inéd., 230, 232). Nótese el uso pronominal arcaico (ofrecer) su alma ‘(ofrecerse) a sí mismo’ (Calila, LI, 30).»
[Corominas, J. y Pascual, J.A.: Diccionario Crítico-Etimológico, Castellano e Hispánico. Madrid: Gredos, 1983]
alma1. (Del lat. anĭma).
1. f. Principio que da forma y organiza el dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida.
2. f. En algunas religiones y culturas, sustancia espiritual e inmortal de los seres humanos.
3. f. Vida humana. Arrancarle a alguien el alma.
4. f. Principio sensitivo que da vida e instinto a los animales, y vegetativo que nutre y acrecienta las plantas.
5. f. Persona, individuo, habitante. U. m. en pl. Una población de 20 000 almas. U. t. en sing. en frs. negs. No se ve un alma en la calle.
6. f. Sustancia o parte principal de cualquier cosa.
7. f. Viveza, espíritu, energía. Hablar, representar con alma.
8. f. Aquello que da espíritu, aliento y fuerza a algo. El amor a la patria es el alma de los Estados.
9. f. Persona que la impulsa o inspira. Fulano fue el alma del movimiento.
10. f. Cosa que se mete en el hueco de algunas piezas de poca consistencia para darles fuerza y solidez, como el palo que se mete en hacheros de metal, varas de palio, etc.
11. f. Hueco o parte vana de algunas cosas, y especialmente, ánima del cañón.
12. f. ánima (del purgatorio).
13. f. Pieza de hierro forjado que forma el recazo y espiga de la espada y en la parte correspondiente a la hoja va envuelta por las dos tejas de acero.
14. f. En los instrumentos de cuerda que tienen puente, como el violín, el contrabajo, etc., palo que se pone entre sus dos tapas para que se mantengan a igual distancia.
15. f. Arq. Madero que, asentado y fijo verticalmente, sirve para sostener los otros maderos o los tablones de los andamios.
alma2. (Del hebr. ‘almá).
1. f. p. us. Virgen, doncella.
almo, ma. (Del lat. almus, de alĕre, alimentar).
1. adj. poét. Criador, alimentador, vivificador. Alma Ceres.
2. adj. poét. Excelente, benéfico, santo, digno de veneración.
ánima. (Del lat. anĭma, y este del gr. ἄνεμος, soplo).
1. f. alma (del hombre).
2. f. Alma que pena en el purgatorio antes de ir a la gloria.
3. f. alma (cosa que se mete en el hueco de algunas piezas para darles solidez).
4. f. En las piezas de artillería y en toda arma de fuego, en general, el hueco del cañón.
5. f. pl. Toque de campanas en las iglesias a cierta hora de la noche, con que se avisa a los fieles para que rueguen a Dios por las ánimas del purgatorio.
6. f. pl. Hora a que se tocan las campanas para este fin. Ya son las ánimas. A las ánimas me volví a casa.
ánimo. (Del lat. anĭmus, y este del gr. ἄνεμος, soplo).
1. m. Alma o espíritu en cuanto es principio de la actividad humana.
2. m. Valor, esfuerzo, energía.
3. m. Intención, voluntad.
4. m. Atención o pensamiento.
aliento. (Del lat. *alenĭtus, por anhelĭtus).
1. m. Aire que se expulsa al respirar. Echar el aliento. Buen, mal aliento.
2. m. respiración (acción y efecto de respirar).
3. m. Vida, impulso vital.
4. m. Espíritu, alma.
5. m. Vigor del ánimo, esfuerzo, valor. U. t. en pl. con el mismo significado que en sing.
6. m. Soplo del viento.
7. m. Emanación, exhalación.
8. m. Inspiración, estímulo que impulsa la creación artística.
9. m. Alivio, consuelo.
hálito. (Del lat. halĭtus).
1. m. aliento.
2. m. Vapor que algo arroja.
3. m. poét. Soplo suave y apacible del aire.
espíritu. (Del lat. spirĭtus).
1. m. Ser inmaterial y dotado de razón.
2. m. Alma racional.
3. m. Don sobrenatural y gracia particular que Dios suele dar a algunas criaturas. Espíritu de profecía.
4. m. Principio generador, carácter íntimo, esencia o sustancia de algo. El espíritu de una ley, de una corporación, de un siglo, de la literatura de una época.
5. m. Vigor natural y virtud que alienta y fortifica el cuerpo para obrar. Los espíritus vitales.
6. m. Ánimo, valor, aliento, brío, esfuerzo.
7. m. Vivacidad, ingenio.
8. m. diablo (ángel rebelado). U. m. en pl.
9. m. Vapor sutilísimo que exhalan el vino y los licores.
10. m. Parte o porción más pura y sutil que se extrae de algunos cuerpos sólidos y fluidos por medio de operaciones químicas.
11. m. Signo ortográfico con que en la lengua griega se indica la aspiración o falta de ella.
[DRAE]
·
Nebrija (1492):
«Alma por la cual vivimos, anima, ae; alma por la cual entendemos, animus, i; alma con que nos recordamos, mens, tis; alma que parece de noche, lemures, rium; alma que desciende al infierno, manes, ium.»
