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Manuel Bretón de los Herreros - Textos

(comp.) Justo Fernández López

Historia de la literatura española

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Manuel Bretón de los Herreros (1796-1873)

Textos

 

Epigramas

I

A un poeta, de pocas esperanzas

Voy a hablarte ingenuamente.

Tu soneto, don Gonzalo,

sie es el primero, es muy malo;

si es el último, excelente.

II

A un necio, titiritero de afición

Ese hombre, cuyo renombre

puebla Corte y arrabales,

a todos los animales

remeda... menos al hombre.

 

Paciencia

Hijo nací segundón

de un hidalgo pobretón;

y se la fiebre amarilla

no barre media Castilla,

no espero ninguna herencia.

¡Paciencia!

 

¿Se vende una obrilla mía?

Nadie va a la librería.

A título de amistad

me la piden... Es verdad

que alaban luego mi ciencia.

¡Paciencia!

 

¿Imploro la protección

de algún grave señorón?

No, hay mus: inútil empeño.

¡Oh!, pero me habla risueño

y me apea la excelencia.

¡Paciencia!

 

¿Qué puedo dar a mis damas?

Sonetillos y epigramas.

Llega un cafre, rueda el oro,

y me deja el bien que adoro

a la luna de Valencia.

¡Paciencia!

 

Si presto, nadie me paga;

que es mi suerte muy aciaga;

y no hallaré, ¡mala peste!,

quien media onza me preste,

si la pido en una urgencia.

¡Paciencia!

 

¿Viene a convidarme Blas?

No me halla en casa jamás;

y es fijo que ha de encontrarme

el que venga a molestarme

con alguna impertinencia.

¡Paciencia!

 

El cielo anuncia tronada:

saco paraguas...; no hay nada.

No lo saco, y aquel día

un diluvio nos envía

la Divina omnipotencia.

¡Paciencia!

 

Si voy al baile, me atrapa

algún ratero la capa;

llego helado a mi portal;

llamo; no me oye Pascual...,

 y me quedo a la inclemencia.

¡Paciencia!

 

Te aconsejo comó amigo:

no viajes, Fabio, conmigo,

que en gran peligro te pones.

Si no se asaltan ladrones,

volcará la diligencia.

¡Paciencia!

 

No aborrezco el matrimonnio;

pero mi suerte..., el demonio.

No, no me caso. ¡Arre allá!,

porque mi dote será,

tras de cuernos, penitencia.

¡Paciencia!

 

Los dos padres

 

Padres los dos felices algún día  
 de dos hermosas vírgenes, al cielo  
 plugo arrancarlas del humano suelo  
 que tan sublime don no merecía.  
 
 Guarda a la tuya austera celosía,   
 candado eterno, religioso velo,  
 y a la antorcha imperial ¡ay desconsuelo  
 súbita muerte arrebató la mía!  
 
 Tú al menos de su voz tierna y piadosa  
 el son puedes oír cabe el sagrado  
 inaccesible muro que la esconde;  
 
 yo al frío mármol, do mi bien reposa  
 corro en amargas lágrimas bañado;  
 llamo, torno a llamar... ¡Nadie responde!
 

A varios amigos tronados

 

Esta turba famélica y bellaca  
 nunca se cansa de fumar de gorra;  
 como al hebreo en tiempo de Gomorra  
 yo os maldigo, y mi furia no se aplaca.  

 ¿A qué tanto pedirme la petaca? 
 ¿Cómo quieres, hambrón, que te socorra?  
 ¿Soy acaso asqueroso hijo de zorra?  
 ¿Recibo yo bajeles de Guaxaca?  
 
 ¿Cómplice acaso soy del vicio ajeno?  
 Yo gano mi fumar con mi trabajo,  
 y en la aduana lo compro, malo o bueno.  
 
 Tú, que eres un pobre calandrajo,  
 estate sin fumar... o chupa heno...  
 o chúpate la punta del carajo.
 

A la pereza

 

¡Qué dulce es una cama regalada!
¡Qué necio, el que madruga con la aurora,
aunque las musas digan que enamora
oír cantar un ave la alborada!

