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SOPHISMA Sofisma

(comp.) Justo Fernández López

Diccionario de lingüística español y alemán

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Vgl.:

Antinomie / Oxymeron / Paradoxon

 

„Begriffe, die durch dasselbe Wort bezeichnet werden. Siehe Aristoteles, Topik, I, 13. Tief, Schneidend, Hoch, bald von Körpern bald von Tönen gebraucht sind Homonyma. Ehrlich und Redlich Synonyma.  Man kann diesen Kunstgriff als identisch mit dem Sophisma ex homonymia betrachten: jedoch das offenbare Sophisma der Homonymie wird nicht im Ernst täuschen.

Omne lumen potest extingui

Intellectus est lumen

Intellectus potest extingui.

Hier merkt man gleich, dass vier termini sind: lumen eigentlich und lumen bildlich verstanden. Aber bei feinen Fällen täuscht es allerdings, namentlich wo die Begriffe, die durch denselben Ausdruck bezeichnet werden, verwandt sind und in einander übergehen.“

[Schopenhauer, A. In: http://www.gutenberg.aol.de/schopenh/eristik/erist02.htm]

Un sofisma, según los lógicos, es un silogismo mal hecho.

“Una paradoja no es un sofisma. Un sofisma es un engaño más o menos sutil. Una paradoja es una oportunidad para profundizar en nuestras ideas y concepciones, ya que pone de manifiesto que hay algo en las premisas que damos por perfectamente buenas que no hemos llegado a entender correctamente.”

[Miguel de Guzmán: Matemáticas y estructura de la naturaleza. Philosophy of Mathematics Education Journal, 11 (1999). In: http://www.ex.ac.uk/~PErnest/pome11/art13.htm]

Sofismas

Sofisma primero

La primera falacia o vicio de la argumentación se toma de la anfibología, que consiste en el uso de palabras que comprenden sentidos diferentes como se ve en el silogismo siguiente:

En el cielo hay una constelación llamada León,

Es así que todo león brama

Luego la constelación del cielo brama.

Sofisma segundo

La segunda falacia consiste en usar de preguntas formadas con tal esmero que necesariamente caiga en error el que responde; de esta argumentación nos defenderemos procurando antes de entrar en cuestión de algún punto, reducirlo a términos precisos y claros para tener que contestar muchas veces. De esta falacia usó un juez que queriendo condenar á un inocente por asesinato que él no había cometido, con el cadáver á la vista le hizo esta pregunta: ¿Tú solo has muerto á este hombre? Confiado en que si respondía sí confesaba el inocente ser él solo el asesino; y si respondía no, apenas daba á entender que él no había tenido cómplices, por lo que contestó el acusado con dos proposiciones:

«No he cometido el delito de que me acusan ni solo ni acompañado.»

Tercera falacia

Se da por tercera falacia errar el objeto a que tiende la cuestión propuesta, como si proponiéndonos sostener que los brutos tienen alma espiritual, otro que quisiera argüir contra esta aserción se propusiera probar que nosotros tenemos distinta organización que la de los brutos.

La cuarta falacia consiste en tomar muchas veces en el raciocinio la parte por el todo como los Epicuros deducen la mortalidad de nuestra alma del principio siguiente:

El hombre muere.

Es así que el hombre consta de alma, y cuerpo.

Luego el alma muere con él.

La falacia de accidente consiste en tomar por esencial e intrínseco algún atributo que solo conviene accidentalmente al sujeto a quien afecta, como los antropomorfistas juzgan que Dios es corpóreo sin más que porque alguna vez apareció en forma humana.

La petición de principio es otra falacia, que se comete cuando en lugar de probar una proposición se da otra idéntica a la que se propone probar. Como si alguno pretendiera demostrar que el alma sobrevive al cuerpo porque es inmortal, pues que sobrevivir al cuerpo y ser inmortal es una misma cosa.

El círculo vicioso es una de las falacias que se comete con más frecuencia y consiste en tomar dos proposiciones y probar la primera por la segunda, y la segunda por la primera: así los cartesianos prueban que no hay vacío en el mundo porque todo está lleno de una materia que ellos llaman sutil y prueban la existencia de dicha materia sutil asegurando que no hay vacío en el mundo.

