Hispanoteca - Lengua y Cultura hispanas

TEXTO Citas en español

(comp.) Justo Fernández López

Diccionario de lingüística español y alemán

www.hispanoteca.eu

horizontal rule

gl.:

Kontext / Diskurs / Satz / Enunciado / Literatur / Textlinguistik / Funktionale Satzperspektive / Fokus / Stil / Mitteilungsperspektive / Thema – Rhema / Bedeutung [Beitrag von Ramón Trujillo –auch seine Auffassung des Texto virtual in Principios de semántica textual, Madrid, 1996, S. 233 ff] / Intertextualität / Kontext(ualität) / Sprechakte / Illokution / Interpretation / Dekonstruktion

 

"Texto

No existe un gran consenso para la definición del término ‘texto’. Unos especialistas consideran que es un signo lingüístico complejo; otros estiman que es un conjunto de oraciones o, incluso, una unidad sintáctica de orden superior (Halliday, M. A. K. et al., 1976: 293; Schmidt, p., 1977). En la definición de Lotman (1982: 10) el ‘texto’ es cualquier comunicación efectuada en un determinado sistema sígnico y en la definición de Beaugrande (1980: 16), que es más esotérica, el ‘texto’ es un sistema cibernético que continuamente regula las funciones de sus ocurrencias constitutivas, manteniendo su estabilidad. Otros tratadistas, como Weinrich (1981: 180-1), no conceden demasiada importancia a la definición de ‘texto’, considerando que éste se percibe como una cadena de signos, que tiene un principio y un final y entre ambos hay un transcurso con sentido. Para Teresa Cabré (1993: 219) el ‘texto’ es la materialización lingüística del discurso. En este sentido, ‘texto’ es sinónimo de enunciado. Y se reserva el término discurso para aludir al texto considerado desde el punto de vista de sus condiciones de producción.

La mayoría de las definiciones del ‘texto’ son operativas, entre las que destaca la que considera como ‘texto’ el conjunto de oraciones que tiene TEXTUALIDAD. La ‘textualidad’ es un rasgo inherente del texto (Hasan, R., 1985: 70-96), del mismo modo que la GRAMATICALIDAD es el atributo que deben poseer las oraciones. Son varios los modelos empleados para caracterizar la ‘textualidad’; la mayoría de ellos poseen todas o casi todas las características siguientes llamadas CONDICIONES DE TEXTUALIDAD: (a) la COHESIÓN; (b) la COHERENCIA; (c) el SIGNIFICADO; (d) la PROGRESIVIDAD; (e) la INTENCIONALIDAD; y (f) la CLAUSURA o cierre.

Los términos ‘texto’ y DISCURSO están relacionados; así, por ejemplo, para Van Dijk, el ‘texto’ es un constructo teórico que se manifiesta con el discurso, es decir, entre ellos existiría la misma relación que podría haber entre la ORACIÓN y el ENUNCIADO. En un sentido amplio, pueden considerarse como sinónimos parciales, siempre que no se pierda de vista que cuando se habla del discurso se está poniendo de relieve el aspecto interactivo, dinámico y generalizador del lenguaje, o sea, el LENGUAJE EN ACCIÓN, en tanto que el ‘texto’ se considera obra o producto del discurso, a modo de matriz de observación."

[Alcaraz Varó, Enrique / Martínez Linares, María Antonia: Diccionario de lingüística moderna. Barcelona: Editorial Ariel, 1997, p. 564-565]

Texto

En el capítulo de comunicación, entendemos por texto a un conjunto analizable de signos lingüísticos ordenados en frases.

Por ejemplo: una conversación, una novela, cualquier fragmento literario, un verso, un letrero, un poema, etc.

Tiene, pues, un sentido muy amplio.“

[Alonso Marcos, A.: Glosario de la terminología gramatical. Unificada por el Ministerio de Educación y Ciencia. Madrid: Magisterio Español, 1986, p. 30]

“La descripción de un aspecto o elemento de un estado de cosas proporcionada por medio de una expresión dada es, por tanto, un objeto flexible. Consiste en un conjunto de propiedades cuya relevancia puede variar según el papel que desempeñen, según su posición en la estructura de significado en que se inserte. Hay flexibilidad en dos aspectos diferentes. Los objetos y acontecimientos del mundo del hablante se pueden abordar de diferente manera, según qué propiedades se consideren mas importantes. Un mismo modelo cognoscitivo puede dar lugar a diferentes textos; entendemos por texto la representación externa en forma de sucesión lineal de expresiones que es correlato de la representación interna o modelo del texto, es decir, de su significado. Así pues, un mismo modelo cognoscitivo general (es decir, un mismo conocimiento general) puede ser ligado a diferentes modelos cognoscitivos de texto (es decir, a diferentes significados), y por tanto a diferentes expresiones. Lo mismo se puede decir del significado léxico como representación interna de estructuración variable ligada a una determinada representación externa (o palabra desde el punto de vista fonológico y como unidad de combinación para formar cadenas lineales de representación externa).

[Garrido Medina, Joaquín: Elementos de análisis lingúístico. Madrid: Fundamentos, 1991, p. 259]

„Los transformacionalistas identifican el lenguaje con el conjunto de todas las oraciones que la gramática genera. Este conjunto de oraciones es potencialmente infinito. Si la oración es definida a nivel sintáctico como una secuencia de palabras y, a nivel fonológico, como una secuencia de fonemas, se ha de aceptar que cada secuencia diferente de palabras, si está bien formada, es una oración distinta. De estas consideraciones se deduce la necesidad que han tenido muchos de los transformacionalistas de establecer una nueva unidad lingüística, el texto, como término primario intuitito correspondiente a un nivel superior al de la oración, pero mostrando con éste las siguientes analogías:

a) hay potencialmente un número infinito de textos;

b) no hay ningún texto que sea el más largo posible;

c) cada texto es de largura finita como toda oración lo es;

d) un texto puede ser percibido como gramatical de igual modo que una oración;

e) entre textos, hay grados de desviación gramatical igual que entre las oraciones, esto es, se puede hablar de textos no gramaticales lo mismo que de oraciones agramaticales.

Esta descripción y delimitación del concepto texto pertenece al lingüista Horst Isenberg que a su vez recoge algunos de los postulados de K. E. Heidolph.“

[Báez San José, Valerio: Introducción crítica a la gramática generativa. Barcelona: Planeta, 1975, p. 46]

"La unidad mínima es el enunciado, no la oración, entendiendo por ello lo siguiente: oración es el constructo abstracto (estructura de predicación: sintagma nominal + sintagma verbal la más frecuente), objeto de estudio de la gramática, y el enunciado la mínima manifestación con sentido de un hablante a un oyente en una situación concreta de comunicación. Es, por tanto, una unidad del habla, del discurso, de la realización (vid. G. Rojo: 1978, O. Ducrot: 1980) que no puede analizarse fuera de su contexto comunicativo. Puede estar formado por una oración: El tren ha llegado con retraso o varias: El tren ha llegado con retraso, aunque habían anunciado lo contrario, por un sintagma: El café o una palabra: ¡Fuego! Esto supone que el hablante elige conscientemente la estructura gramatical de su enunciado de acuerdo con su intención comunicativa. Y esto no debe olvidarse en todo análisis supraoracional. Hay una diferencia de intención comunicativa, de grado de información y de modalidad en la elección que hace un hablante entre las siguientes manifestaciones de respuesta (negativa) a la pregunta «¿Vienes al campo esta tarde?»: Estoy bastante cansada esta tarde, así que no me apetece ir al campo   o bien: ¿Al campo? ¡Por Dios! ¡No!  o estructuras que adquieren su sentido en el contexto porque están pragmáticamente ligadas a él: ¡Tú estás loco! (porque hace mal tiempo, o todo indica que no es una buena idea).

El límite del enunciado está en la pausa mayor. El hablante construye un entorno melódico que termina en una pausa fuerte, independientemente de la estructura sintáctica. Es decir: «Juan ha llegado tarde» puede ser un solo enunciado. O bien manifestarse estos mismos elementos como dos: Juan ha llegado. Tarde.  La diferencia informativa y de contenido es importante. En el primer ejemplo se da una información sobre el hecho de llegar Juan tarde. En el segundo se afirman dos cosas: primero, que Juan ha llegado, un hecho contemplado en sí. Y en el segundo lugar otra información, aparentemente circunstancial, que supone el otro enunciado elidido, que necesita de él para ser entendido y que presenta un comentario del hablante sobre ello. Así se llama más la atención del oyente, se muestra una actitud de rechazo y se le da más importancia informativa a cada hecho. [...]

Es importante, pues, que mantengamos clara que la base está en la perspectiva del hablante, en el punto de vista de éste. Esto supone que es el responsable de la construcción del discurso, y lo manifiesta constantemente en él. Para ello utiliza diversos mecanismos enunciativos (referentes al hecho de decir) y entre ellos adverbios:  Sinceramente, me ha sorprendido su actitud (Hablando sinceramente ...)  o relacionantes:  El tren no había llegado todavía. Es decir, que yo seguía nerviosa esperando.

Pero también nos lleva a considerar la modalidad como inseparable del enunciado. Consiste ésta en la expresión de la actitud del hablante ante lo que comunica, la huella de su subjetividad. Es un componente fundamental en el enunciado, de manera que éste se segmenta en Modalidad + Proposición u oración, tal como decía C. Fillmore, o en Modus y Dictum, como proponía C. Bally.