¡Oh, qué lindo en poltrona dilatada
reposar una hora, y otra hora!
Comer, holgar..., ¡Qué vida encantadora,
sin ser de nadie y sin pensar en nada!

¡Salve, oh Pereza! En tu macizo templo
ya, tendido a la larga, me acomodo.
De tus graves alumnos el ejemplo

me arrastra bostezando; y,  de tal modo
tu estúpida modorra a entrarme empieza,
que no acabo el soneto... de per...

 

A una amiga

 

Un queso, Carmen bella, me enviaste,

Paisano del ilustre Calatrava,

Y después una caja de guayaba...

Lo dulce y lo salado: ¡qué contraste!

Tú quieres dar con mi quietud al traste.

Con el dulce... pensé que te tragaba,

Y que el queso... (por cierto, que hoy se acaba)

Con la sal que te sobra lo amasaste.

Y la que así mi gula satisfizo

¿Versos pide, no más? ¡Bondad inmensa!

Lloverán sobre ti como granizo.

¿Puedo negar tan leve recompensa

A quien tiene en su cara tanto hechizo...

Y tanta golosina en su despensa?

 

La hipocresía

 

Mal conocía al hombre el ignorante

Que dijo, no sé a quién, dónde ni cuándo:

El espejo del alma es el semblante.

¡Pluguiera a Dios, y el crimen execrando,

Cuanto más solapado más temible,

De la virtud no hiciera contrabando!

Su sed de sangre, su índole irascible

Muestra el león en su rapante garra

Y de su boca en el abismo horrible;

Y ruge de furor si triple barra

Tornar le niega al arenal ardiente;

Y muerde la cadena que le amarra.

No esconde el jabalí su corvo diente;

Ni el águila caudal remeda astuta

El arrullo de tórtola inocente;

Ni llorando a sus víctimas se enluta

Hiena voraz; ni el lobo y el cervato

Reposaron jamás en una gruta.

No hay ser irracional, excepto el gato

Que del hombre aprendió la hipocresía,

Que en sus obras desmienta su retrato.

Mas del género humano la falsía

Tal es, que aun la virtud más acendrada

Se avergüenza al brillar la luz del día.

Yerta galantería almibarada

Ordena a don Simón besar la mano

Que quisiera, a fe mía, ver cortada.

¡Oh cuánto y cuánto ofrecimiento vano

Contraria al corazón dicta la boca,

No digan: ¡qué grosero es don fulano!

¡Oh cómo al cielo don Froilán invoca

Jurando a Cloris amistad eterna,

Y dice en el café que es una loca!

¡Oh cómo Lucio de su Laura tierna

Celebra el lindo pie!... ¡Guarda, cuitada!

Si el pie le das, avanzará a la pierna.

Cuentan que en otra edad afortunada,

Edad que algún enfermo visionario

Improvisó roncando en la almohada,

Ninguno te ultrajaba temerario,

Sacrosanta verdad, aunque a tu apoyo

El ante mí faltase de un notario.

¡Oh siglo de Saturno! En algún hoyo

Para siempre te hundieron. Ya no brota

De leche ni de miel ningún arroyo.

Sólo de ti nos queda la bellota;

Y yo sé quién comerla debería

Mejor que pan de Meco o de Grijota.

¡Eh! Sueños son de ilusa fantasía.

Fiel la historia esas fábulas desmiente

Que forjó la entusiasta poesía.

No te hubieran hollado impunemente,

Mísera humanidad, tantos tiranos

Del Norte al Sur, del Este al Occidente,

Si incensando al poder con ambas manos

Encomiado no hubieran sus excesos

Viles y aduladores cortesanos.

Ni aun después de hechos polvo nuestros huesos

La raza acabará de los Sinones

Y de los Judas los traidores besos.

Este el lote será de las naciones

Si algún milagro celestial no arranca

Del corazón humano las pasiones.

Unos nadando en oro; otros sin blanca...

¿Y embusteros no habrá, cuando este oficio

Se aprende sin cursar en Salamanca?

¿Quién ya de la virtud distingue al Vicio,

Si almas sumidas en su lodo inmundo

Cubre tal vez el áspero cilicio?

