Formación de palabras por derivación |
© Justo Fernández López – www.hispanoteca.eu |
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Se trata de los sustantivos derivados. Quisiera saber si existe una regla para saber qué sufijo corresponde a cada verbo o adjetivo para formar un sustantivo.
Por ejemplo de la palabra amor se puede formar amabilidad, la pregunta es entonces ¿por qué utilizo el sufijo “bilidad” y no “-eza” (*amableza o *amoreza) o “-ur” (*amura, *amablura) o algún otro?
Una lengua solo es común si sus hablantes comparten un mismo léxico. De nada sirve a un español conocer todas las palabras del diccionario académico, si sus interlocutores solo conocen dos mil. El problema fundamental del léxico de cualquier lengua es su inestabilidad. El sistema de reglas sintácticas y el sistema fonológico de expresión son más estables. El léxico es lábil porque las palabras cambian fácilmente de sentido y los significados se revisten de distintas formas de expresión. De aquí la importancia del diccionario para evitar la arbitrariedad y la confusión.
El español es una lengua romance o románica derivada del latín. En todas las lenguas hay un fondo de palabras originales o primitivas; pero, como son insuficientes, la lengua ha ido formando nuevas palabras sobre la base de las heredadas del latín valiéndose de dos procedimientos: la derivación y la composición. A veces resulta dudoso distinguir entre palabras propiamente primitivas o derivadas. En las palabras derivadas podemos distinguir un elemento primitivo y un elemento intercambiable derivativo. Pero a veces, algunas palabras que nos parecen derivadas, examinadas a la luz de la gramática histórica, descubrimos que son palabras primitivas. Puede incluso darse el caso de que consideremos hoy primitiva y derivada una palabra que históricamente es al revés, que lo que creemos sufijo es parte de la palabra primitiva Es lo que se llama derivación regresiva: las palabras se acortan por eliminación de un supuesto sufijo, creyendo el hablante que así forma el nombre primitivo. “El sentimiento que el hablante tiene de los sufijos es a veces equivocado. Por ejemplo, Agapito o Margarita son tomados por diminutivos, y de ellos se saca un positivo Agapo o Márgara. Estas deducciones de un primitivo en vista de un nombre que se juzga derivado son procedimiento muy usual” (Menéndez Pidal).
El sufijo es el recurso más abundante de formación de palabras nuevas. Las lenguas romances son más pobres en raíces que la latina de la cual dejaron perder una gran masa de vocabulario; pero suplen esta pobreza con una riqueza mayor de derivados. Los múltiples sufijos latinos pasaron al romance: unos como tales sufijos, y otros sin carácter de tales. Muchos sufijos latinos perdieron por completo su valor en romance. Además, hay sufijos de origen germánico (-ing), de origen árabe (-í) o prerromano. No todos los sufijos son igualmente productivos en español. Los sufijos vivos, al unirse a la palabra cuyo sentido modifican, lo hacen según las leyes fonéticas.
Las llamadas reglas de formación de palabras (RFP) no son reglas con las que cualquier hablante individual pueda formar palabras nuevas (neologismo) con cualquier palabra. Estas reglas son las que la lengua ha seguido al ir formando el vocabulario que hoy figura en los diccionarios. Al ser las reglas de formación de palabras (RFP) opcionales, existen lagunas en las series de derivación. Así habría que diferenciar entre ‘palabra posible’ (que se ajustaría a las reglas de formación, pero que en realidad no existe en el diccionario) y ‘palabra imposible’ que no se ajusta a las reglas de formación de palabras. Hay pues ‘palabra existente’ (figura en el diccionario y es de uso general) y ‘palabra posible pero inexistente’ (aunque no contradice las reglas de formación, no es de uso general y, por tanto, no figura en el diccionario). Hay reglas de formación improductivas que producen lagunas sistemáticas. Luego hay lagunas accidentales que responden a palabras no documentadas (no están en el diccionario) pero posibles por responder a reglas de formación productivas: del adjetivo moreno se puede derivar, aplicando las reglas de formación, el verbo morenear ‘tener color moreno’ o ‘tirar a moreno’, pero no se puede formar *morenecer porque el sufijo –ec- solo es productivo en combinación con en- (rojo > enrojecer(se).