Es preciso no confundir con el círculo vicioso el regreso demostrativo que consiste en probar los efectos por sus causas y las causas por sus efectos, mas como esto tiende á la argumentación de analogía que ya hemos explicado en otro lugar, á ella nos referimos para su mejor inteligencia.”

[Curso filosófico, dictado por el Catedrático de Filosofía Don Juan Crisóstomo Lafinur, en la Capital de Buenos Aires, el año 1819.

In: http://www.argiropolis.com.ar/ameghino/obras/lafinur/curfilo.htm#SOFISMAS ]

“Como ejemplo comparativo de lo que se pretende decir, en su libro La Democracia en España, Gregorio Peces Barba, uno de los redactores de la Constitución española de 1978 y anterior presidente del Congreso de los Diputados español, escribió con respecto al tiempo del franquismo:

“De la falta de información y de la falta de participación obtenía el franquismo las condiciones necesarias para el mantenimiento en el poder...Vivíamos dependiendo de la retórica y de los sofismas oficiales, que mantenían dormida, engañada y silenciosa a la sociedad.

“Bentham define el sofisma como ‘un argumento falso, disfrazado de una forma más o menos capciosa, una opinión falsa que se emplea para alcanzar algún fin’. El franquismo era un sofisma generalizado, cuyo fin era el simple mantenimiento en el poder y la defensa de unos intereses concretos. Cuando un régimen tiene sólo el sofisma como elemento de argumentación general se puede presumir que carece de razones, porque nadie recurre a tales medios sino faltándole argumentos. Las consecuencias que suelen derivar de una dictadura basada en el sofisma, como decía el filósofo inglés, son ‘la depravación moral e intelectual que produce la costumbre de fundar el raciocinio en principios falsos o de desentenderse de la verdad, pervirtiendo la más noble facultad del hombre.’

“...El sofisma de la autoridad, como la presentación de la opinión de alguno o algunos individuos considerada suficiente por sí misma, e independientemente de cualquier otra prueba para fundar cualquier decisión, era la clave del franquismo que había divinizado al Caudillo, que no respondía, sino ante Dios y ante la Historia, y para el que se pedía protección en una oración final de la misa.

“Otro sofisma dilatorio habitualmente usado por los hombres del franquismo era el de las personalidades injuriosas, que tachaba al que proponía cualquier reforma de persona peligrosa y poco fiable, y que afirmaba tajantemente que nada bueno podía venir de su mano. En ese sofisma se fundaban las campañas de desprestigio...

“Esa falta de autenticidad, esta simulación, esta cínica defensa del mantenimiento en el poder a cualquier precio y el uso de estas técnicas de envilecimiento en que consisten los sofismas que hemos descrito, introdujo en lo más profundo de las conciencias de nuestros conciudadanos una podredumbre de la que está resultando difícil desprenderse y que ha afectado a casi todos.”

[http://usuarios.maptel.es/galaad/intolerancia2.htm]

Sofisma

“Van tres amigos a cenar a un restaurante. Al terminar piden la cuenta. Son 30 pesos – dice el mozo

Cada uno de ellos pone $ 10 y el mozo le lleva los $ 30 al dueño que está en la caja.

No. Esos son amigos míos. Cóbrales sólo $ 25. Y le da $ 5 de vuelto.

El mozo se da cuenta que si devuelve $ 5 habrá lío para repartirlos y decide devolver $ 1 a cada uno y quedarse con los $ 2 sobrantes.

Así lo hace, pero luego se queda pensando:  Si cada uno puso $ 10 menos uno que le devolvieron son $ 9, o sea, $ 27 entre los tres. Más los $ 2 que me quedé yo son $ 29.  ¿Dónde está el peso que falta?”

