Artículo el y un ante sustantivos femeninos |
© Justo Fernández López – www.hispanoteca.eu |
ARCHIVO DE CONSULTAS |
En un sitio de internet encontré la posibilidad de consultar una duda lingüística con Ud.
Le agradecería que me dijera si la forma correcta es "La misma agua" o "El mismo agua".
La regla general es la siguiente: Ante un sustantivo femenino que empieza con a- o ha- tónicas se emplean solamente los artículos el y un, siempre y cuando estos artículos precedan inmediatamente al sustantivo. Cuando entre el artículo y el sustantivo se intercala un adjetivo, se emplean solamente la y una.
Ante adjetivos que comienzan por a- tónica se usa el artículo femenino la, una: la alta sociedad, una agria polémica. Así pues, la forma correcta es la misma agua; pero el agua dulce, el agua clara, las aguas dulces, las aguas claras.
En cuanto a los determinantes algún, ningún, aquel antepuestos a un sustantivo femenino que empieza con a- o ha- átonas, el uso vacila entre algún, ningún, aquel, y alguna, ninguna, aquella.
Según Manuel Seco:
«El empleo de algún, ningún ante nombre femenino iniciado por el fonema /a/ tónico (algún arma, algún aula) se produce, a veces, por influjo del uso de un en el mismo caso; pero en la lengua cuidada suele evitarse.»
«La forma aquel por aquella, ante nombre femenino que comienza por /a/ tónica (aquel agua, aquel arma), no se admite en el uso normal; se dice aquella arma, aquella agua.» [ver cita completa más abajo]
Artículo el y un ante nombres femeninos
que comienzan por el fonema /a/ tónico
A los sustantivos femeninos que comienzan por el fonema /a/ o /ha/ tónico se llevan el artículo el o un, en vez de la o una, cuando se dan las siguientes condiciones:
a) el artículo va inmediatamente delante del sustantivo;
b) este sustantivo pertenece al género femenino y está en singular;
c) este sustantivo comienza por un fonema /a/ o /ha/ tónico.
el agua clara |
las aguas claras |
un agua clara |
una aguas claras |
el arma blanca |
las armas blancas |
un arma blanca |
unas armas blancas |
el hambre canina |
las hambres caninas |
un hambre canina |
unas hambras caninas |
el habla clara |
las hablas claras |
un habla clara |
unas hablas claras |
el hacha pesada |
las hachas pesadas |
un hacha pesada |
unas hachas pesadas |
el águila altiva |
las águilas altivas |
un águila altiva |
unas águilas altivas |
el ala blanca |
las alas blancas |
un ala blanca |
unas alas blancas |
el alma pura |
las almas puras |
un alma pura |
unas almas puras |
Esta regla rige también para los compuestos en los que el primer elemento, tomado por separado, comienza por el fonema /a/ átono:
el avemaría |
las avemarías |
un avemaría |
unos avemarías |
el aguamarina |
las aguamarinas |
un aguamarina |
unas aguamarinas |
Esta regla no rige para
a) Los demostrativos este, ese, aquel. Debe usarse esta, esa, aquella ante todos los femeninos, sea cual sea su fonema inicial.
b) En la lengua cuidada debe evitarse el uso de algún y ningún ante sustantivos femeninos que comienzan por el fonema /a/ tónico: alguna arma, alguna águila; ninguna arma, ninguna águila.
c) El empleo de todo, en vez de toda, ante nombres femeninos que llevan el artículo el (*todo el agua, *todo el habla, *todo el hampa), es una forma masculina indebidamente empleada por influjo de la apariencia masculina del artículo, que en realidad es, en este caso, femenino. El uso normal es toda (toda el agua, toda el habla).»
d) Las letras del alfabeto: la hache, la a.
