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Lírica en tiempos de Felipe II

(comp.) Justo Fernández López

Historia de la literatura española

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La lírica en tiempos de Felipe II

A partir del siglo XVI se forman dos grupos poéticos en la lírica española, la Escuela Salmantina y la Escuela Sevillana. Ambas partes de la poesía renacentista de Garcilaso de la Vega, que luego tomó rumbos distintos, creándose dos escuelas: la Escuela Sevillana con Fernando de Herrera, que cultivó poesía amorosa y heroica y la Escuela Salmantina con fray Luis de León, que utilizó la poesía para comunicar sus vivencias más profundas.

En realidad, no se trata de dos escuelas contrapuestas, ya que en el Renacimiento y tras la introducción del petrarquismo, toda la poesía española presenta elementos comunes: amor platónico, melancolía, naturaleza idealizada. Los diferentes matices entre estas dos “escuelas” se debe más bien a las características propias de las ciudades en las que se ubican: una en el norte (Castilla) y otra en el sur (Andalucía).

La fórmula italianista se impregna de esencias españolas y temas nacionales (Fernando Herrera) o religiosos españoles (Fray Luis de León), mientras que un proceso de espiritualización de signo cristiano-platónico alcanza a casi todos los poetas.

LA ESCUELA SALMANTINA (Salamanca)

Su fundador es Fray Luis de León (1527-1591): se caracteriza por la sobriedad y concisión del estilo, clásico equilibrio entre contenido y forma, tono íntimo y recoleto, noble sobriedad expresiva aprendida de Horacio. Se inspira en temas greco-latinos y en la Biblia.

Los poetas de la Escuela Salmantina presentan características coincidentes con escritores de otros lugares, como neoplatonismo, visión idealizada de la naturaleza, introspección psicológica, rasgos esenciales de retórica y métrica.

Los poetas de la Escuela Salmantina presentan características coincidentes con escritores de otros lugares, como neoplatonismo, visión idealizada de la naturaleza, introspección psicológica, rasgos esenciales de retórica y métrica.

Rasgos distintivos:

Siguen los modelos de los poetas greco-romanos y menos de los italianos.

Siguen la estática neoplatónica.

Usan la poesía para expresar sus vivencias reales.

Predominio de la sinceridad sobre la grandilocuencia retórica.

Concisión en el lenguaje.

Búsqueda de un lenguaje ajustado.

Llaneza en la expresión.

Predominio de la reflexión sobre la imaginación.

Realismo en el pensamiento.

Preferencia por la estrofa breve, como la lira.

La naturalidad y la sencillez.

Alternancia de rimas consonantes y asonantes.

Los escritores de la Escuela salmantina poseen preferencia por los temas morales y en ellos se nota ya la tensión del Manierismo; por otra parte, el tema del amor, cuando aparece, se trata de una forma algo fría y desangelada, sin la pasión, el nervio y la sensualidad de la Escuela sevillana.

Entre los autores de la escuela literaria salmantina del XVI, destacan al par que fray Luis de León, Francisco de Aldana, Francisco Sánchez de las Brozas (El Brocense), fray Basilio Ponce de León, fray Pedro Malón de Chaide, Francisco de la Torre, Francisco de Figueroa, Francisco de Medrano y Benito Arias Montano.

“Esta denominación se presta a confusiones que conviene aclarar. Existía en Salamanca un grupo de intelectuales, reunidos en torno al magisterio poético de Fray Luis de León, al que pertenecían Arias Montano, autor de una célebre paráfrasis del Cantar de los Cantares; el “Brocense”, comentador de Mena y Garcilaso, etc. Pero para todos ellos, la poesía sólo constituía una ocupación secundaria y no produjeron nada esencial. En cambio, las figuras más importantes de la llamada «escuela salmantina» –Aldana, La Torre, Figueroa y Medrano– no pueden considerarse discípulos directos de Fray Luis, puesto que no tienen con él otra relación que la coincidencia en unos mismos ideales poéticos de sobriedad, sencillez y horacianismo”. (José García López: Historia de la literatura Española, 1962)

También se llama escuela salmantina la que prosperó a finales del siglo XVIII y que, presidida por José Cadalso y, en una segunda etapa, por Juan Meléndez Valdés, se guiaba por los principios de la poesía filosófica e ilustrada expuestos en la Epístola de Jovellanos. Además de su gusto por los temas mitológicos y la poesía de Anacreonte y Horacio, sus autores españoles predilectos eran Garcilaso de la Vega, fray Luis de León y Esteban Manuel de Villegas.

 

Fray Luis de León (1527-1591) 

Vida

Nacido en Belmonte (Cuenca), fue monje y más tarde vicario-general y provincial de la orden de los agustinos, en la que ingresó en 1543.

A los cuatro o cinco meses de llegar a Salamanca vistió fray Luis de León el hábito agustiniano en el convento San Agustín de esta ciudad. Un año más tarde, tras la finalización del noviciado, el 29 de enero de 1544, profesó en la vida religiosa en la Orden de San Agustín. Su formación se orientará hacia la Teología y la Sagrada Escritura. En la Universidad de Salamanca se licenció en Teología y donde luego obtuvo la cátedra de Teología y de exégesis de la Sagrada Escritura en 1561.