«Frente a lo que sucede con los afijos flexivos, los derivativos se asocian con numerosos significados, y que no siempre son aislables o deslindables con facilidad. Se trata de nociones como ‘agente’ (oxid-ante), ‘instrumento’ (destornilla-dor), ‘cualidad, calidad o condición’ (tranquil-idad), ‘lugar’ (lava-dero), ‘acción* (negocia-ción), ‘tiempo’ (lact-ancia), ‘conjunto’ (chiquill-ería), ‘golpe’ (maz-azo) y otros muchos más. Sin embargo, no todos los morfemas que pertenecen a un paradigma derivativo aportan algún significado reconocible: re- en recoger (recoger algo del suelo); -lento en suculento; -idad en especialidad. Los interfijos pueden, igualmente, no asociarse con una determinada noción semántica (-ar- en viv-ar-acho). Estas son algunas de las irregularidades características de la morfología léxica, cuyo origen está en las varias formas en que las palabras ingresan en la lengua, así como en el diverso grado de conciencia que los hablantes tienen o pueden tener de su estructura interna.» [RAE: NGLE, § 1.5q]
Las variantes flexivas de las palabras no aparecen en los diccionarios. Mientras que la mayor parte de las voces obtenidas por derivación y composición aparecen en ellos. Las palabras formadas por los afijos derivativos que poseen mayor rendimiento, es decir, los que son más productivos, no suelen aparecer en los diccionarios. Así el DRAE no incluye gran números de adverbios terminados en –mente o adjetivos terminados en –ble, así como las voces formadas con sufijos apreciativos (arbolito), salvo cuando están lexicalizados.
La formación de palabras está sujeta en español a múltiples irregularidades, que son resultado de factores históricos. El estudio de la estructura de las palabras puede abordarse desde un punto de vista diacrónico (estudio de la evolución que experimentaron las formas latinas, así como la progresiva incorporación al español de neologismos de muy variado origen, por causas diversas, a lo largo de toda su historia. En la mayor parte de los casos se crean voces nuevas imitando pautas ya existentes, pero muchas entran en el idioma como préstamos o calcos de otras lenguas. Desde el punto de vista sincrónico, la formación de palabras analiza las pautas morfológicas que permiten construir las formas compuestas y derivadas.
Es improbable que todos los miembros de un conjunto de hablantes compartan exactamente el mismo vocabulario, puesto que su cultura, su educación, su procedencia y otros factores condicional el léxico que usan y el grado de conciencia lingüística que de él poseen. Junto a la variación histórica y la relativa a la cultura léxica de los hablantes, son relevantes en el estudio de la morfología léxica la variación geográfica y la social.
La segmentación de los sufijos suscita dificultades. Las variaciones morfofonológicas, resultado de bases y sufijos, presentan una enorme gradación que va de lo regular o cuasirregular a lo más idiosincrásico.
El conjunto de propiedades semánticas que aparecen asociadas a la nominalización y que pueden ser interpretadas en términos argumentales o lógico-semánticos son, según los contenidos:
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acción |
-cion, -da, -m(i)ento, -ncia, -dura, -ido |
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cualidad |
-eza, -ería, -or, -ura, -ía, -itud |
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agente |
-ero, -dor, -ista |
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conjunto |
-erio, -ada |
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instrumento |
-dor, -dero |
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lugar |
-dor, -ero, etc. |
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En no pocas ocasiones, el conocimiento de los rasgos semánticos del elemento sufijal no es suficiente para la comprensión del significado de la palabra derivada. No pocos sufijos pueden estar especializados para referir determinados tipos concretos de relaciones.
