Un soneto me manda hacer
Violante, A
que en mi vida me he visto en
tal aprieto; B
catorce versos dicen que es
soneto: B
burla burlando van los tres
delante. A
Yo pensé que no hallara
consonante A
y estoy a la mitad de otro
cuarteto; B
mas si me veo en el primer
terceto B
no hay cosa en los cuartetos
que me espante. A
Por el primer terceto voy
entrando C
y parece que entré con pie
derecho, D
pues fin con este verso le voy
dando. E
Ya estoy en el segundo, y aun
sospecho C
que voy los trece versos
acabando; D
contad si son catorce, y está
hecho. E
[Lope Félix de Vega y Carpio (1562-1635)]
Diálogo
entre Babieca y Rocinante
–¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?
–Porque nunca se come y se trabaja.
–Pues ¿qué es de la cebada y de la paja?
–No me deja mi amo ni un bocado.
–Andá, señor, que estáis muy mal criado,
por vuestra lengua el asno al amo ultraja.
–Asno es de la cuna a la mortaja.
¿Quereislo ver? Miradlo enamorado.
–¿Es necedad amar? –No, es gran prudencia.
–Metafísico estáis. –Es que no como.
–Quejaos del escudero. –No es bastante.
¿Cómo me he de quejar en mi dolencia,
si el amo y escudero o mayordomo
son tan rocines como Rocinante.
[Miguel de Cervantes Saavedra
(1547-1616)]
Yo os quiero confesar, don Juan,
primero,
que aquel blanco y carmín de
doña Elvira,
no tiene de ella más, si bien se
mira,
que el haberle costado su dinero.
Pero también que confeséis vos,
quiero,
que es tanta la beldad de su
mentira,
que en vano a competir con ella
aspira
belleza igual de rostro
verdadero.
Mas, ¿qué mucho que yo perdido
ande
por un engaño tal, pues que
sabemos,
que nos engaña así Naturaleza?
Porque ese cielo azul que todos
vemos
ni es cielo ni es azul. ¡Lástima
grande
que no sea verdad tanta belleza!
[Lupercio Leonardo de Argensola
(1539-1613)]
Daba sustento a un pajarillo un
día
Lucinda, y por los hierros del
portillo
fuésele de la jaula el pajarillo
al libre viento, en que vivir
solía.
Con un suspira a la ocasión
tardía
tendió la mano, y no pudiendo
asillo,
dijo (y de las mejillas amarillo
volvió el clavel, que entre su
nieve ardía):
"¿Adónde vas, por despreciar el
nido,
al peligro de ligas y de balas,
y el dueño huyes, que tu pico
adora?"
Oyola el pajarillo enternecido,
y a la antigua prisión volvió
las alas;
que tanto puede una mujer que
llora.
LA
MUJER
Es la mujer del hombre lo más
bueno,
es la mujer del hombre lo más
malo;
su vida suele ser y su regalo,
su muerte suele ser y su veneno.
Cielo a los ojos cándido y
sereno,
que muchas veces al infierno
igualo,
por raro al mundo su valor
señalo,
por falso al hombre su rigor
condeno.
Ella nos da su sangre, ellas nos
cría,
no ha hecho el cielo cosa más
ingrata;
es un ángel, y a veces una arpía.
Quiere, aborrece, trata bien,
maltrata,
y es la mujer, al fin, como
sangría
que a veces da salud y a veces
mata.
[Lope Félix de Vega y Carpio (1562-1635)]
A la incompresión mundana
En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?
Yo no estimo tesoros ni riquezas;
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi pensamiento
que no mi pensamiento en las riquezas.
Y no estimo hermosura que, vencida,
es despojo civil de las edades,
ni riqueza me agrada fementida,
teniendo por mejor, en mis verdades,
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.
[Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695)]
NO ME
MUEVE, MI DIOS, PARA QUERERTE
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
[Autor anónimo]
LA
ORACIÓN DEL ATEO
Oye mi ruego Tú, Dios que no
existes,
y ent u nada recoge estas mis
quejas,
Tú que a los pobres hombres
nunca dejas
sin consuelo de engaño. No
resistes
a nuestro ruego y nuestro anhelo
vistes.
Cuando Tú de mi mente más te
alejas,
más recuerdo las plácidas
consejas
con que mi ama endulzóme noches
tristes.
¡Qué grande eres, mi Dios! Eres
tan grande
que no eres sino Idea; es muy
angosta
la realidad por mucho que se
expande
para abarcarte. Sufro yo a tu
costa,
Dios no existente, pues si Tú
existieras
existiría yo también de veras.
[Miguel de Unamuno y Jugo
(1864-1936)]
El rayo
que no cesa
Soneto 19
Yo sé que ver y oír a un
triste enfada
cuando se viene y va de la alegría
como un mar meridiano a una bahía,
a una región esquiva y desolada.
Lo que he sufrido y nada
todo es nada
para lo que me queda todavía
que sufrir, el rigor de esta agonía
de andar de este cuchillo a aquella espada.
Me callaré, me apartaré
si puedo
con mi constante pena, instante, plena,
a donde ni has de oírme ni he de verte.
Me voy, me voy, me voy,
pero me quedo,
pero me voy, desierto y sin arena:
adiós, amor, adiós, hasta la muerte.
[Miguel Hernández (1910-1942)]
NOCHE DEL AMOR INSOMNE
Noche arriba los dos con luna llena,
yo me puse a llorar y tú reías.
Tu desdén era un dios, las quejas mías
momentos y palomas en cadena
Noche abajo los dos. Cristal de pena,
llorabas tú por hondas lejanías.
Mi dolor era un grupo de agonías
sobre tu débil corazón de arena.
La aurora nos unió sobre la cama,
las bocas puestas sobre el chorro helado
de una sangre sin fin que se derrama.
Y el sol entró por el balcón cerrado
y el coral de la vida abrió su rama
sobre mi corazón amortajado.
[Federico García Lorca
(1898-1936)]
RETORNO FUGAZ
¿Cómo era, Dios mío,
cómo era?
—¡Oh corazón falaz, mente indecisa!—
¿Era como el pasaje de la brisa?
¿Como la huida de la primavera?
Tan leve, tan voluble,
tan lijera
cual estival villano… ¡Sí! Imprecisa
como sonrisa que se pierde en risa…
¡Vana en el aire, igual que una bandera!
¡Bandera, sonreír,
vilano, alada
primavera de junio, brisa pura…
¡Qué loco fue tu carnaval, qué triste!
Todo tu cambiar trocose
en nada
—¡memoria, ciega abeja de amargura!—
¡No sé cómo eras, yo qué sé qué fuiste!
[Juan Ramón Jiménez]