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REFERENT Referente (comp.) Justo Fernández López Diccionario de lingüística español y alemán
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Vgl.: |
Begriff [besonders Beitrag von Ramón Trujillo] / Semantisches Dreieck / Semiotisches Dreieck / Semiotisches Viereck / Semiotisches Trapez / Denotat / Denotation / Designat / Referenzträger / Gedanke / Konnotation-Denotation / Bedeutung – Sinn / Semantik |
„Referent [referent, objekt d’un signe, referent].
Referenz-Objekt, Relatum, Umweltreferent; das außersprachliche Objekt (das Ding, die Sache, die Erscheinung), das, worauf mit dem Zeichen verwiesen wird, was das Zeichen bezeichnet, was durch das Zeichen gegeben ist; der Bezug (z. B. eines Eigennamens). Nach Sextus Empiricus (Adversos mathematicos VIII, 11) gehören das Bedeutete, das, was bedeuten soll (der sprachliche Laut) und das (außersprachliche) Ding zusammen. Das Bedeutete ist die Sache, die wir begreifen, weil sie in unserem Verstand existiert. Das Ding ist das außerhalb unseres Bewusstseins stehende.“ [Lewandowski, Th., Bd. 2, S. 537-538]
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„Referent [lat. referre ‚sich beziehen auf’. – Auch: Designat(um), Denontat(um)]
Objekt oder Sachverhalt in der Realität oder im Text, worauf durch sprachliche Ausdrücke (Nominalphrasen, möglicherweise auch Adjektivphrasen, Verbalphrasen) Bezug genommen wird.“ [Bußmann, H., S. 632]
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„Referenz (von lat. re., wieder, zurück, und ferre, tragen, führen, holen)
Bezeichnung für das Verhältnis zwischen einem referierenden Ausdruck (einem Namen, einer bestimmten Beschreibung, einem Pronomen usw.) und dem Gegenstand, auf den sich der Ausdruck bezieht (sein Referent). (S. auch Bedeutung und Extension).“
[Hügli, A. / Lübcke, P. (Hg.): Philosophielexikon. Personen und Begriffe der abendländischen Philosophie von der Antike bis zur Gegenwart. Reinbek: Rowohlt, 1991, S. 487-488]
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„In all diesen Fällen von indirekter Denotation (über den Umweg von Sinn und Form) gilt, dass der indirekte Modus selbst, wie alles, was sich auf dem Weg vom initialen Signifikanten (nuit, prof) zum letztlichen Denotat („Tod“, „Professor“) abspielt, auf einer zweiten Stufe seine Eigenschaften exemplifiziert und also konnotiert. (... zum letztlichen Denotat. Ich sollte wohl strenger sagen „zum letzten Signifikat, welches das Denotat ist“. Der einfachste semiotische Weg geht von einem Signifikanten zu einem Signifikat, und vom Signifikat („Begriff“ nach Saussure; „Sinn“ nach Frege) zum Denotat oder Referent, der die Applikation oder Extension dieses Begriffs ist: vom Signifikanten Morgenstern zum Begriff Morgenstern und von diesem zum Planeten Venus. Der Unterschied zwischen Signifikat und Referent hat, wie mir scheint, nicht den ontologischen und absoluten Charakter, den man manchmal annimmt: es handelt sich eher um relative Positionen auf einem Weg, der stets abgekürzt (wenn man bei „Morgenstern“ Halt macht, ohne zu fragen, um welchen Stern unseres Sonnensystems es sich handelt) oder verlängert (wenn der Planet Venus selbst als Symbol für etwas anderes funktioniert) werden kann. Der Referent hat dem Signifikat keineswegs das Privileg der (materiellen) Realität voraus, denn es gibt imaginäre Referenten: Der Signifikant [Fisdepélé] hat als Signifikat „Sohn des Peleus“, welches als Referenten Achiles hat. Barthes sagte auf seine Weise, dass die Denotation die „letzte Konnotation“ ist (S/Z, Paris, 1970, S. 16).“
[Genette, Gérard: Fiktion und Diktion. München: Fink, 1992, S. 128-129 und 129 Anm. 1]
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»Die ›Harmonie‹ zwischen dem Gedanken und der Realität, die die Philosophen ›grundlegend‹ nennen, ist etwas, worüber wir gar nicht reden können, also ist es gar keine Harmonie im gewöhnlichen Sinne, denn wir können sie nicht beschreiben.«
»Die Aussage, zwischen einem Satz und der Wirklichkeit bestehe Übereinstimmung, besagt nichts, weil wir nicht wissen, was unter Übereinstimmung zu verstehen ist« (Vorlesungen 1930-1935, 59 und 286)
[Ludwig Wittgenstein, zitiert nach Frank, Manfred: „Wittgensteins Gang in die Dichtung“. In: Frank, M. / Soldati, G.: Wittgenstein – Literat und Philosoph. Pfullingen: Verlag Günther Neske, 1989, S. 70, Anm. 13]
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„El objeto extralingüístico al que hace referencia el signo.“ [Cardona, G. R., p. 238]
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„Realidad semiótica y realidad ontológica son dos universos distintos. Puede ocurrir que un objeto o acción reales no hayan sido jamás nombrados y que se nombren hechos que jamás han existido. Los referentes de un proceso significativo lo mismo son seres reales que entes imaginarios. Un trueno estruendoso tanto podía ser asociado por los romanos al contenido «lluvia inminente» (hecho real) como a un «cabreo de Júpiter tonante» (ontológicamente ficticio). Idéntico valor semiótico poseen en el lenguaje los objetos que topamos cada día (pan, autobús, casa, etc.) que los imaginarios (licántropo, meigas, xanas, etc.).”
