Pronombres personales enclíticos |
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Tengo una duda: ¿por qué aparecen en historias como por ejemplo de Horacio Quiroga El almohadón de plumas, formas verbales como: constatóse, pasábanse, paseábase. ¿Son verbos reflexivos? ¿O se agrega se a estos verbos para darles más énfasis?
Sé que en verbos reflexivos, en infinitivo, gerundio e imperativo positivo, el pronombre reflexivo se coloca al final. Pero, no sé como definir lo anterior. ¿Por qué se conjugan de esta forma?
Los pronombres personales enclíticos (formas átonas del pronombre) se adjuntan al infinitivo, gerundio y al imperativo en forma positiva: Me gusta verlo jugar. Ya lo estoy viendo. Míralo.
Cuando el verbo va en modo indicativo o subjuntivo, el pronombre personal átono se antepone siempre al verbo. Sin embargo, hasta el siglo XX se documenta la forma enclítica también en las formas personales del verbo, si bien a principio de oración o tras una pausa.
En la lengua literaria se siguen encontrando casos de posposición del pronombre personal átono a una forma personal. Esta posposición es admitida en el estilo literario siempre y cuando el verbo no sea un verbo subordinado a una oración principal y no esté en forma negativa. También se prefiere la posposición cuando el verbo va encabezando la frase:
Hallábase don Quijote tendido en el suelo, adolorido por la paliza recibida por parte de los arrieros, cuando su escudero, que a duras penas soportaba el dolor de las cadenas rolas sobre su espalda, replicó: -Señor mío, a pesar de vuestro juramento como caballero ándame de no comer en demasía.
El uso del pronombre átono pospuesto suena hoy como una elegancia afectada. Hoy se perciben los pronombres enclíticos a las formas conjugadas como arcaizantes.
Las formas personales del verbo con pronombres enclíticos que se registran en la zona noroccidental de España son calcos del gallego:
Me leí el libro rápidamente, y causome honda impresión.
Hace algún tiempo era habitual la enclisis en los mensajes telegráficos para ahorrar palabras:
Ruégole conteste urgentemente.
Citas
«Los pronombres enclíticos se adjuntan a los infinitivos en la lengua actual (verlo), a los gerundios (viéndolo) y a los imperativos (vedlo). No obstante, la enclisis a las formas personales del verbo (díjolo, violas, contestole) se documenta hasta el siglo XX tanto en el español europeo como en el americano, con más frecuencia a principio de oración o tras pausa. Aún se usan ocasionalmente en la lengua escrita, sobre todo en la literaria, formas verbales conjugadas con pronombres enclíticos, aunque suelen percibirse como arcaizantes. [...]
Es común la expresión interjectiva ¡Habrase visto!, con enclítico adjunto a una forma flexionada.
La posición que ocupa el pronombre se en las formas hágase, corríjase, léase, véase, etc. es la esperable, ya que se trata de imperativos. Son frecuentes léase y véase, que constituyen fórmulas de remisión dentro de un texto o un discurso. En la lengua popular de España se registran imperativos con proclíticos en las formas coincidentes con los tiempos del subjuntivo, como en Lo coja usted mismo; Me lo explique usted; Se sienten ustedes; Se callen todos. Estas secuencias están fuertemente desprestigiadas. En la literatura se utilizan de manera ocasional como recurso caracterizador: Padre, me ponga dos botellas.
En el español hablado hoy en el área noroccidental de la Península Ibérica se registran las formas personales del verbo con pronombres enclíticos, por calco del gallego:
La pobre niño murió pronto. Esta muerte causole un gran sufrimiento a mi esposo.
Hasta hace no muchos años fue habitual la enclisis en los mensajes telegráficos con el solo propósito de ahorrar palabras:
Ruégole haga llegar mi profundo sentimiento de pesar y condolencia a familiares de las víctimas trágico siniestro ocurrido.
Los infinitivos se construían con pronombres proclíticos hasta el siglo XV, pero sobre todo en el XIII y el XIV:
Salió el batel a le prender; Los quales príncipes vinieron sin les fazer ninguna fuerça.
No se usan en la lengua actual pronombres proclíticos con los infinitivos, salvo, ocasionalmente y en contextos negativos, en el español popular hablado en Asturias (España), como en por no lo decir a tiempo; para no lo comprar; etc. Tampoco los gerundios aceptan pronombres proclíticos en le español contemporáneo.
Los pronombres enclíticos eran admitidos por los participios en la lengua medieval y en la clásica. Aparecen ocasionalmente –aunque con menor frecuencia– en la lengua literaria de los dos últimos siglos. La enclisis es más habitual en el segundo miembro de las expresiones coordinadas y en las formadas con tiempos compuestos.
Este uso se documento hoy en zonas de Costa Rica. También se registra de manera ocasional en textos literarios del español americano del siglo XIX y de la primera mitad del XX.»
[RAE: Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Libros, 2009, § 16.7e-i]
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«Las formas personales del verbo solo se emplean hoy con pronombres enclíticos en la lengua literaria (Diose por enterado), con la excepción del imperativo (Decímelo; Guárdatelas), en el que constituye la única opción en la lengua estándar. En estos contextos el morfema -mos pierde la -s ante el pronombre enclítico -nos: Alegrémonos por lo sucedido, pero no ante los demás pronombres: Digámosle la verdad. En los mismos contextos, la s- del pronombre enclítico se se funde con la de -mos: digámoselo, repitámoselo. La desinencia de la 2.ª persona del plural del imperativo en la variante ama-d pierde el segmento -d ante el pronombre enclítico -os: amaos.»
[RAE: Nueva gramática de la lengua española. Manual. Madrid: Espasa Libros, 2010, § 4.2.3d]
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«Cuando el verbo va en indicativo o en subjuntivo (excepto cuando el subjuntivo se usa para la expresión imperativa negativa: no se lo digas), el uso corriente actual antepone los pronombres átonos. En la lengua hablada, la posposición solo se da en alguna zona, como Galicia, por influjo de la lengua de la región. En la lengua literaria el pronombre puede posponerse al verbo, siempre que este no sea subordinado ni vaya en forma negativa; preferentemente, también, el verbo va encabezando la frase:
Hallábame cansado de mi larga peregrinación por el mundo.
El uso del pronombre átono pospuesto, que de suyo se siente hoy como una elegancia afectada y que hay que saber manejar con mucha discreción, llega a afear notablemente la prosa si se olvida esa condición que acabo de reseñar. Véase este ejemplo:
La casa del amo dejaba únicamente su tristeza de hogar deshabitado cuando aproximábase el día de la tienta de los becerros.»
[Seco, Manuel: Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe, 101998, p. 362]