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Época del emperador Carlos V (comp.) Justo Fernández López Historia de la literatura española
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La época del emperador Carlos V (1516-1556)
Carlos V representa el ideal político del Renacimiento. El derecho romano cultivado en la famosa universidad de Bolonia, la universidad más antigua del mundo (ya en el siglo XI existía en Bolonia una Facultad de Derecho), propagó el ideal del Imperio Romano, el ideal de una unificación estatal, frente a los privilegios y los fraccionamientos del feudalismo medieval. Se buscan imperios absolutos nacionales con concentración del poder en el rey: La unión hace la fuerza. Que manda sólo uno, el rey, y no cien nobles. La lucha entre el rey y los nobles será uno de los temas centrales del teatro del siglo XVI y XVII en España (un ejemplo es Fuenteovejuna de Lope de Vega).
Pero este ideal no se logró realizar en España. Aunque era España un imperio gigante, la faltaba una organización eficiente para sostenerlo. A pesar de la tendencia absolutista, España no pudo desarrollar una “razón de Estado” por los grandes intereses particulares de la nobleza independiente, que disfrutaba de grandes privilegios, algunos contraídos durante la Reconquista. España estaba además dividida en varias regiones con sus “fueros” (estatuto jurídico local privilegiado). No se habla de España, sino de “las Españas”.
La lírica renacentista
El poeta de este tiempo es a la vez cortesano y soldado, como fue, por ejemplo, el poeta italianizante Garcilaso de la Vega (1501-1536). La introducción de la lírica renacentista italiana en España fue debida al poeta español Juan Boscán (1493-1542) en 1526. La métrica usará el endecasílabo. Tipos de poesía serán la égloga, la oda y la epístola. Los temas: el amor, la naturaleza y los mitos grecolatinos. La influencia de Petrarca es grande en esta época. El amor es presentado como anhelo insatisfecho, fuente de melancolía y tristeza, como doloroso conflicto entre la razón y los sentidos.
Contra estos poetas italianizantes levantó su voz el poeta Cristóbal de Castillejo (1490-1550), que representa la escuela tradicional castellana frente a la renacentista de Garcilaso de la Vega. Castillejo satirizó a Boscán y a Garcilaso.
El teatro renacentista
Partiendo de los intentos de Juan del Encina (1469-1529), Bartolomé Torres Naharro (1485-1540) y Gil Vicente (1465-1536), crean una mezcla de teatro con elementos medievales y renacentistas. En vez de tantos pastores, como en el teatro de Juan del Encina, ahora aparecen soldados, frailes, damas, príncipes, etc. Se mezclan elementos medievales en los temas y renacentistas en la forma.
Se cultiva además un teatro humanista y religioso de tradición medieval religiosa.
Prosa histórica en el Renacimiento
Es la época de las grandes crónicas de Indias. A lo largo del siglo XVI se desarrolló un nuevo género literario, las crónicas de Indias, sobre los temas, los hombres y las cosas que constituían “la maravilla de América” o “la novedad indiana”:
Diario de a bordo de Cristóbal Colón (1492),
Décadas de Orbe Novo de Pedro Mártir de Anglería (1494),
Historia general y natural de las Indias, islas y Tierra Firme del mar Océano de Gonzalo Fernández de Oviedo (1535),
Brevísima relación de la destrucción de las Indias de Fray Bartolomé de las Casas (1539),
Memoriales y la Historia de los indios de Nueva España de Toribio de Paredes, o de Benavente (1541),
Historia oficial de la conquista de México de Francisco López de Gómora (1552),
Primera parte de la crónica del Perú de Pedro Cieza de León (1553),
Historia del descubrimiento y conquista del Perú de Agustín de Zárate (1555) y
Naufragios y comentarios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca (1555).
Libros de caballerías
Los libros de caballerías fueron el género novelesco más abundante en la época del emperador Carlos V. Se explica el éxito de estas novelas de tema medieval durante el Renacimiento español por el idealismo amoroso y el espíritu aventurero de estos libros, dos cosas que hallaron resonancia en el ánimo de los españoles, deslumbrados por las hazañas de los conquistadores durante la conquista de América. Es curioso que algunos descubridores y conquistadores de América designaran los nuevos lugares descubiertos con nombre de libros de caballerías (un ejemplo es California).