Por tanto, a la hora de caracterizar un enunciado no sólo hay que ver qué estructura sintáctica presenta, si es una oración, varias o un segmento menor, sino además qué modalidad tiene y cómo se ha expresado: si por signos entonativos, pausa, intensidad en la pronunciación, por signos morfemáticos; diminutivos, morfemas verbales, o por unidades especializadas para ello: adverbios modales ... También el orden de palabras tiene influencia en ello. Todo esto debe entrar en nuestro análisis supraoracional.

La modalidad puede ser:

·       representativa o grado 0

·       expresiva o emotiva: desiderativa, de alegría, temor, amenaza, sorpresa, duda ...

·       apelativa: dirigida al oyente: mandato, ruego, súplica, pregunta ...

Asimismo se puede indicar también la actitud del hablante ante su acto de decir: la modalidad de la enunciación: el hablante puede caracterizarlo como sincero, verdadero ...

Otro aspecto relacionado con esto y que hay que tener en cuenta es la polifonía (presencia de distintas voces o «hablantes» en el discurso). Ya G. Reyes ha tratado la construcción de citas en que aparece un locutor (el que emite el mensaje) y un enunciador (el que se hace responsable de lo dicho, el que lo asume) y no siempre coinciden. Así en: y me dijo: bueno, pues intentaré llegar a tiempo desta tarde tenemos un discurso directo: ser reproduce literalmente el discurso originario que se pone en boca del otro enunciador y el sistema deíctico es el de aquél: «esta tarde» es coetáneo al momento en que el otro locutor, no el actual, pronunciaba su discurso, momento que el dijo sitúa en un pasado. En «me dijo que intentaría llegar a tiempo esa tarde» es discurso indirecto. El locutor es un hablante, el yo que enuncia, y el enunciador es otro. Pero las marcas deícticas son las del primero: de ahí que aparezca en futuro hipotético (intentaría: inactual, no dependiente del aquí enunciativo, no es el futuro del que habla, sino del entonces narrado, del que lo dijo en aquel momento). Y de «esta tarde» pasamos a «esa tarde».

El hablante se expresa por enunciados, que se relacionan en párrafos y éstos, conectados entre sí, crean el texto, manifestación total de la intención del hablante. Los párrafos son cada parte que expresa un segmento del tópico textual (del tema del texto), un subtópico, un aspecto del mismo. Entre estas partes aparecen unos medios de relación que constituyen lo que se conoce como cohesión y / o coherencia.  Los diversos mecanismos de cohesión son:

Para Halliday y Hasan:

-   Repetición

-   Sustitución

-   Referencia

-   Conjunción

-   Cohesión léxica

M. Casado reconoce los siguientes:

- la recurrencia:         

- mera reiteración léxica

- repetición léxica sinonímica

- repetición léxica de lo designado, coincidencia en la designación

- hiperónimos

- la sustitución

- la elipsis

- la función informativa y el orden de los constituyentes

- los marcadores u operadores discursivos

La cohesión consiste en un mecanismo de repetición, que puede darse en el nivel gramatical, o léxico, o bien marcarse con elementos formales específicos, como son los conectores textuales o marcadores discursivos. Luego desde los pronombres a las reiteraciones léxicas sirven de medios de unión discursiva."

[Fuentes Rodríguez, C.: La sintaxis de los relacionantes supraoracionales. Madrid: Arco Libros, 1996, pp. 11-16]

„La lengua está organizada en unos niveles fijos, que forman su engranaje, cuyas unidades típicas suelen formar las del nivel inmediato superior.

En nuestra lengua distinguimos los siguientes niveles:

[En la sintaxis] nos ocuparemos, básicamente, de los niveles que hemos marcado con mayúsculas.

De la combinación de fonemas, nacen los morfemas - en el más amplio sentido de este término, que incluye lexemas y morfemas -; y de la combinación de éstos surge, regularmente, la palabra. Ella, por sí sola o combinada, forma el sintagma; de la combinación de dos sintagmas distintos en relación de interdependencia nace la cláusula o nexus (SN-SV) con una estructura compleja; y combinando cláusulas formamos una oración. De su combinación en torno a un centro temático surge el párrafo; y el monólogo es, generalmente, un encadenamiento de párrafos. Varios monólogos sobre un tema o topic común de interlocutores diversos conforman un diálogo.

Es decir, que regularmente las unidades de un nivel, combinadas, forman las del nivel superior. Las unidades y niveles de la oración y las supraoracionales tienen autonomía semántica; son unidades gramaticales, con forma de expresión lingüística y forma de contenido suficientes para transmitir un mensaje inteligible. Las unidades inferiores a la oración pueden ocasionalmente tener ese carácter, y transmitir un mensaje inteligible, pero en principio no lo necesitan; es decir, que en principio son unidades esencialmente gramaticales, componentes de mensajes o de unidades textuales. Mas es oportuno insistir en que igualmente gramaticales son el parágrafo, el monólogo o el diálogo; pero además de esto, son también textuales, de mensaje. [...]

En el sistema lingüístico pueden darse las combinaciones normales de elementos, o pueden producirse ciertos desajustes. La lengua es muy dúctil y rica, y dentreo de la rigidez funcional de sus rangos, permite una notable flexibilidad al formar las cadenas lingüísticas.

En la lengua pueden darse saltos de niveles:

a)    que una sola unidad forma unidades del nivel inmediato superior (un sintagma forma cláusula; una cláusula, oración; una oración, parágrafo, etc.)

b)    que unidades de un nivel sean formantes de unidades de dos niveles más altos - salto de nivel de primer grado - (Ejs.: que una palabra forma cláusula; que un solo sintagma forme oración, etc.).

c)    que unidades de un nivel formen las de otro, tres grados superior, - salto de nivel de segundo grado - (Ejs.: que una sola cláusula forme parágrafo, etc.). Esto es bastante frecuente.

En la otra dirección tenemos las siguientes posibilidades:

a’)   que una unidad sea formante de una estructura de su propio nivel; es decir, que una oración forma parte de otra oración, una cláusula de otra cláusula (Ej.: Le pedí que le dijeran lo que habíamos hablado); un sintagma de otro sintagma (Ej.: Casa de madera); una palabra de otra palabra (Ejs.: Saltamontes); etc. Es lo que llamamos inserción.

b’)   Que unidades de un nivel formen parte de otras del nivel inmediato inferior o de dos inferiores. Es lo que denominamos retroinserción de primer, segundo ... grado. Así, por ejemplo, que una oración forme parte de una cláusula (Ej.: Dijo la sartén al cazo: Apártate que me tiznas); o una cláusula de un sintagma (Ej.: Los alumnos trabajan ...) o de una palabra (Ej.: Un no-sé-qué). Estos fenómenos de inserción y retroinserción responden al procedimiento llamado de recursividad, que garantiza a la par la rigidez de los niveles en que se organiza una lengua, así como su gran flexibilidad o ductilidad.

Este planteamiento nos permite interpretar adecuadamente cualquier estructura de la lengua, aun las que pueden aparecer anómalas. Así, por ejemplo, ya no tendremos dificultad en interpretar unidades del tipo ¡Socorro!, ¡Enhorabuena!, etc. como auténticas oraciones, pues son unidades de comunicación que transmiten un mensaje, que se acomodan perfectamente al concepto de oración, y podremos decir que responden a la inserción, por salto de nivel múltiple, de una palabra en la estructura de oración.

Un estudio gramatical consta de dos partes:

a)    una que se ocupa de las formas de expresión, de la formación y composición de todas las unidades en todos los niveles de la lengua, a la que llamamos Mórfica, y

b)    una segunda parte que atiende a las funciones, relaciones y combinaciones de todas las unidades en la estructura, y de las relaciones entre estructuras de diversos niveles de la lengua. Es, sin duda, la parte nuclear, la Sintaxis.

No entraremos aquí en los niveles superiores al parágrafo, pues no es nuestra intención hacer una gramática del texto.“ 

[Hernández Alonso, César: Nueva sintaxis de la lengua española. Salamanca, 1995, pp. 23-26]

Unidades supraoracionales:

La lengua es un conjunto de estructuras interrelacionadas, organizada en una serie sucesiva de niveles, cuyas unidades combinadas suelen conformar las de niveles inmediatamente superiores. El estudio lingüístico no puede ceñirse a unas unidades o componentes mínimos, ni tampoco debe poner el techo en determinado nivel, como la venido haciendo una buena tradición gramatical. La oración, sí, es el pilar nuclear del edificio de la lengua, pero ella sola apenas configuraría mensajes textuales. No hablamos meramente con oraciones, sino que éstas, combinadas, forman estructuras de nivel superior, que llamamos parágrafos. Un conjunto de estos da ocasión a un monólogo o texto monológico; y de su combinación alternativa, en boca de diferente emisor, nace el diálogo, cuya forma más compleja y múltiple es la conversación.

El parágrafo: De la combinación de oraciones suele nacer esa unidad que llamamos parágrafo. Entendemos por parágrafo la unidad textual superior a la oración y formante de monólogos - si bien en ocasiones un solo parágrafo puede configurar un monólogo -, en boca de un solo emisor. Al combinarse con otros, forma parte de unas estructuras lingüísticas textuales y discursivas, capaces de transmitir un mensaje autosuficiente e inteligible. El parágrafo ha de tener homogeneidad semántica, coherencia textual y adecuada organización sintáctica, en torno a un eje de contenido.

