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MOZARABISCH Mozárabe (comp.) Justo Fernández López Diccionario de lingüística español y alemán
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„Das Mozarabische (mozárabe)
Das Mozarabische stellt eine historische iberoromanische Dialektgruppe in dem Bereich der Halbinsel dar, der sich jahrhundertlang unter maurischer Herrschaft befand. Die romanische Sprache wurde von den Mauren al-adûmiyya ‚Fremdsprache’ genannt, woraus sich der span. Begriff aljamía für das Mozarabische bzw. das mozarabische Schriftum herleitet. Die unter den Mauren lebenden romanisch sprechenden Christen wurden arabisch mustá’rab ‚die sich wie Araber benehmen’ genannt, davon mozárabe. Die Erforschung des Mozarabischen steht wegen der arabischen Schrift, in der die Texte abgefasst sind und die besonders für die Darstellung der Vokale und Diphthonge ungeeignet ist, vor großen Problemen. Das Mozarabische war keine einheitliche Sprache, sondern regional verschieden. Außerdem gab es wohl unterschiedliche Schreibtraditionen. Wegen der Verfolgung der Mozaraber ab 1099 ist die Textüberlieferung bruchstückhaft.
Wenn auch immer noch kein abschließendes Urteil über das Mozarabische möglich ist, so ist nach den bisherigen Erkenntnissen doch zu sagen, dass es nicht als Gegenpol zu den span. Dialekten und nur in Verbindung mit dem Katalanischen bzw. Portugiesischen zu sehen ist. Es ist eine Dialektgruppe eigener Art, die als Fortsetzung des Lateins der Baetica, also Südspaniens, ein wichtiges historisches Bindeglied für die Erklärung der sprachlichen Gliederung der Halbinsel darstellt.“
[Dietrich/Geckeler: Einführung in die spanische Sprachwissenschaft, S. 42.43]
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«Es usual llamar latín a la lengua hablada en la Península hasta la época visigoda inclusive, pero romance desde la invasión musulmana (a. 711) y, más exactamente, mozárabe al romance de la zona dominada por los árabes.»
[Correa Rodríguez, José Antonio: “Aféresis en topónimos latinos hispanos”. En: Latin et Langues Romanes. Études de Linguistique Offertes À József Herman À L'occasion de Son 80ème Anniversaire. Tübingen: Max Niemeyer Verlag, p. 481-482]
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„Dialectos Mozárabes
„Álvarez Galmés: »Al producirse la arrolladora invasión árabe en 711, la mayor parte de la España románica quedó sometida al dominio musulmán. Los principales focos culturales del mundo hispánico romano-visogodo como Toledo, Mérida, Córdoba, Sevilla, Zaragoza, etc., permanecieron durante siglos bajo el dominio de la cultura y de la lengua árabes. No obstante, la romanidad no sucumbió ante la invasión. La lengua romance siguió perviviendo bajo el dominio musulmán, aunque relegada al plano familiar y, desgajada de sus cohablantes norteñas, con rasgos claramente arcaizantes. A esta lengua románica los árabes dominadores la designaron con el nombre de lisªn al aÿam o aÿamiya, es decir, ‚lengua extranjera’, y a los que la practicaban musta‘rabí [del ár. hisp. musta‘rabí, gentilicio del ár. clás. musta‘rab 'arabizado'], que significa ‚el que sin ser árabe se hace semejante a los árabes’, y de donde deriva el español „mozárabe“. La designación árabe de esta lengua de los mozárabes ha dado por otra parte al español „aljamía“, nombre con el que en la actualidad se designa también a los dialectos mozárabes. Ahora bien, como existe en la Península otra lengua aljamiada, la de los moriscos (que para mayor precisión yo llamo siempre „aljamiado-morisca), que, en cuanto a la correspondencia de signos difiere sustancialmente del aljamiado mozárabe, aunque con frecuencia (dando lugar a erróneas interpretaciones) instintivamente se han tratado de equiparar, es sin duda el término más adecuado para designar al romance de la España musulmana el habitual por otra parte de „lengua o dialecto mozárabe“«.“
[Abad, Francisco: Diccionario de lingüística de la escuela española. Madrid: Gredos, 1986, p. 173]
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Mozárabe
1) En fónetica:
De entre los tratamientos consonánticos merecen recuerdo:
2) En morfología:
[Carmen de Urioste: SPA 540 History of the Spanish Language Spring 2001. En:
http://www.public.asu.edu/~sev1987/jarchas.lengua.html]
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„La dominación musulmana se inició el año 711 y el pueblo que quedó sometido no perdió su habla románica; en el período de dominación existen pruebas de vitalidad de la población sometida. El habla romance se hizo arcaizante y familiar ya que se rompieron los lazos de unión con los habitantes del Norte. De nuevo, tenemos en la Península Ibérica el contacto de varias lenguas: la España musulmana hablaba el árabe, el pueblo subyugado mozárabe y los reinos cristianos comenzaron a diferenciarse lingüísticamente unos de otros con el balbuceo de nuevas lenguas: gallego-portugués, leonés, castellano, navarro-aragonés y catalán.
