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Se en expresiones de fuerza mayor

© Justo Fernández López

Gramática española - Nivel superior

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expresiones de "fuerza mayor"

se me, se te, se le ...

Ver también: Dativos superfluos

 

«Ningún concinero/a hispanohablante ampleará la estructura He cortado la mayonesa o

He estropeado la mayonesa, aunque sea consciente de que la culpa es suya.

Insistamos, pues, en los aspectos que diferencian a nuestra lengua de otros sistemas lingüísticos y conservemos como oro en paño este nuestro sistema pronominal, que nos permite ser posesivos, subjetivos, afectivos, protagonistas y hasta irresponsables».

[Soler Espiauba, Dolores: El español, lengua afectiva, posesiva e ...¿irresponsable?

En: Cuadernos Cervantes, N° 6, Marzo 1996]

¿Qué significa fuerza mayor?

fuerza mayor

1. f. La que, por no poderse prever o resistir, exime del cumplimiento de alguna obligación.

2. f. La que procede de la voluntad de un tercero. [DRAE]

Un caso de fuerza mayor (alemán 'höhere Gewalt') es un obstáculo insuperable debido a causas naturales o fortuitas, que no se puede prever ni vencer, y exime de culpabilidad y responsabilidad, así como del cumplimiento de alguna obligación: Faltó al trabajo por razones de fuerza mayor.

El término legal "fuerza mayor" se refiere normalmente a eventos imprevistos fuera del control de quien lo declara y que le impiden cumplir con compromisos contraídos previamente. Ejemplo:

«En los casos en que el despido fuese dispuesto por causa de fuerza mayor o por falta ó disminución de trabajo no imputable al empleador fehacientemente justificada, el trabajador tendrá derecho a percibir una indemnización equivalente a la mitad de la prevista en el art. 245 de esta ley.»

A case of deadly force = Un caso de fuerza mayor [título de una película].

Se me, se te, se le ... en expresiones de fuerza mayor

me

te

se

nos

os

se

olvidé

olvidaste

olvidó

olvidamos

olvidasteis

olvidaron

 

 

las llaves en la oficina

 

 

>

se

se

se

se

se

se

me

te

le

nos

os

les

 

 

olvidaron

 

 

las llaves en la oficina

 

me

te

le

nos

os

les

 

 

caían

 

 

las lágrimas

 

 

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se

se

se

se

se

se

me

te

le

nos

os

les

 

 

caían

 

 

las lágrimas

 

rompí

rompiste

rompió

rompimos

rompisteis

rompieron

 

 

el vaso

 

 

>

se

se

se

se

se

se

me

te

le

nos

os

les

 

 

romp

 

 

el vaso

 

apreté tanto que lo rompí

apretaste tanto que lo rompiste

apretató tanto que lo rompió

apretamos tanto que lo rompimos

apretasteis tanto que lo rompisteis

apretaron tanto que lo rompieron

 

 

>

apreté tanto que se me rompió

apretaste tanto que se te rompió

apretató tanto que se le rompió

apretamos tanto que se nos rompió

apretasteis tanto que se os rompió

apretaron tanto que se les rompió

 

Ejemplos:

se me escapó el autobús

mir ist der Bus vor der Nase weggefahren

se le cayó el vaso de la mano

ihm  ist das Glas aus der Hand  gefallen

se me ha extraviado la cartera

mir ist die Brieftasche verloren gegangen

se nos ha terminado el pan

uns ist das Brot ausgegangen

se te está cayendo el pelo

dir fällt das Haar aus

se me paró el  reloj

mir ist die Uhr stehen geblieben

se me escapó el detalle

mir ist diese Einzelheit entgangen

se me escapó el canario

mir ist der Kanarienvogel entflogen

se me escapó el perro

mir ist der Hund entlaufen

se le escapó el gato

ihm ist die Katze entlaufen

se me escapó el santo al cielo / se me fue el santo al cielo

ich stehe auf der Leitung

se me cerró la puerta con las llaves por dentro

se me salió el agua de la bañera

se me fue la leche por el fuego

se nos cortó la luz durante la cena de gala

se me quemó la paella por atender a una llamada telefónica

se me está cayendo el pelo

se le ve el plumero

se le ven los pechos cuando se agacha

el que mucho se agacha se le ve el culo

se le nota en la cara que le da vergüenza decirlo

se le fue la lengua

la sopa está salada porque se me fue la mano

por las mañanas se me pegan las sábanas y me cuesta levantarme

se me durmió la pierna

se me nubló la vista

se le cerró la puerta con las llaves por adentro

se le saltaron las lágrimas

se le puso la piel de gallina

se le subió el alcohol a la cabeza

se le pusieron los pelos de punta

se me fue el santo al cielo

se me fue la leche por el fuego

se me rompieron los esquís

se me desató el zapato

se me rompió un tacón del zapato

se me aflojó un tornillo de la rueda trasera

se me paró el motor

se me quemó la comida

se nos fue el tren

se nos olvidó invitarlo

se os olvidó venir a nuestra fiesta

se les quemó la casa

El español, lengua afectiva, posesiva e ... ¿irresponsable?

Por Dolores Soler Espiauba. En: Cuadernos Cervantes, N° 6, Marzo 1996

«A nadie que conozca, siquiera suficientemente, el carácter subjetivo y apasionado del español medio le podrá sorprender el hecho de que los medios para la expresión afectiva de esta lengua sean particularmente ricos y variados. Es más: Me atrevo a afirmar que de todos los pueblos, incluso meridionales, de Europa, el español se lleva la palma en este aspecto.»

«Son palabras de Werner Beinhauer, autor en 1964 de la Summa Teológica del español coloquial, terreno movedizo e inestable por excelencia.

Al referirme al español coloquial desearía dejar claro que el adjetivo no tiene la menor connotación peyorativa y que, como afirmaba B. Steel, „se trata de un uso de la lengua particularmente informal (con frecuencia „chispeante“ o „popular“), en especial aquel uso que difiere de alguna manera del lenguaje formal.“

Un hablante culto es alguien capaz de dominar varios y diferentes registros de lengua, sabiendo adaptarse a situaciones e interlocutores diversos. Así, pues, ateniéndonos a la definición de Steel, el hablante navegará por aguas coloquiales siempre que deba utilizar un registro de lengua no formal. Es fácil imaginar que el registro formal quedará reducido a situaciones muy específicas y a situaciones profesionales y aun así, no en todos los casos, ya que muchas profesiones no exigirán en absoluto su uso.

A diferencia de otras lenguas como el inglés, en las que conviven con la lengua culta diferentes sociolectos hablados por minorías, un observador extranjero puede sacar la impresión, a primera vista, como señala Ángel López García, de que sus hablantes lo utilizan de forma „vulgar“ o „popularista“, mientras que la realidad nos muestra que en español la forma coloquial de un médico, una abogada o un profesor no difieren demasiado de la de un albañil o una camarera.