Podemos distinguir en él un núcleo y unos márgenes. Un tercer formante del párrafo es el enlace o concatenadores, que enlazan unos con otros para formar unidades superiores.

Elementos de cohesión:

Hay en la expresión lingüística una serie de elementos y factores que dan cohesión al texto - y consecuentemente al parágrafo -; es decir, que lo hacen coherente.

1.    La repetición.

a)  Reiteración de una unidad semántica por medio de las variantes léxicas sinonímicas; el conjunto de elementos repetidos en una cadena textual que enlaza semánticamente unas unidades con otras > cadenas isotópicas.

b)  Reproducción por medio de pronombres y otras categorías: elementos de índole pronominal, deícticos, anafóricos o catafóricos, reproductores de otro que aparecen en el texto. Otro grupo de sustitutos son los de carácter adverbial: deícticos anafóricos textuales; que pueden ser de lugar (allí, en aquel mismo lugar ...) y de tiempo (entonces, ahora, el día anterior ...).

c)  Sustitutos léxicos que dan cohesión al texto por repetición: proformas verbales; es decir, la aparición de verbos de amplísimo y genérico contenido, que evita la repetición idéntica de otro ya presente (Ej.: hacerlo).

2.    Referencias a unidades conocidas o supuestas, por medio del artículo.

3.    Procedimientos de enlace y encadenamiento semánticos, apoyados en mecanismos de coordinación y en los concatenadores, que apoyan el engranaje ‘argumental’ y ordenan el temático.

En este sentido conviene advertir que hay notable diferencia entre parágrafo y texto. Mientras éste exige una coherencia global, basada en una ordenación jerárquica de contenidos, que hace que el texto funcione como unidad, el parágrafo exite, sí, una coherencia semántica parcial, pero en él viene dada de manera fundamental por los elementos de cohesión y encadenamiento.

4.    Engranaje semántico-sintáctico de tema - rema, elementos semántico-comunicativos articuladores del mensaje. Tema como conjunto de unidades lingüísticas que contiene un mensaje conocido o presupuesto, por lo que aporta una mínima información. Rema es aquel conjunto que aporta el contenido fundamental y nuevo del mensaje; lo que se añade como información sobre el tema. Y no siempre coinciden estas unidades con las de SN y SV en la estructura de cláusula, sino que pueden aparecer en muy diversas formas. El encadenamiento de temas y remas sucesivos y articulados forma la estructura temática de un parágrafo. Mencionaremos que hay distintas formas de rematización y tematización.

5.    La ordenación de los tiempos, modos y aspectos verbales son un recurso valiosísimo para plasmar esa coherencia textual.

6.    El orden de las palabras es procedimiento esencial para la coherencia de la oración, y, por consiguiente, de manera indirecta, del parágrafo.

Relaciones interoracionales:

Los principales tipos de relación de contenido que pueden darse entre las oraciones.

Adición: Dos oraciones se enlazan a través de algún enlace, o meramente de forma yustapuesta.

De oposición: Relación de tipo opositivo, restrictivo, excluyente o alternativo.

Relación de causalidad: A condiciona, mediatiza, es causa o motivo de B.

De coincidencia: Equivalencia o identidad, inclusión, equiparación amplificativa.

De yuxtaposición: Sin ningún conector.

Enlaces interoracionales o concatenadores:

Llamamos así a aquellos elementos, en ocasiones desemantizados, que sirven para conectar dos oraciones, o dos parágrafos o dos enunciados en general, aportando un contenido a esa conexión.

Los elementos de enlace no desempeñan más función sintáctica que la de enlace entre oraciones o parágrafos; no modifican a ningún elemento del dictum, por lo que no ocupan una función en la estructura de la cláusula o nexus. Aunque no forman un repertorio cerrado, su número es bastante superior al de los conectores y transpositores de unidades interoracionales. Por otra parte, pueden combinarse con algunas conjunciones de signo semejante al suyo, es decir, que no todos son compatibles con todo tipo de conectores conjuntivos; como también pueden combinarse varios de estos enlaces para conectar algunas oraciones. Parte de ellos han llegado a una lexicalización muy avanzada, y podemos decir que su única función es la de conectar oraciones o unidades superiores a ella; pero no pocos conservan más o menos nítidamente el contenido originario de sus étimos (ejs.: es decir, no obstante).

Tienen, generalmente, cierta movilidad. Y así, aunque prefieren encabezar la oración que concatenan, pueden posponerse a alguno de sus elementos. Muchas veces tras ellos aparece una pausa fónica, y cuando encabezan la oración que enlazan, van, consecuentemente, entre pausas.  Cuando aparecen en inicio de una conversación o en un diálogo, quedan desemantizados, pierden su función conectiva y pasar a ser meros elementos enfáticos y/o fáticos. Por no pertenecer a los componentes de la cláusula, no pueden focalizarse, ni admiten transformación interrogativa. Ej.: Nunca he admitido actitudes extremas. Antes bien, siempre he propugnado una amplísima tolerancia. No se puede decir *Es antes bien que siempre he propugnado ... ni se puede responder a ¿por qué siempre he propugnado una amplísima tolerancia? con *Fue antes bien.

Una cuestión importante es a qué clase de palabras pertenecen todos estos elementos de enlace. Hay que partir de que desempeñan una función conectiva; pero no hay que olvidar que no todos están desemantizados. Lo más próximo a ellos, si se quiere, son los adverbios de frase o complementos oracionales. Tal vez lo prudente es olvidarse de adscribirlos a un paradigma para configurar una sintaxis oracional o de la cláusula - a veces algo artificialmente -, y centrarse en su valor funcional. es decir, interpretarlos como lo que son, como unidades de enlace de cadenas oracionales o supraoracionales, que, procedentes de diversos paradigmas, han llegado a formar este grupo funcional.

Tipos de enlaces:

Aditivos

más aun, incluso, asimismo, además, encima, aún más, todavía más, también, por lo demás, es más, a propósito, por cierto; por una parte ... por otra; en primer lugar ... en segundo ...; en fin, por último, en conclusión, en resumen, en suma, para concluir, etc.

De oposición:

por contra, por el contrario, en cambio, no obstante, sin embargo, antes bien, ahora bien, de todas maneras, aun así, con todo (y con eso); en caso contrario, de otro modo, así y todo, a pesar de todo, lo cierto es que ...

De causalidad:

pues, entonces, por consiguiente, consecuentemente, por tanto, así pues, pues bien, en tal caso, de modo que, de este modo, de otro modo, a causa de esto ...

De coincidencia

De equivalencia o identidad: es decir, o sea, esto es, a saber, viene a decir, en otras palabras.

De inclusión: por ejemplo, así, concretamente.

De equiparación amplificativa: de la misma manera, así, igualmente, sobre esto, a mayores ...

Coordinación y yuxtaposición: y, o bien, pero (empero), aunque ...

Concatenadores deícticos:

Distinguiremos entre deixis ad oculos, que sirve para situar algo en la órbita del emisor, del receptor o fuera de ellas; y la deixis contextual, de índole sobre todo megalingüística, que señala elementos o partes del texto. Esta, a su vez, puede ser anafórica, con remisión a algo precedente, o catafórica, que suele tener el valor de presentadora.

Por otra parte, debemos distinguir deixis personal, representada básicamente por los pronombres personales y los de su entorno (posesivos, demostrativos ...), deixis temporal (ahora, entonces...) y deixis espacial (allí ...).

Deícticos anafóricos que funcionan como elementos de enlace interoracional:

a)  Relación de causalidad: por ello, por eso, por lo cual, de ahí que, por ende, a causa de esto, por tal motivo, en ese caso, entonces.

b)  Relación de equivalencia: esto es, lo que quiere decir; en este caso ... en otro; esto ... eso; lo de más allá.

c)  Un grupo encabezador de oración o de párrafo: al día siguiente, poco antes, años después, en aquel momento, y ahora, y después, como dijimos antes.

d)  Catafóricos, que expresan una anticipación del contenido: como se verá más adelante, según veremos, las razones son las siguientes ...

No debe olvidarse que la red de deícticos en un texto es uno de los fenómenos que le dan coherencia, y merecedores de un atento estudio. Siempre la deixis temporal ha de relacionarse estrechamente con las marcas de tiempo y aspecto de los verbos, entre otros elementos.“ 

[Hernández Alonso, César: Nueva sintaxis de la lengua española. Salamanca, 1995, pp. 205-218]

Unidades supraoracionales:

En todo hecho de comunicación, en un discurso, podemos distinguir unidades intencionadas significativas, a las que hemos llamado oraciones.

La gramática tradicional sólo se ha preocupado de estudiar los elementos oracionales y las relaciones internas entre estos elementos. La unidad lingüística superior en los estudios gramaticales tradicionales ha sido siempre la oración.

Sin embargo, las oraciones se suceden en el discurso guardando entre sí una relación de coherencia representativa y expositiva que hace del discurso una unidad total de comunicación, que es sentida por los hablantes como coherente o incoherente, según se revele o no la relación de continuidad de lo expresado. Por ello, en la Lingüística Moderna se ha superado el concepto de oración como unidad lingüística superior, y son muchos los estudios de Gramática de Texto que han ido apareciendo. En nuestra exposición, no nos detenemos en el estudio de estas unidades superiores, cuyo análisis exige un trato completo, sino que sólo anotamos, como referencia, la existencia de dos unidades supraoracionales: el período y el párrafo.