[http://www.cordobes.com/sintonia/1999/noviem/miscel.html]

“Doña Laura Itzel Castillo Juárez me dedica una página de Proceso. Su artículo lleva por título “En la ruta de la democracia” y, a guisa de epígrafe, un “epigrama” de Ernesto Cardenal. [...] Abajo del epígrafe cardenalicio, doña Laura Itzel comienza su propio texto reconociéndome “claridad” y “sólida formación”. De inmediato añade que tales características se diluyen en “juicios subjetivos” (no precisa si míos o de ella), que tienen como causa mi “antiperredismo”. Este, dice, me rebasa. Y todo acaba por “afectar mi prestigio” (tampoco aclara si para bien o para mal). Asegura que “la cadena” de mis desaciertos “desemboca, irremediablemente, en culpar al Partido de la Revolución Democrática” (sic). No dice de qué lo culpo. Además, su metáfora supone que las cadenas —tan sólidas, objetivamente— son ríos que van a desembocar a alguna parte, y no conjunto de eslabones. Así de poética y subjetiva anda doña Laura Itzel.

La delegada perredista de Coyoacán agrega que “los Fasci (es ella la que honra a estas bandas con la mayúscula inicial), las SA y el CGH son juzgados” por mí “con pretendidas semejanzas, y no en su especificidad y contexto”. Lo que me lleva a forzar —escribe— “la interpretación” y a caer “en el sofisma”. Un sofisma, según los lógicos, es un silogismo mal hecho. Doña Laura Itzel no menciona silogismo alguno que por sus premisas deficientes o su conclusión indebida me conduzca al sofisma. Pero imagine el lector que alguien necesite de contextos para probar que es correcto razonar de la manera siguiente: "Todos los hombres son mortales; don Juan es hombre; luego don Juan es mortal" ¿Dejaría de ser válido el razonamiento si no precisara que don Juan vive o vivió en Chalchicomula, en el sexenio de Ernesto Zedillo o en el de Díaz Ordaz? Los contextos no validan ni invalidan los silogismos.”

[Proceso. Semanario de Información y Análisis, No.1226, de abril de 2000.

In: http://www.proceso.com.mx/1226/1226n24.html]

“Desde luego, la doctrina individualista que afirma la libertad individual no tiene hoy más que algunos adictos; la masa de las gentes no ven en ella más que una hipótesis de orden metafísico que puede defenderse como todas las de este género, pero nada más. Es decir, que es la fragilidad misma. La necesidad de una ley para limitar la libertad individual es seguramente una garantía. El carácter de generalidad protege al individuo contra la parcialidad de los gobernantes. Pero los constituyentes de 1791 creían en la infalibilidad de la ley, porque veían en ella la voluntad misma de la Nación. En este punto la experiencia ha demostrado que se engañaban en absoluto. Si la ley se vota directamente por el pueblo, es la obra de una multitud, con sus pasiones, con sus violencias y nada garantiza su equidad. Rousseau ha dicho, es verdad, que: “No estando formado el soberano más que por los particulares que lo componen, no tiene, ni puede tener, intereses contrarios a los suyos; por tanto, el poder soberano no tiene ninguna necesidad de fiador para los particulares, porque es imposible que el cuerpo quiera dañar a todos sus miembros”.

¿Quién no ve hoy que en estas palabras no hay sino un horrible sofisma?

Si la ley se vota por un Parlamento elegido, no ofrece mayor garantía. El Parlamento podrá muy bien afirmar que representa la voluntad nacional; pero la ley, en realidad, es la obra individual de algunos diputados. En 1848, cuando se instituyó el sufragio universal, se creyó de buena fe, pero ingenuamente, que todo estaba resuelto. El plebiscito de 1851 ratificaba el golpe de Estado. Las Comisiones Mixtas, las leyes de seguridad general y, para decirlo en pocas palabras, el despotismo de los primeros años del Segundo Imperio, ponían de manifiesto a las gentes las garantías que se pueden esperar del sufragio universal.

Por otra parte, la doctrina de la soberanía ha sido siempre, en la teoría y en la práctica, una doctrina de absolutismo.

Desde el principio del “Contrato Social”, declara Rousseau “que es contra la naturaleza del cuerpo que el soberano se imponga una ley que no puede quebrantar, que no hay ni puede haber ninguna especie de ley fundamental obligatoria para el cuerpo del pueblo, ni siquiera el mismo Contrato Social”. Y justifica esta proposición con un raro sofisma: “Quien, dice, se negase a obedecer la voluntad general será obligado por todo el cuerpo, lo cual no significa sino que se le obligará a ser libre” (25).