Herrera (1580):
«L’ánima, dicha del vocablo griego ἄνεμος significa espíritu, porque no se puede vivir sin espiración; de ésta dice San Agustín que cuando anima al cuerpo y le da vida se llama “ánima”; mientras quiere, “ánimo”; en tanto que está vestida de ciencia y ejercita la destreza y sabiduría de juzgar, “mente”; cuando se acuerda, “memoria”; discurriendo y discirniendo cada una cosa, “razón”; afixando en la contemplación, “espíritu”, y en tanto que posee y señorea la fuerza de sentir, se apellida “sentido”. Todas estas cosas son oficios del ánima con que declara sus potencias y pone en obra y ejercicio sus acciones. Es nuestra ánima un espíritu incorpóreo y centella y espiráculo de la mente que diferencia al hombre de las bestias y lo consagra a la inmortalidad. Los filósofos le dieron asiento en medio del corazón, mas los médicos, que más acabadamente inquirieron las obras de la naturaleza, la constituyen en el cerebro, del cual proceden todos los sentidos y facultades y todas las acciones del alma.»
Ayala (1693):
«Entre alma y ánima, aunque significan lo mismo, observamos los castellanos una diferencia: que cuando hablamos de los que viven siempre decimos alma, como en muchas de las locuciones que trae Covarrubias. Y ánima decimos cuando se trata de los difuntos, como si se habla de las ánims del purgatorio.»
[Gili Gaya, Samuel: Tesoro lexicográfico (1492-1726). Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1960, tomo primero A-E, pp. 121-122]
La expresión partir(se) el alma
eso me parte el alma
das bricht mir das Herz
partirse el alma
sich den Arsch aufreisen [vulg]
sich voll einsetzen
dar el todo por el todo
alles geben
mit totalem Einsatz etwas tun
“Es mi último Mundial y voy a dar el todo por el todo”
“Saldré al campo a dar el todo por el todo por la selección nacional”
«Es más bueno saber
que toreros como Eulalio López "Zotoluco" cada tarde
salen a
partirse el alma
en el ruedo y defender su sitio como fieras.»
«Después de pasarse
todo el año participando y preparando la próxima Festa
Castrexa aún les quedan arrestos para
partirse el alma
las últimas semanas.»
«Es que la ganadora de La Academia, primera generación, debe partirse el alma redoblando esfuerzos para mantenerse firme en el Desafío de Estrellas, por una parte, donde se perfila entre los posibles vencedores, y la promoción de su disco-debut.»
«Exhorto a todos a no desistir, echarle ganas, partirse el alma en las tablas, aquí es donde se aprende. Nunca abandonen la escena. Traten siempre de prepararse y estar alerta para cuando llegue la buena oportunidad.»
«Como no hay mal que por bien no venga, la operación recuperación de jóvenes ya había logrado algunos resultados interesantes: buenos jugadores, forjados en la casa, dispuestos a partirse el alma, lo cual es una receta segura de recuperación del público. Pero tras los pavones del baloncesto deben llegar, no unos zidanes, pero sí al menos unos extranjeros y comunitarios atléticos, dinámicos, trabajadores, quizá sin tanto nombre. Como los que aquel gran Madrid sabía encontrar.»
sich den Arsch aufreisen
partirse el alma / dar el todo por el todo
«Der Trainer hat eine Mannschaft aus einigen, die sich den Arsch aufreisen, einigen ewigen Talenten und einige die einfach zu schlecht sind für diese klasse.»
«Spike Dudley kommt vorbei und die beiden fragten ihn was sie tun müssten. Spike sagte, dass sie Herz bräuchten, sich den Arsch aufreisen müssten und eine gute Einstellung bräuchten.»
«Der FCN hatte viele große Spieler. Echte Legenden. Leider werden es wohl aus dieser Mannschaft 2001/02 nicht viele in die ewige Ruhmeshalle schaffen. Es gibt fast nur noch Legionäre in unseren Tagen. Doch eines können wir erwarten von ihnen, die sich mit unserem Geld dicke Autos und große Häuser kaufen: Das sie sich den Arsch aufreisen für ihre weinroten Trikots.»
«Vorausgesetzt natürlich, wir halten die Liga. Durch den anhaltenden Daueroptimismus der Herren Garret und Stockschwinger (etc.), kann ich gar nicht anders, als daran zu glauben. Wenn ich dann noch sehe, wieviele Menschen auch in dieser hoffnungslosen(?) Situation, zu diesem Verein stehen, sich den Arsch aufreisen, werkeln und schaffen, dann gibt es nur eine gerechte Möglichkeit: Der KSC steigt nicht ab.»
ALIENTO
Todos los lexicólogos están de acuerdo en que aliento no puede proceder más que del latín hálitus; pero nadie es capaz de explicar cómo se ha producido el salto del hálito al aliento. Esa hipótesis tiene la fuerza de lo inevitable: no hay ninguna otra palabra de la que pudiera derivarse, ni por la forma ni por el significado. Hemos de referirnos por tanto inevitablemente al grupo léxico halo, hálitus.
La primera pregunta que procede plantearse, es qué necesidad tenían tanto el latín como las lenguas romances de una palabra más, teniendo ya spíritus (de él deriva no sólo espíritu, sino también respirar, inspirar, expirar), ánimus y ánima (procedentes del anhmoV (ánemos) = viento griego), referidos los tres en último término a la respiración. Creo que la respuesta está precisamente en el hecho de que esos tres términos fueron sublimados por encima de la función fisiológica a la que en un principio se referían, para pasar a denominar primero la totalidad del fenómeno respiratorio (más allá de cada acto concreto de respiración) y finalmente la dimensión anímica y espiritual de que se entendió dotado el hombre. La respiración se quedaba sin nombre.