·      El período es una unidad textual que viene marcado en la escritura por el punto y seguido. Constituye una unidad psíquica de contenido, y puede ser simple o complejo, según esté formado por una o más oraciones gramaticales. El período complejo coincide con el término de oración compuesta.

La sucesión de períodos forma una unidad superior que denominamos párrafo.

·      El párrafo es cada una de las unidades significativas en que se divide el contenido de un texto, y viene marcado en la escritura por el punto y aparte.

Párrafo o parágrafo es un término de origen griego: «paragraphon»; en griego, es el signo (§) que se utiliza para distinguir distintas partes de un tratado. Aunque los distintos párrafos de un texto indican unidades de contenido, guardan entre sí, sin embargo, una interdependencia como partes de una unidad superior, la que forma la unidad temática total del discurso. La interrelación entre los distintos párrafos se manifiesta mediante diversos recursos lingüísticos: repeticiones léxicas, nexos ilativos y continuativos (pues, así que, por lo tanto ...) uso de formas deícticas (pronombres y adverbios) anafóricas y catafóricas, repeticiones temáticas, exposición correlativa de contenidos, organización expositiva de párrafos, etcétera.

Así, por ejemplo, es frecuente, sobre todo en textos didácticos, que los distintos párrafos aparezcan señalados con número o letras (1o, 2 o ... A, B ...) como partes de un todo temático; e, incluso, que su distribución en el texto corresponda al orden lógico de expresión temática: exposición de una tesis, luego, su argumentación, y, finalmente, su conclusión.“  

[Mozas, Antonio Benito: Gramática práctica. Madrid: Edaf, 1992, pp. 269-271]

Texto (lat. textus, part. de textere, ‘tejido’, con el valor moderno de Quintiliano en adelante).

a) Con una metáfora que encuentra correspondencia en un gran número de culturas, la actividad de la palabra es asimilada a la operación de tejer; de aquí la existencia de una serie de paralelismos: el hilo del discurso, la trama de una narración, etc.; naturalmente, el producto de esta actividad es el discurso, el producto total del habla, cuyas unidades se conectan y se concatenan como los hilos en un tejido (textus). Reservado en un principio al producto escrito (piénsese cómo las líneas escritas sugieren de cerca la imagen de la trama), texto ha pasado a indicar las unidades lingüísticas de orden superior a la frase, un conjunto de n frases sin extensión determinada pero caracterizado por la función comunicativa, el tema, la cohesión y la correferencia.

b) En Glosemática texto o proceso o transcurso [Hernández Alonso: decurso] es el término opuesto a sistema o lengua; ésta (en cierto sentido la „longue“ saussuriana) es la estructura potencial que presupone el proceso o texto; el uno presupone el otro.“ [Cardona, G. R., p. 275]

„El texto, es, pues, una secuencia de una o más oraciones que se caracteriza sintácticamente, en el caso de la existencia de más de una oración, por marcas de cohesión. Entre las marcas figuran como especialmente explícitos los conectores textuales. Como en el caso de la cláusula, que puede carecer de sintagmas nominales relacionados con el núcleo verbal (‘Está lloviendo’), hay ejemplos de texto constituidos por una sola oración, como en ‘Prohibido fumar’. Se entiende aquí por oración la unidad sintáctica provista de modalidad, es decir, con cierta marca entonativa y eventualmente otras marcas que permiten determinar el tipo, declarativo, interrogativo, imperativo, etc. de la expresión como un todo. La oración puede tener estructura de cláusula (o de varias cláusulas interrelacionadas), pero no necesariamente. Consideraré la modalidad declarativa como la no marcada, aunque desde el punto de vista verbal sea el imperativo el modo no marcado, y, como marca de modalidad, haga pensar en que sea la modalidad imperativa la no marcada.

El modo más general de ver estas unidades consiste en concebir la lengua como un conjunto de procedimientos disponibles que permiten, por una parte, estructurar semánticamente unidades de información de naturaleza cognoscitiva, y, por otra, procedimientos que permiten estructurar sintácticamente el conjunto de marcas que representan dicha información. La unidad básica desde el punto de vista comunicativo es el texto; desde el punto de vista cognoscitivo sobresale la unidad léxica como tablero de conexión entre pensamiento y lengua.

La interpretación de cada oración se integra en un modelo cognoscitivo del texto, construido a partir de un esquema de conocimiento acerca de cómo tiene lugar un procedimiento judicial.“

[Garrido, Joaquín:  „Operadores epistémicos y conectores contextuales“. In: Haverkate, Henk (ed.); Hengeveld, Kees (ed.); Mulder, Gijs (ed.); Berniell, Silvia (ed.). Aproximaciones pragmalingüísticas al español. Amsterdam: Rodopi, 1993. p. 6-7]

Textura y texto: Un comunicado es un acto semiótico (verbal, pictórico, musical, táctil) que comprende una actividad mental y una actividad de enunciación. Llamo al producto del acto mental textura, al producto del acto de expresión texto. Una textura consta o de una asociación impresiva de imágenes (o sea una simple alineación de conceptos conforme van apareciendo en el campo de la conciencia, por ejemplo: „Sol. Verde. Árboles ...“) o de una o más proposiciones (o sea, una sucesión ordenada de una o más series bien definidas de conceptos determinados y determinantes, por ejemplo ((((((Juan)trabajar)encasa)hoy)es verdad)Carlos comunicar a Pedro)). Un texto consta de una o más frases. Una frase es el producto de expresión comprendido entre dos pausas mayores con respecto a las otras y entre una entonación inicial y una entonación final características. En la lengua escrita las pausas mayores son indicadas por el punto y el punto y coma. Los límites de una frase son condicionados en general por:

a.  el ‘aliento’ mental del emisor;

b. el aliento físico del emisor;

c.  la intención configurativa del emisor (que quiere disponer las palabras de cierta manera y por esta razón introduce pausas).

Normalmente los elementos de una frase obedecen además a ciertas reglas de combinación.

Nótese que no hay correspondencia biunívoca entre proposiciones y frases. Una frase puede constar de ø hasta n proposiciones, una proposición puede ser enunciada mediante una o más frases.“

[Metzeltin, M.: Semántica, pragmática y sintaxis del español. Wilhelmsfeld: Eggert, 1990, p. 13-14]

„La gramática tradicional terminaba el análisis de las unidades lingüísticas con el estudio de la oración, a la que consideraba como el elemento superior en la lengua: así, la oración está formada por elementos menores que desempeñan en su seno diversas funciones, pero no es constituyente de ninguna unidad superior a ella, en la que se engloba y de la que forma parte.

Sin embargo, es una evidencia que las oraciones se encadenan unas a otras, estableciendo entre sí vínculos y relaciones de diversa naturaleza, y formando unidades de rango superior a la oración, a las que se suele denominar textos. Muchas oraciones sobran sentido auténtico cuando se interpretan en el conjunto del texto en el que se incluyen.

[Marcos Marín, F./Satorre Grau, F. J./Viejo Sánchez, Ma L.: Gramática española. Madrid: Síntesis, 1998, p. 475]

„Las relaciones supraoracionales son de carácter fórico o presuposicional. Y tienen una naturaleza básicamente informativa, más que semántica. El hablante produce oraciones y las encadena, conectándolas unas con otras con la intención de crear un conjunto coherente, al que llamamos texto. En el texto las oraciones no están inconexas; pero los lazos que condicionan su ordenación son de carácter fundamentalmente pragmático. No tiene sentido hablar de relaciones de subordinación entre oraciones. Éstas son las relaciones que se establecen entre los elementos, sintagmas o proposiciones, en el interior de la oración. En las unidades supraoracionales, son las necesidades de la información o de la argumentación las que regulan el progreso de los elementos constitutivos del texto.“

[Marcos Marín, F./Satorre Grau, F. J./Viejo Sánchez, Ma L.: Gramática española. Madrid: Síntesis, 1998, p. 481-482]

“Una manera muy popular de franquear la barrera de la oración para llegar al texto es proponer que la secuencia de oraciones conectadas entre sí es el texto. Para la lingüística del texto de Beaugrande y Dressler (1981, 3), esta propiedad de la cohesión, de que las oraciones están conectadas entre sí, es el primero de los siete criterios («standards») de textualidad. Años después, cuando indica las «unidades elementales» de la cohesión, Dressler (1995, 411) encuentra tres unidades: la oración ([en italiano «frase»,] en inglés «sentence», en alemán «Satz»); la oración elemental ([en italiano «frase elementare»,] en inglés «clause», en alemán «Teilsatz»); la «frase prosodica minima» ([sin tildes, en italiano;] la «tone unit» de Halliday, que tiende a coincidir con la «idea unit» de Chafe).

Dressler añade que las dos primeras, la oración y la cláusula, «atañen a la lengua escrita», mientras que «atañe a la lengua hablada» lo que se puede denominar el grupo fónico. Además de haber tres unidades elementales, y no una, son diferentes según se trate de comunicación oral o escrita. En realidad, la unidad fonológica, de pronunciación, es el grupo fónico, caracterizado por una pauta de entonación. Esta unidad fonológica representa una unidad sintáctica, que, a su vez, corresponde a una semántica, de construcción de la información; pero depende del hablante (o del lector en voz alta) la decisión de cómo de largo hacer el grupo fónico, si de un sintagma, de dos, etc. (Garrido 1981, 110).

