Usted o tú - Tratamiento padres a hijos |
© Justo Fernández López – www.hispanoteca.eu |
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En uno de los exámenes de español que yo califico en la primera portada han puesto esto: Die Korrektur dieser Arbeit basiert auf den Regeln der spanischen Standardgrammatik. Regionale und landesspezifische Varianten können nicht berücksichtigt werden.
Me gustaría saber su opinión al respecto y luego preguntarle si el uso del usted y el tú en imperativo en los niños entra en este concepto de las variantes. ¿Cómo se podría detallar más esta advertencia?
Todos los otros ítems tienen la persona detrás del infinitivo. Solo este caso no.
Ejercicio 4: Completa las frases con el imperativo adecuado. (5 puntos)
Ejemplo: El jefe a su empleado:
(Venir, usted) a mi oficina, por favor.
Venga a mi oficina, por favor.
Una madre a su hija en la playa:
¡Sara, (ponerse) ________ la crema de sol!
La respuesta dada en la clave: ponte, pero algunos estudiantes han puesto póngase.
«Tú y USTED
Los dos tipos básicos son el tratamiento DE CONFIANZA o DE FAMILIARIDAD (tú, vos) y el DE RESPETO (usted). Se percibe en el español contemporáneo un notable desarrollo del trato de familiaridad, como signo de cercanía o igualdad. En aquellas zonas en las que tú y vos coinciden, el TUTEO es normal entre familiares, compañeros y colegas, pero se ha extendido a situaciones reservadas hasta hace poco al trato de usted, como las relaciones entre personal sanitario y pacientes o entre profesores y alumnos. Con todo, existen en este punto marcadas diferencias entre áreas lingüísticas. En general, el tuteo está más extendido en España que en América. En algunas zonas voseantes de este continente existe un sistema tripartito en el que tú constituye un grado intermedio entre vos (máxima confianza) y usted». [RAE: Nueva gramática básica de la lengua española. Madrid, 2011, p. 106-107]
El trato de usted de padres a hijos no es usual en el español estándar, se atestigua solo en zonas rurales de muchos países americanos, especialmente en contextos en los que se les reprende o se les ordena alguna cosa.
Vos era el antiguo pronombre personal de 2.a persona de singular usado como tratamiento normal, frente al tú, que se dirigía a los inferiores o se usaba entre iguales de la mayor intimidad, y al vuestra merced, tratamiento de respeto. El pronombre vos llevaba las formas verbales correspondientes a ‘vosotros’ (vos decís) y su posesivo era vuestro. Este pronombre desapareció en el uso de España a lo largo del siglo XVII, quedando reducido el sistema de la 2.a persona a la oposición tú (tratamiento de confianza) / usted (tratamiento de distancia), con las formas vosotros / ustedes para la 2.a persona de plural.
«El pronombre tú constituía la forma normal de trato en latín para dirigirse a un solo individuo. Para dirigirse a varios se usaba vos. En la actualidad, el pronombre tú es la forma no marcada que designa el trato de confianza en español, aunque vos ocupa su lugar en muchas zonas. En español medieval se usaba generalmente vos para el trato entre iguales, mientras que se reservaba la forma tú para dirigirse a los inferiores, salvo que existiera gran confianza entre los interlocutores. En general, el tuteo recíproco era infrecuente en el español clásico, excepto en situaciones de gran proximidad afectiva. [...] Con el reajuste de las formas de tratamiento que tuvo lugar en español en los siglos XVI y XVII, quedó el pronombre tú para el trato de confianza, en contraste con usted, que representa la forma característica del trato de respeto. La extensión de tú a las situaciones en las que tradicionalmente se usaba usted es el rasgo más característico de la evolución de estos dos pronombres a lo largo del siglo XX. [...]
El trato de usted dirigido a los padres era relativamente habitual hasta la primera mitad del siglo XX. Hoy se documenta en ámbitos rurales, algo más frecuentemente en el español americano que en el europeo. No obstante, esta forma de tratamiento se registra en la Sierra peruana y ecuatoriana también entre hablantes de nivel social medio o alto. El trato de usted de padres a hijos se atestigua en zonas rurales de muchos países americanos, especialmente en contextos en los que se les reprende o se les ordena alguna cosa:
Me eché a la cuja bajo cobijas y trapos sueltos. Al otro día, muy de mañanita, me despierta mi madre: –Hijito, vaya al cañaveral del Alto de Godoy y tráigame una caña gruesa y larga. –¿Y la bandera? –Haga lo que le digo. Vaya a traerme esa caña (Draghi, Hachador).
