Artículo el ante compuestos femeninos |
© Justo Fernández López – www.hispanoteca.eu |
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Quería comentarle que me ha parecido muy interesante su artículo sobre el/un y el comienzo de un sutantivo con a/ha tónica. Me ha llamado especialmente la atención cuando comenta que la regla rige también para palabras compuestas. Por favor, podría decirme en qué libro u autor se ha basado, porque aunque estoy segura de que es así, no he podido encontrar más información que la suya al respecto, y estoy interesada en investigar dicho tema para uno de mis artículos.
La regla a la que se refiere es la siguiente:
«Esta regla rige también para los compuestos en los que el primer elemento, tomado por separado, comienza por el fonema /a/ tónica: el avemaría / las avemarías; un avemaría / unos avemarías; el aguamarina / las aguamarinas; un aguamarina / unas aguamarinas.»
La RAE en su Esbozo de 1973 no da ninguna regla para los nombres compuestos femeninos uno de cuyos elementos, tomado por separado, lleva a-/ha- inicial y en el singular exige el artículo el en vez de la. Única gramática que da una regla para el empleo del artículo determinado el ante estos nombre femeninos compuestos es la gramática de español para alemanes de Jacques de Bruyne:
«Dieser Grundsatz gilt auch für Komposita, deren erster Bestandteil für sich allein auf der ersten Silbe betont würde:
el avemaría [saber como el avemaría alguna cosa, DRAE, I, 156]
el aguamarina.»
[Bruyne, Jacques de: Spanische Grammatik. Tübingen: Niemeyer, 1993, § 15]
Esta regla se apoya también en la información que dan Manuel Seco y los diccionarios de uso, así como en los comentarios sobre el tema en la gramática descriptiva de Bosque/Demonte:
«aguafuerte:
Es femenino en el sentido de ‘ácido nítrico’; lleva, no obstante, el artículo el: el aguafuerte. Es masculino cuando designa la estampa obtenida por el grabado al aguafuerte: los aguafuertes de Goya. En el primer sentido puede escribirse separado, siendo su plural aguas fuertes. En el segundo sentido se escribe ahora siempre junto, y su plural es aguafuertes. La Academia recoge la grafía en dos palabras, agua fuerte, para los dos sentidos, con género femenino. Registra además aguafuerte, pero solamente para el ‘grabado’, dando esta forma como preferida y señalándole el género “ambiguo”, esto es, masculino o femenino.
aguagoma:
Es nombre femenino, pero se usa en singular con el artículo el: el aguagoma.
aguamanos:
Aunque era nombre femenino en la lengua clásica, hoy es masculino: el aguamanos.
aguamarina:
En el sentido de ‘piedra preciosa’ se escribe en una sola palabra. Lleva el artículo la o una, aunque, al igual que aguanieve y otros nombres semejantes, se usen a veces el o un (un aguamarina).
aguanieve:
Puede escribirse también separado: agua nieve; pero es más frecuente escribirlo en una palabra. El plural es aguanieves. Es femenino: El puerto de la Peña Negra, en la que nos llovió la aguanieve que escapaba de Gredos (Cela, Miño, 7). A causa del primer elemento, agua, es frecuente que lleve la forma el del artículo (el aguanieve); pero esto no significa que el nombre deje de ser femenino. Ocasionalmente, sin embargo, llega a hacerse masculino: un punzante aguanieve (Delibes, Ratas, 57).
aguardiente:
Es nombre masculino: el aguardiente, los aguardientes.
aguarrás:
Es nombre masculino: el aguarrás. Su plural es aguarrases.
avemaría:
Este nombre es femenino; pero en singular, cuando lleva artículo, exige la forma el o un: el Avemaría de Gounod. Puede escribirse también en dos palabras: un Ave María. Sin embargo, en plural es las avemarías.
Como exclamación, se escribe en dos palabras: ¡ave María!»
