Deseo - desear

© Justo Fernández López www.hispanoteca.eu

ARCHIVO DE CONSULTAS

Necesito conocer la etimología de las siguientes palabras:

deseo, médico, medicina, conocimiento, conocer.

Si puede darme pistas o resultados se lo agradeceré.

En latín:

considerare significaba ‘contemplar las estrelas’, ‘contemplar el firmamento’ para adaptar las labores del campo a las condiciones atmosféricas más favorables a la cosecha. Considerare viene de sidus, como contemplare de templum.

desiderare significaba ‘esperar algo de las estrellas’, ‘pedir el tiempo o las condiciones atmosféricas favorables al crecimiento de las plantas’ (de coelo auspicare, petere, signum dare). A contemplatione siderum.

Ambas palabras contienen la raíz sidus ‘estrella’, ‘constelación celeste’.

De la palabra latina desiderare / desiderium tomó el italiano desiderare / desiderio y el francés désir / désirer.

«Antes de que la escritura en lengua vernácula se encuentre razonablemente perfilada (hacia el siglo XII), resulta imposible distinguir, en los orígenes del idioma, los latinismos de las palabras populares o semicultas. De este  modo, una voz escrita en esa época desiderio (Glosa emilianense 132) puede interpretarse como la representación gráfica de un préstamo culto */desidério/ (que más tarde cayó en desuso) o (más probablemente) como un intento de reflejar gráficamente el pupular /deséo/. Sin embargo, a partir del siglo XII, ya se puede diferenciar con claridad entre los latinismos y el vocabulario patrimonial.» [Penny, Ralph: Gramática histórica del español. Barcelona: Ariel, 2001, 233-234]

En español existió como préstamo culto la palabra desiderio (hoy conservada como nombre propio Desiderio), que pronto cayó en desudo, siendo sustituida por la voz popular deseo / desear, que, según Corominas, viene del sustantivo latino desidium ‘placer erótico’, derivado del sustantivo clásico desidia ‘indolencia, pereza’ y éste del verbo latino desideo ‘estar sentado sin hacer nada’, ‘no dar golpe’, ‘estar mirando para el aire’, ‘estar papando moscas’, ‘estar pensando en las musarañas’, ‘estar(se) con los brazos cruzados’. El sustantivo latino desidia tomó ya en la Antigüedad el significado de ‘libertinaje’, ‘voluptuosidad’, conforme a la doctrina moral de que la ociosidad es el incentivo de la lujuria; como dice el refrán:

La ociosidad es la madre de todos los vicios.

En alemán: “Müßiggang ist aller Laster Anfang”.

El des-ocupado vive insatisfecho y su pre-ocupación es satisfacer deseos, casi siempre irrealizables. La moraleja del proverbio: al ocupado no le queda tiempo para alimentar deseos.

En alemán hay dos palabras: Begierde y Wunsch. Hegel usa el término Begierde, mientras que Freud habla de Wunsch. Ambos términos han sido traducidos al francés por désir y al español por deseo. Pero Begierde hace referencia a un impulso o instinto o apetencia, connotación que no tiene el vocablo Wunsch, que significa deseo, voluntad. En los escritos del psicoanalista francés Jacques Lacan désir es un concepto central que fue traducido al español por deseo, mientras que en alemán se tradujo por Begehren, afán, anhelo, deseo insatisfecho.

Begierde = apetito / apetencia

Begehren = afán / anhelo

Wunsch = deseo

Los vocablos franceses désir y désirer son semánticamente interesantes: vienen del latín desiderium y desiderare ‘mirar hacia el cielo, hacia las estrellas o astros (sidera ‘objetos relucientes’) buscando señales’. El término proviene del lenguaje de la adivinación. Sin embargo, el término español deseo viene, como vimos, de desidia ‘ociosidad, holgazanería’ y tiene la connotación de ‘vicio, de lujuria, libertinaje, voluptuosidad’, es decir, tiene ciertas connotaciones morales negativas.

«Querer es querer la realidad de algo, y, por tanto, querer los medios que lo realizan. En última sustancia, es siempre un querer “hacer” algo. Desear, en cambio, es lo que solemos expresar con más rigor cuando hablamos de un “mero deseo”. El deseo, en sentido estricto, implica el darse cuenta de que lo deseado es relativa o absolutamente imposible.

