Vidit y vio |
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Me gustaría saber cómo ha sido la evolución de la palabra "vidit" en latín a la palabra "vio" en español.
Uno de los más importantes procesos fonológicos que afectaron al consonantismo romance fue el fenómeno de la llamada lenición [del latín lenis ‘suave’, ‘blando’, lenire ‘suavizar’, ‘calmar’, ‘ablandar’], que supone el paso de un sonido fortis (‘fuerte’) a lenis (‘débil’, ‘suave’, ‘blando’). El proceso puede terminar con la desaparición o elisión de la consonante.
La lenición es un proceso gradual que va desde la no lenición en los sonidos oclusivos sordos, al debilitamiento consonántico o sustitución de una consonante por otra más suave (lenis), y hasta la desaparición o pérdida total de una consonante al final de sílaba o entre vocales. Se trata de un fenómeno de las lenguas célticas por el que los fonemas consonánticos adquieren variantes relajadas en ciertos contextos. La lenición afectó a las consonantes intervocálicas: las sordas se sonorizaron y las sonoras desaparecen.
El sistema consonántico latino sufrió una serie de cambios desde el latín vulgar hasta la formación del castellano. Uno de los procesos que contribuyeron a este cambio fue la lenición. Empieza con la simplificación de grupos consonánticos latinos (geminación: RS > /ss/, PS > /ss/, PT > tt, NF > /ff/, etc., estos grupos consonánticos geminados se fueron luego simplificando: /-pp-/ > /p/, /-tt-/ > /t/, etc. La segunda fase del proceso de lenición fue la sonorización de algunas consonantes sordas intervocálicas: /p/ > /b/, /t/ > /d/ y /k/ > /g/. La tercera fase fue la fricatización de las consonantes sonoras intervocálidas: /g/ > /y/, /-b-/ > /B/, /-v-/ > /B/ y /-s-/ > /z/. La fase final de la lenición fue la pérdida de la nueva fricativa sonora.
El debilitamiento y la pérdida de la consonante dental -/d/- en posición intervocálica forma parte de uno de los procesos de lenición.
La –d- intervocálica se perdió en castellano. Casos de pérdida de –d- los encontramos muy a menudo
cadere > caer
iudice > juez
pede > pie
así como en formas con el sufijo de adjetivo –idu > -io
limpidu > limpio
sucidu > sucio
rigidu > recio
sapidu > sabio
tepidu > tibio
Excepto unos pocos casos en que la –d- intervocálica pervivió por haber caído la vocal átona:
calidu > caldo
frigidu > frío
rapidu > raubdo > raudo
fastidium > hastío
fidelis > fedelis > feelis > fielis > fiel
hodie > hoie > oy > hoy
cantatis > cantades > cantáis
sedere > seiere > sejer > seer > ser
vedere > veer > ver
Las tres consonantes latinas b, d, g pasaron a ser fricativas en romance, y con esta pronunciación unas veces permanecen y otras han desaparecido:
probare > probar
sabucu > saúco
nidu > nido
limpidu > limpio
plaga > llaga
litigare > lidiar
«La d latina intervocálica ya era fricativa durante el Imperio. En la época románica el castellano hacía la diferencia fonética y fonemática entre la d originaria y la de procedente de –t- sonorizada. Mientras que la –d- < -t- se mantenía oclusiva, la –d- originaria era fricativa floja y caduca, como lo prueba el que, mientras la –t- sonorizada se mantuvo siempre (todo, dedo, etc.), la –d- originaria unas veces quedó (sudor, nido, nudo, crudo, vado, con formas antiguas suor, crúo, nío), otras veces se perdió (creer, feo, pie, meollo, raíz, etc.).» [Alonso, Amado: De la pronunciación medieval a la moderna en español. Madrid: Gredos, 1967, vol. 1, p. 63]
Los perfectos latinos fuertes en –i desaparecieron, se debilitaron o cambiaron de clase. Sólo cuatro antiguos perfectos en –i pasan intactos al romance
feci, feni, vidi, fui
Al lado de las formas etimológicas fize, feziste, fezo, vin, veniste, veno, siguen las analógicas hice, hiciste, hizo, vine, etc.