Necesitábamos, pues, el aliento, el hálito (hálitus), que en latín es siempre la respiración, el soplo, todo aquello que se exhala, como los vapores, los olores, las emanaciones. Sólo el poeta latino Prudencio (zaragozano) asignó a hálitus el significado de alma o espíritu. En español hemos ampliado el campo significativo de aliento hasta hacerlo sinónimo de ánimo. Al desaliento, su negativo, no le queda relación alguna con la respiración. También el halo es de la misma familia léxica. El verbo en el que se origina el lexema es halo, halare, halavi, halatum. Si primer significado es exhalar olor, oler (en el mismo sentido, porque percibir el olor es, también en su origen, sentire). Halantes flóribus horti son los jardines (huertos) perfumados por las flores; néctar halare, es exhalar perfume de néctar. De ahí se pasó a significar la exhalación del aliento en la respiración.
Nuestra lengua ha desarrollado notablemente esta palabra. Además de darle los significados metafóricos de vigor del ánimo, esfuerzo y valor, ha forjado con ella expresiones como "exhalar el último aliento" para referirse a la muerte; "quedarse sin aliento" para expresar el cansancio o incluso la sorpresa más profunda; "cobrar alientos" con el significado de descansar; "dar alientos" para animar o consolar; "de un aliento" cuando se hace algo todo seguido, sin darse tiempo ni a respirar; "de mucho aliento" para referirse a una empresa de altos vuelos; "no poder echar el aliento", estar rendido y sin tiempo de descansar. En equitación se dice que el caballo "está en aliento" cuando ya es capaz de soportar largas carreras a galope tendido.
Queda en pie el misterio de cómo se pudo dar el salto de halare (exhalar, inhalar) hasta aliento. Pudo ser que por metátesis de anhelare se pasase al sustantivo anhélitum, y de ahí a anhelar. Por analogía a alimento, etc. se formaría el sustantivo "anhelamiento", reducido luego a aliento. Podría ser, pero no hay nada documentado.
[Mariano Arnal: “Aliento”. En:
http://www.elalmanaque.com/lexico/aliento.htm]
MENTE
Para contextuar esta palabra en nuestra lengua, nos conviene verla en medio del campo léxico que genera: las defectivas demente y demencia son las que más nos ayudan a fijar el significado básico. Si la demencia, es decir la falta de mente es la falta de cordura, la incapacidad de regir la facultad de entender y es causa de graves desarreglos de la conducta, habrá que deducir que la mente es la facultad de regir el pensamiento y la conducta. En esa misma línea está el adjetivo mental, uno de cuyos usos más frecuentes es precisamente acompañando a enfermedad, enfermo, deficiente, hospital. Observemos de paso que cuando se han querido sustituir estos nombres por terminología griega, hemos ido a parar al término que se acerca más al alma: yuch (psyjé), y de ahí hemos formado psiquiatra, psiquiátrico (eludiendo el sustantivo hospital), psicótico, psicosis.
Un paso más allá tenemos la mentalidad, que hace referencia a las variedades posibles dentro de una construcción equilibrada de la mente. También con este término, el referente es el alma o el espíriu: tener mentalidad de artista, de carnicero, de banquero, de mendigo, es como decir que se tiene alma o espíritu de artista, de carnicero, de banquero, de mendigo. Es la misma mente que nos dejaron en herencia los latinos (mens sana in córpore sano), que podemos traducir y en efecto vemos traducido indistintamente por mente, alma o espíritu. Pero es que la evidente coincidencia con la raíz griega men- (men) nos vuelve al mismo sitio: menoV (ménos) es para los griegos el alma, el principio de vida, pero también la voluntad, la pasión, el coraje, el ardor. Y esa es, ¡oh casualidad!, la primera palabra de la primera gran obra literaria de nuestra cultura: Menin aeide (ménin áeide)… el alma canta, oh diosa, del pelida Aquiles, que produjo miríadas de dolores a los aqueos y que arrojó al Hades muchas almas (yucaV (psyjás)) insignes de héroes…
Mucho más allá nos lleva el verbo mentar, que de hecho es la verbalización del sustantivo mente (formas más arcaicas del mismo son dementar y ementar); se trata en definitiva de hacer mención de algo. Pero esta última palabra no la hemos obtenido nosotros directamente de mente, sino que ya nos la dio el latín formada: mentio mentionis y con el mismo significado. Los lexicólogos, por ser forma propia de sustantivación de un verbo prefieren considerarla procedente de mémini, que significa recordar. De todos modos la mente y la memoria están emparentadas desde su misma raíz. Mentar es bastante más que decir o nombrar; éste es un verbo con alta carga anímica. Mentarle a uno los muertos, o la madre es ir a mayores, es remover las memorias y los ánimos.
Pero quizá lo más sorprendente de todo el desarrollo de la palabra mente es que se haya convertido en lexema, es decir en una pieza gramatical, que sirve para formar el adverbio a partir de cualquier adjetivo, de manera que al decir: “haré lo que buenamente pueda”, de hecho estamos diciendo: “haré lo que pueda actuando con buena mente”, es decir con buena disposición, con buen ánimo.
