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Francisco de Figueroa - Textos

(comp.) Justo Fernández López

Historia de la literatura española

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Francisco de Figueroa (1536-1620)

Textos

 

Fili, bien debe en la miseria y pena,
En que yace, morir Tirsi cuitado;
Si despues que partió donde anublado
Le fué su sol, halló una hora serena:

Y si despues que en la desierta arena
De su gloria dexó el fruto sembrado
Que al nacer se ahogó, tuvo cuidado,
De ageno fruto, ó de belleza agena:

Mas si firme y leal llorando el dia,
Que descubrió su corazon perjuro,
Qual planta sin humor se seca y muere;

Quien le dió tanto mal, Fili, debria
Darle por galardon de amor tan puro,
Un suspiro, que lágrimas no quiere.

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Fili, yo llamo en testimonio al cielo,
Y si alguna Deidad tiene cuidado
De los amantes, que jamás menguado
Se vió mi amor, ni se verá mi duelo:

Que si con ménos lágrimas, que suelo,
Algunas horas he, Fili, pasado:
No pienses que nació de haber hallado
Mi mal alivio, ó mi dolor consuelo:

Sino de que ocupaba el pensamiento
En la dulce memoria de aquel dia,
En que ví florecida mi esperanza:

Por probar si las fuerzas del tormento
Debían presto hallar tanta mudanza,
Las horas de mi vida acabaría.

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Ingrata Fili, en cuyo pecho habia
Puesto su nido el corazon cuitado,
Que agora de tus ojos desterrado
Perdido va por solitaria via:

Si topares con él acaso un dia,
Aunque está del dolor desfigurado,
Bien podrás conocerle en tu traslado,
Que imprimió en él mi triste fantasía.

Por tu imágen siquiera alguna parte
Le da de alvergue, aunque pequeña sea;
No enagenes así tanta dulzura:

Y si quieres que sola ella se vea,
Haz que el cielo los parta, ó tú los parte,
Y arroja el corazon tras mi ventura.

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Yace tendido en la desierta arena,
Que quasi siempre el mar baña y esconde,
De Tirsi el cuerpo; el alma alverga donde
Sembró Amor la simiente de su pena:

Allí miéntras su llanto amargo suena
Entre las peñas, Eco le responde:
Tirsi cuitado, ¿dónde estás? ¿Por donde
Saldrás á ver tu luz pura y serena?

Aquí el cielo nubloso, el viento ayrado
Mantienen con el mar perpetua guerra,
Y él con estas montañas que rodea.

¡Ay de tí, Tirsi, de dolor cercado,
Mas que de mar, quando será que lea
Fili en tu frente lo que el pecho encierra!

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Bien pudiste llevar, rabioso viento,
Mis esperanzas donde se han perdido,
Y deshacer con soplo ayrado el nido
De mi dulce amoroso pensamiento.

Bien derribaste desde su cimiento
Las altas torres donde habia subido;
Y ahogaste en las aguas del olvido
Mi bien, mi gloria, mi mayor contento.

¿Pues por qué no raerás de mi memoria
Las amargas dulzuras de esperanza,
Con quien cebó mis inocentes años?

Que ya del alma el árbol de victoria,
Que plantó amor, cortáron desengaños,
Desden, ausencia, tiempo, edad, mudanza.

 

A LA MUERTE DE GARCILASO DE LA VEGA
EL MOZO
En la guerra, como tambien lo fué la de su padre Garcilaso el gran Poeta.
 

¡O del árbol mas alto y mas hermoso,
Que produxo jamás fértil terreno,
Tierno pimpollo, ya de flores lleno,
Y á par de otra qualquier planta glorioso!

El mismo viento ayrado y tempestuoso
Que tu tronco tan léjos del ameno
Patrio Tajo arrancó, por prado ageno
Te deshojó con soplo presuroso:

Y una misma tambien piadosa mano
Os traspasó en el cielo, á do las flores
De ambos han producido eterno fruto:

No os llore como suele el mundo en vano,
Mas conságreos altar, ofrezca olores
Con voz alegre y con semblante enxuto.

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Ojos, ¿que mirareis? ¡Ay ojos tristes!
¿A que del sol el rayo alegre y puro
Alegre recibais, si en torno obscuro
Está el lugar á do á mirar volvistes?

Ay ciegos ojos en mal punto distes,
Quando en mi libertad vivia seguro,
Entrada al desleal niño perjuro,
Por quien amargas lágrimas vertistes.