A diferencia del grupo fónico, la cláusula es una unidad sintáctica, una construcción de sintagma verbal con su sujeto y sus complementos. Una misma cláusula se puede decir como un solo grupo fónico o como dos o tres, según el ritmo, es decir, la velocidad de dicción. Lo frecuente es el grupo de unas ocho silabas, pero los hay más cortos y más largos (Garrido 1994, 33 y 93). Lo importante es que la estructura sintáctica puede organizar secuencias más o menos largas. Se trata de entidades simplemente distintas, una fonológica y otra sintáctica, que pertenecen a partes diferentes de la gramática, es decir, de la lengua. Querer usarlas a la vez en el análisis del texto es muestra de la heterogeneidad (o incluso confusión) vigente, y quizás se explique porque todas estas unidades tienen que ver con la representación de información, las unidades sintácticas directamente, y la unidad fonológica indirectamente, ya que representa siempre otra unidad, esta si sintáctica, que puede ser un sintagma más o menos complejo (y recordemos que el sintagma verbal completo, con el sujeto incluido, es lo que se llama cláusula).

Como la cláusula, la oración es una unidad sintáctica. El problema para emplearla para definir el texto es precisamente considerar, como Bernárdez (1995, 73), que el texto es una unidad de uso, y la oración no. Para solucionar la dificultad, se propone una unidad de uso, el enunciado, que resulta de añadirle un contexto a la oración. Con una misma oración, según el contexto añadido, tendríamos uno u otro enunciado. Por ejemplo, sería una oración Yo tengo razón y tú estás equivocado, pero según que la dijese Pedro a Juan o Juan a Pedro expresaría proposiciones distintas (Barwise y Perry 1983, 5 y 39), serviría para pronunciar enunciados distintos. En otros términos, si le añadimos la información de quién es el hablante en primera persona y quién es el interlocutor en segunda persona, obtenemos el enunciado, la unidad de uso. El problema se plantea entonces para el texto: ¿está hecho de oraciones o de enunciados? Lo que caracteriza al texto es la cohesión, el hecho de formar un todo y no ser unas cuantas oraciones que no tienen que ver entre sí. La cohesión se consigue con procedimientos sintácticos que están en la oración, como los pronombres anafóricos, los conectores (Halliday y Hasan 197é, Mederos 1988), y los tiempos verbales (Kamp y Reyle 1993). La coherencia se produce en virtud de la existencia de un tema de discurso, tópico de discurso (en la terminología de lengua inglesa) o isotopía (en la tradición terminológica francesa, por ejemplo de Rasfier 199éc, 22). Los procedimientos (sintácticos) de cambio de tema contribuyen a la cohesión, salvando la coherencia. Pero además las oraciones forman un todo porque hay una información que las relaciona (de manera que se constituya un tema de discurso). Esta información es un contexto común a todas ellas que les da coherencia (Garrido 1991, 352). A la inversa, podemos definir el contexto como la información necesaria para entender la secuencia de oraciones como un todo en el acto de comunicarse. La cuestión está, entonces, en qué información es esta, que la oración requiere para ser entendida como parte de un texto.

Una conocida solución consiste en el principio de cooperación de Grice (1975), según el cual es necesario suponer ciertas ideas para que se cumplan las máximas de la cooperación. Por ejemplo, si alguien dice ¿Vamos al cine? y se le contesta Hoy es miércoles, hay que partir de la base de que la respuesta está relacionada con la pregunta (según la máxima de relación: «Haz que tu contribución sea relevante»). Para que esté relacionada se supone, por ejemplo, que ir al cine los miércoles no es posible, por ser un día laboral. Esta suposición se llama implicatura (para distinguirla de la implicación, una relación que se da siempre, independientemente del contexto, por ejemplo, entre Hoy es miércoles y Hoy es día laborable, puesto que se cumple siempre que el miércoles es laborable). La suposición que se da en la conversación, o implicatura conversacional, permite entender la expresión como respuesta negativa. Es esta la información contextual que se ha añadido. La dificultad está en saber que es esa y no otra, y en determinar cómo se llega a ella. Por ejemplo, podría haberse supuesto que los miércoles son un buen día para ir al cine, porque hay rebaja en las entradas. Sería entonces interpretada la respuesta corno afirmativa. Si supiéramos cómo se llega a la suposición que sirve de contexto, resolveríamos también el problema de saber cuál es la suposición que se hace, y por qué esa y no otras.

Sperber y Wilson (1986) proponen la relevancia o pertinencia como factor decisivo y obligatorio en la interpretación, a diferencia de Grice, que lo considera como una entre varias máximas, posible además de contradecir. En ejemplos como el anterior, el interlocutor selecciona el contexto entre las suposiciones acerca de la realidad que tiene a su disposición, buscando maximizar la relevancia del enunciado en cuestión. Más exactamente, afirman que se maximiza la relevancia de la suposición sobre la realidad expresada mediante el enunciado. La relevancia será mayor cuanto mayores sean los efectos contextuales, es decir, las conclusiones (inferencias) que se sacan a partir del enunciado y el contexto en cuestión, y menor sea el esfuerzo de procesamiento realizado (Sperber y Wilson 1986, §§ 3.2 y 3.3). Los efectos contextuales son conclusiones que no se pueden extraer del enunciado solo, ni del contexto solo, sino de la combinación de ambos. Y el coste de procesamiento consiste en el empleo de las diversas ideas, que llevan una a la otra. En el ejemplo anterior, en realidad se necesita saber que en día laborable el interlocutor no puede ir al cine, una segunda idea a la que se llega (se accede) a partir del dato de que el miércoles es laborable. O, en la otra interpretación, hace también falta la idea de que la rebaja en el precio de la entrada es interesante para el interlocutor. Podría no serlo: pensemos en que la contrapartida fuera un cine abarrotado de gente, o, simplemente, que al interlocutor le parezca sin importancia la diferencia de precio.

Como vemos, hay un problema en determinar el coste de acceso al contexto, además de saber cuáles son los efectos contextuales máximos. No podemos medir este coste, como señala Portolés (1994, 58), ni tampoco podemos saber cuáles son los efectos contextuales, puesto que se trata de una explicación comparativa y cuantitativa, según observó Sánchez de Zavala (1990, 284) y también Roberts (1991, 4é9). Son los máximos efectos, sí, pero ¿cuáles? Sperber y Wilson (1986, § 3.4) proponen que hay un contexto óptimo, que forma parte de las ideas disponibles o «entorno cognoscitivo» del destinatario. Este contexto óptimo da lugar a un máximo de conclusiones o efectos contextuales a los que no se puede llegar sin él, y todo eso a un coste mínimo de procesamiento. Ocurren así las cosas porque, según el principio de relevancia, todo acto de comunicación garantiza su relevancia óptima, que consiste en que lo comunicado es suficientemente relevante para merecer la pena procesarlo y que la expresión que se produce, «el estímulo ostensivo», es «el más relevante» que se puede emplear (Sperber y Wilson, § 3.7, p. 158).

En realidad, se trata de cosas distintas. Una es que lo que entiende el interlocutor le merezca la pena el esfuerzo, le compense, y otra es que la expresión en palabras sea eficaz para transmitir eso que entiende el interlocutor. Hay un tercer problema, que el oyente entienda lo mismo que quiere transmitirle el hablante. Estos autores lo solucionan afirmando que solo está de acuerdo con el principio de relevancia («es consistente» con él) la interpretación que coincide con la que «un comunicador racional podría haber esperado que fuera la interpretación óptimamente relevante para el destinatario» (§ 3.8, 166; en la traducción española, p. 208, «consistent» aparece como «coherente», que es otra cosa). En otros términos, el oyente al entender actúa sobre la base de la racionalidad de su interlocutor. El problema sigue siendo cómo es que la interpretación del oyente es la que ha diseñado el hablante, puesto que se puede ser racional y sin embargo entender de distinta manera. Para solucionar estas dificultades hay que poner la explicación de la relevancia justamente al revés.

El todo por la parte:

Recordemos que seguimos en las mismas, es decir, en un análisis como el que resume Parikh (1991, 474) para definir el «contenido en un enunciado»:

(significado de la) oración + situación de discurso = contenido

En la explicación de la relevancia se analizan enunciados, es decir, oraciones dichas en determinadas circunstancias. Según este tipo de explicación, el significado de las oraciones depende de su estructura sintáctica, mientras que la comprensión de los enunciados es un procedimiento que les añade un contexto de manera que se deducen unas consecuencias o efectos contextuales. Es decir, se mantiene que el significado de la oración es constante, y el contenido del enunciado es variable, dependiendo de la situación de comunicación. Una misma oración, según el añadido contextual, se entiende de distinta manera. En el ejemplo anterior, según que el miércoles sea adecuado o inadecuado como día de ir al cine para el interlocutor, con una misma oración acepta o rechaza la invitación. Parece que es verdad que la oración tiene el mismo significado (que el día en que se diga la oración es miércoles), y que es el «contenido en el enunciado» lo quo cambia.

