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Miguel Mihura

(comp.) Justo Fernández López

Historia de la literatura española

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Miguel Mihura

BIOGRAFÍA

Miguel Mihura (1905-1977), dramaturgo, periodista y autor español de guiones cinematográficos considerado el más importante creador del teatro del absurdo y de humor en lengua castellana de este siglo, nació en Madrid.

Su padre, Miguel Mihura Álvarez era actor, autor y director teatral, de modo que Miguel Mihura vivió desde niño inmerso en los ambientes escénicos.

Durante la Guerra Civil (1936-1939), fundó su propia revista, bautizada como La Ametralladora. En ella ganó fama como autor de artículos humorísticos.

En 1941, Miguel Mihura fundó la revista cómica más importante del periodismo español: La Codorniz, dirigida por el propio Mihura hasta 1944. En La Codorniz colaboraron las principales firmas de la literatura humorística de posguerra, como Antonio Lara Gavilán (Tono) y Álvaro de Laiglesia. La ametralladora y La Codorniz fueron las revistas humorísticas de más éxito de la época, revistas de humor que eran un auténtico revulsivo.

Participó en el guion de Bienvenido, Mr. Marshall, del director Luis García Berlanga, una de las cintas clave de la cinematografía española. Colaboró con otros autores en obras de éxito como ¡Viva lo imposible! (1939), Ni pobre ni rico, sino todo lo contrario (1943) y El caso de la mujer asesinadita (1946).

Ganó el Premio Nacional de Teatro en dos ocasiones, y fue galardonado en 1964 con el Premio Nacional de Literatura Calderón de la Barca.

En 1976 fue elegido miembro de la Real Academia Española.

OBRA TEATRAL

Por la fecha de su primera obra (1932), pertenece Mihura a la etapa de renovación del teatro español anterior a la Guerra Civil (1936-1939), etapa caracterizada por la ruptura de las formas y temas dramáticos convencionales. Por eso muchos lo adscriben a la generación de Alejandro Casona y Jardiel Poncela; pero Mihura no será conocido como dramaturgo hasta después de la Guerra Civil, estrenando solamente a partir de los años 50.

Pero Mihura se hizo célebre no sólo por sus artículos de humor, sino sobre todo por sus obras de teatro.

Por sus tendencias políticas de derechas, cercanas a la ideología del régimen de Franco, fue rechazado por el público tras la caída de la dictadura. Sin embargo, superadas ya esas diferencias políticas, en la actualidad está considerado como uno de los grandes dramaturgos del teatro español del siglo XX.

Tres sombreros de copa (1932, estrenada en 1952)

Esta es una obra por que la Mihura sintió antipatía. El que se estrenada tan tarde privó al público de conocer un teatro moderno que rompía con las convenciones del anterior. Mihura, como Valle-Inclán, fue víctima de un teatro que comercializó el gusto vulgar del público y se cerró a lo nuevo e innovador. Esta obra era en el 1932, junto con el teatro de Valle-Inclán, un comienzo absoluto, y suponía una ruptura con el teatro cómico anterior, ruptura iniciada por Jardiel Poncela. Poncela había iniciado la ruptura con el teatro cómico, pero no la había llevado del todo a cabo. Mihura con esta obra inicia la verdadera ruptura, inaugurando un nuevo estilo de humor y una nueva farsa. Mihura descubre el desgaste de la semántica, de frases hechas y tópicos. Revoluciona no sólo el fondo, sino también la forma. Asocia elementos en el lengua de difícil asociación; trasgrede la ley de las proporciones; adjetiva adverbialmente acciones absolutas (“Me caso, pero poco”); distorsiona la causalidad lógica y propone otra imaginaria; proyecta hecho y pasiones ad absurdum.