[Seco, Manuel: Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe, 101998, pp. 30-31 y 68]
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«aguamarina:
Por ser un un sustantivo compuesto femenino cuyo primer componente empieza por a tónica o acentuada, está muy extendido el uso de los determinantes el, un, algún y ningún.
aguanieve:
Por ser un un sustantivo compuesto femenino cuyo primer componente empieza por a tónica o acentuada, está muy extendido el uso de los determinantes el, un, algún y ningún.
avemaría:
Por ser un un sustantivo femenino compuesto que empieza por a tónica o acentuada, va precedido de el, un, algún y ningún y de las formas femeninas del resto de los determinantes.»
[Intermedio: Diccionario didáctico de español. Madrid: Ediciones SM, 1993, p. 35 y 128]
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«La forma el funciona también como variante de la forma la singular ante sustantivos femeninos que comienzan por a- tónica (gráficamente, a o ha): el ala, el hacha, el agua. La variante el para el femenino aparece solamente en condiciones de adyacencia estricta de artículo y nombre; ya que se trata de un fenómeno determinado fonológicamente, cualquier elemento que interrumpa la secuencia <artículo + nombre> e impida el contacto entre la forma el y la a tónica (por ejemplo, un adjetivo antepuesto) fuerza la inserción de la variante la:
*El nueva hacha. / *El cristalina agua.
La nueva hacha. / La cristalina agua.
Hay tres casos en los que la regla de las alternancias el/ella no funciona: se trata de las combinaciones de artículo y nombre de letra (la a, la hache), artículo y nombre propio de mujer (la Ana, la Ángela), y artículo y sigla (dado que las siglas funcionan como nombres propios: la APA, la ADTE). Con los nobres geográficos se observa cierta vacilación, ya que son habituales tanto ejemplos con el (el África negra, el Asia Oriental) como ejemplos con la (la Ávila visigoda, la Austria actual, o el caso especial de La Haya). Además, como señala la RAE (1973: 216), la forma la se mantiene, en lugar de el, en numerosos dialectos españoles y americanos, normalmente reducida a su segmento consonántico por elisión de la vocal (al menos en la grafía): l’ansia, l’habla, e incluso l’amiga o l’estera (ante a inacentuada y otras vocales iniciales). En español medieval la variante el se anteponía también a nombres femeninos que comenzaban por vocales átonas y distintas de a; eran posibles secuencias como el espada o el aldea.
En realidad, la vacilación entre una forma y otra es muy frecuente en el uso actual, y también lo fue en épocas anteriores. No se produce solamente con nombres que admiten ambos géneros, como en el caso de azúcar, sino también con nombres claramente femeninos, por ejemplo, nombres derivados y copuestos a partir de otros con a tónica inicial, como agua: junto a los normativos la agüita, la aguamarina no es extraño encontrar el agüita, el aguamarina.
La asociación que los hablantes establecen entre la forma el y el género masculino ha generado una tendencia analógica enormemente extendida en el español contemporáneo, que tiene su reflejo en dos fenómenos significativos: la aparición de marcas de género masculino en los adjetivos entepuestos al nombre y precedidos por la variante el, y el uso de formas masculinas de otros determinantes ante nombre femeninos que comienzan con a tónica.
El primer fenómeno está ejemplificado en los ejemplos siguientes:
El buen hada madrina.
El único área.
El último alza.
La concordancia en masculino entre artículo y adjetivo surge normalmente cuando el adjetivo es prenominal, pero es mucho menos frecuente si es posnominal o está incluido en otro sintagma; no obstante, también es posible encontrar ejemplos de concordancia en masculino en estos casos, lo que muestra que el nivel de inseguridad entre los hablantes es alto: el habla andaluz, el alta médico.
El segundo fenómeno se ilustra en los ejmplos siguientes:
Todo el agua del mundo.
Ese aula oscura.
Este nuevo área.
La extensión de la concordancia en masculino por analogía con la forma el afecta tanto a los cuantificadores como a los demostrativos; hoy en día sobrepasa los límites del español coloquien y se muestra pujante también en la lengua escrita.»
[Leonetti, Manuel: “El artículo”. En: Bosque, Ignacio / Demonte, Violeta (eds.): Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Real Academia Española / Espasa Calpe, 1999, § 12.1.1.2]
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«Una aparente discordancia es la de algunos sustantivos que, siendo en sí mismos femeninos, sin embargo reciben en singular la forma el del artículo (que se extiende también a otros determinantes, como el indeterminado un, los indefinidos algún y ningún o los demostrativos este, ese, aquel:
El águila, el aula, el arma, el área, el acta, el agua, el hacha, el hambre, el hampa, el haza, el alma, el alga, el álgebra, el anca, el ancla, el Áfric, el Asia Menor.