De la cuna a la sepultura es la existencia una lucha de fronteras entre nuestras voliciones y nuestros deseos, y en cada instante podríamos hallar en nosotros una zona confusa donde no sabemos si nuestro querer es un mero desear o nuestro desear es ya un querer. El deseo es un querer fracasado, es el espectro de una volición; mas, por otra parte, sigue en él viviendo el apetito primario, siempre presto a transformarse otra vez en voluntad cuando lo que ayer era imposible parece hoy realizable. El deseo nutre el querer, lo excita, moviéndolo a ampliarse, a ensayar una vez y otra la realización de lo que ayer era imposible.»

[José Ortega y Gasset: Obras completas. Madrid: Revista de Occidente, 1963, vol. II, p. 287-288]

Cuántas veces decimos “eso no es lo que yo quería”. Hay una tensión entre querer y desear. No siempre queremos todo lo que deseamos. A veces sentimos angustia o ansiedad por desear lo que en el fondo no queremos, por temer las consecuencias o por desconocer la realidad del objeto del deseo: Ese oscuro objeto del deseo (título original: "Cet obscur objet du desir", 1977), tema de la famosa película de Luis Buñuel.

Etimologías

 

«Considerar

Fin siglo XIV. Tomado del latín considerare ‘examinar atentamente’, primitivamente sería ‘examinar los astros en busca de agüeros’ (derivado de sidus ‘constelación’, ‘estrella’).

Derivados:

Considerable.

Consideración, principios siglo XV.

Considerando, propiamente gerundio con que se introduce cada una de las razones.

Desconsiderado,

desconsideración.

Reconsiderar

[Corominas, Joan: Breve diccionario etimológico de la lengua española. Madrid: Gredos, 31987, 167]

«Deseo - 1220-50.

Del latín desidium ‘deseo erótico’, derivado del latín clásico desidia ‘indolencia, pereza’, que ya en la Antigüedad tomó el significado de ‘libertinaje’, ‘voluptuosidad’, conforme a la doctrina moral de que la ociosidad es el incentivo de la lujuria.

Derivados:

Desear, h. 1140.

Deseoso, 1220-50.

Indeseable, 1936, imitado del inglés undesirable, 1911.»

[Corominas, Joan: Breve diccionario etimológico de la lengua española. Madrid: Gredos, 31987, 208]

Deseo y conceptos afines

 

afán de

afición

ambición

anhelo

ansia de

apetencia

apetito

aspiración

avidez

codicia

gana / ganas

hambre

ideal

ilusión

inclinación

intención

pretensión

propensión

quimera

tendencia

tentación

utopía

vocación

voluntad

voracidad

[REDES – Diccionario combinatorio de español contemporáneo. Dirigido por Ignacio Bosque. Madrid: sm, 2004]

desear y querer

 

«El deseo

En la conversación solemos usar, como equivalentes, las ideas de querer y desear. La observación psicológica muestra, sin embargo, que una y otra se refieren a fenómenos psíquicos muy distintos. Querer es querer la realidad de algo, y, por tanto, querer los medios que lo realizan. En última sustancia, es siempre un querer “hacer” algo. Desear, en cambio, es lo que solemos expresar con más rigor cuando hablamos de un “mero deseo”. El deseo, en sentido estricto, implica el darse cuenta de que lo deseado es relativa o absolutamente imposible.

Pues bien; en el niño, esta diferencia no existe. Ignora que unas cosas son posibles y otras no. Su volición tiene un cariz anterior a esta diferencia entre querer y desear. Cuando la experiencia le va mostrando la imposibilidad de satisfacer ciertos apetitos, y la técnica para satisfacer otros, su voluntad propiamente tal se va retirando de muchas cosas que persisten, no obstante, como apetecibles, bien que irrealizables. El contacto con el medio selecciona del tesoro enorme de apetitos primarios unos pocos que resultan prácticos, mientras el resto perdura desarticulado de su realización exterior, en calidad de “meros deseos”. Ciertamente que nada puede ser querido si no ha sido antes objeto de un apetito primario; pero no todo lo que anhelamos lo queremos. De la cuna a la sepultura es la existencia una lucha de fronteras entre nuestras voliciones y nuestros deseos, y en cada instante podríamos hallar en nosotros una zona confusa donde no sabemos si nuestro querer es un mero desear o nuestro desear es ya un querer. Entre ambas provincias interiores hay ósmosis y endósmosis constantes. El deseo es un querer fracasado, es un espectro de una volición; mas, por otra parte, sigue en él viviendo el apetito primario, siempre presto a transformarse otra vez en voluntad cuando lo que ayer era imposible parece hoy realizable.