Era un prestigioso hebraísta y políglota que dominaba el griego, el latín, el caldeo y el italiano. Junto a otros intelectuales, criticó las traducciones latinas de la Biblia, que respetaban poco los textos de la versión hebrea. Tradujo el Antiguo Testamento, así como textos clásicos griegos y romanos y obras de escritores italianos contemporáneos.

En 1572 fue acusado ante la Inquisición y encarcelado durante cuatro años (1572-1576) por defender la primacía de los textos originales de la Biblia sin someterse a la traducción latina, la «Vulgata», que era el texto oficial de la Iglesia. Estas acusaciones le hacían sospechoso de judaísmo, más teniendo en cuenta que Fray Luis era de origen judío.

También se le acusaba de haber traducido al castellano, es decir, una lengua vulgar, el Cantar de los Cantares de Salomón, algo prohibido tras el Concilio de Trento. Después de un período de cuatro años en la cárcel de la Inquisición en Valladolid, es absuelto por el tribunal.

Regresa a Salamanca donde seguirá enseñando en la universidad hasta 1591, el año de su muerte a los pocos días de ser nombrado Provincial de Castilla.

Es famosa la anécdota que refiere que el primer día que se reintegró a su cátedra de Salamanca, tras salir de la prisión, todo el alumnado esperaba que hiciera mención a los años de cautiverio, sin embargo, comenzó la clase de forma estoica con la frase: “Decíamos ayer...”

Murió, en 1591, en su convento de Madrigal de las Altas Torres (Ávila), donde se había retirado al abandonar sus clases de la universidad, por la edad.

Obra

Fray Luis escribió en latín varios tratados de teología y comentarios bíblicos, pero escribió cuatro obras en castellano por el valor que concedía a la lengua nativa.

La producción literaria en prosa de Fray Luis de León es abundante, al igual que en poesía. La crítica coincide en la apreciación de que el valor máximo de la obra de Fray Luis, conjuntamente considerada, está en su producción lírica, pese a que para él fuera la menos apreciada. Sin embargo, también la mayor parte de la crítica coincide al afirmar que su producción prosística encierra un inmenso valor, el valor de la recreación literaria.

Obras en prosa:

Fray Luis de León comprendió pronto que la traducción es de hecho un ejercicio de comprensión más profundo que el simple análisis filológico de un texto. Trasladar, a diferencia de traducir, requiere un ejercicio esencialmente de fidelidad y creatividad. Esta vocación traductora llegará a adquirir en fray Luis verdadera categoría de género literario, forjadora de estilo y de singular personalidad.

Si la reforma de Erasmo ponía especial énfasis en el bien espiritual que los fieles recibían del conocimiento de la Biblia, para lo cual eran imprescindibles las traducciones y las declaraciones de la Biblia en romance, también la Orden de San Agustín se esforzaba por la incorporación y adaptación del romance a los escritos bíblicos y literatura espiritual.

El Concilio de Trento optaba por la lectura y traducción literal de la Biblia. Ni paráfrasis ni comentario, sino exposición, elige fray Luis para títulos de sus obras de carácter bíblico. Lo primero será considerar el texto en su totalidad, luego establecer su estructura desde el mismo texto y desplegar todos los posibles sentidos que el propio texto admite sin forzar la traducción ni el significado de las palabras. Fue partidario de la vulgarización de la Biblia, es decir, de la traducción a una lengua romance de la Sagrada Escritura, y exposición a «la letra», es decir, literal, de su contenido una vez efectuado el correspondiente análisis filológico del texto para luego contrastarlo con otros autores clásicos, antiguos y modernos, en búsqueda de otros sentidos con qué enriquecer la exposición.

El estilo de Fray Luis de León es sencillo, pero preñado de significados. Tiene predilección por las oraciones breves, prefiere la coordinación y la yuxtaposición a la subordinación. No es nada dado a las disquisiciones. Buen conocedor de los clásicos, él mismo es un clásico en la armonía, equilibrio, medida, sobriedad y precisión lingüísticas. Su léxico es un modelo de rigor y propiedad: castizo, sencillo, elegante en el epíteto, empleado con gran plasticidad.

Traducción literal y declaración del Cantar de los Cantares (1561)

Fray Luis veía en el Cantar de los cantares un verdadero poema bucólico, al tiempo que un canto de amor entre sus protagonistas, Salomón y su esposa.

Es la primera obra en prosa de Fray Luis, escrita exclusivamente para una persona: su prima Isabel Osorio, monja del convento del "Sancti Spiritus" de Salamanca. Conociendo las disposiciones del Concilio de Trento y de la Inquisición Española sobre traducción de libros sagrados, mantuvo el manuscrito en secreto, pero un criado del convento de su prima sacó una copia que se debió difundir sin conocimiento del autor, y que fue la que sus enemigos emplearon en su ya famoso proceso inquisitorial que le costó unos años de cárcel. Una vez fuera de la prisión, escribió un comentario en latín, la Explanatio in Cantica Canticorum, donde ofrece tres exégesis o interpretaciones diferentes para cada capítulo: literal, mística y alegórica.