e) Cuando el artículo determinado o indeterminado no precede inmediatamente al sustantivo femenino que comienza por el fonema /a/ tónico, se usa la forma femenina la / una:
la pequeña hacha |
una pequeña hacha |
la altiva águila |
una altiva águila |
la incomprensible habla |
una incomprensible habla |
la terrible hacha |
una terrible hacha vikinga |
la única arma que tenía |
tenía una única arma |
f) Cuando el sustantivo femenino comienza por el fonema /a/ o /ha/ átono:
la abeja |
una abeja |
la alegría |
una alegría |
la almeja |
una almeja |
la alondra |
una alondra |
la avispa |
una avispa |
la arpía [ave fabulosa] |
una arpía |
la harpía [águila americana] |
una harpía |
g) Cuando el sustantivo es un nombre de mujer: la Angela, la Ana.
h) Para la ciudad de La Haya.
i) Cuando el artículo designa el género de una persona o de un animal:
el ánade [macho] |
der Erpel |
la ánade [hembra] |
die Ente |
el árabe [hombre] |
ein arabischer Mann |
la árabe [mujer] |
eine arabische Frau |
j) Cuando la palabra que comienza por el fonema /a/ tónico no es un sustantivo, sino un adjetivo: la agria polémica > una agria polémica [alemán: die / eine scharfe Polemik]. Incluso cuando el adjetivo acompaña al adjetivo anafórico, es decir, cuando se omite el sustantivo al que se refiere el adjetivo: Es más peligrosa la marea baja que la alta.
la alta traición |
una alta traición |
la alta jerarquía |
una alta jerarquía |
la alta torre |
una alta torre |
la árida llanura |
una árida llanura |
Excepción es el proverbio: A buen hambre no hay pan duro
(alemán: Hunger ist der beste Koch].
Todos los sustantivos femeninos que empiezan con a- / ha tónicas y que van precedidos en singular por los artículos masculinos el o un, siguen siendo femeninos en singular, así como en plural: el agua clara, las aguas claras.
Excepción es el sustantivo arte, que en singular es masculino y en el plural, femenino:
el arte gótico, el arte supremo, el arte abstracto
las artes plásticas
Pero:
el „Arte poética“ de Horacio [en latín: Ars poetica]
La Escultura es el Arte más rigurosa.
Algunos artes de pesca valorados en un millón de pesetas.
[artes significa aquí aparejo, equipo o utensilios de pesca]
Vacilación en el uso de algún / ningún
ante sustantivos femeninos
que comienzan con el fonema /a/ tónico
Las formas sincopadas algún / ningún se usan ante sustantivo masculino singular. En el uso de algún / ningún también ante sustantivos femeninos que comienzan con el fonema /a/ átono hay vacilaciones.
La RAE:
«Los singulares alguno, ninguno adoptan la forma algún, ningún en las mismas condiciones que uno, una. Pero alguna, ninguna son de uso más frecuente que una: alguna ave noctámbula; alguna alma.»
[Esbozo, § 2.8.3, p. 231]
Manuel Seco:
«El empleo de algún ante nombre femenino iniciado por el fonema /a/ tónico (algún arma, algún aula) se produce, a veces, por influjo del uso de un en el mismo caso; pero en la lengua cuidada suele evitarse.»
[Seco, Manuel: Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe, 101998, p. 36]
«ningún ... Como adjetivo, sufre apócope cuando precede a un nombre masculino singular, aunque entre este y el adjetivo se interponga otro adjetivo: nignún placer, ningún otro placer. No suele aceptarse esta forma apocopada ante nombres femeninos que comiencen por /a/ tónica: ningún aula, ningún arma; habría de decirse ninguna.» [Seco, M., o. cit., p. 307]
Manual de español urgente, de la AGENCIA EFE:
«Es bien sabido que se emplea el y un ante nombre femenino que empieza por a- o ha- tónicas: el habla, un águila. Pero esta anómala concordancia no debe producirse en el caso de los adjetivos (una agria polémica, la árida llanura), ni cuando entre el artículo y el nombre que empieza por a- o ha- se introduce un adjetivo (la incomprensible habla, una altiva águila).