Habla María Vigara de „...la expresividad que impregna nuestra vida cotidiana, que vendría a ser algo así como la manifestación externa del ánimo del hablante.“ Y en la misma línea afirma Emilio Lorenzo que „el hablante obedece a todo, en el acto coloquial, a impulso de comunicar su propio yo“. Lo cierto es que en cualquier terreno de comunicación en que se sitúe el ser humano: vida familiar, relaciones amorosas, intercambios comerciales, actividades lúdicas o artísticas e incluso defensa o ataque de ideologías filosóficas y políticas, el hablante aparece casi siempre convencido de lo que piensa e intenta convencer a su interlocutor, influir sobre su punto de vista y ganarlo para su causa. En situaciones más extremas, pero no menos frecuentes, expresará sus aficiones y sus rechazos, sus aversiones y sus pasiones, su horror y su miedo, su irritación y su violencia. Dispondrá en todas estas circunstancias de una serie de recursos y estrategias que irán desde el anacoluto o dislocación sintáctica (lo que no significa en absoluto ausencia de sintaxis, sino una sintaxis diferente) hasta el uso de los más variados apreciativos, basados en la sufijación, pasando por todo tipo de expletivos, muletillas, síncopes y elisiones, cuya única finalidad será dar énfasis a su discurso y hacer adoptar al oyente su visión del mundo a través de esta intensificación del sentimiento. Las alteraciones sintácticas del diálogo se explican en razón de la espontaneidad del hilo comunicativo, que va haciendo aparecer el verbo, complementos y sujeto, conforme éstos afloran a la mente del hablante, con gran profusión de elementos innecesarios para la comprensión del mensaje, pero esenciales en cuanto al énfasis afectivo. Todos los profesores de ELE hemos vivido el calvario de tener que trabajar en determinados manuales con diálogos carentes de expletivos, de expresiones de relleno y de interjecciones; con un orden y una sintaxis absolutamente perfectos pero imposibles de imaginar en boca de his- panohablantes normalmente constituidos. Les faltaba precisamente, eso: Lo superfluo, que es la raíz de la expresividad.

Citando a Rafael Lapesa, vuelve a decir Ángel López García: „La base del español está constituida por la detección de una serie de propiedades gramaticales que vienen a singularizar la importancia y autonomía de la persona y de las relaciones: el uso de la preposición a ante el objeto directo de persona; el leísmo o uso de le para el acusativo masculino de persona o la proposición del acusativo de cosa, que no controla la acción del verbo: me duele la cabeza, llegó la noche.“ Para Lapesa, finalmente, el español sería una lengua de forma interior personalizada.

Además de ser el español una lengua eminentemente popular, „que se ha ido conformando -según Sánchez Lobato- de abajo arriba“, es también a mi modo de ver una lengua „visual“ o mejor dicho, hablada por un pueblo que, al pasar gran parte de su tiempo en la calle o espacios públicos, dedica más horas que otros a mirar y a comentar aquello que ve, terreno éste muy propicio a la expresión de ciertos sentimientos.: El asombro, la burla, la admiración, la compasión, el disgusto, la impaciencia, el deseo (pensemos en el [¿tristemente] célebre piropo español, en vías de desaparición por evidentes razones sociológicas.

Si tenemos en cuenta la afirmación de Margarita Porroche: en todo el aprendizaje lingüístico hay una fase de „saber idiomático“ y otra de „saber expresivo“, habrá que prestar una especial atención a la adquisición por el estudiante de las claves de acceso a la expresión de los sentimientos o, al menos, a su comprensión, ya que con demasiada frecuencia han quedado relegadas en nuestra enseñanza las marcas intensificadoras, así como gran parte de elementos característicos de la afectividad, es decir: la redundancia, el énfasis pronominal y el uso constante de muletillas e interjecciones.

Inicia, pues, este artículo, teniendo como principal objetivo lo anteriormente enunciado, un estudio de diversos aspectos de la expresión de los sentimientos en el español actual, sus estratagemas y sus recursos, a fin de familiarizar con sus características a nuestros estudiantes de ELE.

Aspectos posesivos y afectivos de la función pronominal

A medida que el estudiante de ELE va avanzando en su conocimiento de las estructuras fundamentales de la fonología, morfología y sintaxis, va a ir descubriendo paralelamente una serie de características cuya jusficicación no se sitúa exactamente en el terreno gramatical, aunque su estructura esté perfectamente gramaticalizada y pueda enmarcarse dentro de márgenes muy determinados.