Es conocida la enorme dificultad de aprendizaje del sistema derivativo del español, debido a la existencia de diferentes sufijos de interpretación similar, a la existencia de gran número de sufijos que designan acciones (-aje, -ción, -miento, -dura, etc.), instrumentos, lugares, colectividades, etc. Es escaso el conocimiento que poseemos sobre las restricciones derivativas y las alternancias entre distintos sufijos. No pocos sufijos pueden seleccionar diferentes bases de derivación y actualizar distintos contenidos semánticos. A esto hay que añadir la existencia de variaciones dialectales, hecho que se observa especialmente en el caso de las variedades americanas del español en relación con las peninsulares.
-eza
Este sufijo forma sustantivos abstractos femeninos con el significado de cualidad expresada por el adjetivo del que deriva. Suele designar conceptos que se distinguen por su condición elevada (estética, intelectual, moral, de categoría social o personal): Aspereza, belleza, limpieza, certeza, fineza, llaneza, nobleza, realeza. Designa actividad sea o no verbal (agudeza, bajeza, ligereza), y de objetos (aspereza, dureza, impureza). Algunos derivados están especializados como títulos y dignidades: Alteza, Realeza, Grandeza, Nobleza (los tres últimos incluso con valor colectivo).
«Puede alternar –eza con otros sufijos en la formación de nombres de cualidad, principalmente con –ez, -ura y –dad. Todas las palabras en –dad son heredadas en esta forma del latín, salvo terquedad. [...]
Se puede considerar este sufijo, si no totalmente improductivo en la actualidad, al menos en completa regresión a pesar de que antiguamente sus derivados superaban incluso a los en –ez. El único neologismo que registra Rainer (1993: 506), innobleza, lo es por prefijación. Según este autor existen unas 50 formaciones en –eza aún vigentes.» [Santiago Lacuesta, R. / Bustos Gisbert, E.: “La derivación nominal”. En: Bosque, Ignacio / Demonte, Violeta (eds.): Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Real Academia Española / Espasa Calpe, 1999, § 69.2.20.4-5]
-ura (del lat. -ūra)
1. suf. Forma sustantivos derivados de verbos, de participios pasivos o de adjetivos. Los derivados de verbos o de participios pasivos pueden significar cosas concretas. Montura, envoltura.
2. suf. Los derivados de adjetivos suelen denotar la cualidad relacionada con la palabra de la que derivan. Blancura, bravura, frescura.
Los sufijos -ez, -eza, -icia, -icie, -ura, -or, -era
«Es polémico entre los morfólogos si -ez y -eza deben interpretarse como variantes de un solo sufijo o como dos sufijos relacionados pero diferentes. Se elegirá aquí la segunda opción. Estos sufijos proceden de dos étimos latinos distintos. Ambos forman nombres de cualidad a partir de adjetivos, pero mientras que el primero sigue siendo productivo en la lengua actual, el segundo ha dejado de serlo.
Tampoco son hoy productivas sus respectivas variantes cultas -icie e -icia. Prácticamente todos los derivados en que aparecen, como avaricia, justicia, calvicie, planicie, son latinismos.
Se ha observado que -ez se adjunta preferentemente a bases adjetivas de más de dos sílabas, como en acidez, candidez, delgadez, rigidez, sencillez, timidez, mientras que -eza se conserva aplicado sobre todo a bases bisílabas, como en belleza, franqueza, limpieza, rudeza, tristeza. La falta de productividad de este último hace que hoy se formen también neologismos en -ez a partir de adjetivos de dos sílabas (chochez, memez, rojez), y que muchos derivados antiguos en -eza hayan sido sustituidos por nombres con otros sufijos. No se usan hoy los sustantivos clareza, derecheza, estrecheza o medianeza, que han sido sustituidos por claridad, derechura, estrechez y medianía.
Muchos de los nuevos derivados en -ez se caracterizan por expresar cualidades negativas, tanto en voces del español general (idiotez, ordinariez, tozudez), como en otras restringidas a ciertas áreas del español americano (boludez, cojudez, patudez).