El trato de usted es hoy frecuente en algunos países americanos en la relación entre nieto y abuelo, pero son más las áreas lingüísticas en las que se mantiene para dirigirse a los suegros. También se registra esta forma de tratamiento en España, aunque va perdiéndose en las últimas generaciones. El trato de usted entre hermanos es hoy muy raro en el mundo hispánico, pero se ha documentado en Costa Rica y en algunas zonas de Colombia y de Venezuela. Se observa en el español costarricense actual un ascenso notable del trato de usted, que se extiende en los ámbitos de confianza.
En ciertas áreas rurales de Centroamérica y del Caribe continental se ha documentado el trato de usted entre cónyuges o entre enamorados. También se registra en el español chileno y en el hablado en el noroeste de Argentina, áreas en las que se asocia con un mayor grado de intimidad en la pareja. En la España de los siglos XVIII, XIX y parte del XX era frecuente el tratamiento de usted entre hombre y mujer en las situaciones de galanteo, y solo se pasaba al trato de tú cuando la relación se asentaba o se ganaba mayor confianza». [RAE: Nueva gramática de la lengua española. Madrid, 2009, § 16.15.f y 16.15s-u]
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«¿Somos capaces de calcular cuánto ha costado a la humanidad elaborar el código de conducta civilizada que ahora se desmorona? ¿Qué cantidad de doma tuvo que experimentar la especie para que, por ejemplo, sus crías cedieran su asiento en el autobús los adultos desgastados y a las hembras visiblemente encintas? Nada más simple, en cambio, que ese tirón con que me derribó mi perro al acudir a un olor sexual irresistible; ventajoso, sin embargo, para mi perro, que, al verme en el suelo, vino a lengüetearme el rostro. Lo he recordado hoy cuando, en el Metro, yendo a ocupar un sitio libre, se me ha adelantado de un empujón una niña de siete u ocho años, azuzada por su madre. Al mirarme no era triunfal el destello de sus ojos, sino desdeñoso. No exento, ciertamente, de belleza: la de un animalillo joven contemplando altanero al macho torpe. Todos esos siglos de doma están abocados a un fracaso final. [...]
El tuteo, pavorosamente extendido, es una de las manifestaciones más visibles de esta crisis. Al terminar una de mis últimas clases, se me acercó una alumna de fino aspecto; no quiso ofenderme con su pregunta: “¿Has publicado algo sobre esto que nos has dicho?”. Ya era incapaz de entender la diferencia entre nuestros respectivos papeles sociales. [...] Me contaba una dama amiga su estupor cuando, en una clínica de lujo, al disponerse el enfermero a afeitar el pubis a su esposo, preparándolo para una operación, le decía jovial y estimulante: “Hala, que te voy a dejar pelado como un niño”. Su esposo es uno de los más respetables varones de nuestro país; pero no merecía el usted del respeto más que el más pobrecillo paciente, en trance de tanta humillación.
Si en lugares tan serios se tutea a mansalva, cuánto más en el imperio de la trivialidad. Allá van entrevistadores y entrevistadoras de los audiovisuales expeliendo tús como flatos de campechanía, lanzados a diálogo con desconocidos visibles o invisibles, pero fugazmente entrañables, que les corresponden de igual modo, felices por llamar Isabel o Luis a tan famosos durante un minuto. Y si Isabel o Luis entablan coloquio con un importante, pongamos un Nobel; ¡cuánto de su prestigio les alcanzará si lo tratan con ese tú gorrón de famas!
Tal allanamiento empezó entre comunistas y fascistas. La distinción en el trato basada en la distinción entre personas era injuriosa, liberal y elitista. Los camaradas quedaban igualados mediante esa ficción verbal; por supuesto, solo mediante ella, pero satisfacían el resentimiento contra lo superior que nutre tales ideologías. Poco a poco, el igualitarismo de trato ha empapado la sociedad entera, ya sin significado político, pero sí psicosocial. No entra en mis competencias analizarlo, aunque percibo que desempeña diversas funciones. Una muy visible es la de forzar connivencias beneficiosas. El profesor, por ejemplo, que acepta o fomenta el tuteo de sus alumnos puede sentir protegida su posible incompetencia por la camaradería en el aula. El tuteo indiscriminado: anulación de diferencias naturales, trivialización de las relaciones humanas, falso desmantelamiento de la intimidad, destrucción de señales imprescindibles para un funcionamiento social civilizado».
[Lázaro Carreter, Fernando: El dardo en la palabra. Barcelona: Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2001, p. 549-551]