[Mariano Arnal: “Mente”. En:
http://www.elalmanaque.com/marnal/lex8.htm]
ESPÍRITU
Complementaria de alma, la palabra espíritu procede de spíritus (soplo, aire respirado, aliento), del participio perfecto pasivo de spirare (spiratus), verbo de aspecto onomatopeico que significa "soplar el viento", y por extensión metafórica, respirar, alentar, suspirar, exhalar... Habiendo nacido nuestras palabras y nuestro concepto de alma y espíritu del latín y el griego, es inevitable hacer un recorrido por ambas lenguas para aproximarnos al origen tanto de las palabras como de las realidades o de los conceptos que con ellas se pretende denominar.
Lo que en latín llaman spíritus, en griego lo llaman pneuma (pnéuma); los griegos para decir que el espíritu sopla, dicen "o pneuma pnei" (o pnéuma pnéi); espiritual se dice en griego pneumatikoV (pneumaticós) (de aquí hemos sacado la palabra "neumático") y al Espíritu Santo le llaman los griegos Agion Pneuma (Hagíon Pnéuma).
La distinción que hacemos en nuestras lenguas entre alma y espíritu, nos viene de la diferenciación en latín entre ánima y ánimus, y la del griego entre yuch (psyjé) y pneuma (pnéuma). Lo que nosotros llamamos expirar (emíttere spíritum), los griegos lo describen como apopnein yucaV (apopnéin psyjás) o ekpnein yuchn (ekpnéin psyjén): exhalar, soplar para afuera el alma. Nos movemos, por tanto, en dos planos muy afines, pero distintos: el yucikoV (psyjikós), que se correspondería más fielmente con nuestro "anímico" (derivado común de ánima y ánimus) y el pneumatikoV (pneumatikós), que traducimos como "espiritual", teniendo un valor más genérico el término "espíritu", y más específico la palabra "alma". Es decir, en el concepto espíritu cabe íntegramente el concepto alma, pero no a la inversa (todas las almas son espíritus, pero no todos los espíritus son almas). Dicho de otra manera: el alma es el espíritu en cuanto animador y principio de vida de un cuerpo concreto (no puede haber alma sin cuerpo, aunque luego la religión y la filosofía le concedan vida independiente). El espíritu, en cambio, no necesita de ningún cuerpo para subsistir (de aquí el concepto de los espíritus puros). Y de ahí se deduce también como una obviedad, que las almas individuales puedan concebirse como el aliento de un único y universal Espíritu en cada cuerpo, que al salir de él vuelve a integrarse en la unidad de espíritu sin el aprisionamiento individualizador del cuerpo.
Bien está que el manejo de conceptos tan sutiles se haya convertido en coto privado de la metafísica, la teología y la psicología; pero no está nada mal volver la vista y las entendederas hacia su origen físico a través de los nombres que esos conceptos y esas realidades tienen. Este ejercicio ayuda a entender el origen y la razón de ser de las doctrinas de unas cuantas religiones y filosofías sobre las almas y los espíritus.
[Mariano Arnal: “Espíritu”. En:
http://www.elalmanaque.com/enero/ene-31-eti.htm]
ALMA-ESPÍRITU
Es inevitable pasar del derivado (animal) al primitivo (ánima), que significa alma. Recordemos que todavía conservamos la primitiva forma latina en el nombre de las "Ánimas del purgatorio", o simplemente las ánimas y en palabras cultas como animadversión, ecuánime, magnánimo, desánimo, reanimar, unánime, pusilánime...aunque en éstas la palabra latina y el concepto que está detrás es la forma masculina ánimus, que nos lleva a su homónimo griego anemoV (ánemos).
Si queremos saber cuál es el fundamento histórico del actual concepto de alma, nos hemos de ir al significado original de estas palabras, porque en lo que éstas decían, en eso consistió originalmente el alma. Y recordemos que tienen parte en la configuración definitiva de lo que llamamos alma, la palabra espíritu (del latín spíritus, cuya forma griega es pneuma - pnéuma; (espiritual en griego se dice pneumatikoV - pneumaticós). Y finalmente para cerrar todo el grupo léxico, hay que examinar la palabra griega yuch (psyjé), de la que sale la forma superculta "psique" con la que se denomina modernamente el alma en cuanto objeto de la filosofía y de la medicina (de esta última, más bien el "ánimus"). Es, pues, tarea larga seguirle el rastro al alma.
Ánima significa, igual que su homónimo griego anemoV (ánemos), soplo, soplo del aire, agitación del viento, aire, corriente de aire, respiración. Y es precisamente el aire que se respira, el que entra en el cuerpo y sale de él, lo que primero recibe el nombre de ánima (en griego no será anemoV sino pneuma (pnéuma), de pnew (pnéo), que significa soplar). De ahí la expresión latina ánimam comprímere, que significa literalmente "comprimir el aire" y que suele traducirse por "contener la respiración". Igualmente las expresiones ánimam efflare o ánimam exhalare hacen ya clara referencia al aire que se respira, pero que ya es considerado como "alma". "Soplar para afuera el alma" (o el aire que se respira), sería el significado.
A partir de aquí ánima adquiere el significado de alma propiamente dicha, y por extensión, de persona. Pero se prefiere la palabra ánimus (ya definitivamente alejada del significado original relacionado con el aire y con la respiración) como opuesta a corpus (cuerpo). En el término ánimus se vuelcan los significados de lo que genéricamente llamamos facultades anímicas: pensamiento, razón, mente, inteligencia, ánimo, audacia (de aquí los adjetivos "animoso" y desanimado"), etc.