Fray Luis traduce literalmente los versículos del libro-fuente originario, para llegar a una exposición o comentario, muy amplio, de sus contenidos. Se aparta de la interpretación propia de la época –diálogo entre Cristo y la iglesia, o entre el alma y Dios–, y basándose en el texto hebreo lo analiza como un diálogo de amor humano.

La perfecta casada (1583)

Obra que hay que considerar dentro de las características culturales de la época. Está dirigida a su sobrina Maria Varela Osorio con motivo de su boda. Inspirada en el Libro de los Proverbios (cap. XXXI), describe las virtudes que deben acompañar a la mujer casada, basándose en las enseñanzas de la Biblia. Esta obra fue considerada el manual de perfección para la mujer cristiana.

Esta obra nos da detalles muy interesantes de los usos femeninos de la época en lo que se refiere a los trajes, los afeites, perfumes y lecturas de las mujeres. "Breviario inefable de la vida doméstica de la mujer honesta, y graciosa sátira antifeminista respecto de aquellas damas preocupadas de afeites, amoríos y disipaciones mundanas", según Sáinz de Robles.

De los nombres de Cristo (1583)

Esta es la producción capital en prosa de Fray Luis de León. La obra la comenzó durante su estancia en la cárcel y la escribió con la intención de suplir la lectura de la Biblia en lengua vulgar, cosa que estaba prohibida en aquella época.

Es una investigación sobre las Escrituras y al mismo tiempo un estudio profundo y moderno de filosofía del lenguaje. El propósito del libro es la divulgación de la nueva exégesis bíblica. Para ello utiliza la ficción literaria del diálogo. Los diálogos tienen lugar en La Flecha, una quinta que poseían los agustinos en las proximidades de Salamanca, donde Fray Luis pasaba temporadas de descanso. Marcelo, quizás el propio Fray Luis, comenta con otros dos religiosos los nombres que se la ha dado a Jesucristo en la Sagrada Escritura: Pimpollo, Fazes de Dios, Camino, Pastor, Monte, Padre del siglo futuro, Brazo de Dios, Rey, Príncipe de la Paz, Esposo, Amado, Jesús, Cordero, Hijo de Dios. Va citando los pasajes bíblicos en que cada nombre aparece, para después comentarlos y discutirlos.

La obra presenta la fusión de la exégesis bíblica clásica, el neoplatonismo renacentista, referencias a la literatura clásica (Horacio y Virgilio), y la tradición de los Santos Padres.

Exposición del libro de Job (1591)

La última obra escrita por fray Luis de León es Exposición del libro de Job, pues la finalizó pocos meses antes de su fallecimiento. La conclusión de la obra fue el 8 de marzo de 1591. El libro se editó casi dos siglos después de la fecha final de redacción, en concreto en 1779. Fray Luis debió de tener dificultades con las autoridades eclesiásticas en relación con el texto hebreo que utilizó y que, a la postre fue el que tradujo al castellano, como apunta Juan Alborg. 

Con el título de Exposición del libro de Job, fray Luis de León traduce y comenta el libro de Job, haciendo una traducción al castellano del texto hebreo. Su preocupación por captar todos los matices del original le lleva a ofrecer la traducción literal, un comentario en prosa y una paráfrasis en verso. El libro intenta relacionar la experiencia de Job con la suya propia, a su paso por la cárcel de la Inquisición.

Fray Luis traduce el texto bíblico y expone su contenido en castellano para conocimiento, instrucción y saber teológico, que es el fin de la exégesis del texto sagrado. Si complicada era la labor filológica, tanto o más podía resultar la interpretación del sufrimiento de Job ante la justicia de Dios (Job, 2, 28).

La Exposición del libro de Job resulta ser la obra más extensa y elaborada de los escritos bíblicos de Fray Luis, fruto de sus continuos estudios y descubrimientos lingüísticos, haciéndose su final interminable. El libro de Job, por lo tanto, ocupó a fray Luis toda la vida. En él se encuentra la mayor perfección traductora y exegética del maestro salmantino.

Obra poética:

La obra poética de Fray Luis de León no vio la luz hasta 1631, editada por Quevedo que se valió de ella para atacar al culteranismo. Sólo se conservan 23 de sus poemas líricos, marcados todos ellos por el humanismo del autor y su profundo conocimiento de los clásicos y la Biblia.

Fray Luis practica su afición preferida, la poesía, sólo en tiempos de ocio: “nunca hice caso de esto que compuse ni gasté en ello más tiempo del que tomaba para olvidarme de otros trabajos”. A partir del Renacimiento todo poeta que se precie intenta llenar sus horas de descanso con la imitación de obras clásicas, en donde encuentra su fuente de inspiración, o también acudiendo a la traducción de obras clásicas. En esta época Virgilio, Horacio y los poetas toscanos acaparan la atención de Fray Luis.

