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Andrés Fernández de Andrada - Textos (comp.) Justo Fernández López Historia de la literatura española
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Andrés Fernández de Andrada (1575-1648)
Textos
EPÍSTOLA MORAL A FABIO
Fabio, las esperanzas cortesanasprisiones son do el ambicioso muere
y donde al más activo nacen canas;
el que no las limare o las rompiereni el nombre de varón ha merecido,
ni subir al honor que pretendiere.
El ánimo plebeyo y abatidoelija en sus intentos temeroso
primero estar suspenso que caído;
que el corazón entero y generosoal caso adverso inclinará la frente
antes que la rodilla al poderoso.
Más triunfos, más coronas dio al prudenteque supo retirarse, la fortuna,
que al que esperó obstinada y locamente.
Esta invasión terrible e importunade contrarios sucesos nos espera
desde el primer sollozo de la cuna.
Dejémosla pasar como a la fieracorriente del gran Betis, cuando airado
dilata hasta los montes su ribera.
Aquel entre los héroes es contadoque el premio mereció, no quien la alcanza
por vanas consecuencias del estado.
Peculio propio es ya de la privanzacuanto de Astrea fue, cuanto regía
con su temida espada y su balanza.
El oro, la maldad, la tiraníadel inicuo, precede y pasa al bueno,
¿qué espera la virtud o en qué confía?
Vente, y reposa en el materno senode la antigua Romúlea, cuyo clima
te será más humano y más sereno.
Adonde, por lo menos, cuando oprimanuestro cuerpo la tierra, dirá alguno:
"Blanda le sea", al derramarla encima;
donde no dejará la mesa ayunocuando en ella te falte el pece raro
o cuando su pavón nos niegue Juno.
Busca, pues, el sosiego dulce y caro,como en la oscura noche del Egeo
busca el piloto el eminente faro;
que si acortas y ciñes tu deseodirás: "Lo que desprecio he conseguido;
que la opinión vulgar es devaneo."
Más quiere el ruiseñor su pobre nidode pluma y leves pajas, más sus quejas
en el bosque repuesto y escondido,
que agradar lisonjero las orejasde algún príncipe insigne, aprisionado
en el metal de las doradas rejas.
Triste de aquel que vive destinadoa esa antigua colonia de los vicios,
augur de los semblantes del privado.
Cese el ansia y la sed de los oficios;que acepta el don y burla del intento
el ídolo a quien haces sacrificios.
Iguala con la vida el pensamiento,y no le pasarás de hoy a mañana,
ni aun quizá de uno a otro momento.
Casi no tienes ni una sombra vanade nuestra grande Itálica, y, ¿esperas?
¡Oh terror perpetuo de la vida humana!
Las enseñas grecianas, las banderasdel senado y romana monarquía
murieron, y pasaron sus carreras.
¿Qué es nuestra vida más que un breve día,do apenas sale el sol, cuando se pierde
en las tinieblas de la noche fría?
¿Qué más que el heno, a la mañana verde,seco a la tarde? ¡Oh ciego desvarío!
¿Será que de este sueño me despierte?
¿Será que pueda ver que me desvíode la vida viviendo, y que está unida
la cauta muerte al simple vivir mío?
Como los ríos, que en veloz corridase llevan a la mar, tal soy llevado
al último suspiro de mi vida.
De la pasada edad, ¿qué me ha quedado?,o, ¿qué tengo yo a dicha, en la que espero,
sino alguna noticia de mi hado?
¡Oh si acabase, viendo cómo muero,de aprender a morir, antes que llegue
aquel forzoso término postrero;
antes que aquesta mies inútil sieguede la severa muerte dura mano,
y a la común materia se la entregue!
Pasáronse las flores del verano,el otoño pasó con sus racimos,
pasó el invierno con sus nieves cano;
las hojas que en las altas selvas vimoscayeron, ¡y nosotros a porfía
en nuestro engaño inmóviles vivimos!
Temamos al Señor que nos envíalas espigas del año y la hartura,
y la temprana lluvia y la tardía.
No imitemos la tierra siempre duraa las aguas del cielo y al arado,
ni la vid cuyo fruto no madura.