Conviene recordar que en latín existe la palabra alma con otro significado (suele llamarse alma mater a la universidad). Es un adjetivo derivado de alo / alere, que significa alimentar, hacer crecer.
[Mariano Arnal: “Alma-Espíritu”. En:
http://www.elalmanaque.com/enero/ene-24-eti.htm]
ANIMAL
El sábado pasado me detuve en las alimañas, observando como principal característica de esta palabra que es no sólo despectiva, sino que constituye de por sí una apertura de hostilidades contra todo animal que así denominamos. No es tan grave lo de animal, que lo usamos también entre nosotros como un insulto (¡ay cómo se nos ve el plumero!); pero delata en la especie humana un complejo de superioridad y sobre todo de distanciamiento por el que también pagamos un alto precio.
Animal es la palabra latina de la que deriva nuestra palabra animal sin ninguna transformación léxica, pero que ha experimentado, sin embargo, una importante reducción de su significado. Por empezar, la forma original de esta palabra en latín es animalis / animale (el plural tanto de éste como de animal es animalia), adjetivo derivado de ánima, de la que toma su significado: animado, de aire, viviente, que respira, que se mueve; por vía de concreción, ser vivo, ser animado; y cerrando aún más el significado, animal, bestia, bruto. En nuestras lenguas hemos desestimado el significado primitivo de esta palabra y nos hemos quedado con el último grupo, de manera que quedase excluida la especie humana (no en el plano conceptual, que eso es imposible), sino en el plano coloquial; por eso decirle a uno que es un animal es insultarle.
Retrocediendo al origen, ánima es una palabra que viene del griego AnemoV (ánemos) y que denomina, en ambas lenguas, el viento, el aire, y en especial, cuando se aplica a los animales y al hombre, el aire que se respira.
El hombre ha querido ponerse por encima del reino animal que él mismo diseñó, mediante la creación de la superclase de los animales racionales a la que opuso la de los irracionales, es decir al resto del reino animal, y asentó la irracionalidad como una especie de desviación de la conducta, de la que se originan todos los males. Esta ficción conceptual es la causa y al mismo tiempo el efecto del complejo de enorme superioridad del hombre respecto de los animales; de la convicción de que la conducta humana es infinitamente superior comparada con la conducta animal; y de que creamos en la enorme inferioridad de los animales y de sus irracionales formas de conducta respecto del hombre. De ahí nos viene que bestia, bruto, salvaje, animal se empleen como insulto, como si todas esas fueran cosas intrínsecamente malas. Y como en el fondo de nuestra conciencia está efectivamente nuestro desprecio por el mundo animal, estas valoraciones se reflejan en nuestras conductas. Si cambiasen esas clasificaciones y esas concepciones en que todo lo bueno reside en nosotros, mientras que los animales son una especie de anomalía de la Naturaleza, mejoraría sustancialmente nuestra conducta para con ellos.
[Mariano Arnal: “Animal”. En:
http://www.elalmanaque.com/enero/ene-23-eti.htm]
ANIMISMO
Sería indistinto derivar esta palabra de su origen más inmediato, la palabra latina ánimus / ánima, como de su más remoto origen griego anemoV (ánemos). El resultado es el mismo. La pequeña diferencia es que el anemoV griego se refiere al aire en movimiento fuera de nosotros, y el ánimus/ánima latino se refiere al aire en movimiento dentro de nosotros.
Hablemos del viento: al explicar el origen del nombre de la nueva moneda europea, el euro, decía que las primeras divinidades del olimpo fueron los vientos. Es lo más lógico. Si hay que identificar en toda la naturaleza algo como principio de vida y movimiento (en positivo) o como fuerza terrible que está por encima de todo, y de cuyo poder destructor hay que guardarse, ese algo es el viento. El Euro no es sólo un viento, es además un dios, y no un dios cualquiera, sino hacedor de dioses y mundos. Igual que el Noto, el Céfiro, el Aquilón. Y lo mismo en otras religiones y mitologías. "En el principio creó Eloím ("Los Señores") el cielo y la tierra. La tierra era vacía e inútil. Las tinieblas cubrían el abismo y el espíritu de Eloím planeaba sobre las aguas".
Si todos los dioses que se precian han tenido su origen en lo más espiritual que existe en la tierra, que es el viento (llamado espíritu cuando es muy sutil y penetra en nosotros), no menoscabaría en absoluto la dignidad del Dios de Israel que según la ley universal del origen de todos los dioses, también él hubiese sido percibido por sus primeros adoradores como viento y como espíritu. Ésa fue, al fin y al cabo, la puerta por donde entró Dios en el hombre: "Eloím Yahvé moldeó al hombre con polvo del campo (adama, de donde saldrá adam), y soplando le hizo entrar en la nariz un aliento de vida y el hombre se convirtió en ser vivo".