En cuanto a vidi, del antiguo paradigma vi, viste, vío,, vido, viemos, viestes, vieron se pasó a vi, viste, vio, vimos, visteis, vieron. La –d- intervocálica se perdió, como hemos comentado más arriba.
Citas
«Lenición
Como lenición se conoce un fenómeno de las lenguas célticas por el que los fonemas consonánticos adquieren variantes relajadas en ciertos contextos: la diferencia con el conjunto de fenómenos al que a veces se llama “lenición románica” es que en aquéllos ha llegado a gramaticalizarse, mientras que en la Romania queda, donde lo hace, como simple variación fónica.»
[Cano Aguilar, Rafael: El español a través de los tiempos. Madrid: Arco Libros, 1992, p. 92 n. 25]
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„Lenición céltica y evolución romance
«He intentado establecer sólidamente –escribe Antonio Tovar– ejemplos de sonorización de oclusivas intervocálicas desde los siglos primeros del Imperio, que enlazan a través de documentos medievales con un rasgo característico de la evolución románica occidental. Mis colecciones de ejemplos de esta sonorización y caída de intervocálicas son principalmente peninsulares [...] Como la lenición céltica se puede dar por conclusa en el siglo V de nuestra era, puesto que no arrastró a las lenguas germánicas que entonces se establecieron en Gran Bretaña, no cabe duda que la lenición céltica y la sonorización observada en inscripciones latinas del Occidente se realizan en áreas geográficas continuas, con bilingüismo probado en muchas zonas durante varias generaciones y por las mismas fechas, por lo que ambos fenómenos han de estudiarse como estrechamente relacionados».
Por otra parte la primera vez que nuestro autor se refirió al fenómeno concluía así: «Queda pues como característico de la Romania occidental el fenómeno de la sonorización y caída de intervocálicas que estudiamos. Precisamente que falte en absoluto en la España del sur y el este (por eso entre los mozárabes no se daba aún), en la España que podemos resueltamente calificar de no indoeuropea, es una contraprueba segura».
[Abad, Francisco: Diccionario de lingüística de la escuela española. Madrid: Gredos, 1986, p. 160-161]
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yod.
(De or. hebreo).
1. f. Fon. Sonido i semiconsonante agrupado con la consonante anterior; p. ej., en pie, o semivocal agrupado con la vocal precedente; p. ej., en reino.
2. f. Letra que, en algunas lenguas, lo representa. [DRAE]
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«En algunos verbos se produjo la inflexión por –I-: FECI > fize, VENI > vine; pero en el siglo XIII aún se hallan fezo, veno (y, naturalmente, fezieron, venieron). Por su parte, VIDI perdió la –d- (salvo en Rioja: vide), por lo que vi parece regular; en cambio, vido (< VIDIT) sostuvo larga lucha con vío y vió; las demás formas son esperables (vimos o viemos, etc.; en Rioja: vidiemos, vidieron), salvo la aparición de veyeron, formado quizá sobre el radical ve- de veer más –ieron.»
[Cano Aguilar, Rafael: El español a través de los tiempos. Madrid: Arco Libros, 1992, § 5.1.3.2.2]
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«El verbo ver no parece derivarse inmediatamente del clásico videre, sino que pasó por el intermedio vulgar vedere, veder, ver.
La pérdida de la d medial es fenómeno tan frecuente que no merece parar en ella la atención. Como nuestra lengua huyó siempre de duplicar las letras, vees, veea, se redujeron a ves, vea. En el pretérito se dijo antiguamente vide, vido, del latín vidi, vidiste.»
[Padilla, Salvador: Gramática histórica de la lengua castellana. Madrid, 1905, § 232]
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«Casos en que la yod derivativa influye en la consonante anterior
DYY, GY y también BY (solamente en el caso de HABEAM > haya): la yod se funde con la consonante anterior y da, como cuando no es flexional, la medio palatal [y], que se perderá cuando le precede una vocal palatal e, e:
CADO, CECIDI, CASUM > CADĔRE > CADĒRE > caer
VĬDEO, VIDI, VISUM > VĬDĒRE > veder > veer > ver
RĪDEO, RISI, RISUM > RĪDĒRE > reír. [...]