En nombre de esta doctrina y de estos sofismas, la Convención hizo caer sobre Francia la más sangrienta de las tiranías, e invocando el derecho popular es como los dos Napoleón impusieron su despotismo. Proceden directamente de Rousseau y del falso dogma de la soberanía todos los juristas alemanes que, siguiendo a Gerber y Laband, quieren hacer la teoría jurídica del despotismo imperial.”

[La Soberanía, por Léon Duguit (1913). Publicado por Chantal López y Omar Cortés en:

http://www.pobladores.com/territorios/gente/ACRACIA/pagina/17]

Sofisma

Sofisma o falacia se llama a una refutación aparente, refutación sofística y también a un silogismo aparente o silogismo sofístico, mediante los cuales se quiere defender algo falso y confundir al contrario. A veces se distingue entre sofisma y paralogismo. Lo usual, sin embargo, es usar los términos ‘sofisma’, ‘paralogismo’ y ‘falacia’ en el mismo sentido. Siguiendo esta última tendencia incluimos en el presente artículo todos los géneros de «argumentos aparentes».

Aristóteles fue el primero en presentar una lista de sofismas en su escrito Sobre las refutaciones sofísticas, el cual es considerado como un apéndice de los Tópicos. El Estagirita indica que hay dos clases de argumentos: unos verdaderos, y otros que no lo son, aunque lo parecen. Estos últimos son los sofismas o refutaciones sofísticas. A su vez éstas se dividen en dos clases: las refutaciones sofísticas que dependen del lenguaje usado, o fallaciae in dictione, y las refutaciones sofísticas que no dependen del lenguaje usado, o fallaciae extra dictionem. Las primeras pueden llamarse también lingüísticas; las segundas extralingüísticas.

Los sofismas lingüísticos tienen als causas siguientes: la homonomía o equivocación, la anfibología, la falsa conjunción, la falsa disyunción o separación, la falsa acentuación y la falsa forma de expresión. [...]

Los sofismas extralingüísticos tienen las causas siguientes: falsa ecuación del sujeto y el accidente; confusión de lo relativo con lo absoluto; ignorancia del argumento; ignorancia del consecuente; petición de principio; confusión de la causa con lo que no es causa, y reunión de varias cuestiones en una. [...]

Aristóteles señala que muchos de los sofismas apuntados pueden reducirse a la ignorantia elenchi. Por otro lado, la anterior clasificación no es exhaustiva, pues el propio Aristóteles ha mencionado otros argumentos aparentes en diversas partes de sus obras. Para completar la información sobre este punto, mencionaremos a continuación otros cincos sofismas más usuales.

El cambio de noción o transposición a otro género, más conocido bajo la transcripción griega metabasis eis allo genos. Consiste fundamentalmente en lo que en el lenguaje ordinario se llama «hablar de otra cosa», y se produce cuando, consciente o inconscientemente, se toma un término en un significado distinto por pertenecer a una clase diferente de aquella en que se había entendido primariamente.

El sofisma del cuarto término o quaternio terminorum, que consiste en usar el término medio en la premisa mayor de un silogismo con una significación distinta de la que tiene el mismo término en la premisa menor o viceversa. En este silogismo se desobedece, pues, la regla de que debe haber un solo término medio.

El sorites, de que ya hemos hablado.

El sofisma de negar el antecedente de un condicional. Ejemplo: «Si Iván es ruso, entonces Iván es inteligente. Iván no es ruso. Iván no es inteligente».

El sofisma de afirmar el consecuente de un condicional. Ejemplo: «Si Iván es ruso, entonces Iván es inteligente. Iván es inteligente. Iván es ruso.»

Casi todos los textos de lógica tratan de la noción de sofisma (o falacia) y de diversas clases de sofismas.”

[Ferrater Mora, J.: Diccionario de filosofía. Buenos Aires: Ed. Sudamericana, 51969, Vol. 2, p. 700-701]

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