Las estructuras que han despertado mi atención lo han conseguido sobre todo por su connotación subjetiva, es decir, psicológica. Esta subjetividad me parece ser característica esencial del español hablado, nota que despierta gran interés, por no decir fascinación, entre los alumnos procedentes de otras áreas lingüísticas. En una reciente discusión en el marco de una de mis clases de nivel avanzado, alumnos de África anglohablantes sostenían que el inglés es una lengua perfectamente objetiva y distante y que para ellos, africanos, no era sino la lengua de trabajo, de los estudios, de los intercambios profesionales, no utilizándola nunca en intercambios informales o de mayor contenido afectivo, es decir: familiares, sociales o amorosos. En estas últimas situaciones, más flexibles y adecuadas a aquéllas. Incluso en reuniones de grupos pertenecientes a diferentes países africanos representados en Bruselas, tanto los anglófonos como los francófonos pasaban automáticamente a la comunicación en francés, por encontrar esta lengua más dúctil y adecuada que el inglés a situaciones informales en las que interviene frecuentemente el componente afectivo. Y en esta misma conversación, tanto los angl´fonos, africanos o no, de la clase, como los demás alumnos, coincidieron en calificar el español como lengua de grandes recursos subjetivos. En parte, merced a su riqueza de sufijos apreciativos y en parte, y sobre todo, por esas pequeñas piezas maestras llamadas por Alarcos „incrementos átonos de interés“ y que pueden ir desde la idea de posesión hasta la de protagonismo o de rechazo de la responsabilidad, pasando por otros muchos matices. Se trata, naturalmente, de los pronombres.

Es lógica la omnipresencia compensatoria del pronombre cuando el sistema posesivo es poco consistente, como lo es en español. (De todos es sabido que se reconoce a un mal traductor en el exceso de posesivos, de rigor en lenguas como el inglés, francés y alemán, pero superfluos en nuestro sistema), mas no siempre pueden parecer lógicas o, en cualquier caso, gramaticales, construcciones basadas en pronombres átonos del tipo: „Este niño no me come“, „Se le ha muerto su madre“, No me llores“, „Lo que me vale este hombre“, etc. Pensamos que la traducción a otras lenguas pasaría difícilmente por estructuras pronominales de este género.

Afirma Emilio Lorenzo en El español y otras lenguas que el español hace al sujeto menos protagonista que otras lenguas románicas y germánicas, basándose, por un lado, en el sujeto impersonal uno/na, que desplaza solapadamente la primera persona hacia la tercera y por otro lado, la incidencia de significado verbal sobre el llamado „sujeto lógico“, poniendo como ejemplo fórmulas del género: „me pasa, me ocurre, me apetece, me encanta, me molesta, me fastidia, me enloquece ...“, que no son exclusivas de nuestro idioma pero por las que éste muestra una gran predilección y que no siempre son fáciles de traducir: „Se me ocurre, no me da la gana, le da rabia, nos da el sol“ ... O bien: „Me toca a mí, les tocó la lotería, le duele el estómago, se le murió el padre“.

Sin embargo, frente a este rechazo de protagonismo que subraya muy acertadamente Emilio Lorenzo, yo señalaría, y siempre gracias al pronombre, el fenómeno contrario; es decir, una tendencia al protagonismo y a convertir en sujeto gramatical el elemento que en la realidad es complemento directo. En oraciones como: „Nos hemos construido una casa“, „Me he cortado el pelo“, „Se tiene que operar del riñón“.  Salta a la vista que el sujeto gramatical no ha tenido ninguna intervención en la acción del verbo. Otras lenguas europeas preferirían perífrasis del tipo: „Me he hecho cortar el pelo“, Se tiene que hacer operar“ o incluso „Se ha dejado construir una casa“. Se trata, en español, de oraciones seudorreflejas, cuyo sujeto se considera beneficiario o destinatario de la acción realizada por otro. No olvidamos por ello que el español posee recursos tales como la tercera persona del plural sin sujeto, que concede a la acción un confortable anonimato: „Me han cortado el pelo“ o „Me tienen que operar del riñón“. Parece observarse, no obstante, una preferencia por la personalización: „Se ha hecho un lifting“, „Me tengo que graduar la vista“, „Te has teñido de rubio“, etc. Posiblemente desee el sistema español resaltar así la intención o voluntad del hablante en la realización de acciones donde no es el sujeto gramatical, siendo el resultado un protagonismo evidente, claramente subjetivo.

