Suramericano - Sudamericano |
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¿Cómo se les llama en español a los habitantes de América del Sur:
suramericanos o sudamericanos?
Para Manuel Seco, según el uso normal en España, la forma prefija de sur es sud-: Sudáfrica, Sudamérica, sudoeste, sudeste, sudvietnamita, sudcoreano. La RAE parece preferir la forma suramericano, pues bajo sudamericano remite a la definición bajo suramericano. El Manuel de español urgente, de la Agencia EFE, agencia española de noticias, prefiere sudamericano y suramericano, mientras que El Libro de Estilo de El País, al contrario, es tajante: “Suramérica, no Sudamérica”.
Se viene observando que, desde hace unas décadas, muchos hablantes españoles se esfuerzan por decir claramente suramericano y evitan conscientemente la forma con d: sudamericano. Según algunos comentaristas, los hablantes quieren evitar con ello la asociación del prefijo sud- con un término despectivo implantado en la jerga cheli de Madrid desde finales de los años setenta para los habitantes del subcontinente americano: sudoca o sudaca. A la degradación del término sudaca contribuyeron, al parecer, otros dos términos de la misma jerga: masoca (‘masoquista’) y sadoca (‘sádico’), recogidos en el Diccionario cheli de Francisco Umbral, editado en Barcelona por Grijalbo en 1983.
“La forma con -r- se está extendiendo de hecho, tanto en lengua hablada como periodística, a términos como sudafricano y Sudáfrica, que nunca se han visto directamente influidos por un despectivo sudaca.” [Ana María Vigara Tauste: Sudamérica, o sea]
sud.
1. m. Am. p. us. sur.
sud-. (Cf. sur).
1. elem. compos. Significa 'sur'. Sudoeste, sudafricano.
suramericano, na.
1. adj. Natural de Suramérica o América del Sur. U. t. c. s.
2. adj. Perteneciente o relativo a esta parte de América.
sudamericano, na.
1. adj. suramericano. [DRAE]
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«Sudamérica: En Sudamérica o Suramérica se encuentran Colombia, Venezuela, Guayana (en inglés Guyana), Surinam (antigua Guayana Holandesa), Guayana Francesa (territorio de la Comunidad Europea en ultramar) Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, Uruguay y Argentina.
Sudamericano, sudafricano: Correctos también suramericano y surafricano.» [Departamento de Español Urgente de la Agencia EFE]
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«sud-
Según el uso normal en España, la forma prefija de sur es sud-: Sudáfrica, Sudamérica, sudoeste, sudeste, sudvietnamita sudcoreano. También existe, pero con aceptación algo menor, la forma sur- (Surafrica, etc.). Esta forma sur- se prefiere en casos, como los de sudvietnamita y sudcoreano, en que se forma una secuencia de consonantes, /db, dk/, de pronunciación incómoda para el hablante español.»
[Seco, Manuel: Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe, 1998, p. 421]
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«Suráfrica, no Sudáfrica.
Suramérica, no Sudamérica. Geográficamente la componen los siguientes países: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela, más la República de Guyana (enterior posesión británica), Surinam (antes posesión holandesa) y la Guyana francesa. Políticamente, sin embargo, estos tres últimos son asimilables al grupo de las Pequeñas Antillas.
Sureste, no sudeste.
Surrealismo.
Del francés surréalisme, que fue mal traducido al español como ‘surrealismo’. El prefijo francés ‘sur’ corresponde en castellano a ‘supra’, ‘super’ o ‘sobre’ (en francés, ‘debajo’ corresponde a la partícula sous). Por tanto, surréalisme quiere expresar en francés algo que está por encima de lo real. Así pues, lo correcto en español sería ‘suprarrealismo’ o ‘superrealismo’, términos éstos que no hay que desechar aunque el uso haya impuesto ‘surrealismo’.»
[EL PAÍS. Libro de estilo. Madrid: Ediciones El País, 1991, p. 374]
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«Sudamericano, sudafricano, etc. Preferible a suramericano, surafricano, etc.»
[Agencia EFE: Manuel de español urgente. Madrid: Cátedra, 1987, p. 152]
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«Se escriben con mayúscula:
Los nombres de los cuatro puntos cardinales (Norte, Sur, Este, Oeste) y de los puntos del horizonte (Noroeste, Sudeste, etc.), cuando nos referimos a ellos en su significado primario, como tales puntos, o cuando forman parte de un nombre propio: La brújula señala el Norte; La nave puso rumbo al Noroeste; Corea del Norte; la Cruz del Sur. También se escriben con mayúsculas los casos de Polo Norte y Polo Sur. Sin embargo, cuando los nombres de los puntos cardinales o de los puntos del horizonte están usados en sentidos derivados y se refieren a la orientación o la dirección correspondientes, se escribirán en minúscula: el sur de Europa, el noroeste de la ciudad, el viento norte. También se escribirán en minúscula estos puntos cuando estén usados en aposición: latitud norte, hemisferio sur, rumbo nornoroeste. En el caso de las líneas imaginarias, tanto de la esfera terrestre como celeste, el uso vacila entre la mayúscula y la minúscula inicial, pero hoy parece ser mayoritario, y más recomendable, el uso de la minúscula: ecuador, eclíptica, trópico de Cáncer.» [RAE: sur.]