Partiendo de estos principios podríamos decir que el animismo es la religión natural, la que brota casi por generación espontánea de la misma relación del hombre con el mundo del que forma parte. Es la convicción de que las fuerzas que ni comprende ni es capaz de dominar, están regidas por "espíritus" semejantes al suyo, dotados de pasiones y de voluntad. Que los vientos son emanaciones de esos espíritus, del mismo modo que emana de su cuerpo su propio espíritu. Que desde el fondo de la tierra hasta lo más alto del firmamento, todo tiene alma (la astrología es una reminiscencia de esa concepción animista del universo). Y que de la misma manera que su propio espíritu y el de sus semejantes, si está alterado se puede apaciguar mediante sacrificios propiciatorios o expiatorios, también los espíritus de la naturaleza se los puede hacer propicios si los cultiva (si les rinde culto) y si ajusta su conducta a lo que es capaz de interpretar que son sus leyes. Y así fue mientras fueron las fuerzas de la naturaleza las que sintió el hombre sobre sí. Pero cuando, dominada la naturaleza, lo que realmente pesó sobre el hombre fue el propio hombre, sus dioses tenían que ser antropomórficos, porque en ellos tenía que condensarse el espíritu de las nuevas fuerzas que dominaban al hombre.
[Mariano Arnal: “Animismo”. En:
http://www.elalmanaque.com/lexico/]
ALMA ANIMAL
¿Qué ha pasado con el alma? Resulta que es lo más animal que existe, tanto que los romanos antes de inventar el sustantivo animal, con el significado que tiene para nosotros y tenía también para ellos, inventaron el adjetivo animalis, que traducimos como animal (adj.; p. ej. "reino animal", "comportamiento animal"), y distintamente a lo que significa este adjetivo para nosotros, significaba aéreo (de ánimus-anemoV / ánemos), de aire, viviente, animado, para pasar luego a significar en exclusiva irracional, bruto, bestia... ¿y con qué palabra? Pues justo con la que significa "¡dotado de alma!". Está claro que si nos ponemos todos de acuerdo le podemos asignar a la palabra "blanco" el significado de "negro" sin que pase nada. (El que cometamos de vez en cuando estas arbitrariedades no nos lleva sin más a la "arbitrariedad del signo lingüístico"). En tiempos se llamó a Dios Animator, con el significado de "Creador", pero cayó en desuso. Y bien, la relación entre animal y ánima (o ánimus), de donde procede nuestra palabra alma, no es necesario ni argumentarla.
Lo sustantivo es que antes de existir el alma humana existía (y yo diría que sigue existiendo) el alma animal. Qué duda cabe de que el alma humana es de diseño, de crianza. Lo que se nos ha quitado de espacio hacia afuera, se nos ha dado de anchura hacia adentro. Es la ley de la compensación. Si las vacas, además de rumiar pensasen, también se les ensancharía el alma a medida que se les estrecha el espacio vital. Ahora que están ya definitivamente estabuladas, que no se mueven del sitio, que emplean toda su vida y todas sus energías al servivio de su criador, sin reservar nada para sí mismas, les tendría que haber crecido un alma inmensa. Pero lamentablemente apenas tienen alma. La tendrían si viviesen en la naturaleza, si fuesen animales de verdad y se les permitiese vivir como tales. Pero viven como esclavos en cautividad. Son cuerpos sin alma, a los que se les ha quitado hasta donde ha sido posible el ánimus y el ánima.
¿Y qué es el alma animal? ¿Cómo es? Igual que en el hombre, hemos de llamar alma a todo lo que el animal es, que forma parte sustancial de su ser, pero que no tiene cuerpo, que es intangible. Y que le viene dada por la naturaleza. Instintos llamamos a las formas de comportamiento que cada especie ha ido desarrollando con la misma paciencia infinita con que ha desarrollado sus miembros y sus órganos. Los animales tienen un alma colectiva, que es su patrimonio instintivo, herencia genética tan inexorable como la anatómica, pero que degenera con mucha mayor rapidez si no tiene las condiciones adecuadas de desenvolvimiento.
Y además del alma colectiva, tienen cada uno su alma individual, que no es otra, sino una concreción de aquella en cada individuo y en cada momento puntual. Los animales tienen un alma solidísima, tan definida como los miembros del cuerpo de cada individuo y de la colectividad que forman. Cuando a estos animales se les arranca de su colectividad y de su ambiente, es como si se les extirpase el alma. Y como al hombre, arrancado de sus instintos, se les ha de crear una nueva alma.
[Mariano Arnal: “Alma animal”. En:
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espíritu y alma
según José Ortega y Gasset
«En todo instante surgen en nosotros esos impulsos del alma que vemos situados en torno a nuestro núcleo personal y a distancias diferentes. Lo propio acontece con los deseos o apetitos que necen y mueren con nosotros, sin contar para nada con nuestro yo. Son míos, repito; pero no son yo. Por eso, el psicólogo tiene, a mi juicio, que distinguir entre el “yo” y el “mí”. El dolor de muelas, me duele a mí, y, por lo mismo, él no es yo. Si fuésemos dolor de muelas, no nos dolería: doleríamos más bien a otro, e ir a casa del dentista equivaldría a un suicidios, pues, como dice Hebbel, “cuando alguien es una pura herida, curarlo es matarlo”.