Esa misma posibilidad se produce con algún, ningún. Pero no con otro ni con todo (otra ave, toda África) ni con los demostrativos. Escríbase pues esta ave, esa ave, aquella ave.» [p. 47]
Leonardo Gómez Torrego
«Con frecuencia se duda de si hay que decir “este aula” o “esta aula”; “este agua” o “esta agua”, etc. Pues bien, la regla es la siguiente: sólo los artículos el, un y los indefinidos algún y ningún (formas compuestas de un) preceden en su forma aparentemente masculina a los sustantivos femeninos que empiecen por a (ha) tónica. El resto de los determinantes (y adjetivos antepuestos) presentan su forma femenina normal. Así, hay que decir e escribir:
el alma (agua, hacha, asa, aula ...)
un alma (agua, hacha, asa, aula ...)
algún alma (agua, hacha, asa, aula ...)
ningún alma (agua, hacha, asa, aula ...) [...]
Conviene recordar que las formas el y un que combinan con palabras femeninas que empiezan por a (ha) tónicas son históricamente femeninas, pues proceden de los femeninos latinos illam (>ell>el(a)), unam (>un(a)). Por ello, hay que hablar de unas formas el, un masculinas (el niño, un niño), y otras femeninas (el alma, un alma).
En el uso se vacila entre:
algún(-a) alma
ningún(-a) alma
aquel(-lla) alma
por ser formas compuestas de un (algún, ningún) y el (aquel).»
[Gómez Torrego, L.: Manual de español correcto. Madrid: Arco/Libros, 1991, vol. 2, pp. 39 y 41]
Citas
La RAE:
«Se emplea el inmediatamente delante de sustantivo que empieza con a- cuando sobre esta vocal recae el acento de intensidad: el águila, el álgebra, el ánima, el área, el ascua, el ave, el Ática. La misma regla se aplica a los nombres femeninos que empiezan por la sílaba ha-, cuando la h- no representa ninguna clase de articulación: el habla, el hada, el hampa, el harpa (escrita más comúnmente arpa), el haz (variante fonética del fem. faz). De esta regla quedan exceptuados los nombres propios y los patronímicos, cuando designan mujer, y las letras del alfabeto: la Ana, la Ángela, la Álvarez, la a, la hache.
Según esta regla, la interposición de cualquier palabra entre el artículo y el sustantivo impide el uso de el: el habla, pero la dulce habla. Quedan también fuera de la regla los adjetivos: la agria polémica, la árida llanura, no solamente cuando el adjetivo es atributo de un sustantivo, como en los ejemplos anteriores, sino cuando acompaña al artículo anafórico: Es más peligrosa la marea baja que la alta. En la Alta, usado como nombre propio de lugar o como apodo de mujer, el nombre sigue siendo adjetivo, y además el artículo, aunque fuera de su organización sintáctica más común, no se despoja enteramente de su fuerza deíctica originaria (la mujer alta, la calle alta). Con los escasos nombres apelativos de personas o de animales que unen a su estructura con a- prosódicamente acentuada la condición de ser nombres sustantivos comunes, ya funcionen indistintamente como sustantivos y adjetivos o exclusivamente como sustantivos, debe emplearse el artículo femenino la si se quiere distinguir el sexo: la árabe, la ánade, la ácrata (frente a el árabe, etc.).
En el habla de varias regiones españolas y americanas (leonesa, aragonesa, navarra, rioplatense, chilena, mejicana, también en judeo-español) se encuentra más o menos extendido el uso de la en vez de el, lo que a veces se indica en los textos con el signo ortográfico del apóstrofo: l’ansia; l’habla; l’agua). Era el uso de Fernando de Herrera, debido a influencia italiana: l’alba, l’alma (Petrarca).