¿A qué carta quedarnos entonces? ¿Personaliza o despersonaliza el español más que otras lenguas europeas por medio de sus estructuras pronominales?

Dice Criado del Val, comparando el francés y el español como las dos lenguas románicas más opuestas entre sí: „Entre el francés y el español hay una esencial oposición de modos de pensar, una divergencia entre la consideración objetiva, ante la que se ordenan como piezas de un gran edificio los objetos externos y el subjetivismo que refleja la imagen de esos mismos objetos pero vista a través de una lente viva y personal, transfigurados o desfigurados por el influjo de intereses, deseos y sentimientos. En el francés se intenta exponer una versión objetiva del mundo; en el español se imagina y configura ese mismo mundo según sea su interés por y para nosotros.“  Señala también Criado del Val, a propósito de subjetivización insólita, un fenómeno tan particular como la personificación de la Naturaleza en frases como: „Amanecí con dolor de cabeza“ o „Anochecimos en la carretera“. Este fenómeno, común al español y al portugués, tendría para él antecedentes árabes.

Podemos aportar aquí el testimonio de Beinhauer cuando cita a Spitzer en su Español coloquial: „Todas las cosas del mundo exterior están muertas para el hombre. Hay que infundirles vida para interesar al interlocutor por esas cosas muertas y esto se hace a través de palabras que posean el hálito vital del hombre: Los pronombres. El Dativo ético introduce al oyente como espectador de un acontecer que se desarrolla ante él, convirtiéndolo en público y testigo de lo inesperado“. Y el mismo Lorenzo, que abogaba antes por el rechazo del protagonismo, afirma que „la lengua coloquial se caracteriza por sus aspectos deícticos y egocéntricos, apelando constantemente la atención del interlocutor y resaltando la experiencia común o convivencia“.

Calificaba Andrés Bello de dativos superfluos o de interés „aquellos pronombres que tienen valor afectivo y que sirven para expresar la tristeza, la preocupación, la inquietud, el miedo, etc.“  Y da como ejemplos: „No te me manches“, „No me deis caramelos al niño“, „A ver si ustedes me lo emborrachan“. Para Alarcos, este me indica con énfasis la participación de la persona interesada (pero que no es el sujeto verbal): El hablante. Su misión es subrayar la relación interés (afectivo, sentimental, economía, social, etc.) entre el sujeto gramatical y el complemento de persona, al que representan.

El pronombre dativo tiene aquí la clara misión de reforzar la implicación subjetiva del hablante. Esta implicación se hace aún más personal e intensa en casos como: „La casa se nos llenó de gente“, „Este niño no me come“, „Lo que me vale, „Qué guapo te me has puesto“,

„Se le han ido todos sus amigos“, „Se me ha puesto malo“, „Se les ha fugado la hija“, „No te me caigas“, „No me seas cuentista“, „No me llores“, „Se nos ha escapado el gato“, „Se le emborracha el marido“, „Se les ha casado el hijo“, etcétera.

Si analizamos la naturaleza de todos esos verbos, observaremos que la mayoría son intransitivos y que están funcionando en forma pronominal: Venirse, irse, ponerse, morirse, fugarse, caerse, irse, escaparse, casarse y llorar. Otros, como llenar, comer y valer, pueder ser transitivos, pero funcionan como intransitivos en los contextos anteriormente citados. Nos encontramos aquí ante lo que J. A. Martínez, citado por M. A. Álvarez en su obra El pronombre, llama se intransitivador“ y que impide asimismo la aparición de complemento directo. Conocer todas estas circunstancias puede ser una ayuda en situaciones didácticas.