Se relacionó a Mihura con Eugenio Ionesco. La generación de los cincuenta estrenó esta obra como una obra de vanguardia contra el humorismo del astracán oficial reinante. En provincias la obra produjo escándalo como inmoral. Representada en París en la temporada 1958-1959, la crítica conservadora la recibió mal y la vanguardista la sintió como un “impacto sorprendente”. La innovación de Mihura en comedia fue aprehender lo racional mediante lo irracional, pasar de la vida al sueño y del sueño a la vida, multiplicando los “campos de lo real”.

En esta obra se presenta la colisión de dos mundos irreconciliables, pero necesitados entre sí: El mundo burgués, cursi y adinerado de una provincia española y el mundo inverosímil, sin esperanzas y libre que forman el negro Buby Barton y las graciosas y estúpidas muchachas de su ballet en el music-hall. El mundo burgués está representado por Don Sacramento, El Odioso seños, El Anciano militar, El Cazador astuto, El Romántico enamorado, El Guapo muchacho y el Alegre explorador. Don Sacramento es un puritano a ultranza, de rígidas costumbres, implacable, esclavo de lo que tiene que defender. Todo lo que no coincida con su mentalidad apergaminada lo tacha de bohemio. El Odioso señor, el rico, sólo tiene la obsesión del dinero y del sexo. A este capitalista erótico no le importa su reputación (al revés de Don Sacramento), la reputación la compra con su fortuna. Estos dos personajes son los vértices de una misma figura. En este mundo nace Dionisio, el joven protagonista de la comedia.

El mundo del music-hall es amoral a rajatabla. No tiene la esclavitud de las buenas costumbres. Se vive en el presente, cada minuto es agotado al máximo, el futuro es siempre incierto. De este mundo viene Paula, la joven protagonista. Estos dos mundos son aparentemente contrarios, en realidad son estamentos constitutivos de una misma sociedad. Aquí surge el amor verdadero entre Dionisio y Paula, que de antemano queda condenado por el engranaje de estos dos mundos contrarios. La acción transcurre en un hotel de provincias, donde Dionisio pasa su última noche de soltero, debiéndose casar al día siguiente con la hija de Don Sacramento. En esta noche se enfrentan los dos mundos, y nace y muerte el amor de Dionisio y Paula. En la noche de “despedida de soltero”, Dionisio hace la experiencia de la libertad fuera de la norma, para renunciar a ella de nuevo y volver a la convención y la norma. Al renunciar Dionisio a la libertad recién descubierta, reingresando en el orden común, queda consolidada la alineación de esta clase social. Dionisio tuvo en un momento en la mano su destino, pero vuelve al engranaje social; el falso orden se recompone.

Esta es la primera obra teatral de Miguel Mihura, con la que se adelantó casi veinte años al teatro del absurdo. Se trata también de su obra maestra, aquélla en la que el autor madrileño demostró más deseos de innovar (pues, en el resto de su obra, se dedicó más bien a satisfacer los gustos del público).

A mediados del siglo XX, algunos autores europeos como el francés de origen rumano Eugène Ionesco (1909-1994) y el irlandés Samuel Beckett (1906-1989), pusieron de moda el llamado teatro del absurdo: Un teatro de diálogos incomprensibles y situaciones disparatadas que intentaban reflejar que la propia existencia humana era, en sí, un hecho absurdo: “no tiene sentido nacer para morir, y mucho menos teniendo en cuenta todos los sufrimientos que se pasan por el camino”.

Algunos autores españoles, como Miguel Mihura (1905-1977) y Enrique Jardiel Poncela (1901-1952), anticiparon (tal vez por casualidad) los rasgos principales de este teatro: Su peculiar sentido del humor les llevó a crear situaciones tan grotescas y ridículas que, en cierto modo, podían ser vistas también como  trágicas.

Miguel Mihura, tal vez sin quererlo, llegó, a través del humor, a situaciones tan extremas y disparatadas como las que más tarde propusieron algunas de las grandes figuras "serias" de esta corriente, como Ionesco o Beckett. Su primera obra teatral Tres sombreros de copa de 1932, no se estrenó hasta veinte años después, por lo que Mihura no pudo ser reconocido en su tiempo como uno de los pioneros del teatro del absurdo. Más tarde se vio que Mihura había roto por completo con el teatro cómico tradicional, mezclando lo trágico con lo ridículo.