Todos son sustantivos femeninos que comienzan con una /á-/ tónica o acentuada. Podría parecer que se trata de una discordancia, no ya admitida, sino la única realmente usada y correcta. De hecho no es así, pues esta forma que hoy se considera masculina por homonimia y analogía, en realidad es la continuadora de la forma femenina del castellano medieval: la /-a/ final de ela se confunde con la /á-/ inicial de esos sustantivos, y así tendríamos illa aquila (latín) > ela aguil(a) (castellano medieval) > el águila. Esta especial evolución llegaba incluso a sustantivos con /a-/ inicial átona (el alacena ...), aunque posteriormente se redujo su alcance.
Casi todos estos sustantivos son en sí mismos femeninos, y tienen este género como fijo, es decir, en ellos este morfema forma parte inseparable de su propio significado léxico. Cuando, por el contrario, algunos de ellos, variables en género, se presentan en femenino, muestran un comportamento vacilante, pues algunos aceptan el o un, mientras que otros parecen rechazarlo:
El ama, el amo, ?la ama.
El aya, el ayo, ?la aya.
Es difícil, sin embargo, que tales construcciones se generalicen, no ya porque afectan a unos pocos sustantivos, sino sobre todo porque establecerían el modelo de unos sustantivos que – en flagrante irregularidad dentro de la lengua española – serían masculinos en singular, pero que se mantendrían como femeninos en plural: las águilas, unas habas, algunas armas, las almas, etc. Sin embargo, existen ya en español al menos dos sustantivos (arte y haz) que se han consolidado como masculinos en singular y femeninos en plural: el arte moderno pero las artes modernas, el haz lustroso de las hojas del magnolio pero las haces lustrosas de las hojas del magnolio. En todo caso, debe señalarse que esta forma el del artículo (o su alternativa indefinida un) no se aplica normalmente a los citados sustantivos cuando entre ellos aparece un adjetivo, aunque éste empiece con /á-/ tónica, el cual concuerda en femenino con el sustantivo:
El haya alta. / La alta haya. / *El alta hay. / *El frondosa haya. / La frondosa haya.
El hada diligente. / La diligente hada. / la hermosa hada. / *El hábil hada. / *El hermosa hada.
Un asa cómoda. / Una cómoda asa. / Una ancha asa. / *Un ancha asa. / *Un cómoda asa.
En todo caso, el que ningúna djetivo, ni los que empienaz por /á-/ tónica, haya aceptado la forma el del artículo ilustra el hecho de que el artículo alcanza un grado de integración en el sustantivo mucho mayor que el que puede darse con el adjetivo. En suma, las concordancias con el sustantivo del artículo y del adjetivo no pueden ponerse en el mismo nivel.»
[Camacho, José: “La coordinación”. En: Bosque, Ignacio / Demonte, Violeta (eds.): Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Real Academia Española / Espasa Calpe, 1999, § 43.3.1]
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«Concordancia y procesos morfofonológicos en los determinantes:
Secuencias del tipo:
El aula mayor.
El cristalino agua de Bezoya y la de Cádiz.
Todo el área económica y la social.
El otro ave está enferma.
El único área sana.
El arte {pictórico/pictórica}.
El alma {humana/*humano},
de uso cada vez más frecuente, ponen de manifiesto que en el singular algunos sustantivos femeninos pueden admitir cualquiera de las dos formas del artículo definido, según sean ambos adyacentes o no. De este modo, las dos formas del artículo definido tienen una distribución asimétrica, ya que la de masculino se usa no sólo con los sustantivos masculinos, sino también con nombres femeninos como los que aparecen en los ejemplos anteriores, en cuyo caso se suele considerar que no marca el género (femenino) de manera explícita.»
[Ambadiang, Théophile: “La flexión nominal. Género y número”. En: Bosque, Ignacio / Demonte, Violeta (eds.): Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Real Academia Española / Espasa Calpe, 1999, § 74.4.2]