[Gutiérrez Ordóñez, Salvador: Introducción a la semántica funcional. Madrid: Síntesis, 1989, p. 16]
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„Los signos y sus referentes: La relación entre los signos y sus respectivos designados extralingüísticos (es decir la realidad a que los signos se refieren) se establece normalmente sólo en los actos concretos de comunicación. Considerado de manera aislada, no actualizado en una comunicación, un signo puede:
a. no tener ninguna referencia o tener una referencia ficticia (cf. hipogrifo ‘animal fabuloso, mitad caballo y mitad grifo’);
b. tener un único referente (cf. Madrid ‘ciudad capital de España’);
c. tener dos referentes (cf. el hermano de mi hermano ‘un hermano mío’ o ‘yo’);
d. tener un número determinado n de referentes (por ejemplo, casa ‘edificio que sirve de habitación’ puede remitir a todas las construcciones reales con función habitacional);
e. tener como referente otro signo (como las proformas).
Actualizados en los comunicados los signos pueden tener una referencia real, virtual o ficticia. Los monemas de referente único pueden designar un referente parcialmente variable en el curso del tiempo. Los monemas con un determinado potencial de referentes, cuando actualizados en un texto, pueden pasar a indicar un solo referente, como cuando se dice „el parque del Buen Retiro“. Cuando un monema expresa una relación entre objetos, entre objetos y sus cualidades o entre cualidades – como los monemas que indican relaciones de lugar y de tiempo, las operaciones matemáticas, las relaciones entre proposiciones – se puede considerar que tiene o no tiene referente según se consideren esas relaciones como existentes en la realidad o como puras invenciones mentales.
Dos o más significantes pueden indicar el mismo referente. Por otro lado, los fenómenos de polisemia son normalmente neutralizados por el co-texto y/o el contexto, como en el siguiente ejemplo:
Cualquier ciudadano puede darse un paseo por cualquier calle o plaza o paseo de la ciudad y comprobará que este Ayuntamiento tiene mucho que hacer en esos lugares.“
[Metzeltin, M.: Semántica, pragmática y sintaxis del español. Wilhelmsfeld: Eggert, 1990, p. 39]
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„Referente
Definición: En la explicación de la significación, el referente es el elemento que pertenece al mundo extralingüístico. Es la cosa de la que se habla. Soluciona el problema de cómo incluir algo no lingüístico, la cosa, en lo lingüístico por excelencia, la significación. De este modo, toda palabra se relaciona con por lo menos un elemento no lingüístico, de existencia real o ficticia, pero siempre al margen de la actividad lingüística del hablante. Este elemento existe con independencia de que sea nombrado o no, e incluso al margen de que exista o no un nombre con él relacionado.
Propiedades: El referente
Estatuto teórico: El referente no es objeto del análisis lingüístico. Sólo lo son las relaciones que establece con el contenido y con la palabra. Las primeras pertenecen a la significación y las segundas a la referencia.
Resumen:
El contenido conceptual de una palabra es algo fijo, determinado, discreto, estructurado, y es un objeto lingüístico, mientras que el contenido connotativo es variable, indeterminado, no discreto, sin estructuración posible, y es un objeto no lingüístico, ligado al referente. Además, el contenido conceptual es objetivamente descriptivo, mientras que la connotación es subjetivamente valorativa; uno pertenece al pensamiento lógico; la otra, al conocimiento pragmático (cf. Adam Schaff 1971, 22). Las connotaciones »no son esenciales para el uso o la comprensión del lexema« (Hutchins 1971, 4).
Por otra parte, el referente queda excluido del análisis, con ello, la significación no se define autónomamente, es decir, como objeto exclusiva y suficientemente estudiado por la lingüística, sino como objeto estudiado por la lingüística (contenido conceptual, relaciones entre contenido conceptual y referente) y por otros saberes, los que sean, que se ocupan del referente. Pero al mismo tiempo se reconoce ilimitada la capacidad del conocimiento humano de determinar nuevos elementos que se puedan relacionar con las palabras existentes. De ello se deduce que ciertos aspectos del contenido son imposibles de determinar. Para no abandonar el estudio del contenido, se renuncia a estudiar de modo sistemático esos aspectos debidos a la capacidad de creación del conocimiento humano (Leech 1974, por ejemplo).“
[Garrido Medina, Joaquín: Elementos de análisis lingüístico. Madrid: Fundamentos, 1991, p. 228-229]
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«Referencia
Referencia es el mecanismo mediante el que el hablante alude a algún elemento mencionado en el texto o dentro de la situación comunicativa de que se trate. Hay dos tipos de referencia: la situacional y la textual o discursiva mediante el procedimiento de la anáfora.»