En sus piezas teatrales posteriores, Mihura fue menos innovador y escribió un teatro convencional que daba al público lo que éste pedía, sin entrar en muchas profundidades ni seguir innovando. Era un teatro ameno y amable que planteaba un conflicto, que, al quedar resuelto al final, dejaba al público tranquilo después de un rato de inquietud, pero también de entretenimiento.

Viva lo imposible o el contable de estrellas (1939)

Obra escrita en colaboración con Calvo Sotelo. El significado de la obra está contenido en las frases: “Viva lo imposible, lo soñado, lo utópico. Abajo la norma, la medida, lo previsto. No llegar no es pecado; no partir, sí”. Los personajes, Don Sabino y sus dos hijos, se lanzarán a vivir la experiencia de la libertad y fracasarán, englobados de nuevo por el mundo de la norma y la convención, aunque Don Sabino simule, refugiándose en la imaginación, escapar a él. Aquí se muestran también dos mundos o maneras diferentes de vivir, igualmente precarias. Pero en el fondo no se trata de dos mundos opuestos, sino de dos maneras diferentes de acentuar el mismo y único mundo. No se trata de un conflicto, sino de un desacuerdo relativo.

Ni pobre ni rico, sino todo lo contrario (1943)

Mihura escribió a medias con Tono esta obra teatral, considerada como una de las obras maestras del teatro cómico español.

Abelardo, el protagonista, decide arruinarse, siendo rico. Lo interesante en esta obra son las formas usadas por Abelardo para arruinarse: compra a precios fabulosos inventos ya inventados; contrata a unos ladrones para que vacíen la casa; juega con la Baronesa para que haga trampas ésta..., etc. Todo para poder casarse con Margarita, que le rechaza por ser rico. Y consigue arruinarse, pero demasiado, de modo que, ya mendigo, Margarita lo rechaza por demasiado pobre. Abelardo se enriquecerá de nuevo fundando un Pobre Trust Company, para terminar renunciando de nuevo a todo, ahora por vocación de libertad, y por escapar del mundo de los compromisos, de los tópicos y de los prejuicios.

La obra satiriza el tópico sentimental de que la diferencia de clases es impedimento para el amor. Los pobres simbolizan el vivir libre y despreocupado. El título es definitorio de una concepción ideológica: La división de la sociedad en pobres y ricos está llena de implicaciones sentimentales. La sinrazón del título quiere decir: ni con unos ni con otros. Critica los fanatismos de tendencias opuestas. Mihura se subleva aquí contra la necesidad de clasificarse, de ser de los unos o de los otros.

El caso de la mujer asesinadita (1946)

Obra escrita en colaboración con Álvaro de Laiglesia. Es la última obra escrita en colaboración con otro autor. Es una farsa excelente, una comedia expresionista, minuciosamente construida y calculada, modelo de precisión dentro del arte teatral. Los autores juegan con la cara misteriosa, irreal y poética, y con la real, cotidiana y “normal”, de la misma acción. La acción es el asesinato del protagonista. Para cumplir su amor humano, Mercedes y Norton necesitan de la colaboración de la fatalidad. Los asesinos, en cambio, el marido de Mercedes y la secretaria de Norton, mataron para volverse a casar y son ahora, paradójicamente, las víctimas; pues, ya casados, sólo podrán compartir su aburrimiento. Esta obra está situada entre el humor y el misterio.

El caso de la señora estupenda (1953)

Es una especie de alta comedia cómica. Con ella rompe Mihura con su teatro anterior, haciendo concesiones a la comedia de acción realista. En esta obra, Mihura da coherencia realista a un tema absurdo. La obra trata el clima internacional de espionaje y contraespionaje de la guerra fría. Desmitifica por el disparate esa “neurosis colectiva”.