Las cosas serían así si la comprensión fuera una especie de acertijo, algo así como un perpetuo preguntarse ¿qué habrá querido decir con esto? Sin embargo, no hay acertijo, porque se comprueba que el oyente va derecho al contexto adecuado, sin ir tanteando, como también observan Sperber y Wilson. Tanto por parte del hablante como del oyente lo que hay es un procedimiento de ahorro. El hablante deja de decir ciertas cosas, y el oyente no las necesita para entender. Desde el punto de vista de la producción, como señala Levelt (1989, 123-124), se deja de decir lo que se puede deducir a partir de la expresión empleada. Al dar indicaciones sobre cómo llegar a un sitio, basta decir Cuando llegue a la iglesia, tuerza a la derecha; de ello se deduce que hay una calle a la derecha de la iglesia según se llega. No hace falta decir: Cuando llegue a la iglesia, verá una calle a la derecha. Tuerza por esa calle. Levelt observa que el procedimiento es eficiente, ya que el hablante tiene que expresar solo una parte del total de información. Se lleva a cabo un procedimiento que podemos llamar metonímico, de representar el todo por la parte. Sperber (1988, 154) propone algo parecido al afirmar que nunca se explicita todo porque «a partir de una explicitación parcial el resto puede reconstruirse como algo obvio».

La solución consiste en proponer que se representa cada bloque de información, cada conjunto estructurado de datos, mediante la expresión que corresponde solo a una parte de esa información. En el ejemplo, el bloque de información completo se puede describir como que responde que no porque el día en cuestión es miércoles, que es día laborable, y los días laborables no puede ir al cine. Ya están los datos de que es una respuesta, y que la respuesta a ir al cine es que es miércoles. Falta por decir la parte de que ser miércoles hace imposible ir al cine. El mismo bloque completo se podría también representar con la respuesta Entre semana no puedo. En ambos casos el dato representado es una parte del bloque completo. En un caso, hay que añadir la relación entre ser miércoles e ir o no ir al cine. En el otro caso, hay que añadir que el día en cuestión es laborable, es uno de esos días de «entre semana», y ya se explicita que en esos días no se puede ir al cine. En los dos casos lo que hay que añadir es algo que tiene que saber el oyente, que es que en día laborable el hablante no puede acudir al cine.

Antes de detallar cómo tiene lugar este proceso hay que redondear la idea de que en lugar de un significado más un contexto lo que hay siempre es un proceso de representación de un todo mediante la parte que hace obvio el resto de ese todo. La primera consecuencia es que no construimos un significado, por ejemplo de la oración, y le añadimos un contexto al pronunciar la oración como enunciado, en una situación, de manera que el enunciado tenga un contenido suplementario. Solo podemos usar la oración como componente de este proceso de representación del todo por la parte. Tenemos que invertir los términos de la fórmula anterior: la información representada por la oración solo es una parte de la información total. El resultado es que no hay un significado oracional por sí mismo, un significado literal, al que se le añade algo para llegar al contenido enunciativo. Es al revés: al todo que se quiere transmitir se le quita lo que no hace falta decir, y se explicita la parte que hará que se llegue al todo. No se añade la información contextual, sino que se quita de manera que se tenga que recuperar.

Si vamos construyendo la expresión desde los componentes más pequeños de la oración, la representación de información no se para al llegar a la oración, de modo que tengamos algo ya terminado, el significado oracional. Más bien ocurre que la información aportada o representada por la oración es una parte de este bloque completo de información. Esto no es lo mismo que decir que hay un significado oracional y un contenido enunciativo. A esta idea llegan todos los que defienden la fórmula anterior, la de que hay una semántica de la oración, en que el significado se va componiendo combinando significados según la estructura sintáctica (semántica de la forma lógica), y una pragmática del enunciado, en que la interpretación se va construyendo mediante unos procedimientos de inferencia, guiados por ciertas propiedades de la expresión. Por ejemplo, Blakemore propone que ciertas palabras que tienen que ver con el énfasis, por ejemplo, como también la entonación o el orden de palabras, no son parte de esa semántica de la oración, sino que «su única función es guiar el proceso de interpretación especificando ciertas propiedades del contexto y efectos contextuales» (Blakemore 1989, 21). Un ejemplo de esto último sería todo en la observación que hace una periodista acerca del personaje que está entrevistando en la radio: Pedro Schwarz es todo un liberal (Radio Nacional, 21.12.96, 10:15). La estructura sintáctica del verbo copulativo con su atributo y su sujeto representa una cierta información (alguien es de determinada manera). Sin embargo, hay una palabra, construida de cierta manera (todo en todo un liberal), que se quedaría fuera de esta estructura, de lo que representa. Serviría para obtener efectos contextuales, para guiar la interpretación pragmática. La dificultad es doble. Por un lado, no son de la misma naturaleza la representación que corresponde a la estructura sintáctica y la interpretación que tiene que ver con efectos contextuales. Por el otro, en la expresión unas propiedades, palabras o construcciones, tienen que ver con la sintaxis y la correspondiente representación, el significado oracional, mientras que otras palabras y construcciones no tienen que ver con ella, sino con el proceso de interpretación.

El primer problema es que en la estructura sintáctica haya cosas que simplemente no son sintácticas, es decir, que no contribuyen a la estructura de construcción que, a su vez, corresponde al significado, o más exactamente, a una representación de información. Por ejemplo, que unas palabras sean sujeto o sean objeto directo del verbo da lugar a que se entiendan como agente o paciente de la acción representada por el verbo. La dificultad consiste en que haya palabras o construcciones que no tienen que ver con esta relación con el significado, con esta manera de representar información (o significado, dicho intuitivamente) mediante la sintaxis. El segundo problema es el ya conocido de que al llegar a la oración se acaba lo que describe la gramática (relación entre construcción de sonidos y construcción de sentidos), porque entra en juego algo completamente distinto, el contexto y los efectos contextuales (las conclusiones nuevas que surgen al añadir el contexto, recordemos). Exagerando los términos, hay palabras y construcciones que se salen de la sintaxis, y, en segundo lugar, hay dos modos de representar información en la lengua, el que llega hasta la oración, que es la sintaxis (donde la estructura de construcción corresponde a una estructura de significado), y el que entra en juego en el enunciado, que es la pragmática.

La idea de que el todo está representado por la parte nos permite abordar estos dos problemas. Un primer paso para acercarnos a esta idea del todo por la parte es rechazar que haya esta dicotomía entre el significado oracional y el otro. Para ello lo primero es darse cuenta de que no hay un significado oracional sin más, al que luego se le puedan añadir otros datos contextuales. La oración forma parte de una unidad superior, en que operan los mismos procedimientos que dentro de la oración. La sintaxis no se queda en la oración, como representación de la estructura semántica. Hay una unidad superior, sintáctica, en la que se integra la oración. El segundo paso es reconocer que dentro de la oración, hasta llegar al léxico, tienen lugar los procesos que resumimos como de representación del todo por la parte. El significado de la palabra, o significado léxico, como tampoco el oracional, no existe por sí mismo, independiente del contexto. En cada unidad sintáctica, desde la palabra pasando por el sintagma hasta la oración y, como veremos, más allá, operan procedimientos análogos de representación de un bloque de información entero mediante la explicitación de una parte. Estos procedimientos pertenecen a la sintaxis, como los otros que sí están claros (sujeto y objeto directo, en el ejemplo de antes). Volvamos a nuestro primer paso, que tiene que ver con la naturaleza del llamado significado oracional.

La ficción del significado oracional:

Para distinguir el significado de la oración del contenido enunciativo, se suele proponer que toda oración tiene un cierto significado en el contexto nulo o cero, es decir, si no se le añade ninguna información acerca de la situación de enunciación. Ese significado se considera el significado literal de la oración en la postura que Wilensky (1987, 146) llama de ortodoxia extrema. Sin embargo, no hay tal significado sin contexto. Siempre interviene nuestro conocimiento del mundo, observa Wilensky, acerca del ejemplo de Searle de cortar la tarta frente a cortar el césped. Sin ninguna otra información, sabemos que cortar la tarta hace referencia a partir en pedazos, dice Wilensky. Searle (1979) defiende que no se puede asignar a la oración El gato está en la alfombra un significado literal independiente del contexto. Bastaría imaginar una situación de una alfombra empleada para almacenar y trasladar unos cuantos objetos, y que el gato se hubiera escondido entre ellos, para que no se cumpliera el supuesto significado literal de que el gato está sobre la alfombra, puesto que estaría dentro de la alfombra (este ejemplo está modificado con respecto al original, porque me parece que aclara mejor las cosas para el español que pensar en un gato tieso colocado encima de una alfombra enrollada apoyada en la pared, del ejemplo en inglés).

Para Wilensky, el ejemplo demuestra que no hay un significado de la oración, que sería el literal, sino que solo hay interpretaciones de la oración. El «objeto semántico» que se construye a partir de los significados léxicos según las reglas gramaticales de combinación sería el «contenido primario de la oración», que sería el punto de partida de la interpretación que produce el significado. Con la intervención del conocimiento de la realidad, del conocimiento «pragmático», que restringe este contenido primario, se llegaría al «significado transmitido», al «contenido real del enunciado». Así, en El gato está en la alfombra el contenido primario sería la idea abstracta de que el gato está localizado en relación con la alfombra, y el conocimiento pragmático acerca de los gatos y las alfombras especificaría la relación como de estar sobre la alfombra, mientras que cortar el césped y cortar la tarta serían idénticos en cuanto a la acción prescrita de cortar, y el contenido real se aproximaría en uno al de segar y en el otro al de partir, según Wilensky (1987, 150). A diferencia del ejemplo del gato y la alfombra (que en inglés además es un ejemplo típico, The cat is on the mat, en la «alfombrilla» o el «felpudo»), el de cortar no vale, puesto que si aceptamos la composicionalidad del significado (que el todo sea función de las partes componentes), no necesitamos más conocimientos que el significado del sintagma que es objeto directo del verbo. Cuando se trata de el césped, la combinación resultante es, efectivamente, segar, pero sin que haya que añadir nada más. Cuando se trata de la tarta, en inglés la combinación resultante de cut y the cake es, según Wilensky, slicing, lo que en español se parecería más a cortar en rodajas, mientras que en español la composición es partir, puesto que los resultados no son rodajas (lo serían en un brazo de gitano o un helado de corte, por su forma), sino trozos o pedazos. Aunque el ejemplo no está bien llevado, es acertada la idea de que en muchas ocasiones se entiende algo más concreto que el significado vago o incompleto del verbo.