“Mis” impulsos, inclinaciones, amores, odios, deseos, son míos, repito, pero no son “yo”. El “yo” asiste a ellos como espectador, interviene en ellos como jefe de policía, sentencia sobre ellos como juez, los disciplina como capitán. Es curioso investigar el repertorio de eficientes acciones que posee el espíritu sobre el alma, y, por otra parte, notar sus límites. El espíritu o “yo” no puede, por ejemplo, crear un sentimiento, ni directamente aniquilarlo. En cambio, puede, una vez que ha surgido un deseo o una emoción en cierto punto del alma, cerrar el resto de ella e impedir que se derrame hasta ocupar todo su volumen. A veces nos dan una noticia sumamente penosa; por ejemplo: nos comunican la muerte de una persona amada. Coincide la ocasión con un momento en que los deberes sociales exigen de nosotros todos los arrestos. Entonces nosotros dejamos la impresión producida en aquel lugar de la periferia anímica, como acordonada y en lazareto; no la permitimos pasar de allí, seguros, no obstante, de que, transcurrido algún tiempo, podremos abrir a la emoción nuestra alma, como quien levanta la esclusa de una presa, y sentirnos inundados de angustia y de amargor. Cabe, pues, bajo el imperio de la voluntad contraer el alma, cerrando sus poros y haciéndola hermética o, por el contrario, esponjarla, dilatar sus poros, aprestándola a absorber grandes cantidades de amor o de odio, de apetitos o de entusiasmo.»
[José Ortega y Gasset: “Vitalidad, alma, espíritu” (1924). En: Obras completas. Madrid: Revista de Occidente, 1963, pp. 463-464]
alma, psique, cuerpo
en la filosofía de Xavier Zubiri
En las siguientes citas, el gran filósofo español Zubiri expone su concepción unitaria de la persona o de la sustantividad humana. Zubiri habla siempre de psique o psiquismo y rechaza el empleo de la palabra “alma” por estar asociada en la filosofía occidental a la teoría de la sustancia de Aristóteles y a su teoría hylemórfica, según la cual las substancias naturales están compuestas de materia (prima) y forma (substancial): materia informada. Así el cuerpo sería la materia y el alma la forma substancial. El alma sería una sustancia interior al cuerpo que sería también sustancia. El alma y el cuerpo formaría así una dualidad: “el alma está en el cuerpo”. En esta concepción del alma se basan las definiciones que dan los diccionarios:
Alma. En una persona, parte espiritual e inmortal, capaz de entender, querer y sentir, y que, junto con el cuerpo, constituye su esencia humana. (Diccionario didáctico, Madrid: Ediciones SM, 1993)
Para Zubiri psique no es alma. La realidad sustantiva (no substancial) humana es un sistema de notas, psíquicas unas y corporales otras. Cuerpo y psique son sólo dos subsistemas o sistemas parciales del sistema de la sustantividad humana:
El momento físico-químico de esta sustantividad no es, como suele decirse, “materia” ni siquiera “cuerpo” (cosas ambas asaz vagas), sino que es precisa y formalmente “organismo”, esto es, una especie de subsistema parcial del sistema total. Y el aspecto psíquico de esta sustantividad tampoco es, como suele decirse, “espíritu” (término también muy vago). Podría llamarse alma si el vocablo no estuviera sobrecargado en el sentido especial, muy discutible, archidiscutible, de una entidad “dentro” del cuerpo, etc. Prefiero por eso llamar a esta aspecto simplemente “psique”. (X. Zubiri)
«La sustantividad humana tiene un conjunto de notas parcialmente comunes con el animal superior, por las que surge de un phylum determinado. Son las notas corporales que constituyen lo que llamamos cuerpo humano. Pero la sustantividad humana tiene un conjunto de notas parcialmente distintas de las de un animal superior. Son las que llamamos notas psíquicas humanas, a cuyo conjunto llamo psique humana. La llamo así para evitar que se considere ese conjunto de notas como una sustancia o al menos como principio sustancial, es decir, para evitar lo que vulgarmente llamamos “alma”. La psique no es alma, esto es una sustancia interior al cuerpo que sería también sustancia. La realidad sustantiva humana es un sistema de notas, psíquicas unas (psique), corporales otras (cuerpo). Psique y cuerpo no solamente no son sustancias sino que cada uno es solamente un sistema parcial de notas de la sustantividad humana. Por eso las llamo “sub-sistema” del sistema de la sustantividad humana. Tienen ciertamente muchos caracteres de un sistema, pero les faltan algunos caracteres esenciales para serlo, por ejemplo, su clausura estructural. Es lo que expresa el prefijo “sub”. Sólo por abstracción pueden llamarse sistemas. Como estricto sistema no hay sino la sustantividad humana.
En su virtud no hay una acción del “alma” sobre el “cuerpo” ni de éste sobre aquélla, sino una acción única, la acción entera no de la sustancia sino de la sustantividad humana que es siempre y sólo psico-somática, pero con dominancias distintas en unos casos de las notas corporales y en otros de las notas psíquicas. Como influencia no hay más influencia que la de un estado psico-somático sobre otro estado psico-somático. No hay psique “separada” del cuerpo. Psique y cuerpo, por tanto, no sólo no son sustancias sino que tampoco son sustantividdes yuxtapuestas, ni tan siquiera sustantividades unidas, porque ni la psique ni el cuerpo tienen sustantividad. No hay unión sino unidad sistemática. Sólo desde un punto de vista fragmentario y abstracto pueden considerarse estos subsistemas como sistemas, al igual que podemos hablar de un sistema nervioso a diferencia de otros sistemas corporales; ninguno de ellos es plenamente sistema sino que son momentos parciales y abstractos del único sistema, el sistema del organismo vivo. En su virtud todo lo psíquico es corpóreo; y lo corpóreo es psíquico. Esta unidad es justo la unidad de la realidad humana. Lo que llamamos psique y cuerpo, repito, no son sino subsistemas de notas de un sistema único, del sistema de la sustantividad humana, psico-corpórea.