Perfectos de inflexión vocálica
También se les llama perfecto en –I, sin sufijo, generalmente con simple alternancia de la vocal de la raíz respecto al presente (VĬDEO – VĪDĪ, VĔNIO – VĒNĪ...).
Solamente cuatro de ellos se transmitieron a los romances, los cuales subsisten en castellano moderno: FĒCĪ, VĒNĪ, VĪDĪ, FŪĪ.
FĒCĪ > fize
FĒCĬSTĪ > feziste
FĒCIT > fezo
Pero ya en el siglo XII se practicaba la uniformación en “i”, como hoy día: fize, fiziste, fizo... Sin embargo, la generalización de estas formas analógicas son “i” no se consumó hasta bastante más tarde, y aún Nebrija usa las formas etimológicas expuestas.
VĒNĪ > vine
VĒNĬSTI > veniste
VĒNĬT > veno
Como en el caso anterior, al lado de estas formas etimológicas se usaron desde antiguo las formas analógicas con “i”, como hoy: vine, viniste, vino...
VĪDĪ > vide > vid > vi
VĪDĬSTĪ > *vidiste > viiste > viste
VĪDIT > vido > vío > vió
VĪDĬMUS > vimos / viemos
VĪDĬSTIS > visteis / viestes
VĪDĒRUNT > vieron
Por su Ī originaria no tuvo las vacilaciones de los anteriores verbos.
FUI ofrece un desarrollo complicado, ya que supone dos etimologías: al lado de la forma literaria existía otra contracta vulgar; ambas, salvo en la primera persona del singular llevaban vocal breve inexplicada.»
[Urrutia Cárdenas, H. / Álvarez Álvarez, M.: Esquema de morfosintaxis histórica del español. Bilbao: Publicaciones de la Universidad de Deusto, ²1988, p. 224 y 250-251]
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«La yod de las terminaciones verbales
En latín hablado, la totalidad de los verbos terminados en –ERE o –IRE, junto con algunos en –ĒRE, –ĪRE, junto con algunos en –ĔRE, presentaban una yod inmediatamente después de la raíz en la 1a persona singular del presente de indicativo y en todo el presente de subjuntivo; ej. DEBEO (DEBERE), SALIO (SALIRE), CAPIO (CAPERE). Para eliminarla se conjugaron dos fuerzas en casi todos los casos: por un lado, la influencia analógica de las otras cinco personas del presente de indicativo (DEBES, SALIS, CAPIMUS), así como de gran parte de las restantes formas de estos verbos, que desconocían la semivocal; por otra parte, el influjo del modelo en –ĔRE, que no acostumbraba ofrecer una yod en el presente (VENDO, TRAHO, CADO, etc.).
Evidentemente, esta pérdida analógica de la yod hubo de ocurrir antes de que tuviesen lugar los cambios asimilatorios que se producían cuando determinadas consonantes iban seguidas de [j]; por ello, la /k/ en ejemplos como FACIO (analógicamente reducido a */fako/ no pudo palatalizar, sino que permaneció como velar y dio luego paso a /g/ en español medieval: fago (esp. mod. hago).
Sin embargo, en un reducido grupo de verbos, cuyo presente contenía una yod, éste sobrevivió lo suficiente como para combinarse con la consonante final del radical y originar así un nuevo fonema. Los verbos en que operó esta combinación pertenecen a los siguientes tipos:
(a) aquellos con raíz terminada en –D-, -G- o (en ocasiones) –B-:
VIDEO > veo
RIDEO > río
AUDIO > oyo > oigo
SEDEAN > sea
FUGIO > huyo
HABEAM > hay
(b) los dos verbos con radical acabado en –Ap-:
CAPIO > quepo
SAPIAM > sepa
y uno que finaliza en –AC-: PLACEAR > plega.
(c) verbos en –N- (VENIOI, TENEO, REMANEAT). En estos verbos la yod parece haber persistido lo suficiente como para combinarse con la –N- y producir una alternancia consonántica sin precedentes (VENIO > *veño vs. VENIS > vienes).»