¿Piensas acaso tú que fue criadoel varón para el rayo de la guerra,
para surcar el piélago salado,
para medir el orbe de la tierray el cerco por do el sol siempre camina?
¡Oh, quien así lo entiende, cuánto yerra!
Esta nuestra porción alta y divina,a mayores acciones es llamada
y en más nobles objetos se termina.
Así aquella, que al hombre sólo es dada,sacra razón y pura, me despierta,
de esplendor y de rayos coronada,
y en la fría región, dura y desierta,de aqueste pecho enciende nueva llama,
y la luz vuelve a arder que estaba muerta.
Quiero, Fabio, seguir a quien me llama,y callado pasar entre la gente
que no afecto a los nombres ni a la fama.
El soberbio tirano del Oriente,que maciza las torres de cien codos
del cándido metal puro y luciente,
apenas puede ya comprar los modosdel pecar; la virtud es más barata,
ella consigo misma ruega a todos.
¡Mísero aquel que corre y se dilatapor cuantos son los climas y los mares,
perseguidor del oro y de la plata!
Un ángulo me basta entre mis lares,un libro y un amigo, un sueño breve,
que no perturben deudas ni pesares.
Esto tan solamente es cuanto debenaturaleza al parco y al discreto,
y algún manjar común, honesto y leve.
No, porque así te escribo, hagas concetoque pongo la virtud en ejercicio:
que aun esto fue difícil a Epiteto.
Basta, al que empieza, aborrecer el vicio,y el ánimo enseñar a ser modesto;
después le será el cielo más propicio.
Despreciar el deleite no es supuestode sólida virtud; que aun el vicioso
en sí proprio le nota de molesto.
Mas no podrás negarme cuán forzosoeste camino sea al alto asiento,
morada de la paz y del reposo.
No sazona la fruta en un momentoaquella inteligencia que mensura
la duración de todo a su talento.
Flor la vimos ayer hermosa y pura,luego materia acerba y desabrida,
y sabrosa después, dulce y madura.
Tal la humana prudencia es bien que miday compase y dispense las acciones
que han de ser compañeras de la vida.
No quiera Dios que siga los varonesque moran nuestras plazas macilentos,
de la verdad infames histrïones;
estos inmundos, trágicos, atentosal aplauso común, cuyas entrañas
son oscuros e infaustos monumentos.
¡Cuán callada que pasa las montañasel aura, respirando mansamente!
¡Qué gárrula y sonora por las cañas!
¡Qué muda la virtud por el prudente!¡Qué redundante y llena de ruido
por el vano, ambicioso y aparente!
Quiero imitar al pueblo en el vestido,en las costumbres sólo a los mejores,
sin presumir de roto y mal ceñido.
No resplandezca el oro y las coloresen nuestro traje, ni tampoco sea
igual al de los dóricos cantores.
Una mediana vida yo posea,un estilo común y moderado,
que no le note nadie que le vea.
En el plebeyo barro mal tostadohubo ya quien bebió tan ambicioso
como en el vaso Múrino preciado;
y alguno tan ilustre y generosoque usó, como si fuera vil gaveta,
del cristal transparente y luminoso.
Sin la templanza, ¿viste tú perfectaalguna cosa? ¡Oh muerte! Ven callada,
como sueles venir en la saeta;
no en la tonante máquina preñadade fuego y de rumor; que no es mi puerta
de doblados metales fabricada.
Así, Fabio, me enseña descubiertasu esencia la verdad, y mi albedrío
con ella se compone y se concierta.
No te burles de ver cuánto confío,ni al arte de decir, vana y pomposa,
el ardor atribuyas de este brío.
¿Es, por ventura, menos poderosaque el vicio la verdad? ¿O menos fuerte?
No la arguyas de flaca y temerosa.
La codicia en las manos de la suertese arroja al mar, la ira a las espadas,
y la ambición se ríe de la muerte.
Y ¿no serán siquiera tan osadaslas opuestas acciones, si las miro
de más nobles objetos ayudadas?
Ya, dulce amigo, huyo y me retirode cuanto simple amé: rompí los lazos;
ven y sabrás al alto fin que aspiro
antes que el tiempo muera en nuestros brazos.
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