¿Quién restituye la verdad al mundo,

Si el que mejor del prójimo se mofa

Filósofo se llama el más profundo?

¿Si aquel poeta que en sublime estrofa

Nos encomia la cándida inocencia

No daría por ella una alcachofa?

¿Qué más? El noble título de ciencia

Se arroga ya en el orbe la impostura,

Y sin cargo se ejerce de conciencia.

Su alianza el ruso al otomano jura,

Y más codicia el bósforo de Tracia,

Que la amistad de un turco mal segura.

La falacia en un quidam es falacia.

¿La comete un ministro? ¿Hay protocolo?

Entonces se apellida diplomacia.

El bien de su país le mueve sólo,

Y si al sármata engaña y al tudesco

Del dolo se defiende con el dolo.

¿Y a quién ofende en pabellón chinesco

El amistoso fraude cortesano

Precedido de opíparo refresco?

Quizá ese fraude del bifronte Jano

Cierra el templo feroz, y el que lo signa

Es buen padre tal vez, buen ciudadano;

Como el soldado de índole benigna

Fulmina ardiente bala matadora

Obediente a la bárbara consigna.

Mas del orbe despótica señora,

Ello es que triunfa la mentira impune

Y con soberbios timbres se decora.

La mentira es el lazo que nos une,

Gracias al padre Adán. ¿Dónde hay un santo,

Dónde que sin mentir se desayune?

Miente la viuda con el negro manto;

Miente en su boca el funeral sollozo;

Miente en sus ojos el acerbo llanto.

Proponedla, si no, gallardo mozo

Que consuele su tálamo desierto,

Y veréis su pesar trocado en gozo.

Miente ya el mercader menos experto;

Miente el sello también con que atestigua

Que el tanto de arancel pagó en el puerto.

Miente casto rubor la cara ambigua

Del dómine que vive amancebado,

Y si oye decir porra se santigua.

Un pliego y otro de papel sellado

Con fehaciente rúbrica embadurna

Quien nunca tuvo fe ni lo ha soñado.

Y yo pondría a Elisa en una urna,

Cual ángel de virtud, si no supiera

Que es ave de reclamo, aunque nocturna.

¡Cuánta calva con riza cabellera!

¡Cuánta canosa greña reteñida!

¿Qué cabeza en Madrid no es embustera?

Finge cadera y pecho la escurrida,

Finge el color de sus mejillas rojo

La pálida coqueta presumida;

Y en la cara de Lucas miente un ojo;

Que de cristal de roca es el izquierdo;

¡A tanto, oh vanidad, llega tu arrojo!

¡Oh! Si algún día los estribos pierdo,

No dirás, infernal Hipocresía,

Que te ladro cual gozque y no te muerdo.

Y ¡qué! ¿No fuera mengua y cobardía

A tus veniales culpas solamente

Lanzar el dardo de la saña mía?

¡Qué! Denuncio a la risa de la gente

El falso dengue, el polisson maldito,

El muerto rizo y el intruso diente;

¿Y no alzaré contra mayor delito,

De Juvenal la férula empuñando,

Hasta los cielos el airado grito?

¡Oh patria, patria mísera! ¿Hasta cuándo

Te insultarán hipócritas infames

Tu sacro y dulce nombre profanando?

¿Cuándo querrá Satán que no declames

Contra tanta perfidia al vago viento

Y lágrimas perdidas no derrames?

¿Cuándo será que un sátrapa avariento,

Con el público bien siempre en la boca,

Fije sólo en el suyo el pensamiento?

¡Numen de libertad! ¿Por qué te invoca

En insidiosa y pérfida proclama

Quien tus aras sacrílego derroca?

¿Por qué abrasado en tu divina llama

Se finge sin rubor el mal patricio

Que la anarquía y el desorden ama?

¿Hasta cuándo sufrir el artificio

Del que hoy pide congreso, instituciones...

Y victoreaba ayer al Santo Oficio?

¡Tolerancia! ¡Igualdad!... ¡Y a sus pasiones

Suelta la brida el que a tirano yugo

Quiere forzar las libres opiniones!

Honra tu nombre, pues al cielo plugo

La cadena romper que te oprimía,

Y no seas ni esclavo ni verdugo.