EI análisis de que siempre se añade conocimiento pragmático es semejante al de la relevancia, en el que toda oración se interpreta (ninguna tiene un significado por sí mismo), y en el que también se puede concretar por inferencia el significado de un verbo (incluso saber qué se está comiendo si se usa comer sin objeto directo que lo explicite). En cuanto a las oraciones, sus significados son «formas lógicas incompletas», entre otras cosas porque tienen «constituyentes infradefinidos» como por ejemplo demasiado (falta el dato de para qué es demasiado), según Sperber y Wilson (1986, 193; «underdefined» es «poco definidos» en la traducción española, p. 238). En cuanto a un ejemplo como Laura está comiendo, lo que se entienda que está comiendo dependerá de aquello que produzca mayores efectos contextuales, según Haegemann (1987). Por ejemplo, estará comiendo alimento si la interpretación es de que no se la moleste, porque está comiendo el alimento que se toma a la hora de comer; pero, con un coste de procesamiento mucho mayor, estará comiendo un microchip, con la interpretación no solo de que no se la moleste sino también de que es una investigadora informática que ha enloquecido y come microchips, según resume Bertucelli Papi (199é, 144; se supone que los pela). También aquí el ejemplo puede resultar poco convincente, pero la idea es acertada, en el sentido de que hay verbos que tienen varias acepciones, una de ellas en construcción intransitiva y otras transitivas, como escribir (ser escritor) y escribir una carta (redactar y copiar por escrito el mensaje que se envía por ejemplo por correo).

Precisamente el ejemplo del significado léxico nos da la clave. Una palabra tan aparentemente inocente como escribir no quiere decir una cosa, ni siquiera varias, por sí misma. El diccionario y la experiencia propia nos dicen lo contrario. Pero es que siempre hay lo que Searle (1992, 212) llama el homúnculo, la personilla que interpreta lo que hay en las definiciones de diccionario o en nuestras propias explicaciones. En lugar de decir escribir construido con tal y tal complemento, con tal tipo de sujeto, quiere decir tal cosa, abreviamos la primera parte. En la explicación no está porque cualquiera que la reciba es capaz de ponerlo por su cuenta. Si entramos en el detalle del tipo de complemento, por ejemplo, puede haber sorpresas. Nos podemos dar cuenta de que escribir a una persona puede querer decir simplemente comunicarse por carta, no tanto dibujar letras en un papel o redactar las expresiones correspondientes. Lo que hacemos con las palabras (unidades léxicas) lo hacemos con las oraciones. No es que las aislemos de su contexto, sino que lo damos por supuesto. Lyons (1977, § 14.2, 588) denomina «oraciones de sistema» a las unidades que «se derivan de los enunciados por medio de la eliminación de todos los rasgos dependientes del contexto de los enunciados».

En realidad, no solemos proceder así, sino que directamente vemos citada una oración, pongamos que como ejemplo en un análisis, y no podemos evitar añadirle un contexto. También ocurre que nos inventamos la oración, es decir, la componemos para que sirva de ejemplo, y, al entenderla, le estamos asignando un contexto, por muy vago y poco relacionado con nuestra experiencia diaria que sea. Estamos reconstruyendo el todo del que la información explícita es una parte. Cuando ya no se trata de ejemplos de análisis, sino de una oración sin datos adicionales, siempre hay la posibilidad de añadir el contexto que es más frecuente, menos sobresaliente o inesperado, por tanto, de todos conocido. Es el contexto por defecto. Si no nos dicen nada, accedemos a la acepción prototípica, al mejor ejemplo, que es precisamente el que resulta de añadir el contexto por defecto. La idea de prototipo se emplea para explicar el significado léxico: para cada significado, por ejemplo, el de la palabra pájaro, hay diferentes ejemplos, unos mejores que otros. Estos ejemplos, como observa Grandy (1992, 118) se parecen más o menos al ejemplo característico, que es el prototipo, en este caso el significado de gorrión. El prototipo, además, puede definirse como esquema cognoscitivo, y puede emplearse también para el significado de las expresiones (y, en realidad, para cualquier categoría de limites borrosos). Así, si no sabemos nada más, siempre cabe la posibilidad de emplear el prototipo, de añadir el contexto por defecto. Más que una posibilidad, es una obligación. Si leemos el ejemplo de María cortó la tarta nos imaginamos que es algo que alguien podría decir acerca de una cierta tarta, y una cierta persona llamada María, algo que ocurrió en un tiempo anterior al del momento en que eso se dijera. Le proporcionamos un contexto por defecto.

Con la palabra hacemos la misma operación que con la oración. Citamos una palabra, una unidad de vocabulario, sin las demás palabras con las que va unida, es decir, la despojamos de sus conexiones sintácticas. Si es un verbo, citamos el infinitivo, sin la terminación de persona, número, tiempo, etc., que conecta a la palabra con otras. De la palabra como unidad sintáctica (escribían) pasamos a la palabra como unidad léxica, de vocabulario (escribir). En lugar de decir que la palabra escribían quiere decir tal y tal cosa, damos por supuesto que se entiende qué quiere decir el plural, o el pasado (es el homúnculo el que lo explica, es decir, nuestra mente, como ya lo sabemos lo damos por supuesto al explicarlo nosotros), y que solo hace falta saber qué quiere decir escrib, que citamos por el infinitivo escribir. De la misma manera, somos capaces de aislar una oración, y de preguntar qué quiere decir, sabiendo, claro está, que los otros datos que hagan faltan se dan por supuestos. En ocasiones sí que se aclaran, como ocurre con el léxico. Se dice que, en un ambiente literario, escribir quiere decir tal cosa, o que, desde el punto de vista de la acción física desarrollada, de los movimientos que se llevan a cabo, escribir es coger una pluma o lápiz y... etc. También podemos aclarar que Es la hora en un ambiente académico es el aviso de que ha llegado el momento de terminar la clase, y así sucesivamente.

Está claro, entonces, que las cosas no se acaban en la oración. Por otra parte, siguen pendientes varias cuestiones relacionadas con el hecho de que parece añadirse información a la que está representada. El ejemplo de lo que pasa en el léxico nos señala otra vez la dirección que tenemos que seguir. En el ejemplo anterior, el resultado análogo a segar no parece encontrarse por separado ni en cortar ni el césped, pero está claro que cada una contribuye al resultado precisamente por formar parte de ese todo que es la expresión. El todo parece ser más que la suma de las partes. A primera vista al significado léxico se le añaden otros datos en virtud de que la palabra en cuestión forma parte de una construcción. Pero el ejemplo muestra que lo que ocurre es que de la combinación de los significados léxicos resulta un todo que es más que la suma de las partes. La propia combinación, en virtud de los términos que entran en juego, es más que cada una de las palabras por sí mismas. En esto consiste precisamente la sintaxis, en que represente la composicionalidad del significado, la combinación en una unidad más compleja que los componentes. Está claro que la palabra no está sola; tenemos que resolver el problema de la soledad de la oración, encontrarle compañía.

La soledad de la oración:

Para Rastier, «la soledad de la oración», la idea de que el significado de la oración no está determinado por su contexto y que puede entonces estudiarse aislado, equivale a rechazar la «textualidad», la «determinación de lo local por lo global» (1996, 28). El análisis del discurso «a la francesa» mantiene según Rastier este límite de la oración, puesto que considera el discurso como fuera de la lingüística de la lengua, según propone Benveniste (1964, 130), y llega a definir el texto, como Adam (1990, 23), como un discurso abstraído de sus condiciones de producción, cuando para Rastier un texto no existe sino como producto de «una práctica social determinada» (p. 19). Aunque por razones de exposición Rastier (en 1987) «procede de lo simple a lo complejo, y del sema al texto», no admite el principio de composicionalidad, puesto que «lo global determina lo local», lo que existen empíricamente son los textos, y no los signos aislados, y el análisis «microsemántico» no puede evitar la determinación que ejerce sobre él el «nivel macrosemántico» (Rastier 1996b, 280-281). Ya no se trata solo de rechazar que el contexto se añada a la oración, sino de partir de que hay un todo (lo global) que es superior y determina a las partes (lo local). [...].”

[Garrido Medina, Joaquín: Estilo y texto en la lengua. Madrid: Gredos, 1997, p. 133 ss.]

Progresión temática marcada

«El problema de los límites entre la oración y el discurso no se ha planteado en la gramática hasta muy recientemente. Las obras clásicas daban por supuesto que la frontera superior de la gramática era la oración y que el discurso respondía a pautas organizativas diferentes, de índole semántica o retórica, pero tan apenas sintáctica. Esta tardanza en acometer la naturaleza gramatical de ciertos hechos discursivos obedece a que la coherencia discursiva parece ligada a la lengua escrita, pues muchos idiomas, que sólo tienen un uso oral, carecen en apariencia de procedimientos gramaticales específicos para construir textos más extensos que la oración.