Fray Luis fue poeta, prosista, erudito, traductor, ascético. Aunque no considerara la poesía como algo fundamental, Fray Luis es un gran poeta. Él dice haberse dedicado a la poesía “más por inclinación de mi estrella que por juicio o voluntad”. Consideraba su poesía como un escape, un descanso, un desahogo.

La poesía de Fray Luis presenta tres fuentes principales: la Biblia, el humanismo renacentista y el clasicismo. Sus temas son de inspiración bíblica, pero, como hombre del Renacimiento, conoce los nuevos recursos formales de la poética italiana dentro de la tradición de Petrarca, Bembo, Tasso. Como humanista, se inspira en el neoplatonismo y el estoicismo.

Garcilaso de la Vega había introducido en España, procedente de Italia, la forma estrófica de la "lira", forma que Garcilaso no cultivó tanto, aunque la utilizó en la famosa Canción a la flor de Gnido. Fray Luis será el cultivador de la lira, y esta estrofa breve pasará a San Juan de la Cruz.

Su oda más conocida es Vida retirada, que parece evocar el Beatus ille horaciano, así como la Oda a Francisco Salinas, músico y compañero suyo en la Universidad de Salamanca. Esta oda está considerada como uno de sus poemas más hermosos. Responde a la idea de raigambre platónica de que el arme eleva el alma y la libra del “bajo y vil sentido”, moviéndola a la contemplación del “bien divino”.

El verso de Fray Luis tiene esa armonía y equilibrio que caracterizan a la Escuela Salmantina.

El aire se serena

y viste de hermosura y luz no usada,

Salinas, cuando suena

la música extremada

por vuestra sabia mano gobernada.

Otras composiciones suyas muy conocidas son las odas Oda a Felipe Ruiz, en la que manifiesta anhelo de beatitud para contemplar la “verdad pura”, aspiración típica renacentista; Noche serena, que expresa la añoranza de la gloria ante el espectáculo de la noche estrellada, en contrate con la “bajeza de la tierra”.

Son notables también las odas religiosas En la Ascensión, agitada por un sentimiento de soledad y congoja por la partida del Señor, y la Morada del cielo, visión de la gloria como “prado de bienandanza”, en el que “el buen pastor apacienta sus ovejas con dulce son”.

En Profecía del Tajo, trata Fray Luis un tema histórico: cuenta la pérdida de España por el rey Rodrigo, el último rey godo, que forzó a la Caba, tras lo que, el padre de ésta, el conde don Julián, llama a los musulmanes para que le venguen; éstos, venidos del Norte de África, destruyen el reino visigótico en la mítica batalla de Guadalete (julio del 711), prólogo de la ocupación musulmana de la mayor parte de la península Ibérica.

Fray Luis de León no fue un místico: “Yo no soy uno de ellos (místicos), con dolor lo confieso”. El estilo de Fray Luis es poético y musical, de luminosa transparencia y armoniosa sencillez. Es un arte pulcro y meditado que responde a la norma de naturalidad del Renacimiento.

 

Francisco de Aldana (1537-1578)

Vida

La mayoría de los estudiosos consideran que nació en Nápoles. Era hijo del capitán de la guarnición militar destacada allí. Su juventud la pasó en Florencia, entregado al estudio de las lenguas clásicas.

Fue general en Flandes. Residió en la corte de los Médicis en Florencia, donde concluyó su formación. De vuelta en España, fue alcaide de una fortaleza fronteriza en Guipúzcoa.

Murió luchando contra los musulmanes en la batalla de Alcazarquivir, como general de la infantería de la expedición de Don Sebastián, aunque había desaconsejado esa empresa y estaba a disgusto con la idea.

Obra

Aldana es uno de los representantes del neoplatonismo en la poesía española. Como poeta fue tan alabado en su época que le llamaron el Divino.  El mismo Miguel de Cervantes lo nombra en su obra de la Galatea y fue tenido por el "símbolo del Renacimiento". Está influido por el neoplatonismo y por un cierto sentido pagano de la vida.

En su breve obra, en italiano y castellano, se reflejan “el guerrero, el humanista y el anacoreta” (Karl Vossler). Escribió impetuosas poesías de guerra y composiciones amorosas.

De su obra destacan los sonetos donde revela su desengaño y disgusto por la vida militar que llevaba y expresa su deseo de retirarse para llevar una vida contemplativa en soledad y en contacto con la naturaleza.

Carta del capitán Francisco de Aldana para Arias Montano (1577)

Es una bellísima obra “sobre la contemplación de Dios”, en la que desarrolla la filosofía neoplatónica del amor, dándole una orientación religiosa. Está escrita en tercetos encadenados, de inspiración neoplatónica, que ha pasado a todas las antologías de poesía en castellano como obra clásica por contenido y estilo.

Fábula de Faetonte

En endecasílabos.

Canción a Cristo crucificado

Aldana fue admirado por Francisco de Quevedo, que lo usó como ejemplo para combatir el lenguaje culterano. Fue reverenciado por poetas de la Generación del 27 como Luis Cernuda.