Ay ojos, ántes que del todo el llanto
Y el ausencia del sol vuestro obscurezca
La poca parte, que de vista os queda;

Viésedes una vez siquiera el santo
Rostro, porque despues su imágen pueda
Tornarse en parte que jamas perezca.

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A la sombra de un olmo, al nuevo dia
De suspirar y de llorar cansado,
Con el alma despierto, y desvelado
Con el cuerpo, el pastor Tirsi dormia:

A su Fili soñando que veia
Movida á compasion de su cuidado,
Hablarle mansamente, apresurado.
Por asirla, las manos extendia.

Quando del ansia y del deseo alterada
Despide el alma el sueño: la pastora
Huye con él: y Tirsi abraza el viento.

Entonces con voz flaca acompañada
De lágrimas dice él: ¿quién quita agora
A los ojos el bien del pensamiento?

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Ay esperanza lisongera y vana,
Ministra de cuidado y de tormento,
Que el mas osado y loco pensamiento
Haces juzgar segura empresa y llana;

Si qual suele llevar pluma liviana,
Te me ha llevado de contino el viento,
Y con daño y vergüenza me arrepiento
De haber creido en esperanza humana;

Déxame, que si amor y mi fortuna
Te han cortado mil veces floreciendo,
¿Qué puedes prometer seca y perdida?

Marchítanse tus flores en saliendo,
Sin hacer fruto; y si le hace alguna,
Es cebo dulce para amarga vida.

 

Epitafio á la muerte de Tirsi

 

Crezca con el licor del llanto mío
La verde yerba de este fértil prado:
Enfrene el triste son de mi cuidado
El presuroso curso de este río:

Resuene el bosque cavernoso y frío,
Ya es muerto Tirsi, Tirsi es ya acabado,
En el dolor terrible sepultado,
Que tuvo de él entero señorío.

Sola esta solitaria selva umbrosa,
Y aquesta tan gentil verde ribera
Del lamentable fin fueron testigos.

Aquí cerró sus ojos muerte fiera,
Y el miserable cuerpo aquí reposa.
Llorándole Damon su firme amigo.

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¿Hay quien quiera comprar nueve doncellas
Esclavas, á lo ménos desterradas
De las tierras do fuéron engendradas?
¿Hay quien las compre? ¿Hay quien dé mas por ellas?

Fueron un tiempo en todo estremo bellas,
Hermosas, ricas, graves y estimadas;
Y aunque de muchos fuéron reqüestadas,
Bien pocos alcanzaron favor de ellas.

Agora van las tristes mendigando
De puerta en puerta rotas y baldías;
Y por solo el comer se venderían.

Pues no son muy golosas, que hallando
Yerbas, flores, ó hojas, pasarian
Con sombras frescas y con aguas frías.

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Blanco marfil en évano entallado,
Suave voz indignamente oida,
Dulce mirar (por el que larga herida
Traigo en el corazon) mal ocupado;

Blanco pie por ageno pie guiado,
Oreja sorda á remediar mi vida,
Y atenta al son de la razon perdida,
Lado (no se por qué) junta á tal lado;

Raras, altas venturas, ¿nó me diera
La fortuna cortés gozar una hora
Del alto bien, que desde vos reparte?

¿O el sol, que quanto mira, orna y colora,
No me faltára aquí, por que no viera
Un sol mas claro en tan obscura parte?

 

CANCIÓN II

 

Cuitada navecilla
Por mil partes hendida,
Y por otras dos mil rota y cascada.
Tirada ya á la orilla
Como cosa perdida,
Y aun de tus mismos dueños olvidada:
Por inútil dexada
En la seca ribera
Fuera del agua, y de las olas fuera.

¿Has de volver agora
Desamparada y sola
A recibir del mar de nuevo afrenta,
Y aguardar cada hora
Tras una y otra ola,
Una y otra cruel fiera tormenta?
¿Tendrás de nuevo cuenta,
Si se enmaraña el cielo,
Si nace ó muere el sol claro ó con velo?

¿Y si su faz serena
Muestra la instable luna?
¿O si cubierta va de manto escuro?
¿Si va menguada ó llena?
¿Si amenaza fortuna,
O promete bonanza el ayre puro?
¿Si habrá puerto seguro?
¿Si tus enfermos lados
Viniesen á herir vientos ayrados?

No, no, tente á la tierra;
O ya si al agua has vuelto,
Mira no salgas de seguro abrigo.
¿No ves rota la guerra?
¿No ves á Boreas suelto?
¿Y que Orion armado, tu enemigo,
Vendrá á envestir contigo?
Y estarás tú muy buena,
Desclavado el timon, rota la entena.