Est no es un materialismo. Primeramente porque el concepto de materia que aquí expongo es distinto del concepto de materia que ha dado lugar a lo que se ha llamado materialismo. Y en segundo lugar porue el materialismo consiste en decir que no hay más realidad que la material. Ahora bien decir que toda realidad mundanal sea solamente material, incluso si se adopta el concepto de materia que aquí he expuesto, es algo absolutamente falso. Por eso mejor que materialismo llamaría yo a esta conceptuación materismo.»
[Zubiri, Xavier: Sobre el hombre. Madrid: Alianza Editorial, 1986, pp. 455-457]
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«La realidad sustantiva humana es la propia de un animal de realidades. Es una realidad y cuyas dimensiones todas pertenece intrínseca y formalmente la animalidad. El hombre es la unidad de un animal de realidades. ¿En qué consiste esta unidad?
El hombre es un complejo sistema de notas. Unas son de carácter físico-químico. Pero hay otras que son irreductibles a las anteriores no por razón de su complejidd sino por su propia naturaleza. Constituyen lo que solemos llamar psiquismo. Pero al hablar de psiquismo es necesario evitar confusiones.
La primera, más que confusión, es la identificación que se viene estableciendo por la filosofía moderna entre psiquismo y conciencia. Y esto no es verdadero. Una cosa es que la conciencia fuera la ratio cognoscendi de lo psíquico (cosa por lo demás discutible), otra que sea la conciencia la ratio essendi de lo psíquico. Lo psíquico no es lo consciente. Lo psíquico es un tipo de realidad que, por ser lo que es como realidad, puede a veces, y no siempre, ser consciente. El psiquismo como realidad es “ajeno“ a toda conciencia. Y no digo que es “previo” a toda conciencia porque esta expresión podría sugerir que lo psíquico consiste en ser el prenuncio de la conciencia. Y no es así. Sea o no consciente, lo psíquico es de suyo lo que es anteriormente a toda conciencia. He aquí la primer confusión que era necesario evitar.
Pero hay una segunda confusión no menos nefasta que la anterior. Se propendería a creer que la conciencia es lo propio de todo acto “superior” (intelectivo, sentimental, volitivo, etc.), mientras que lo que aquí llamamos psíquico sería propio tan sólo de lo vegetativo y de lo sensitivo. Pero esto es falso. Porque aun suponiendo que todo lo “superior” fuera consciente (cosa también discutible), sin embargo la conciencia no tiene en esta esfera sustantividad ninguna. Es tan sólo el carácter de algunos actos, de los actos conscientes. No hay “conciencia” sino “actos conscientes”. Pues bien, dentro de estos mismos actos, lo que tiene de acto realmente ejecutado es por su propia índole anterio a lo que tienen de conscientes, y es fundamento de éste su carácter consciente. Tanto más que al ser conscientes estos actos, no nos es consciente toda la realidad psíquica de los actos mismos. Lo mal llamado “superior” no es idéntico a lo consciente.
En definitiva, lo psíquico es un momento de mi realidad irreductible a lo físico-químico, pero esta irreductibilidad no está constituida por la conciencia. Lo psíquico es realidad unitariamente vegetativa, sensitiva y “superior”, y es como realidad anterior a toda conciencia.
Esto supuesto, el hombre como realidad es una unidad, pero no una unidad de sustancia, sino la unidad de una sustantividad, esto es, la unidad coherencial primaria de carácter psíquico. No es, pues, una unidad sustancial sino una unidad estructural. Por tanto, a la realidad física de cada nota le es físicamente constitutivo el ser desde sí misma “nota-de” todas las demás, esto es, del sistema. El “de” es un carácter estrictamente “físico”. La sustantividad consiste formalmente en la suficiencia constitucional de un sistema de notas. El momento físico-químico de esta sustantividad no es, como suele decirse, “materia” ni siquiera “cuerpo” (cosas ambas asaz vagas), sino que es precisa y formalmente “organismo”, esto es, una especie de subsistema parcial del sistema total. Y el aspecto psíquico de esta sustantividad tampoco es, como suele decirse, “espíritu” (término también muy vago). Podría llamarse alma si el vocablo no estuviera sobrecargado en el sentido especial, muy discutible, archidiscutible, de una entidad “dentro” del cuerpo, etc. Prefiero por eso llamar a esta aspecto simplemente “psique”. La psique es también sólo un subsistema parcial. Pues bien, el hombre no tiene psique y organismo, sino que es psíquico y orgánico. Pero no se trata de una unidad aditiva de dos sustancias, sino de una unidad sistemática de notas. Porque organismo y psique no son sino dos subsistemas parciales de un sistema total, de una única unidad sistemática, de una única sustantividad. Ni organismo ni psique tienen cada uno de por sí sustantividad ninguna. El hombre no es psique “y” organismo sino que su psique es formal y constitutivamente “psique-de” este organismo, y este su organismo es formal y constitutivamente “organismo-de” esta psique. La psique es desde sí misma orgánica y el organismo es desde sí mismo psíquico. Este momento del “de” es numéricamente idéntico en la psique y en el organismo. Y posee carácter “físico”. Esta identidad numérica y física del “de” es lo que formalmente constituye una unidad sistemática de la sustantividad humana.»
[Zubiri, Xavier: Sobre el hombre. Madrid: Alianza Editorial, 1986, pp. 47-49]