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Ángel Rosenblat, "¿Sudamericano o suramericano?", en Buenas y malas palabras en el castellano de Venezuela, Editorial Mediterráneo, Madrid, 1982 (6ª edición), tomo II, pp. 43-45. La siguiente cita procede de la página 45:
[...] hoy alternan sudamericano (también Sudamérica), que es lo académico y lo preferido desde la Argentina hasta el Perú, y suramericano, de Venezuela, Colombia, etc., que es lo analógico (en 1961 la Academia Colombiana pidió su legitimación). Hay que tener en cuenta que todos los derivados hispanoamericanos de sur conservan la r" [cita en este párrafo surazo, surero, sureño, suriano o surano, surestada] [...] En la actual reacción a favor de suramericano hay algo de antigalicismo y de antianglicismo. Se tiende a restablecer la regularidad a favor de la r, que, como es una innovación hispánica (en su origen era un "disparate", como la l del portugués Sul), parece más castiza.
[Citado por Ana María Vigara Tauste: Sudamérica, o sea]
Americanos y sudamericanos
«Las acusaciones de imperialismo formuladas a menudo contra los norteamericanos podrían encontrar un curioso argumento en el lenguaje. Los ciudadanos de los Estados Unidos de América, en efecto, cuando declaran su nacionalidad o hablan de sí mismos, se valen del gentilicio “americano”, pero no con la misma intención con que un español o un holandés amigos de las comunidades amplias podrían llamarse europeos, sino con la de aludir exclusivamente a su propia comunidad, los Estados Unidos. Y cuando el Gobierno de este país abre una casa en el extranjero para servir a sus fines culturales, políticos o propagandísticos, la bautiza así: “Casa de América”, no para arrogarse la representación de todo un continente, sino para prescindir de la mayor parte de él. ¿Qué son, pues, los ciudadanos del Perú, Argentina, Brasil, etc.? Nada más que esto: peruanos, argentinos, brasileños ... Tal vez los orígenes de la utilización exclusiva de aquel gentilicio se hallen en la época colonial de los Estados Unidos y resulte justificada en Inglaterra, pero es por demás chocante para los españoles, que consideramos americanos a todos los naturales de aquel continente y llamamos norteamericanos a los de los Estados Unidos, aunque no con demasiado rigor, porque en el Norte se encuentran también Canadá y México. Sin embargo, resulta todavía más chocante que en los países hispánicos de América se acepte el monopolio del repetido gentilicio y se llame en términos amistosos americanos a quienes en términos hostiles son llamados yanquis o gringos.
A otro imperialismo menor, pero muy eficaz a través de los libros, al de los franceses, se debe acaso en buena parte la difusión del término “latinoamericano”, aplicado a individuos de las comunidades resultantes de la acción de España y Portugal, lo que llamamos Hispanoamérica o Iberoamérica si incluimos el Brasil. Nada parece lograrse insistiendo en estas dos últimas denominaciones. No sólo en Europa es común aquella invención, sino que en la propia Hispanoamérica es general que los hombres de nuestra procedencia se llamen a sí mismos latinoamericanos, remontándose a unos orígenes históricos ironizados por la anécdota que sigue. En una ocasión, y en tiempos de la segunda República, nuestro embajador en los Estados Unidos asistía a una reunión de gente del país. En el curso de ella vino a encontrarse junto a un individuo que por la forma de hablar revelaba su condición de americano de ascendencia española. El embajador se dirigió a él con gran contento y le dijo:
-¡Ah! ¡Usted es hispanoamericano!
-No, señor. Yo soy latinoamericano – replicó con jactanciosa impertinencia el otro, que al parecer no simpatizaba con la República.
-Pues entonces hábleme usted en latín – invitó el embajador.
A éstos, a los de procedencia española, son muchos entre nosotros los que les llaman sudamericanos. Son los mismos que dicen Sudamérica, Sudáfrica, sudafricano, sudeste, sudoeste ... Ello nos lleva a nuestra actual denominación de los puntos cardinales (norte, sur, este, oeste), procedentes del anglosajón y del alemán (nord, sud, east, west). Decir Suramérica, suramericano, surcoreano, sureste, etcétera, parece lo más congruente con el citado norteamericano y con norteafricano, y también con noroeste, en que por pérdida de la articulación final, norte se ha hecho gemelo fonético de sur. Si con norte procediéramos del mismo modo que con sur, habría que decir nordamericano, nordafricano, como para acentual la incongruencia (cuyas razones históricas conocemos) se dice nordeste al lado de noroeste. Los términos norte, sur, este y oeste se han incorporado de tal manera al lenguaje común, que bien podría estimarse concorde con la lógica del hombre medio y con el mecanismo más usual de la composición obtener sus compuestos sin retorno a las formas originarias, para decir: noreste, noroeste, sureste, suroeste, etc.»
[Carnicer, Ramón: Sobre el lenguaje de hoy. Madrid: Editorial Prensa Española, 1969, p.49 ss.]