Numeración romana para siglos |
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¿Cuál es el origen o por qué se aplican los números romanos a la lectura de los siglos?
Ejemplo: siglo XX ó siglo XVIII.
El invento del cero
La palabra cero proviene de la traducción del sánscrito shunya (‘vacío’) al árabe sifr (صفر), de ahí la voz española cifra. Los árabes tradujeron la palabra sánscrita shunya por sirf, que también significaba ‘el vacío’. Este término árabe sirf se latinizó en Occidente como zephirum, de ahí cero. Los romanos no conocía el valor cero o ‘nada’. Los griegos decían que el cero no podía existir porque no representaba nada, pero un número es siempre una unidad.
El cero tal y como lo conocemos nosotros fue creado por los mayas ya antes de la era cristiana. Apareció también en la India en el siglo VI d.C. y llegó a Europa hacia el año 1000 d.C. a través de los árabes. El sistema de los números arábigos tardó en ser aceptado, pues la Iglesia consideraba el cero como producto de la magia árabe, era el número infiel.
Fue el matemático italiano Leonardo de Pisa, llamado Fibonacci (1200-1256) el que introdujo en Europa los métodos de cálculo árabes. Los comerciantes pronto se dieron cuenta de la utilidad del cero para sus cálculos, por ejemplo para hacer una cuenta tan sencilla como 2 – 2 = 0. La introducción de la numeración arábiga posibilitó hacer operaciones matemáticas más complejas como la multiplicación y la división.
Por tradición, seguimos usando los números romanos en aquellos casos en los que no se necesita el uso del cero para hacer combinaciones complejas. Desde que utilizamos el sistema decimal, los números romanos han quedado relegados a unas pocas funciones meramente decorativas como para referirnos a los siglos o para magnificar eventos como olimpíadas, certámenes, congresos, asambleas y para los nombres de reyes y papas.
Inicio de la era cristiana
En el 525 d.C., el papa Hormisdas (514-523) encargó a Dionisio el Exiguo, en latín Dionysius Exiguus (470-544 d.C.), monje erudito y matemático, establecer como año primero de la era cristiana el año del nacimiento de Cristo. Partiendo de un cálculo falso sobre el reinado de Herodes el Grande, dedujo que Jesucristo nació el año 753 de la fundación de Roma (lo correcto hubiera sido el año 748). No pudo establecer el orden de la nueva era partiendo del año cero, ya que en aquel tiempo no se conocía en Occidente la numeración arábica que emplea el cero, de modo que empezó con el siglo I.
La secuencia de los siglos no coincide con la de los años, por ejemplo el siglo XX (20) abarca los años 1901 al 2000 y esto se debe a que desde año 1 al 100 es el siglo 1 cuando debió ser el siglo 0. De haber tenido en cuenta el cero, no hubiera podido utilizar la numeración romana.
En Europa se consideraron los años como números enteros hasta el siglo XVI en el que se generaliza el cero en los cálculos matemáticos. Los trabajos del filósofo y matemático Descartes (1596-1650) descubren que el año es una unidad de medida y por tanto fraccionaria. La serie cronológica sólo puede ser cardinal. Si hiciéramos la datación de los siglos de la misma forma que la de nuestra edad, estaríamos todavía en el siglo XX. Para la edad elegimos el último año que hemos cumplido, mientras que para el siglo nombramos el siglo que estamos todavía recorriendo.
El Calendario Juliano
El Calendario Juliano sirvió para corregir los errores del calendario romano primitivo, y proporcionar a todo el Imperio las ventajas de un calendario uniforme. Julio César estableció este nuevo calendario, que entró en vigor el 1 de enero del año 45 a. d. C.
El Calendario Gregoriano
El Papa Gregorio XIII nombró una comisión para revisar el Calendario Juliano, de forma que la Pascua continuara coincidiendo con el principio de la primavera. En marzo de 1582, el papa Gregorio XIII abolió el Calendario Juliano, estableció el 1 de enero como principio del nuevo año y le restó 10 días en forma que el viernes 15 de octubre siguiera al jueves 4 de octubre. Este ajuste devolvió en el año 1583 el equinoccio vernal al 21 de marzo, fecha en que tal equinoccio se produjo en el año 325 del Señor, en que se reunió el Concilio de Nícea, que tomó el acuerdo de celebrar la Pascua el primer domingo siguiente a la Luna llena ocurrida el 21 de marzo o después de este día.