 

Francisco de la Torre (1534-1594)

Vida

Nació en Torrelaguna. Casi nada se sabe sobre su vida y sin duda es el poeta más misterioso del grupo de Salamanca.

Estudió Cánones en Alcalá de Henares. Muy joven se enamoró de una gran dama, a la que llama en sus fersos Filis rigurosa.

Estuvo ejerciendo las armas en Lombardía. Al regresar a su patria halló a la dama de sus amores casada con un viejo rico, protector del poeta en su juventud. Desencantado, se retiró a cierto lugar de las orillas del Duero, donde envejeció sin olvidar su inmensa pasión. Probablemente acabó por recibir las órdenes sagradas.

Obra

Sus poesías las publicó Quevedo en 1631 para oponerlas a la invasión del culteranismo.

De la Torre fue un poeta delicado, sencillo, claro, de buen gusto y cierto aire melancólico. Su fantasía resulta siempre lozana. Su expresión no cae jamás en la confusión.

Fue uno de los primeros poetas castellanos que usó la estrofa sáfica. Su obra está integrada en su mayor parte por una serie de sonetos y una colección de églogas. Los temas preferidos son el amor dolorido, melancólico y lleno de resonancias platónicas; la descripción del paisaje bucólico, a la manera de Garcilaso de la Vega, aunque con mayor colorido. El rasgo más original lo constituye su culto a la noche, a quien hace confidente de sus estados de ánimo.

Muy influido por el Petrarquismo, algunos de sus poemas son traducciones de escritores italianos, sobre todo Benedetto Varchi, y construye su cancionero en torno a una tal Filis, que al retorno del amante de Italia encuentra casada con otro. Por modelos tiene a Garcilaso y Horacio dentro de una cosmovisión inmersa por completo en el Neoplatonismo.

En Francisco de la Torre la existencial melancolía garcilasiana se aquilata, depura y refina aún más todavía hasta llegar casi a lo prerromántico; al igual que el poeta toledano, su actitud es paganizante por extremo.

Lo mejor de sus producciones son los sonetos.  También escribió endechas y ocho églogas con el nombre de La Bucólica del Tajo.

Destacan algunos sonetos de extremada perfección formal y emoción, como los dedicados A la noche. También hizo algunas aportaciones a la métrica española, como la llamada estrofa de La Torre o sáfico adónica, que fue seguramente el primero en cultivar. También escribió endechas en heptasílabo suelto y en hexasílabos.

La Bucólica del Tajo

Esta obra comprende ocho églogas.

A la tórtola

A la noche

A la cierva herida

En esta composición, en la que se ve la huella de Horacio, puede observarse la suavidad y la ternura de su poesía.

 

Francisco de Figueroa (1536-1620)

Vida

Nació en Alcalá de Henares, de familia hidalga. Muy joven marchó a Italia, viviendo varios años en Siena, ocupado en negocios propios, y otros tantos en Roma, ocupado en negocios de Carlos I y Felipe II.

Llegó a dominar la lengua toscana como la suya propia, escribió poesía tanto en italiano como en español y realizó estudios universitarios en dicho país.

Casó en Alcalá y pasó a Flandes, al servicio de don Carlos de Aragón, duque de Terranova.

El final de su vida lo pasó en su tierra natal, ni envidiado ni envidioso, en paz y en gracia de Dios, dado a la lectura y a la poesía. Al morir, remedando al poeta latino Virgilio, mandó que se quemaran sus obras, salvándose algunas gracias al interés de don Antonio de Toledo, señor de Pozuelo, su gran amigo.

Fue miembro de academias de Nápoles, Roma, Bolonia y Siena y contino del rey Felipe II desde 1561, y repartió su residencia entre la Corte y Alcalá, adonde finalmente se retiró, junto a su esposa, María de Vargas, con quien contrajo matrimonio en 1575.

Se relacionó con los poetas y escritores más importantes de su tiempo, como Pedro Laínez y Miguel de Cervantes.

Obra

Francisco de Figueroa será un ejemplo claro del ambiente neoplatónico que se da en la poesía como reacción ante el desengaño que anuncia el Barroco.

Figueroa mereció de sus contemporáneos el calificativo de Divino. Sus sonetos, canciones, epístolas y églogas, fluidos, inspirados, de gran musicalidad, pertenecen a la moda italiana, de la que Figueroa era entusiástico conocedor y seguidor.

Es nulo su parentesco con la lírica de Fray Luis de León, por más que se le haya solido situar dentro de la escuela salmantina. Le influye poderosamente el neoplatonismo de León Hebreo.

Combatió en Europa y al retirarse a su pueblo mandó quemar todas sus poesías amorosas, pero un amigo pudo salvar algunas. Nos quedan, entre otras, unas

Canciones a Fili

Caracteriza a este poeta la desenvoltura y arranque pasional con que expresa su amor contrariado y la firme influencia que sobre él ejercen Horacio, los petrarquistas italianos y el poeta Garcilaso de la Vega.

Escribió versos en castellano e italiano.