La sinalefa que normalmente se produce cuando las dos vocales contiguas son inacentuadas ha sido sancionada por la escritura en el caso del grupo de + artículo el masculino o femenino: los malhechores del bien; el salario del hambre. La escritura parece evitar dos contracciones seguidas: Los sublevados se apoderaron de el [palacio] del duque de Ascoli. La escritura suele suprimir también la contracción cuando el artículo forma parte de un nombre propio: la región de El Bierzo, de El Ática. No sse trata, en cambio, de sinalefa, sino de reducción vocálica en el caso de a + artículo el masculino o femenino: al anochecer; al alba. Se escribe a el lo mismo que de el y en los mismos casos: llegaron a El Tiemblo.
De el agua ha salido por analogía este agua y aquel agua. Con este agua se trata, además, probablemente de dar solución a un problema de fonética sintáctica: la difícil sinalefa esta agua [éstágua], con dos acentos de intensidad sucesivos, o el inómodo hiato /-a.á/, solución en cierto modo análoga a la arbitrada por los que emplean la ante sustantivo femenino con a- prosódicamente acentuada: l’alma. En el empleo de aquel por aquella: aquel alma, aquel agua, algo más frecuente que el de este por esta, actúan razones no solamente analógicas o de fonética sintáctica, sino acaso puramente formales y etimológicas, puesto que el segundo elemento del compuesto aqu-el procede del mismo pronombre latino que el artículo, aunque el artículo haya perdido el acento de intensicad originario como palabra proclítica. A pesar de todo, este y aquel femeninos deben evitarse. Afean la dicción y pueden contribuir a la confusión del género del nombre.»
[Esbozo, § 2.6.4, p. 215-216]
Manuel Seco:
«El artículo femenino singular toma la forma el cuando va inmediatamente delante de nombre femenino que empieza por el fonema /a/ tónico: el alma, el agua, el ave, el hacha, el hambre, el águila, el África. Se exceptúan
§ los nombres propios de mujer: la Ángela, la Águeda;
§ el de la ciudad de La Haya (alemán: Den Haag)
§ el de la letra hache: la hache.
La norma anterior sólo rige cuando el artículo femenino singular precede inmediatamente al nombre en cuestión. La interposición de cualquier otra palabra hace que el artículo tome la forma normal la; así, aunque se dice el agua, se dirá la misma agua; aunque se dice el arma, se dirá la eficaz arma. No está justificado, pues, el uso de él en este ejemplo de Alarcón: A fin de hacer paladar se sirvió el anterior acta y la Cámara compacta la tragó sin rechistar.
No es raro que, por influjo de la construcción sin interposición (el agua, el arma), encontremos construcciones con interposición en que el elemento interpuesto ha tomado una falsa forma masculina: el mismo agua, el nuevo arma: “La subida de precios de los combustibles, a raíz del último alza del petróleo” (ABC); el otro aria es una lógica concesión a Pavarotti. Este uso no se admite en la lengua normal.
El empleo de la forma el ante nombre femenino singular que comienza por /a/ tónica influye también en el uso de todo por toda delante del sintagma artículo + nombre: todo el agua, todo el habla.
Paralelo al uso de el ante nombre femenino singular que comienza por /a/ tónica es el del demostrativo aquel por aquella (aquel agua / aquel arma), y el de las formas correspondientes de los otros dos demostrativos que forman sistema con aquel: este y ese, por esta y esa (este agua, ese arma).
La consecuencia extrema de la existencia de las construcciones tipo el agua es, en el habla inculta y semiculta, la mutación generalmente ocasional de género en los nombres femeninos que comienzan por /a/ tónica: mucho hambre, el habla andaluz
el habla andaluz aparece mitigado
el asa, fino y largo, llega hasta la mitad de la panza
un soldado resultó muerto al disparársele el arma con el que hacía guardia
Cuando la forma el va precedida de las preposiciones a y de, se producen las contracciones al y del, no solo en la pronunciación, sino también en la escritura: al salir del colegio. Si el se escribe con mayúscula por formar parte de determinados nombres propios, la contracción no se suele realizar en la escritura, pero sí en la pronunciación: el monasterio de El Escorial, /del-eskoriál/; fueron a El Ferrol, /al-ferról/.»