El mozárabe, conjunto de dialectos romances hablados por la población ibérica bajo el dominio musulmán, fue eliminado poco a poco por el influjo del árabe y por la imposición de la lengua de los conquistadores en la población vencida.
Las fuentes para estudiar el habla mozárabe son escasas: no poseemos ningún documento escrito en mozárabe. Los datos para reconstruir esa modalidad de habla los obtenemos:
§ de las citas en aljamía de escritores árabes
§ de los glosarios latino-árabes
§ de las inscripciones y topónimos
§ de los textos de las jarchas
§ del Cancionero de Ben Curmán
Estas fuentes presentan dificultad de interpretación, ya que están escritas en árabe y esta lengua no transcribe las vocales del mismo modo que las lenguas romances.
Durante el viejo reino hispano-visigodo se iba perfilando en la Península Ibérica una diversidad dialectal fundamentada en razones históricas, etnológicas y culturales (Galicia, Lusitania, Mérida, Braga, Toledo); pero la invasión musulmana contribuyó a que se desarrollara la variedad local de los pequeños reinos cristianos en las cordilleras septentrionales. Este es lo que se deduce de los escasos datos que se pueden extraer de las hablas mozárabes.
Los rasgos del dialecto mozárabe son:
a) Vocalismo
§ Diptongación de o breve tónica en ue, en los topónimos: Opta > Heute. Las vacilaciones ue, uo, o eran abundantes en Andalucía: royuela, royuola, royola (una planta).
§ La diptongación de e breve tónica:
§ En inicial vacila entre –ja-, -ie-: hěrba > yarba, yerba
§ Cuando no es inicial es más frecuente la ausencia del diptongo: mielca, frente a lebre, pede, terra, bono.
§ Los derivados del sufijo –ěllu presentan cuatro formas:
§ ello: tomello (tomillo)
§ iello: tomiello (tomillo)
§ iel: cariel (cardillo)
§ el: Alconchel (nombre de pueblo)
§ A veces, se da la reducción –iello > –illo: tomiello > tomillo
El diptongo parece que triunfó en Toledo, Zaragoza y, tal vez, en el valle del Guadalquivir; si embargo, no se generalizó en el oeste, ni en el valle bajo del Guadiana, ni en la costa levantina.
§ Diptongación de o breve ante yod: Úculu > welyo (ojo)
§ Vacilación entre la conservación o pérdida de la –o final:
lop forn
lupu furnu
lopo forno
§ Conservación de los diptongos decrecientes: pandair (pandero), escalaira (escalera), sabatair (zapatero)
b) Consonantismo:
§ Conservación de la f- inicial: faba, fico, forca, formica, forno
§ g-, j- más vocal palatal se conserva: jenauario > yenar (enero), germanella > yermaniella
§ Los grupos pl-, cl-, fl- conservan la l inalterada como en Aragonés y Catalán: plantain (llantén)
§ Palatalización de la l- inicial: yengua buba, lingua bubula, lengua de buey (planta)
§ El mozárabe ofrece mayor conservación de las sordas intervocálicas que sonorización: lepra > lebra; toto (todo); ortica (ortiga)
§ Los grupos con –bi, -vi- palatizaban: Rubeu > royo
§ La conservación del grupo –mb- latino: lumbo > lumbillo; columba > colomba
c) Rasgos morfológicos
La única fuente para extraer rasgos morfológicos sobre el dialecto mozárabe son las jarchas.