 

Francisco de Medrano (1570-1607)

Vida

Nació en Sevilla. Estudió con los jesuitas. Parece ser que estudió también en Salamanca, donde se ordenó sacerdote. En 1602 abandona la Compañía y regresa a Sevilla, donde se ocupa de las propiedades de su familia y vive como sacerdote secular hasta su muerte.

Murió joven debido a problemas de salud que arrastraba desde su infancia. Pero aunque murió joven, viajó mucho. Estuvo en Italia y en América. En Sevilla se relacionó con los grandes escritores de su tiempo.

Obra

Su obra poética, inspirada en Horacio y, en menor medida, en Tasso, Boecio y Plinio el Viejo, fue muy breve: cincuenta y dos sonetos, treinta y cuatro odas y un dístico latino con su traducción. Sus poesías se publicaron póstumamente en Palermo (1617) junto a las de su amigo Pedro Venegas de Saavedra.

La producción poética de Medrano se enclava más dentro de la escuela salmantina que de la sevillana. Representa un nexo de unión entre la Escuela Salmantina y la Sevillana. Su tono moral y desengañado lo acerca al siglo XVII en que muere. Por eso, se le ha considerado, a veces, un poeta barroco.

Su temática es amorosa y elegíaca y, a veces, ascética. Mantiene un estilo alejado de los excesos del Barroco.

En el siglo XX, Cernuda y Dámaso Alonso ha llamado la atención sobre la calidad literaria de la poesía de Medrano.

La producción poética de Francisco de Medrano se compone de 34 odas y 52 sonetos.

Su poesía lírica amorosa está dirigida a Flora, que parece ser doña Inés de Quiñones, a Amaranta, identificable con María de Esquivel, a Amalisis y a Catalina de Aguilar.

Sus obras se publicaron en Palermo bajo el título de

Remedios de Amor (Palermo, 1617)

obra publicada por Pedro de Venegas y Saavedra, que adjunta a sus poesías las poesías de Medrano.

Calificado por algunos críticos de eximio, Menéndez y Pelayo lo considera como un poeta de la escuela de Salamanca y dice de sus composiciones que son “muy bellas, revelan un gusto severo, sobrio, puro y elegante”.

ESCUELA SEVILLANA (Sevilla)

Fernando de Herrera (1534-1597): concede mayor importancia a la expresión brillante, ampulosa y sonora. El Prólogo a las Anotaciones a las obras de Garcilaso (1580) de Herrera, a cargo de Francisco de Medina, es el manifiesto literario de este grupo poético sevillano.

Rasgos distintivos de los poetas de la escuela sevillana:

Preferencia por el estilo grandilocuente.

Pulen en extremo la forma y buscan la brillantez (frente al tono más reflexivo y filosófico de la Salmantina).

Buscan el artificio y el brillo verbal, acudiendo a neologismos y cultismos y valiéndose de estrofas largas, en las que se manifiesta un cuidado riguroso de la rima.

Su obra es más de meditación que de sentimiento, más de documentación que de observación de la naturaleza y de la vida.

Prefieren la estrofa larga y la composición extensa.

Usan abundantemente los adjetivos y el ornato retórico.

La escuela salmantina representa la poesía de expresión sobria y austera, mientras que la escuela sevillana se orienta hacia la exuberancia formal y el lujo decorativo, a base de un lenguaje poético lleno de resonancias musicales y gran colorido.

La figura central de esta escuela o grupo de poetas es Fernando de Herrera. Casi todos los poetas de esta escuela se formaron en la academia del humanista sevillano Juan de Mal-Lara (1527-1591). Sus más importantes seguidores corresponden ya al siglo XVII.

 

Fernando de Herrera (1534-1597)

Vida

Nació en Sevilla, hijo de padres posiblemente hidalgos. Poco se sabe sobre su familia y educación. Es de suponer que tuviera una situación económica desahogada y que estudiara en algún centro escolar, pues de la época de sus estudios eclesiásticos se tienen noticias sobre su buena formación humanística.

No debió de terminar los estudios, pues no logró ninguno de los títulos académicos que, sin duda, habría añadido a su nombre. Se ordenó en Sevilla y vivió allí hasta su muerte. Vivió con sencillez y austeridad de las rentas que le daban su cargo de beneficiado de la iglesia de San Andrés en Sevilla. Sus obligaciones se limitaban a cantar en el coro, a leer su breviario y a asistir con su vestimenta eclesiástica a una misa dominical o diaria. Esto le permitió dedicarse por completo al estudio y la poesía, estimulado por un silencioso amor hacia doña Leonor de Milán, esposa del conde de Gelves, cuyo palacio frecuentaba con otros hombres de letras para asistir a una tertulia literaria auspiciada por el Conde. La Condesa causó un gran impacto en Herrera, quien la convirtió en el centro de su poesía amatoria.

Murió en Sevilla a los 63 años de edad.

Fernando de Herrera era de carácter hosco y retraído, era el tipo de intelectual que no había tomado parte en empresas bélicas ni en el ajetreo cortesano en que habían vivido muchos de los poetas del reinado de Carlos V.