Ahora bien: ¿Qué valores adquiere por este procedimiento el pronombre dativo?

Intensifica sentimientos como:

La soledad: „Se le han ido todos los amigos“.

La preocupación: „Este niño no me come“, „Se me puso malo“.

Comprensión o crítica:  „Se le emborracha el marido“, „Se les ha fugado la hija“.

Tristeza o inquietud: „Se nos ha escapado el gato“.

Cantidad: „La casa se nos llenó de gente“.

Exasperación o burla: „No me vengas con cuentos“.

Advertencia: „No te me caigas“.

Podemos deducir que el pronombre dativo carece de carácter intensificativo cuando acompaña a un verbo transitivo, convirtiéndose en banal complemento indirecto. La estrategia subjetivadora consiste, pues, en adjudicar un complemento indirecto a verbos que lógicamente no lo admiten.

Ahora bien, si nos fijamos en cierta categoría de verbos, entraremos en la consideración de otro fenómeno pronominal y subjetivo que Emilio Lorenzo denomina „tangencialiad del acontecer“, que Roca Pons, en su  Introducción a la gramática  califica de „ausencia de  responsabilidad“ y que en la lengua coloquial podría equivaler a algo así como „quitarse el muerto de encima“. A mi parecer, se trata de una de las estructuras de más fuerte carga psicológica del español y se da cuando el sujeto, sea o no agente, es al mismo tiempo el objeto de la acción expresada por el verbo.

Damos aquí varios ejemplos:

Se te han roto las gafas.

Se me apagó la luz.

Se me ha salido el café.

Se me fue la leche por el fuego.

Se le ha quemado la carne.

Se me rompió el coche.

Se nos han perdido las llaves.

Se les quemó la casa.

Observamos las características siguientes:

1. Sujeto gramatical inanimado: Gafas, carne, café, llaves.

2. El objeto pasa a ser sujeto (relación de indentidad entre ambos).

3. La acción del verbo es independiente de la voluntad y tiene casi siempre resultados negativos o no deseados.

4. El verdadero sujeto lógico se convierte en un pronombre dativo, receptor de la acción.

Estos verbos poseen en su inmensa mayoría un sesgo semántico negativo, es decir, acciones de consecuencias enojosas: de aquí el rechazo de la responsabilidad por parte del hablante o la tangencialidad del acontecer mencionada por Lorenzo, o elmenos académico „quitarse el muerto de encima“ de que hablábamos antes. No es fácil de aceptar la responsabilidad propia cuando algo se ha perdido, roto, caído, desheho, quemado, pegado, salido, estropeado, averiado, manchado, desabrochado, arrugado, desatado, descosido, des-teñido, dado de sí, quedado corto y mil etcéteras más de la lucha contidiana contra los objetos, ropas y enseres que son el decorado de nuestras vidas. Refugiándonos de nuevo en una terminología menos académica que la de los académicos anteriormente citados, podríamos englobar todos estos verbos bajo el término de „verbos catastróficos“, aunque el término no nos parezca del todo serio.

Por este procedimiento, el sujeto real de la acción intenta descargarse de su responsabilidad otorgando al sujeto inanimado una vida y una autonomía d ela que en toda lógica carece. Ej.: „Se me ha cortado la mayonesa“. Ningún concinero/a hispanohablante ampleará la estructura „He cortado la mayonesa“ o „He estropeado la mayonesa“, aunque sea consciente de que la culpa es suya. El mismo funcionamiento tienen oraciones como: „Se me han perdido las llaves“ o „Se nos ha borrado el disquete“. Se trata de cierta resistencia a confesar públicamente la desidia, impericia o falta de profesionalidad propias.

Podría calificarse también esta actitud de fatalista: Se acusa al destino o a la fatalidad de lo que no es sino resultado de descuido, olvido, torpeza, distracción, impericia o negligencia.