§ Participio con la –t- latina conservada: wastato, tornato
§ Alternancia de las formas de futuro en ei (kery), -ayo, -ayu (farayo, vivrayu)
§ El cambio de –as en –s, en algunos plurales: cabanes, magranes (granadas)
§ El artículo árabe al alterna con el románico el y así nos ha llegado fundido en muchos mozarabismos: alcornoque, alpiste, alcayata
§ Formas meu y ma para el adjetivo posesivo: meu cidello, ma alma
§ Formas de pronombre personal:
1a. pers. eo
2a. pers. tú (plural vos)
3a. pers. ellu, él
§ En el caso de rémigen aparecen:
1a. pers. mib, mibi
2a. pers. tib, tibe
y las formas átonas me, te, os, se
§ Los interrogativos qui, que y los indefinidos otri, otris
§ El infinitivo ofrece la –e final: volare, matare
§ La tercera persona verbal conserva la d: quéred (quiere), éxid (sale), vernád (vendrá)
§ El verbo ser ofrece formas diptongadas: tú yes, él yed
[Pérez Moreta, J. / Viudas Camarasa, A.: Lengua española. Curso de orientación universitaria. Madrid: Ediciones SM, 1992, p. 327ss]
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«Si se compara la estructura de los dialectos españoles con la de los franceses e italianos, nos sorprenden dos hechos. Primero, que en tres cuartas partes del territorio español faltan dialectos ricos de variedad como se hablan en la parte septentrional del mismo territorio, y que, por tanto, la estructura dialectal del español es mucho más pobre y uniforme que la del francés y del italiano. Según, que en Francia y en Italia se hace una neta distinción entre dialecto y lengua literaria, distinción que generalmente no existe en español.
Cuando en la lengua literaria española encontramos, por ejemplo, palabras como fórfolas, fosco, fondo, forajido, etc., en las cuales la f- latina no se ha cambiado en h- como en castellano, estas palabras pueden proceder de un dialecto español cualquiera. Sin embargo, el diccionario de la Academia española registra estas palabras, que son dialectales, como pertenecientes al tesoro léxico del español literario, sin indicar su origen dialectal y sin localizarlas. En cuanto a sus dialectos, el español es, pues, en comparación con el francés y el italiano, por una parte homogéneo, por otra parte rico en características dialectales; dicho de otro modo, el español, con una apariencia de unidad lingüística, es un complejo dialectal. Este complejo dialectal, originario, este mosaico de dialectos, se quebró a consecuencia de la invasión árabe y de la sucesiva Reconquista bajo la supremacía de Castilla y la expansión del castellano de Norte a Sur. He aquí las razones de la uniformidad de los dialectos españoles en el centro y en el Sur, en tres cuartas partes del territorio lingüístico español.
Como no solo la estructura dialectal del español, sino también la del portugués y del catalán han sido determinadas por el indicado movimiento de Norte a Sur, y como se trata de un fenómeno realizado a plena luz de la historia y que puede ser confirmado con los hechos en su integridad, tiene especial importancia metodológica una exposición detallada del problema.
La ocupación de la Península Ibérica por los árabes y la reocupación o Reconquista que con la toma de Granada en 1492 puso fin a la dominación árabe, han tenido importantes consecuencias lingüísticas. Durante cerca de ochocientos años de dominio árabe en España se ha formado, desde el punto de vista lingüístico, una notable comunidad árabe-románica. Los cristianos que vivían bajo la tolerante dominación árabe, los llamados mozárabes, que no habían renunciado a su romance, hablaban mozárabe. La Reconquista puso fin definitivamente al mozárabe, que se había hablado durante siglos.
El mozárabe tiene un carácter conservador y arcaico y ciertas correspondencias no con el español, sino con los dialectos españoles, que no han participado en los notables cambios fonéticos del castellano. En mozárabe, los grupos latinos cl y li se palatalizan, como en otras lenguas y dialectos iberorrománicos y en la mayor parte de las lenguas romances, mientras que en español se cambian primero en z y después en j: lat. cuniculos > moz. conelyo, ant. ar. conello, gall.-port. coehllo, cat. conill (ant. fr. conil, prov. conilh), en cambio es. cojejo. El mozárabe conserva la t del grupo lat. ct, como las demás lenguas y dialectos iberorrománicos, mientras el español cambio dicho grupo en ch: lat. lacte > moz. laite, lahte, leite, ar. y leon. leite, cat. llet, port. leite, frente al español leche.