[Penny, Ralph: Gramática histórica del español. Barcelona: Ariel, 2001, p. 168-169]
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«Pretérito fuerte
La raíz de los perfectos “fuertes” latinos no era tónica en todas las personas: las formas de la 2a persona se acentuaban siempre en la desinencia (FECÍSTI, FECÍSTIS] y las de 3a de plural lo hacían frecuentemente (HABUÉRUNT]. En el latín hablado de Hispania, sólo las formas de 1a y 3a persona de singular permanecieron como fuerte (FÉCI, FÉCIT), mientras que la 1a y 3a de plural se transformaron siempre en débiles (FÉCIMUS > FECÍMUS, FÉCERUNT > FECÉRUNT); no obstante, se suele continuar designando como “fuertes” a estos paradigmas (mixtos) de pretérito. [...]
Todos estos desplazamientos acentuales se han producido, sin duda, por analogía con los pretéritos débiles y con las formas en –ra y –se de los verbos regulares de la segunda y tercera conjugación.
Ahora bien, la influencia de las formas débiles sobre las fuertes no se limitaba al esquema acentual, sino que las propias desinencias de los paradigmas débiles de los verbos en –er y –ir a menudo infectaban a los fuertes. [...]
Muchos verbos fuertes en latín (y cuya raíz de perfecto difería de la de presente, infinitivo, etc.) muestran en español una acentuación débil (y la misma raíz en el pretérito que en el presente; así, ÁRSI “yo ardí” (perfecto de ARDEO) aparece como ardí en español medieval.
Los perfectos fuertes latinos pueden ser agrupados en cuatro tipos; en español moderno encontramos descendientes de todos, aunque de dos de ellos apenas se han conservado unos pocos. El tipo terminado en –UI (HABUI [HABERE]) se daba con mayor frecuencia en los verbos en –ERE; de éstos se extendió analógicamente a algunos en –ERE. El acabado den –SI (escrito –XI en combinación con una /k/ o /g/ al final del radical) se registraba principalmente en el modelo en –ERE (SCRIPSI [SCRIBERE], DIXI [DICERE]) pero incluía también elementos de la segunda conjugación (MANSI [MANERE]). Los perfectos en –I, cuya vocal radical presentaba a menudo modificaciones en relación a la del presente, se distribuían de modo similar (FECI [FACERE], VIDI [VIDERE]); lo mismo ocurre con un representante ocasional de la conjugación en –IRE (VENI [VENIRE]). Por último, los perfectos reduplicados se encuentran principalmente en la conjugación en –ERE (VENDIDI [VENDERE]), a la que pertenecían originariamente DARE y STARE (perf. DEDI, STETI). [...]
Sólo cuatro perfectos fuertes del tipo caracterizado por –Ī (junto con el cambio de vocal radical) han pasado al español. Es el paradigma medieval que desciende de FECI; el del medieval vin(e) (< VENI) es similar desde todos los puntos de vista. [...]
Por lo que se refiere a VIDI, dado que en su raíz había ya una vocal cerrada, el descendiente medieval de este perfecto fuerte no ofrece más vocal radical que la /i/. Sin embargo, el destino variable de la –D- intervocálica provoca una alternancia de formas en español medieval; las más habituales son:
VIDI > vide, vi
VIDISTE > vist(e)
VIDIT > vido, vio
VIDIMUS > vimos
VIDISTIS > vistes, viestes
VIDERUNT > vieron
Ocasionalmente registramos también viest(e), viemos, vidiest(e), vidiemos, vidiestes, vidieron, sobre todo en textos tempranos que no corresponden al área central peninsular. La forma vio se acentuaba al principio vío (como lo revela la versificación asonante), pero este modelo dio paso rápidamente a vió, a causa del influjo de los verbos débiles en –er/-ir. Las variantes alternativas vide/vi y vido/vio continuaron coexistiendo en el castellano estándar hasta el Siglo de Oro, si bien a partir de ese momento vide y vido se reducen al uso no estándar (incluyendo el español americano no estándar). Al mismo tiempo, igual que en el paradigma débil, se abandonaron los desarrollos con /ie/ vieste, viemos, viestes en favor de sus equivalentes (ya más comunes) viste, vimos, vistes; la última forma mencionada se convirtió en visteis durante el siglo XVII, paralelamente a lo ocurrido con las demás 2as personas de plural.»
[Penny, Ralph: Gramática histórica del español. Barcelona: Ariel, 2001, p. 205-211]