El esquema gramatical de estas oraciones se presenta de la siguiente manera:

1. Pronombre reflexivo se

2. Pronombre Dativo C. D. (me, te, nos, les) detrás del cual se oculta el autor real de la acción

3. Verbo de 3ª persona singular o plural, según el sujeto gramatical. Se trata siempre de verbos en forma pronominal.

4. Sujeto gramatical: Nombre (o pronombre sustitutorio) pero que en realidad es el complemento de objeto directo real de la acción verbal.

4. El orden de estos elementos suele ser rígido e inmutable.

De cara a un objetivo didáctico podríamos agrupar estos verbos por áreas de acción o campos semánticos:

Ámbito de la memoria y la manipulación:

derramarse, estropearse, extraviarse, olvidarse

Se me han perdido los guantes. [verlorengegangen]

Se nos ha olvidado el paraguas.

Se le ha extraviado la agenda.

Se le ha estropeado la moto. [kaputtgegangen]

Se te rompió el jarrón.

Se os derramó la botella. [übergelaufen]

Se le va a caer el niño.

Ámbito del aspecto físico y el vestido:

abrirse, arrugarse, caerse, desabrocharse, desatarse, descoserse, desteñirse, engancharse, enredarse, ensuciarse, mancharse, mancharse, quedarse corto, quedarse pequeño, torcerse

Se le está cayendo el pelo.

Se te ha descosido el bajo.

Se te va a arrugar la chaqueta.

Se os ha quedado chico.

Ámbito de las tareas domésticas y culinarias:

consumirse, cortarse, derramarse, enfriarse, evaporarse, pegarse, quemarse, salirse, secarse

Se le han pegado las lentejas.

Se te está quemando algo.

Se nos ha evaporado el agua.

Ámbito de la mecánica y el bricolaje:

agujerearse, atrancarse, averiarse, cortarse, cruzarse, encasillarse, estropearse, fundirse, irse, pararse, pasarse de rosca, perforarse, pincharse, salirse

Se le encasquilló el fusil.

Se le cruzaron los cables.

Se me ha parado el reloj.

Ámbito de la costura y actividades manuales:

descoserse, deshenebrarse, deshilvanarse, encogerse, enredarse, romperse, torcerse

Se me han salido los puntos.

Se te va a deshenebrar la aguja.

Se le ha enredado el ovillo.

Podríamos encontrar nuevos ámbitos de acción de estos verbos, siempre que nos halláramos frente a una acción fracasada, íntimamente dependiente de un sujeto humano.

Así, un agricultor dirá que se le ha malogrado la cosecha o se le han secado los frutales; un comerciante, que se le ha estropeado la mercancía; un ama de casa, que se le ha enfriado la cena un conferenciante, que se le ha ido el santo al cielo o que se le van las ideas; un deportista, que se le escapó el balón o se le fue el campeonato de las manos; un médico, que se le curó el enfermo; un político, que se le ha escapado el escaño, y un niño, que ha cometido una travesura que se le va a caer el pelo.

Conducir a los alumnos de ELE a la posesión de estas estructuras no será tarea fácil, pero merece la pena dedicarles algunas horas, creando cada profesor sus propios ejercicios a partir de las situaciones analizadas y siempre que el grupo haya aquirido cierto nivel y no se plantee problemas de base. Pueden considerarse estas estructuras dentro de lo que muchos profesores entendemos como „lujo“ en nuestra enseñanza, es decir, lo que no es absolutamente esencial para sobrevivir en una lengua extranjera, pero que es hermoso, por no ser únicamente gramatical, sino sobre todo, cultural. Insistamos, pues, en los aspectos que diferencian a nuestra lengua de otros sistemas lingüísticos y conservemos como oro en paño este nuestro sistema pronominal, que nos permite ser posesivos, subjetivos, afectivos, protagonistas y hasta irresponsables

[Soler Espiauba, Dolores: El español, lengua afectiva, posesiva e ...¿irresponsable? En: Cuadernos Cervantes, N° 6, Marzo 1996]

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