El deseo nutre el querer, lo excita, gravita constantemente sobre él, moviéndolo a ampliarse, a ensayar una vez y otra la realización de lo que ayer era imposible. El deseo es, pues, una función interna. Impráctico si se le confronta con el medio, es útil como regulador de la voluntad y de otras funciones anímicas. Cuanto mayor sea nuestro repertorio de deseos, más grande es la superficie ofrecida a la selección en que se va decantando el querer. El deseo, por tanto, vierte su flujo dentro del organismo psíquico.

Es erróneo suponer que un simple aumento de posibilidades multiplica las voliciones. El “nuevo rico” no sabe qué querer; de aquí su falta de originaliad en las adquisiciones que hace, la mayor parte de ellas sin apetito verdadero. Se orienta en los deseos de los demás y compra lo que otros querrían. Contra lo que se cree, sin embargo, el “nuevo rico”, el “indiano”, el “emigrado”, da un pequeño contingente al lujo social, aunque casos aislados y ruidosos muevan a pensar de otro modo. Es muy característico del hombre humilde que asciende rápidamente a la riqueza y no es de condición vanidosa seguir haciendo vida modesta por carecer de “necesidades”. Generalmente tarda una generación en desarrollarse la vena de los apetitos hasta henchir el cauce de las posibilidades económicas.

Yo sospecho que si algún día se hace en serio la historia económica de España, aparecerá nuestra raza como mucho más pobre en deseos que en riqueza. Por este motivo no he podido nunca formar en el coro de laudes a la sobriedad ibérica, a la falta de necesidades del español. Debilidad en la secreción psíquica interna del deseo, trae consigo mengua de vitalidad e ineptitud para la cultura y la civilización, que son, a la postre, no más que el reboso y la sobre de aquélla.»

[Ortega y Gasset, José: “Ensayos filosóficos”. En: Obras completas. Madrid: Revista de Occidente, 1964, vol. II, p. 287-289]

«No se crea que es desear faena tan fácil. Observen ustedes la específica angustia que experimenta el nuevo rico. Tiene en la mano la posibilidad de obtener el logro de sus deseos, pero se encuentra con que no sabe tener deseos. En su secreto fondo advierte que no desea nada, que por sí mismo es incapaz de orientar su apetito y decidirlo entre las innumerables cosas que el contorno le ofrece. Por eso busca un intermediario que le oriente, y lo halla en los deseos predominantes de los demás. He aquí la razón por la cual lo primero que el nuevo rico se compra es un automóvil, una pianola y un fonógrafol. Ha encargado a los demás que deseen por él. Como hay el tópico del pensamiento, el cual consiste en la idea que no es pensada originariamente por el que la piensa, sino tan sólo por él repetida, ciegamente, maquinalmente reiterada, hay también un deseo tópico, que es más bien la ficción y el mero gesto de desear.

Esto acontece, pues, aun en la órbita del desear que se refiere a lo que ya hay ahí, a las cosas que ya tenemos en nuestro horizonte antes de desearlas. Imagínese hasta qué punto será difícil el deseo propiamente creador, el que postula lo inexistente, el que anticipa lo que aún es irreal. En definitiva, los deseos referentes a cosas se mueven siempre dentro del perfil del hombre que deseamos ser. Éste es, por lo tanto, el deseo radical, fuente de todos los demás. Y cuando alguien es incapaz de desearse a sí mismo, porque no tiene claro un sí mismo que realizar, claro es que no tiene sino pseudo-deseos, espectros de apetitos sin sinceridad ni vigor.

Acaso la enfermedad básica de nuestro tiempo sea una crisis de los deseos, y por eso toda la fabulosa potencialidad de nuestra técnica parece como si no nos sirviera de nada. Hoy la cosa comienza a hacerse patente, pero ya en 1921 se me ocurría enunciar el grave hecho: “Europa padece una extenuación en su facultad de desear”. Y esa obnubilación del programa vital traerá consigo una detención o retroceso de la técnica que no sabrán bien a quién, a qué servir. Porque ésta es la increíble situación a que hemos llegado y que confirma la interpretación aquí sustentada: la finca, es decir, el repertorio con que hoy cuenta el hombre para vivir, no sólo es incomparablemente superior al que nunca ha gozado, sino que tenemos la clara conciencia de que son superabundantes, y, sin embargo, la desazón es enorme, y es que el hombre actual no sabe qué ser, le falta imaginación para inventar el argumento de su propia vida.»

[Ortega y Gasset, José: “Meditación de la técnica”. En: Obras completas. Madrid: Revista de Occidente, 1964, vol. V, p. 343-344]