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HYPERKORREKTUR Ultracorrección

(comp.) Justo Fernández López

Diccionario de lingüística español y alemán

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Hyperkorrektur

Vorgang und Ergebnis einer übertriebenen sprachlichen Anpassung eines Sprechers an eine von ihm als prestigebesetzt angesehene und deshalb nachgeahmte Sprachvarietät. Hyperkorrektur ist häufig zu finden im Sprachverhalten sozial aufstiegsorientierter Gruppen, das die angezielten Sprechnormen höherer sozialer Schichten noch übertrifft und »unnatürlich« wirkt.

Prinzipiell ähnliche Mechanismen sind in jeder Spracherwerbs- und Sprachübernahmesituation feststellbar, wenn ein Sprecher Regelhaftigkeiten und systematische Korrespondenzen in der zu erwerbenden Varietät erkennt, jedoch einschränkende Bedingungen/Ausnahmefälle noch nicht adäquat erfassen kann. Die solcherart von ihm abstrahierten Regeln sind demnach zu generell und erzeugen entsprechend viele ungrammatische Formen; vgl. einen niederdt. Sprecher, der beim Erlernen der Hochsprache aus der Systematizität der Entsprechung von nddt. [k] mit hdt. [x] (vgl. maken : machen) auf eine entsprechende Korrespondenzregel auch für jene nddt. Lexeme schließt, die im Hdt. ebenfalls [k] aufweisen – vgl. etwa die hyperkorrekte Aussprache von backen als [baxen].“ [Bußmann, H., S. 316]

Ultracorrección

Fenómeno que se produce cuando el hablante interpreta una forma correcta del lenguaje como incorrecta y la restituye a la forma que él cree normal. El hablante yeísta, p. ej., tiene conciencia de su confusión de ll e y, y al escribir o hablar con cuidado, introduce erróneamente el fonema ll en palabras que deberían llevar el fonema y: aller ‚ayer’, rellerta ‚reyerta’. Cuando tal error se produce en la escritura, los lingüistas alemanes lo denominan Umgekehrte Schreibung, y los franceses, Contrépel. A ultracorreción hay que atribuir pronunciaciones como Bilbado, expléndido, périto, buevo (huyendo de güevo ‚huevo’), etc.

Las formas en que ha operado la ultracorrección se denominan ultracorrectas [A. Überhochsprachliche, Übermundartige]. Los lingüistas españoles prefieren el término ultracorrección al de hipercorrección, preferido por los lingüistas alemanes, franceses e ingleses. Estos hablan también de hiperurbanismo, considerando la ultracorrección como un intento de adaptación al habla culta de las ciudades, y de hipernormalización [A. Hypernormalisierung, Übersteigerung], pensando en la intención normalizadora que determina el error del hablante.“

[Lázaro Carreter, Diccionario de términos filológicos, p. 400]

Ultracorrección

«Llamaremos así – decía Menéndez Pidal – un fenómeno fundado en el natural deseo de purismo. A menudo conviven en el lenguaje usual una forma correcta con otra vulgar más o menos desprestigiada; por ejemplo: comido, comida, cansado, enredo, etc., conviven hoy con vulgarismos en que se pierde la –d: comío, cansao, enreo, etc. Cuando el que habla es de poca cultura, habituato a saber que donde él pronuncia un hiato entre dos vocales los más cultos intercalan d se equivoca, y cree que, en vez de mío, tardío, correo, Bilbao, debe decir para hablar bien mido, “fruta tardida”, “el corredo de Bilbado”».

«Muchas de las formas – decía también Menéndez Pidal – de los documentos primitivos, muchísimas, son ultracorrecciones. De no apreciarlas como tales quedarían inexplicables. Cuando conviven dos normas lingüísticas y la menos usual es más prestigiosa que la otra, y cuando por otra parte, la cultura es escasa y no guía claramente en el manejo de una de esas normas o de ambas, entonces si el hablante busca la elevación del lenguaje o el purismo caerá frecuentemente en el error, en la ultracorrección. Este error en el deseo de hablar bien, como es fácil comprender, tiene pocas manifestaciones en la lengua literaria que vive fuerte dentro de su propia cultura y consciente de sus caracteres individuales; pero abunda en los dialectos rudos o bables que viven continuamente intervenidos por la lengua literaria, y abunda también en el romance primitivo intervenido de continuo por el latín. Una vez más los bables y el romance primitivo se equiparan. No hay ciertamente épocas más propicias para el error ultracorrecto que las primitivas. La convivencia de dos normas es más general que nunca; pues por una parte mientras todos hablan comúnmente romance, tienen todos que usar el latín para la escritura o para el discurso elevado; y por otra parte la incultura es extrema, siendo la literatura latina mala, pobre e impotente para mantener la latinidad correcta, y faltando una literatura romance activa que en cada caso propague y afirme una norma dada. Así la ultracorrección es como la última consecuencia de los otros caracteres; la continua pugna de cultismo y vulgarismo, la habitual convivencia de neologismos y arcaísmos varios, y por fin la borrosa indecisión en que varias normas lingüísticas se mantienen, son cosas todas para extraviar al hablante haciéndole caer en frecuentes equívocos y confusiones. Sin vacilación podemos decir que la ultracorrección es el fenómeno más característicamente distintivo de la lengua arromanzada que se escribía en el siglo X. Sin el concepto de la ultracorrección nos serían incomprensibles multitud de formas de esa lengua que tendríamos que calificar de meras extravagancias, y el concepto de extravagancia no sirve para explicar nada».

García de Diego habla de hiperurbanismo: «En todas partes – escribe – la lengua culta, erigiéndose en correctiva de la vulgar, enmienda abusivamente términos bien formados. Esta propensión de hiperurbanismo ha sido estudiada ya en diversas lenguas [...] Como el vulgo y la lengua descuidada pronuncian verdaz, ardiz, azvertir, por el intento de la pureza algunos llegan a la pronunciación hadme el favor».

«El temor a caer en el vulgarismo – expresa Diego Catalán – propio de medios semicultos, poco seguros de esa norma del “bien hablar”, pone en circulación pronunciaciones o grafías como bacalado, Venceslado y contrección, explendor, texis, etc.; pero en algunos casos esas formas ultracorrectas no son exclusivas de una capa cultural, sino que se imponen a todos: el horror al vulgarismo puede ser tan fuerte que hasta los cultos prefieren la expresión neológica antitradicional y antietimológica: es el cado de bacalada, bacaladera,, Venceslada».”

[Abad, Francisco: Diccionario de lingüística de la escuela española. Madrid: Gredos, 1986, p. 232-233]

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