Si de la patria el bien sólo te guía,

¿Por qué tu brazo envilecer blandiendo

Las armas de la odiosa tiranía?

Mas reprimir no es fácil al que, ardiendo

En patrio amor, tras luenga servidumbre

Ve derribado al despotismo horrendo.

Así tras de aparente mansedumbre

Traga la puente el Rin, la vega inunda

Y del monte amenaza a la alta cumbre.

Así el toro escapado a la coyunda,

Tal vez arremetiendo al que le uncía

Clava en su hermano el asta furibunda.

¡Oh! ¡Luzca presto el suspirado día,

Término justo al ansia generosa

Del que en la santa ley su gloria fía!

¡Oh cuánto tarda en resonar briosa

La voz inmune del prohombre libre,

Rota ya la mordaza vergonzosa!

¿Cuándo, cuándo será que Astrea vibre

Inflexible su espada, y Manzanares

Pueda las glorias renovar del Tibre?

¿Cuándo será que en respetados lares

Se goce el antes mudo ciudadano

Entonando patrióticos cantares?

¡Ah! No abriguemos la esperanza en vano

De unir al esplendor de la diadema

La libertad del pueblo castellano.

Y la discordia en su agonía extrema

Bramando lleve al fondo del abismo

De la ibera región el anatema.

Y con la pura voz del patriotismo

No más en nuestros valles se confunda

El alarido atroz del fanatismo.

Sí, de bienes sin número fecunda

Ya resplandece la anhelada aurora

Después de noche tétrica y profunda.

Y la misma facción que ciega adora

Al ministro falaz que la fascina

Le arrancará la máscara traidora;

Ya no osará de inspiración divina

Embriagado fingirse, el druida torvo

Que cual vándalo roba y asesina;

Más espantoso que el asiano morbo,

No ya en vez del pacífico incensario

Blandirá de Mahoma el hierro corvo.

Ni convertido se verá el santuario

En bélico arsenal, ni en su recinto

Se albergará seguro el incendiario;

Ni un brazo, ¡justo cielo! en sangre tinto

Bendecirá a la turba que enajena

De estúpido furor el ciego instinto.

En vano un alma de maldades llena

Esconderán dobladas las rodillas

Y los ojos clavados en la arena.

Tú, que feroces hordas acaudillas,

No eres quizá quien el sagrado nombre

Del Supremo Hacedor más amancillas.

Muestras al menos el valor de un hombre,

Y el mismo arrojo que tu ruina labra

Quizá algún día al universo asombre.

Maldito el que la mística palabra

Tuerce mañoso a rebelión injusta

Que a su oculta ambición las puertas abra;

El que osa calumniar con frente adusta

Del Redentor del mundo la incruenta,

Dulce, fraterna religión augusta;

El que a la faz del público aparenta

Paz, mansedumbre; y sigiloso trama

La ruina del país que le sustenta;

Aquel que horrible tósigo derrama

Sobre el incauto pueblo penitente

Que celestial oráculo le llama.

¡Oh! No le creas, no: su lengua miente;

Que es el eco del Tártaro sombrío,

No intérprete de un Dios justo y clemente.

Libres por dicha del contagio impío

Ministros hay en el cristiano templo

Que condenan tan ciego desvarío.

Postrado, absorto su virtud contemplo,

Si detesto al indigno sacerdote

Que de un Opas traidor sigue el ejemplo.

¡Ah! Sólo un iroqués, un hotentote

Pudiera... Mas mi mano se fatiga

De tanto sacudir el crudo azote.

Basta. Aunque más la punce y la maldiga,

El vértigo censorio de mi vena

¿Podrá del mundo desterrar la intriga?

La torpe Hipocresía que envenena

La humana sociedad ¿se irá al abismo

Sólo porque un poeta la condena?

¿Ahuyentaré del mundo el embolismo

Que es para tunos mil una cucaña?

No, no presumo tanto de mí mismo.

¡Alerta! diré sólo; que en España

De día es flor la que de noche ortiga:

Y entre el grano se esconde la cizaña,

Y el que más te acaricia más te engaña.

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