Fue un hombre de una gran cultura. Poseía conocimientos de filosofía, medicina, geografía, matemáticas, y era un gran conocedor de las lenguas y literaturas griega y latina.

Obra

Fernando de Herrera representó la nacionalización del italianismo en la poesía castellana. Su obra se caracteriza por el culto a la belleza formal, la fidelidad a los modelos clásicos y la pureza de la lengua poética, frente a la espiritualidad menos retórica de la escuela salmantina, cuya cabeza más visible es fray Luis de León.

Publicó un número considerable de sonetos, elegías, canciones y algunas églogas y estancias, de suma perfección, en las que destacan las composiciones de tema patriótico y las de tema amoroso.

Si para Fray Luis de León la poesía era un descanso entre otras actividades más importantes, para Herrera la poesía será uno de los objetivos primordiales de su actividad intelectual. Gozó de gran prestigio y fue conocido entre sus coetáneos por el sobrenombre de “El Divino”.

La poesía de Herrera se caracteriza por la abundancia de los epítetos e imágenes. Es de gran musicalidad y colorido. En algunos de sus versos uno tiene la impresión de sentir el estilo de la poesía culterana. Fue un poeta de espíritu crítico y con grandes conocimientos humanísticos.

Para Herrera, como buen manierista, el cometido esencial de la poesía es reflejar la belleza, que es trasunto de la divina.

Relación de la guerra de Chipre, y suceso de la batalla naval de Lepanto (1572)

Al final de la obra se encuentra uno de los poemas más famosos del poeta sevillano: la "Canción en homenaje a don Juan de Austria por el triunfo de Lepanto".

Anotaciones a las obras de Garcilaso de la Vega (1580)

Título completo: Las Obras de Garci-Laso de la Vega con anotaciones de Fernando de Herrera.

Estos comentarios a las obras de Garcilaso suscitaron apasionadas controversias. En esta obra siembra alguna de sus propias ideas sobre creación poética, retórica y crítica literaria, un esbozo del arte poética que nunca escribió. A lo que hay que añadir una amplia erudición enciclopédica.

Admira al autor de las Églogas, pero aboga por la creación de un lenguaje poético enriquecido con todo género de elementos cultos y que sea solo accesible a una minoría culta. Rompe el equilibrio clásico entre fondo y forma, dando más importancia a la forma, lo que inicia una trayectoria que desembocará en el Barroco. En el prólogo a esta obra, Francisco de Medina defiende el artificio frente a la sencillez, el ornamento poético frente a la expresión desnuda.

Algunas obras de Fernando de Herrera (1582)

Ofrece una muestra de sus obras, que parten de una lírica petrarquista iniciada en Garcilaso. Es un libro de poesías que contiene 91 composiciones: 78 sonetos, 7 elegías, 5 odas y una égloga.

Esta es la obra que mejor refleja la compenetración herreriana con el mundo poético petrarquista.

Tomás Moro (1592)

Vida ejemplar del santo inglés.

A estas obras hay que añadir poemas sueltos escritos para los preliminares de libros de amigos suyos, y un gran número de composiciones que se han conservado en manuscritos dispersos en distintas bibliotecas.

La mayor parte de la producción de Herrera se agrupa en tres temas: el amoroso, el patriótico y el laudatorio, aunque no faltan los temas religiosos y bucólicos.

Poesía amorosa

Toda una concepción de la vida y del mundo subyace en esta poesía, que, como la petrarquista, se cifra en el poder salvador del amor por la belleza. En su ejercicio se desarrollan todas las virtudes mediante las cuales alcanza el amante su perfección individual y su ascensión al cielo neoplatónico. Estamos ante las últimas consecuencias de la vieja filosofía del amor cortés.

«Las poesías de amor dan la nota más acusada del petrarquismo en el siglo XVI y se hallan dedicadas a doña Leonor de Milán, a quien tributa un culto neoplatónico, considerándola como un reflejo de la belleza suprema. Pero ella sólo le correspondió con un simple aunque sincero afecto y el poeta pasó largos años de su vida entregado a un amor sin esperanza, complaciéndose en sus propios sentimientos y sin otra aspiración que la de ofrecerle tímidamente un sentimiento purificado por el dolor. De ello deriva el tono resignado y melancólico de sus poesías, en las que idealiza a su amada, dándole los nombres de Luz, Llama, Lumbre, Aglaya...

El dolor del poeta llega a proyectarse sobre el paisaje y entonces aparece el desierto, las ruinas, la soledad o el áspero camino, como símbolo de desengaño y tristeza, temas que habrán de ser más tarde típicos de la poesía barroca. El amor de Herrera, aunque responda a una realidad vivida, nos da la sensación de algo elaborado en su imaginación. De ahí el tono recogido y al mismo tiempo frío y cerebral de la poesía que lo expresa.» (José García López: Historia de la literatura Española, 1962)

La poesía amorosa de Herrera se inserta en la tradición del petrarquismo, del neoplatonismo y de los Diálogos de amor de León Hebreo. Herrera fue el poeta que mejor asimiló el espíritu del petrarquismo, los planteamientos neoplatónicos y la tradición cortés iniciada en Provenza en el siglo XII, como la idea de que todo poeta nace bajo el signo del amor y está destinado desde su nacimiento a amar a una mujer: Nací yo por ventura destinado / al amoroso fuego. El poeta enamorado sabe que los sentimientos que siente frente a la mujer nunca serán correspondidos: amar es sufrir. Amar es sufrir y este sufrimiento sustituye al placer, convirtiéndose en un deseo de total sacrificio.