[Seco, Manuel: Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe, 101998, p. 176-177]
·
«El empleo de algún ante nombre femenino iniciado por el fonema /a/ tónico (algún arma, algún aula) se produce, a veces, por influjo del uso de un en el mismo caso; pero en la lengua cuidada suele evitarse.» [Seco, Manuel, o. cit., p. 36]
«El artículo femenino singular una toma la forma un cuando va inmediatamente delante de nombre femenino que empieza por el fonema /a/ tónico: un alma, un ave, un hambre. Aunque no incorrecto, hoy es muy raro el uso de una en estos casos (una ascua, una agua).
La norma anterior solo rige cuando el artículo singular precede inmediatamente al nombre en cuestión. La interposición de cualquier otra palabra hace que el artículo recupere su forma una; así, aunque se dice un agua, se dirá una misma agua. Pero no es raro que, por influjo de la construcción sin interposición (un agua), encontremos construcciones con interposición en que el elemento interpuesto ha tomado una falsa forma masculina: un mismo agua; la vitamina C es un buen arma contra la gripa asiática. Este uso, frecuente en los periódicos, no se admite en la lengua normal.» [Seco, M., o. cit., p. 444]
«ningún ... Como adjetivo, sufre apócope cuando precede a un nombre masculino singular, aunque entre este y el adjetivo se interponga otro adjetivo: nignún placer, ningún otro placer. No suele aceptarse esta forma apocopada ante nombres femeninos que comiencen por /a/ tónica: ningún aula, ningún arma; habría de decirse ninguna.» [Seco, M., o. cit., p. 307]
«La forma aquel por aquella, ante nombre femenino que comienza por /a/ tónica (aquel agua, aquel arma), no se admite en el uso normal; se dice aquella arma, aquella agua. El uso de aquel por aquella se debe sin duda a analogía con la presencia de el, y no la, ante nombres femeninos que comienzan por /a/ tónica (el aula, etc.). No es nuevo este uso de aquel: Salvá (Gramática, 350) ticatab ejemplos de Sigüenza (aquel alma), Iriarte (aquel agua) y Lista (aquel alma divina).» [Seco, M., o. cit., p. 54-55]
«este: La forma este aparece con frecuencia usada, en lugar de esta, ante nombre femenino que comienza por /a/ tónica (este agua, este arma); debe usarse esta ante todos los femeninos, sea cual sea su fonema inicial: esta agua, esta arma.» [Seco, M., o. cit., p. 205]
«ese: La forma ese aparece con frecuencia usada, en lugar de esa, ante nombre femenino que comienza por /a/ tónica (ese agua, ese arma, ese arma, ese hambre); debe usarse esa ante cualquier nombre femenino: esa agua, esa arma.» [Seco, M., o. cit., p. 201]
«todo ante nombres femeninos que llevan el artículo el (todo el agua, todo el habla, todo el hampa), es una forma masculina indebidamente empleada por influjo de la apariencia masculina del artículo, que en realidad es, en este caso, femenino. El uso normal es toda (toda el agua, toda el habla).» [Seco, M., o. cit., p. 434]
«hambre. El género de este nombre es femenino. El usarse con los artículos el o un se debe a la regla de los nombres femeninos que comienzan por el fonema /a/ tónico. Se dice, pues, un hambre canina, el hambre enfermiza, las grandes hambres. Es vulgarismo el empleo de hambre como masculino: por aquó ni había más que mucho hambre repartido; a este hambre de visitadoras que se ha despertado en la selva no lo para ni Cristo.» [Seco, M., o. cit., p. 434]
En Ortega y Gasset encontramos:
“Pero junto a los placeres que hay en la caza hay en ella innumerables molestias, ¿Con qué derecho se la toma por aquel asa y no por ésta? La verdad es que ni lo uno ni lo otro son lo importante en la caza y lo que la hace apetecible, sino la actividad misma en que consiste”.
[Ortega, O.C.,VI, 428]