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Juan Boscán - Textos

(comp.) Justo Fernández López

Historia de la literatura española

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Juan Boscán (1493-1542)

Textos

 

SONETO CXI

Soy como aquel que vive en el desierto,
del mundo y de sus cosas olvidado,
y a descuido veis donde le ha llegado
un gran amigo, al cual tuvo por muerto.

Teme luego de un caso tan incierto;
pero, después que bien se ha asegurado,
comienza a holgar pensando en lo pasado,
con nuevos sentimientos muy despierto.

Mas cuando ya este amigo se le parte,
al cual partirse presto le conviene,
la soledad empieza a selle nueva;

con las yerbas del monte no se aviene,
para el yermo le falta toda el arte,
y tiembla cada vez que entra en su cueva.

A LA TRISTEZA

   Tristeza, pues yo soy tuyo,
tú no dejes de ser mía;
mira bien que me destruyo
sólo en ver que el alegría
presume de hacerme suyo.

  ¡Oh, tristeza!
que apartarme de contigo
es la más alta crueza
que puedes usar conmigo.
No huyas ni seas tal
que me apartes de tu pena;
soy tu tierra natural,
no me dejes por la ajena
do quizá te querrán mal.

  Pero, di:
ya que estó en tu compañía,
¿cómo gozaré de ti,
que no goce de alegría?
Que el placer de verte en mí,
no hay remedio para echallo,
¿quién jamás estuvo así?
que de ver que en ti me hallo,
me hallo que estoy sin ti.

  ¡Oh ventura!
¡Oh amor, que tú hiciste
que el placer de mi tristura
me quitase de ser triste!
Pues me das por mi dolor
el placer que en ti no tienes,
porque te sienta mayor,
no vengas, que si no vienes,
entonces vernás mejor.
Pues me places,
vete ya, que en tu ausencia
sentiré yo lo que haces
mucho más que en tu presencia.

CANCIÓN V

¿Qué haré, que por quereros
mis extremos son tan claros,
que ni soy para miraros,
ni puedo dejar de veros?

Yo no sé con vuestra ausencia
un punto vivir ausente,
ni puedo sufrir presente,
señora, tan gran presencia.

De suerte que, por quereros,
mis extremos son tan claros,
que ni soy para miraros,
ni puedo dejar de veros.

SONETO LXXIV

¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería!
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ello en mi muerte conjuradas.

¿Quién me dijera, cuando en las pasadas
horas en tanto bien por vos me vía,
que me habíades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?

Pues en un hora junto me llevastes
todo el bien que por términos no distes,
llevadme junto al mal que me dejastes.

Si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes, porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.

SONETO LXXXV

Quien dice que la ausencia causa olvido
merece ser de todos olvidado.
El verdadero y firme enamorado
está, cuando está ausente, más perdido.

Aviva la memoria su sentido;
la soledad levanta su cuidado;
hallarse de su bien tan apartado
hace su desear más encendido.

No sanan las heridas en él dadas,
aunque cese el mirar que las causó,
si quedan en el alma confirmadas,

que si uno está con muchas cuchilladas,
porque huya de quien lo acuchilló
no por eso serán mejor curadas.

 

COPLAS
 

1

Siento mi congoxa tal
que mi mal,
aunques malo de sentirse,
es tan bueno de sufrirse
que no puede ser mortal.

Es tan fuerte
que bien puede dar la muerte;
mas la vida
va muy lexos de perdida,
pues gana la mejor suerte.

Dizen que mi fantasía
no se guía
sino toda contra mí;
yo respondo que's así,
porque no sufro porfía.

Mi derecho
me tiene tan satisfecho,
que doblado
estoy sobre mi cuidado
si piensa que mal m'á hecho.

Mi alma se favorece
si padece,
y toma por mejoría
que crezca la pena mía,
mas a ratos mucho crece.

Yo la siento,
mas della no m'arrepiento,
que'l amor,
a medida del dolor,
suele dar el sufrimiento.

Mi dolor así m'aquexa,
que nos dexa
tan diferentes los dos,
que, aunque's la culpa de vos,
contra mí es toda la quexa.

Si ay cosa
do el alma sté querellosa,
no la vengo;
mas cuando más quexa tengo,
pregunto si stáis quexosa.

Luego luego, cuando os vi,
conocí
que uviera de tener guerra;
mas, hasta saber la tierra,
quisiera mirar por mí.

Y ora cayo
que luego fue mi desmayo
tan entero,
que, aunquel trueno fue primero,
primero me vino el rayo,

Antes vino el padecer
que, a mi ver,
pudiese ver vuestro gesto;
víos presto, pero más presto
parece que vi al querer.

No fue así,
mas antojósem'a mí;
porque luego,
en veros, quedé tan ciego,
que dixera que no os vi.

Mas el seso con que entiendo,
no pudiendo
entenderos, no sé ver
cómo puedo yo querer
aquello que no comprendo.

No me falta
buen remedio en esta falta,
porque'n veros,
por esto de no entenderos,
entiendo que sois muy alta.

Lo que sois se me declara,
cuando para
mi seso y a vos no llega;
porque la luz que me ciega
luego digo que's muy clara.

Por do siento
que's ya de mi pensamiento
mi verdad,
sobrarme la voluntad
do falta el entendimiento.


2

Señora doña Isabel,
tan crüel
es la vida que consiento,
que me mata mi tormento
cuando menos tengo dél.

Pero bivo
con la gloria que recivo,
tan ufano en los amores,
que procuro destar bivo
porque bivan mis dolores.

Bivo de mi pensamiento
tan contento,
que's mi congoxa mayor
si no hallo el sufrimiento
conforme con el dolor.

Yo querella
no puedo de vos tenella;
sólo de mí'stoy quexoso
si mi pena en padecella
me conoce temeroso.

La pena queda vencida,
ya perdida,
pues vuestra merced, señora,
á sido la vencedora
de las fuerças de mi vida.

De tal suerte,
que no puede ya la muerte
ser comigo sino muerta,
pues tengo por buena suerte
ser en mí la pena cierta.

Mis congoxas de bien llenas
son tan buenas,
por la causa que's tan buena,
que no podéis darme pena
sino con no darme penas.
 

Mas parece
que un contrario se m'ofrece,
tan grave, que ved cuál quedo:
quel alma dize: padece,
y el cuerpo dize: no puedo.

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