Herrera prosigue la tradición de la poesía cancioneril castellana del siglo XV, la del Cancionero general (1511) de Hernando del Castillo, que trata también el tema del amor.

Poesía heroico-patriótica

En la poesía heroica-patriótica todo gira en torno a las batallas, las hazañas militares, los valores heroicos, el papel de España en la Historia, Carlos V y Felipe II.

Herrera sigue el concepto de Píndaro de que la poesía debe inmortalizar las gestas heroicas. Llevado del fervor nacionalista del Renacimiento, Herrera quiere rescatar del olvido las hazañas de algunos héroes medievales españoles: Pelayo, Fernán González, el Cid, Gonzalo Fernández de Córdoba. Entre los héroes recientes destaca la figura de don Juan de Austria, el vencedor de Lepanto, el emperador Carlos V y el rey Felipe II, a los que exalta por haber combatido contra los enemigos de Dios, haciendo así de España el baluarte de la Cristiandad.

La poesía patriótica de Herrera presenta un tono más elevado y solemne que evidencia un modelo bíblico: los Salmos de David, novedad típica del Renacimiento.

Canción a la Batalla de Lepanto

Canción por la pérdida del rey D. Sebastián

Canción al Señor D. Juan de Austria, vencedor de los moriscos en Alpujarras

Canción al santo rey D. Fernando

Alabança de la divina majestad por la victoria del señor D. Juan

Poesía laudatoria

El tema de la poesía laudatoria son las alabanzas a personas concretas, grupos sociales, virtudes abstractas y hazañas, por lo que se dice que en realidad toda la obra de Herrera viene a ser la laudatoria, ya que, de todos modos, en toda su obra no hace más que exaltar, ya bien sea el valor de los guerreros, a su amada, o a sus ideales.

Todas las composiciones de Herrera pueden considerarse laudatorias en sentido lato. El poeta canta sólo lo bello y elevado, siendo, por tanto, su poesía fundamentalmente hímnica, pura exaltación del amor, España, la virtud, los amigos, etcétera.

Soneto dedicado a “Gerónimo”

Soneto a Sevilla

Los teóricos de la literatura de los siglos XVI y XVII consideraban que la alabanza era una de las funciones básicas del arte poético. La revitalización renacentista de la idea de la fama contribuyó al auge de la literatura panegírica. El poeta debía inmortalizar a sus amigos y a los héroes contemporáneos.

Un poeta que no ofrece los rasgos que definen a la escuela sevillana es

 

Baltasar del Alcázar (1530-1606)

Vida

Nació en Sevilla, de una familia de las más distinguidas, y falleció en Ronda. Era de origen converso.

Sirvió como militar a las órdenes del marqués de Santa Cruz y ocupó diversos cargos de la Administración del Estado.

Toda su vida la dedicó al estudio de humanidades.

Enfermo del mal de piedra y de gota, murió en Ronda en 1606 sin haber publicado sus poesías, que se conservan gracias a las copias de un solo manuscrito, hoy perdido, que confeccionó el pintor Francisco Pacheco.

Obra

Baltasar de Alcázar escribió epigramas, por lo que lo llamaban el "Marcial sevillano", sonetos y poemas amorosos, de tono jocoso y burlesco, y abundante sátira de tipo misógino.

Su nota esencial la constituye la gracia satírica y la sal andaluza de sus composiciones festivas. Era un excelente latinista y uno de sus modelos es el poeta hispanorromano Marco Valerio Marcial (40-104), uno de los más notables escritores de epigramas satíricos de la antigüedad. Baltasar del Alcázar también imitó a Garcilaso y empleó el endecasílabo. Tuvo un gran talento para la métrica.

La poesía de Baltasar de Alcázar es totalmente distinta de las tendencias comunes en su época. Su tono es festivo, burlón, jocoso; satírico a veces, sin llegar a ser hiriente. Los temas más recurrentes en su obra son los placeres de la buena mesa y los encantos y defectos de las mujeres. Destacan sus poemas "Cena jocosa" o "A dos corcovados", escritos a la manera de Horacio y Marcial.

Cena jocosa

Utiliza el tradicional verso octosílabo, que es su metro favorito.

A dos corcovados

Diálogo entre dos perrillos

Diálogo entre un galán y el eco

Consejos a una viuda

Epigramas:

A un giboso de delante

A una mujer escuálida

Constanza

Dios nos guarde

Doña Valentina

El estudiante

Hiere la hermosa Elvira...

Entraron en una danza... (el baile)

Job (Epigrama)

La capa

La nariz de Clara

Los ojos de Ana

Salir por pies

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