Si por dicha te atreves
A tener confianza
En el favor incierto de Neptuno,
Porque viages breves
Hiciste con bonanza,
Y, aunque sin fruto, con honor alguno;
Ya no es tiempo oportuno
De en fiuzia de pasadas
Venturas, emprender nuevas jornadas.

El sabio marinero
Al menester no fia
En la pintada popa del navío,
Ni en si ganó primero
Por dichosa osadía
De las aguas del mar el señorío;
Ni en la pujanza y brio
De su pasada gente,
Si ve flaca y cansada la presente.

¿No ves que aunque corrieses
El mar de parte á parte,
Dando la caza á flotas enemigas,
Y las unas rompieses
Por fuerza, otras con arte
Hicieses declarar por tus amigas;
De tan graves fatigas
El galardon mas cierta
Será encallar al embocar del puerto?

Dexa, dexa naveguen
Las poderosas naves
Con las velas hinchadas y tendidas,
Del Tajo al Gange lleguen
Con viento y mar suaves.
Y de joyas ganadas, y ofrecidas
Vuelvan enriquecidas
Sin envidia, que temo
Que está la tempestad en el estremo.

La nave mas famosa,
La mayor que fué vista,
La primera que abrió en el mar camino,
Por quien gente gloriosa
La célebre conquista
Acabó del dorado Vellocino;
Tras sus triunfos vino
Con fortuna á perderse,
Por no saber á tiempo recogerse.

Esto te baste solo:
Huye la furia insana
De los hijos de Eolo;
Y con tan claro exemplo
Cuelga tus velas y tu xarcia al Templo.

 

CANCIÓN III

 

Sale la Aurora de su fértil manto
Rosas suaves esparciendo y flores,
Pintando el cielo va de mil colores,
Y la tierra otro tanto,
Quando la dulce pastorcilla mia,
Lumbre y gloria del día,
No sin astucia y arte,
De su dichoso albergue alegre parte.

Pisada del gentil blanco pie, crece
La yerba, y nace en monte, en valle o llano
Cualquier planta, que toca con la mano,
Cualquier árbol florece:
Los vientos, si soberbios van soplando,
Con su vista amansando:
En la fresca ribera
Del río Tybre siéntase, y me espera.

Dexa por la garganta cristalina
Suelto el oro, que encoge el sutil velo:
Arde de amor la tierra, el río, el cielo,
Y a sus ojos se inclina:
Ella de azules y purpúreas rosas
Coge las mas hermosas;
Y tendiendo su falda,
Texe de ellas después bella guirnalda.

En esto ve que el sol, dando a la Aurora
Licencia, muestra en la vecina cumbre
Del monte el rayo de su clara lumbre.
Que el mundo orna y colora:
Túrbase, y una vez arde y se aíra,
Otra teme y suspira
Por mi luenga tardanza,
Y en mitad del temor cobra esperanza.

Yo, que estaba encubierto, los mas raros
Milagros de fortuna y de amor viendo,
Y su amoroso corazón leyendo
Poco a poco en sus claros
Ojos (principio y fin de mi deseo)
Como turbar los veo,
Enojado conmigo,
Temblando ante ellos, me presento, y digo:

Rayos, oro, marfil, sol, lazos, vida
De mi vida y mi alma, y de mis ojos:
Pura frente, que estás de mis despojos
Mas preciosos ceñida:
Évano, nieve, púrpura y jazmines,
Ambar, perlas, rubines,
Tanto vivo y respiro,
Cuanto sin miedo y sobresalto os miro.

Alza los ojos a mi voz, turbada,

y, mirando, los míos, segura y leda,

sin moverlos, a mí se [arroja], y queda

de mi cuello colgada.

Así está un poco embebecida; y luego,

con amoroso fuego,

blandamente me toca,

y bebe las palabras de mi boca.
 

Después comienza en son dulce y sabroso,
Y a su voz cesa el viento y para el río:
"Dulce esperanza mía, dulce bien mío,
Fuente, sombra, reposo
De mi sedienta, ardiente y cansada alma:
Vista serena y calma,
¡Muera aquí, si mas cara
No me eres, que los ojos de la cara!"

Así dice ella, y nunca en tantos nudos

fue de yedra o de vid olmo enlazado,

cuando fui de sus brazos apretado,

hasta el codo desnudos.

Y, entrando en el jardín de los amores,

cogí las tiernas flores

con el fruto dichoso:

¿quién vio nunca pastor tan venturoso?

Canción, si alguno de saber procura

lo que después pasamos,

si envidioso no es, di que gozamos

cuanta [puede amor dar gloria y dulzura.]

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