El mozárabe concuerda con las otras lenguas y dialectos iberorrománicos y con las lenguas romances occidentales, pero no con el español, en el tratamiento de la j- latina: lat. ienuariu, moz. jenáir, leon. y ant. ar. jenero, cat. gener (cfr. fr. janvier, it. gennaio), mientras que en español la j- desaparece (enero).
En lo que se refiere a la diptongación de la ŏ y la ĕ ante una palatal, el mozárabe concuerda también con los otros dialectos españoles y las lenguas iberorrománicas, pero no con el español: lat. oculum > moz. wélyo, leon. uueyo, cat. ull, frente al esp. ojo.
En vista de las concordancias indicadas entre el mozárabe, el aragonés y el catalán al Este por una parte y el leonés y el gallego al Oeste por otra, ha llamado la atención el hecho de que el mozárabe de Toledo, Badajoz, Andalucía y Valencia al centro y al Sur ha formado el eslabó entre los dialectos orientales y occidentales de la Península Ibérica; esto es, que en la misma península debe de haber reinado originariamente una unidad lingüística iberorrománica que más tarde ha sido rota por el castellano. En efecto, se sabe que, después de la ocupación de Toledo, la capital del ya aniquilado reino de los godos, por los árabes, un pequeño grupo de fugitivos cristianos se retiró al Norte, a las montañas de Asturias. Allá arriba, primero Oviedo y después León fueron las continuadoras de la monarquía visigoda y los centros políticos del cristianismo. No fue hasta el siglo IX que la parte oriental de Galicia, Cantabria y el curso superior del Ebro y del Pisuerga recibieron el nombre de Castilla (= los castillos). En este ángulo del Norte se originó el castellano con sus estridentes desviaciones respecto a los demás dialectos y lenguas iberorrománicos.
La segunda mitad del siglo XI trae a España el más radical cambio político y lingüístico: la debilitación del reino de Navarra, la decadencia de León y la expansión del poder de Castilla. Con la supremacía política, cultural y literaria de Castilla se ha aunado la expansión del castellano que avanza cada vez más hacia el Sur, con la Reconquista, a partir de aquella época. El castellano plantó una cuña desde el Norte hacia el Sur, desalojó los dialectos mozárabes ya empobrecidos y decadentes, interrumpió el lazo lingüístico que existía originariamente entre los extremos oriental y occidental de la Península Ibérica, y se expandió hacia el Sur. De esta manera se propagaron entre los siglos XII y XV, hacia León al Oeste y hacia Aragón al Este, los cambios de f > h, de cl y li > j, de ct > ch, la desaparición de la j latina inicial, la falta de diptongación de la ĕ y la ŏ ante palatal, fenómenos que originariamente (en los siglos X y XI) estaban limitados al territorio de donde partió el castellano, esto es Cantabria. El castellano, ocupando el puesto de los dialectos mozárabes del Sur y propagándose hasta el extremo meridional, hasta Cádiz, rompió con este movimiento de Norte a Sur la primitiva unidad iberorrománica, pero hizo surgir una nueva unidad más sólida: la del español (castellano). Mientras León, Navarra, Aragón y dialectos mozárabes estaban aún extremadamente indecisos, por ejemplo, respecto a los diptongos ue y ie, vacilando entre poblo, puoblo, puablo, certo, cierto, ciarto, etc., el castellano usaba realmente los diptongos (esp. pueblo, cierto) que triunfaron definitivamente.
Así podemos comprender las razones por las cuales la diferenciación dialectal originaria del español al centro y al Sur ha desaparecido, y por qué la estructura dialectal del español es actualmente en apariencia más uniforme y más pobre que la del francés y del italiano.»
[Vidos, B. E.: Manual de lingüística románica. Madrid: Aguilar, 1968, pp. 301-304]
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