Los derivados en -eza suelen expresar por igual cualidades positivas (franqueza, nobleza, pureza) y negativas (bajeza, torpeza, vileza). Se ha observado, por otra parte, que en uno y otro caso tienden a especializarse en alguna de las acepciones del adjetivo del que proceden, preferentemente las figuradas. Así, simpleza tiende a elegir la acepción ‘bobo, necio’ de simple, mientras que simplicidad se forma sobre otra más general (‘sencillo, no complejo’). Del mismo modo, flaqueza se centra en ciertos sentidos figurados de flaco, mientras que flacura se asocia con el sentido puramente físico de este adjetivo (‘de pocas carnes’).
Comparten los sustantivos en -eza la facilidad de los derivados en –ez para usarse como nombres contables en la interpretación de ‘dicho’ o ‘hecho’:
Lo único que les gusta es la bronca y decir ordinarieces;
Tenía que vengarse de las bajezas en que lo habían complicado;
La dejaba indiferente que la llamaran hechicera, satanista, corruptora de corrompidos, alienada y otras vilezas.
Designan también los derivados en -ez otras cosas materiales de distinta naturaleza (vejeces, exquisiteces), así como etapas de la vida humana (niñez, madurez, vejez).
El sufijo -ura forma un gran número de derivados de cualidad a partir de adjetivos (amargura, blancura, dulzura, frescura, hermosura). Se extiende ocasionalmente a los adverbios (lejos > lejura, usado en Colombia, Venezuela y algunos países andinos) y a los sustantivos (diablo > diablura).
En cambio, los formados sobre base verbal expresan acción o efecto (soldadura, voladura). Los nombres de cualidad en -ura suelen denotar propiedades físicas relativas al tamaño (altura, anchura, flacura), el tacto (asperura, finura), la temperatura (calentura, frescura), la consistencia (blandura), el color (blancura, grisura), el sabor (dulzura, sabrosura), el aspecto (buenamozura, feúra, hermosura), así como a ciertos rasgos del carácter y el comportamiento (bravura, cordura).
Varios de los derivados en -ura tuvieron en la lengua antigua un correlato con -or (altor, agror), el único sufijo que forma nombres de cualidad masculinos en español. Sin embargo, este sufijo no es productivo hoy y solo son de uso común dulzor, espesor, grosor, verdor y pocos más.» [RAE: NGLE-Manual, § 6.1.2a-e]
«En cuanto al significado en las formaciones con –ura el verdaderamente relevante es el cualitativo, hecho propiciado por la naturaleza de las bases, que son adjetivos en su mayoría. Pueden implicar solamente calificaciones no físicas ni materiales (bravura, cordura o locura); pero sobre todo es –ura (como –or) el sufijo de lo perceptible sensorialmente con referencia bien a colores (blancura, negrura, verdura), bien a sensaciones (amargura, blandura, dulzura, frescura), propiedades (espesura, lisura, llanura) o dimensiones físicas (altura, anchura, angostura, grosura, largura); aunque también son susceptibles mayoritariamente de aparecer en uso figurado con referencia no física o no material.
El sufijo –ura ha sido históricamente rentable en la derivación deadjetival. Sin embargo es hoy regresivo en el español de España a diferencia de lo que ocurre en el de América, donde es progresivamente productivo. No es difícil documentar en diversas zonas de América formas en –ura no usuales en España: agriura, buenamozura ‘belleza’, carura ‘carestía’, chiquitura ‘pequeñez, trozo’ y chirlura ‘insipidez, insustancialidad’, etc.» [Lacuesta / Bustos, o. cit., § 69.2.31.3-5]
Para más detalles ver las siguientes fuentes:
RAE: Nueva gramática básica de la lengua española, pp. 44-60.
RAE: NGLE-Manual, § 6-9.
RAE: NGLE, § 5-9