Junto a la serie de Amadises hubo otras interminables colecciones de Palmerines. Estos libros, atacados por la Iglesia por su sensualidad, ejercieron su influjo incluso en la mística, que dio al espíritu heroico de los libros de caballerías una orientación religiosa. La influencia de esta literatura caballeresca en la mística la encontramos en Santa Teresa de Jesús (1515-1582) y en San Ignacio de Loyola (1491-1556), fundador de la Compañía de Jesús. Se llegaron a escribir versiones de los libros de caballerías “a lo divino”. La combinación de la temática caballeresca y la religiosa siguió latente en muchos aspectos de la mentalidad española.
Esta literatura decae durante el reinado de Felipe II y Miguel de Cervantes (1547-1616) acaba con el género con su Quijote (1606-1615).
Comienzos de la literatura picaresca
La novela picaresca comprende un grupo de 36 novelas escritas entre 1554 (Lazarillo) y el 1680. En ellas juega el pícaro el papel principal. La temática satiriza los temas de la novela pastoril y la de los libros de caballerías. El pícaro es un antihéroe, es un “caballero” negativo, que refleja la situación de las clases bajas de la sociedad de entonces, pero sin intención crítica directa.
El comienzo de la picaresca lo marca el Lazarillo de Tormes (1554) de autor desconocido, considerada por muchos críticos literarios como la primera novela moderna. El supuesto anticlericalismo del Lazarillo de Tormes ha llevado también a la polémica entre los estudiosos de la obra respecto a su autoría. Entre ellos, Américo Castro defiende que el autor debió ser un converso, mientras que Manuel J. Asensio postula la existencia de un escritor impregnado de espíritu erasmista. Se atribuyó también la autoría a Diego Hurtado de Mendoza (1503-1575), que escribió también textos satíricos y burlescos. Esta novela está considerada como anónima, siguiendo así la tradición de La Celestina.
El Lazarillo es una producción genuinamente nacional como La Celestina. Está en la línea de la tradición realista medieval del Cantar de Mio Cid (1140, según Menéndez Pidal), el Libro del buen amor (1337-1350) y La Celestina (1499). Pero también se puede considerar el Lazarillo como producto del Renacimiento, ya que contribuyó a una visión más directa del mundo físico y psicológico y a un verismo. El naturalismo pagano del Renacimiento también se perceptible en el Lazarillo con su sátira al clero.
Argumento de la novela: Lázaro cuenta su vida en primera persona. Nace cerca del río Tormes. Condenado su padre por ladrón, su madre, una mujer de no buena conducta, lo entrega como acompañante a un ciego de alma mezquina y ruin. Este ciego lo trata duramente y Lázaro se venga abandonándolo. Su próximo amo es un clérigo avariento y tacaño que le hace morir de hambre. Luego pasa al servicio de un hidalgo vanidoso y ridículo, hasta que este desaparece perseguido por sus acreedores. Los nuevos amos serán un fraile de la Merced, un buldero o vendedor de bulas, un pintor de panderos, un capellán y un alguacil. Por fin consigue en Toledo el cargo de pregonero y se casa con la criada de un arcipreste.
El Lazarillo es lo contrario del caballero. Si este actúa movido por grandes ideales, el Lazarillo actúa impulsado por el hambre. El héroe lucha y vence; Lázaro se debate en una sociedad hostil y no consigue más que golpes. El destino lo zarandea de un lado para otro y al final su triunfo es casi ridículo.
La sátira en el Lazarillo no alcanza aún la acritud de las novelas picarescas posteriores. No es un libro pesimista, en él se percibe aún un cierto calor humano que incita a la compasión. Tiene una sana intención irónica, pero no muestra venganza ni resentimiento alguno, sino una risueña malicia. El humor alterna con la resignación humana.
El estilo de el Lazarillo es de una asombrosa sobriedad, con un lenguaje vivo y espontáneo; el polo opuesto de la farragosa ampulosidad de los libros de caballerías. Su español refleja el habla familiar de la época.
El Lazarillo tuvo un enorme éxito. Sus críticas antieclesiásticas le trajeron la prohibición por parte de la Inquisición. Medio siglo más tarde, Mateo Alemán (1547-1613) continuará con el género de la picaresca con su Guzmán de Alfarache (1599), aunque ya con una crítica mucho más directa a la sociedad de su tiempo.
El Lazarillo de Tormes es el primer modelo de novela de costumbres de la época moderna en la literatura universal.
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