La idea de que el discurso también está estructurado sintácticamente había ido apareciendo de forma reiterada en diversos autores y escuelas, hasta el punto de que Givón (1979) pudo completar un volumen colectivo con esta orientación, en el que interesan sobre todo los trabajos de Longacre, Hinds y Chafe. Hoy en día la coherencia se considera como una propiedad global de los sistemas cognitivos (Rickheit y Stohner 1992) y su análisis atiende a aspectos tectónicos (de estructura interna), dinámicos (de grado de estabilidad) y genéticos (de constitución).

En la tradición española se suele diferenciar entre cohesión y coherencia: la primera denominación se aplica al aspecto formal del vínculo que ata las distintas unidades de un texto, la segunda, a su aspecto semántico. [...]

Nada tiene de sorprendente que algunos estudios publicados en el último cuarto de siglo [XX] hayan puesto de manifiesto que la articulación del discurso se sirve también de procedimientos sintácticos operativos en el nivel gramatical. En particular, hoy se piensa que los recursos de que se vale la lengua escrita para marcar la cohesión de un texto son el resultado de la gramaticalización de procedimientos de organización retórica del discurso presentes en la lengua hablada o en etapas anteriores del idioma.

Entre los hechos sintácticos de filiación simultáneamente oracional y discursiva se suelen destacar: la progresión temática marcada, entre otros factores, por los deícticos y los pronombres; la temporalidad; el realce parentético; el discurso directo en su relación con el indirecto y las relaciones entre parataxis e hipotaxis.

Dominique Maingueneau (Eléments de linguistique por le texte littéraire, Paris: Dunod, 1993) se ocupa precisamente de estos temas en algunos capítulos de su libro.»

[López García, Ángel: “Relaciones paratácticas e hipotácticas”, en: Bosque, Ignacio / Demonte, Violeta (eds.): Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Real Academia Española / Espasa Calpe. 1999, vol. 3, § 54.1]

«Texto

El término "texto" tiene una sólida tradición en el análisis literario; desde el punto de vista del análisis lingüístico, el literario es un tipo de texto, caracterizado por la permanencia más allá del momento de su creación, y por estar destinado a ser repetido (por ser "literal", en término de Lázaro 1976), o, mejor, ejecutado en diferentes ocasiones a la de su creación (mejor, composición), y por personas diferentes de su autor. Desde el punto de vista del análisis del discurso, también son textos, pero de otro tipo, los que podríamos llamar enunciados perecederos. Una conversación cualquiera, cuyos términos se olvidan una vez concluida, es ejemplo de textos, a pesar de su carácter efímero. (Estas mismas palabras aquí escritas constituyen un texto, pero no por estar escritas, que no por ello se libran del peligro del olvido.)

La noción de texto tampoco coincide con la de escritura: los textos permanentes no son necesariamente textos escritos. La poesía de transmisión oral es ejemplo de la permanencia al margen de la escritura, como lo son los refranes y las plegarias (si es que no son en cierto modo textos poéticos). Y los avatares de la transmisión manuscrita y la impresa de los textos literarios muestran el grado de alteración que puede sufrir el texto escrito (hasta el punto de que la fijación del texto suele ser un preliminar indispensable en el análisis literario). Sin embargo, la escritura tiene un efecto tal en el lenguaje, que cabe hablar en ciertos casos de lenguaje escrito como variedad diferente de la lengua oral [véase ahora Garrido 1994]. Se ha señalado frecuentemente que la escritura permite abstraer el texto permanente de su contexto de producción; la escritura libera al hablante, es decir, al escritor, del requisito de linealidad: puede volver atrás y corregir, e incluso puede componer, es decir, producir las partes del texto en orden diferente al que luego presentan en él. Al mismo tiempo, la escritura obliga al hablante, al escritor, a especificar las condiciones de reproducción de su texto, si es que no se acoge a un modelo establecido acerca de la ejecución, es decir, acerca de la interpretación que recibirá su texto por parte de los lectores. El poema de Machado en cuestión, por ejemplo, contiene una fecha y una indicación de lugar que recuerdan a los datos que encabezan una carta. Estos datos tienen una misión análoga (sitúan al lector o al oyente), pero de manera peculiar: no encabezan el poema, sino que, como la firma de una carta, cierran el texto. (Como indica Ferreres (1970, p.70), el poema se publica en «Nuevo Mundo» en 1914, con el título de "Camino de Balsaín"; en 1917, Machado lo titula "Caminos", y lo fecha en 1914.)

Se ha caracterizado en ocasiones el texto, desde el punto de vista sintáctico, por la cohesión. Ciertos rasgos como la anáfora, la pronominalización, la presencia de instrumentos conectores, producen una relación de cohesión entre las partes del texto (cf. Halliday y Hasan 1976). Pero el hecho es que los hablantes imponen la cohesión entre las partes del texto incluso cuando la tarea es casi imposible (cf. Stenning 1978). Así, entre 'Necesito dinero' y '¡Cómo llueve!' no parece haber relación lingüística expresa. Sin embargo, es fácil imaginar una situación en que la segunda oración sea una respuesta negativa, si la primera se concibe como petición. La falta de relación entre la petición y la respuesta se interpreta entonces como deseo del interlocutor de ni siquiera abordar el tema del dinero y menos la cuestión de dárselo al que lo pide indirectamente (implícitamente). De dos enunciados sin conexión lingüística expresa obtenemos un todo coherente, un texto, al añadir cierta información a cada enunciado que los pone en relación. Es este caso, los hemos situado en unas circunstancias (prototípicas) y hemos supuesto que sirven para realizar ciertas acciones (petición y respuesta). En otros términos, hemos provisto a las dos secuencias de un contexto común a ambas. El contexto es la información necesaria para entender el conjunto de oraciones como un todo empleado en un acto comunicativo. El texto es el conjunto de oraciones provistas de un determinado contexto común a todas ellas.

La existencia de un contexto común proporciona al texto la coherencia entre las partes. Los elementos de cohesión, como la anáfora, los conectores, las relaciones léxicas entre unidades, etc., son la representación sintáctica de la coherencia; pero la coherencia puede no estar representada sintácticamente, es decir, puede estar implícita. Como toda unidad sintáctica, el texto representa un conjunto organizado de operaciones cognoscitivas; representa, en términos de van Dijk (1977), una macro-estructura, que define el significado del conjunto sobre la base de los significados de las oraciones componentes; o, más bien (cf. Johnson-Laird 1981), que asigna y organiza los significados componentes en un todo coherente.

En todo texto hay una relación de compensación entre la información explícita, es decir, la expresada, y la información implícita, es decir, la implicada y la presupuesta. El hablante produce el texto calculando qué información sabe ya su interlocutor al respecto, de modo que no sea necesario repetirla (cf. la convención o máxima de la cantidad, de Grice 1975); también calcula cuánta información necesita explicitar para que el oyente le entienda y cuánta puede deducir el oyente a partir del texto y de los conocimientos generales que tenga sobre el tema. Se puede hablar aquí de ambigüedad calculada: el autor de un texto calcula cuánto necesita decir y cuánto puede suponer que el oyente será capaz de poner por su cuenta a partir de lo dicho en el texto. El hablante procede atribuyendo al oyente ciertos conocimientos y cierta capacidad de inferir lo que falte en el texto.

El texto es, pues, una secuencia de palabras ordenada según un determinado conjunto de relaciones sintácticas, expresas, implicadas o presupuestas. Se caracteriza por ir unido a un contexto que es indispensable para su procesamiento como tal texto. El texto es un conjunto de instrucciones para construir un modelo cognoscitivo (cf. Johnson-Laird 1981), un conjunto de conocimientos articulados entre sí. El texto proporciona en grado variable la información necesaria para tal actividad constructiva: en cualquier caso, la identificación de la información contextual relevante para un texto dado tiene lugar según principios socialmente establecidos; el texto, para que su procesamiento tenga éxito, tiene que proporcionar las claves de aplicación de dichos principios a la construcción del contexto. El número de interlocutores potenciales aumenta en la medida en que el texto proporcione explícitamente su contexto.»

[Garrido Medina, Joaquín: “Sobre el texto como unidad lingüística”. En: Espectáculo, Nº 8 marzo-junio 1998:

http://www.ucm.es/OTROS/especulo/numero8/machado.htm]

«Texto

Unidad de comunicación sujeta a ciertas condiciones de buena formación, como la coherencia conceptual, la cohesión entre sus miembros o la adecuación a la situación comunicativa. (Véase Discurso, Adecuación, Coherencia, Cohesión, Lingüística de texto).»

[Eguren, Luis / Fernández Soriano, Olga: La terminología gramatical. Madrid: Gredos, 2006, p. 101]

«Texto

Es el resultado de un acto de comunicación ligado a un contexto cuyo carácter y extensión dependen de la intención del hablante. Con otras palabras, es la unidad de comunicación intencional, de extensión variable, dotada de coherencia y vinculada a un contexto.»

[Sánchez Lobato, Jesús: Saber escribir. Madrid: Santillana, 2006, p. 513]

horizontal rule

Impressum | Datenschutzerklärung und Cookies

Copyright © 1999-2018 Hispanoteca - Alle Rechte vorbehalten