[Sánchez Lobato, Jesús: Saber escribir. Madrid: Santillana, 2006, p. 511]
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"Referente
Entidad (persona, animal o cosa) a la que se refiere un signo lingüístico. Así, el referente del sustantivo mesa en La mesa de mi despacho mide dos metros es la mesa concreta a la que se refiere el que habla, distinta de cualquier otra; y el referente del pronombre le en A María le gusta la música es la persona nombrada como María."
[Real Academia Española: Diccionario panhispánico de Dudas. Madrid: Santillana, 2005, p. 769]
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«Referente
Aquello a lo que remite una expresión lingüística en la realidad extralingüística (el objeto, la situación, etc.).
Referencia
Relación que se establece entre una expresión lingüística y su referente.»
[Eguren, Luis / Fernández Soriano, Olga: La terminología gramatical. Madrid: Gredos, 2006, p. 94]
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“Es que es imposible una prioridad intrínseca del saber sobre la realidad ni de la realidad sobre el saber. El saber y la realidad son en su misma raíz estricta y rigurosamente congéneres. No hay prioridad de lo uno sobre lo otro. [...] Realidad es el carácter formal – la formalidad – según el cual lo aprehendido es algo «en propio», algo «de suyo». Y saber es aprehender algo según esta formalidad. [...] La presunta anterioridad crítica del saber sobre la realidad, esto es sobre lo sabido, no es en el fondo sino una especie de timorato titubeo en el arranque mismo del filosofar. Algo así a como si alguien que quiere abrir una puerta se pasara horas estudiando el movimiento de los músculos de su mano; probablemente no llegará nunca a abrir la puerta. [...] Publicar este estudio sobre la inteligencia después de haber publicado un estudio sobre la esencia, no significa colmar el vacío de una necesidad insatisfecha; significa por el contrario mostrar sobre la marcha que el estudio del saber no es anterior al estudio de la realidad. El «después» a que antes me refería no es pues una mera constatación de hecho sino la mostración en acto de la deliberada repulsa de toda crítica del saber como fundamento previo al estudio de lo real. [...]
Porque el conocimiento no es algo que reposa sobre sí mismo. [...] Porque lo primario del conocimiento está en ser un modo de intelección. Por tanto, toda epistemología presupone una investigación de lo que estructural y formalmente sea la inteligencia, el Nous, un estudio de «noología». La vaga idea del «saber» no se concreta en primera línea en el conocer, sino en la intelección en cuanto tal. No se trata de una psicología de la inteligencia ni de una lógica, sino de la estructura formal del inteligir.
¿Qué es inteligir? A lo largo de toda su historia, la filosofía ha atendido muy detenidamente a los actos de intelección (concebir, juzgar, etc.) en contraposición a los distintos datos reales que los sentidos nos suministran. Una cosa, se nos dice, es sentir, otra inteligir. Este enfoque del problema de la inteligencia contiene en el fondo una afirmación: inteligir es posterior a sentir, y esta posterioridad es una oposición. Fue la tesis inicial de la filosofía desde Parménides, que ha venido gravitando imperturbablemente, con mil variantes, sobre toda la filosofía europea.
Pero esto es ante todo una ingente vaguedad, porque no se nos ha dicho en qué consiste formalmente el inteligir en cuanto tal. Se nos ha dicho a lo sumo que los sentidos dan a la inteligencia las cosas reales sentidas para que la inteligencia las conceptúe y juzgue de ellas. Pero sin embargo no se nos dice ni qué sea formalmente sentir, ni sobre todo qué sea formalmente inteligir. Pues bien, pienso que inteligir consiste formalmente en aprehender lo real como real, y que sentir es aprehender lo real en impresión. Aquí real significa que los caracteres que lo aprehendido tiene en la aprehensión misma los tiene «en propio», «de suyo», y no sólo en función, por ejemplo, de una respuesta vital. No se trata de cosa real en la acepción de cosa allende la aprehensión, sino de lo aprehendido como algo que es «en propio». Es lo que llamo formalidad de realidad. Por esto es por lo que el estudio de la intelección y el estudio de la realidad son congéneres. [...] De ahí que el sentir humano y la intelección no sean dos actos numéricamente distintos, cada uno completo en su orden, sino que constituyen dos momentos de un sólo acto de aprehensión sentiente de lo real: es la inteligencia sentiente.”
[Zubiri, Xavier: Inteligencia sentiente. Inteligencia y realidad. Madrid: Alianza Editorial, 1998, pp. 10-12]
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