A media luz los tres (1953)

Esta obra fue un gran éxito de público. Se refiere a la clase pequeño burguesa española. En esta obra comienza el proceso de sustitución de lo humorístico por lo satírico. Alfredo, el pequeño Don Juan con pisito de soltero dotado de dispositivos para favorecer sus conquistas, acabará pescando una pulmonía en sus jueguecitos eróticos. Al final se casa con la mujer que, excelente cocinera, le conquista por el estómago. “Ver a Don Juan con un delantal de cocina es un excelente ejercicio moral”. En el lenguaje de Mihura la comicidad se produce cuando se dan respuestas lógicas a preguntas que, por ser tópicas, se han vaciado de sentido. Preguntas que son consagradas por el uso social, cuyo lenguaje hueco es puesto así de manifiesto. Este lenguaje será el que caracterizará el teatro de humor actual. En esta obra aparece la figura femenina de la prostituta, que en el fondo se revela como toda una mujercita. Esta figura se repetirá en otras piezas de Mihura, su mejor encarnación está en Maribel y la extraña familia.

El caso del señor vestido de violeta (1954)

Es una vuelta al mundo de la farsa. Mihura satiriza el snobismo, la tontería y la vanidad. Prototipo es un seudointelectual, torero de profesión, al que adoran como a un ídolo los y las papanatas de la alta sociedad. Mihura satiriza la seudocultura de esta clase, y al final satiriza lo mismo a la “anticultura” de un andalucismo majista y popularista que se presenta a sí mismo con pretensiones de llaneza y campechanería. Como modelo entre estos dos extremos propone Mihura la naturalidad y la sencillez auténticas del doctor Rimosky.

Finalmente, tres obras con una estrecha relación temática que vuelven al mundo de las primeras farsas. Las tres obras se presentan como una defensa de la libertad y un ataque contra la sociedad enrigidecida por su propio sistema de valores y normas, un sistema normativo convertido en discriminador social: Sublime decisión, Mi adorado Juan y La bella Dorotea.

¡Sublime decisión! (1955)

Situada a finales del siglo XIX, nos cuenta esta pieza teatral el intento de emancipación femenina en un contexto de represión social. Es una sátira de aquella clase media: la del quiero y no puedo, la de la burocracia servil. La España finisecular que aparecerá en Galdós y Arniches. Esta obra es como el negativo de la fotografía de la España de los años cincuenta.

Mi adorado Juan (1956)

Es una invitación al vivir libre, al margen de la sociedad ordenada. Juan y sus amigos quieren salirse de esta sociedad y vivir a su gusto sin compromisos, pero también sin poner en cuestión a la sociedad de la que se salen. No son ni rebeldes ni revolucionarios, sino escapistas que se van “afuera”, pero no lejos ni a otro lugar. Su vocación es libertad se limita a tomarse vacaciones sin fecha límite: la bohemia dorada, el vive como quieras. Al final el sueño se acaba: Juan, casado, tiene que volver a trabajar de médico para mantener a su mujer. La obra no ha sido más que la invitación al sueño.

La bella Dorotea (1963)

Es la mejor de las últimas obras de Mihura. Es una nueva síntesis de sus temas favoritos. Está en la línea de Tres sombreros de copa, aunque los medios teatrales sean diferentes a los de 1932. Los procedimientos verbales han cambiado, más alejados del surrealismo. Los personajes se acercan aquí más a la personalidad concreta que al tipo.

Dorotea es una heroína de la libertad, entrañable y grotesca a la vez. Su rebelión contra la sociedad tiránica y mezquina consiste en no querer quitarse el traje de novia con que se ha quedado plantada por el novio el día de la boda. Dorotea sabe que su acción no sirve para nada y “que los gestos heroicos no los comprende nadie”, esto da a su actitud un carácter heroico. A pesar de conocer la inutilidad de su gesto persiste en él, “para que tuvieran presente la injusticia que habían cometido con sus comentarios y sus críticas. Y para ser el fantasma de sus conciencias”. El final es nuevo en Mihura: Al final el autor muestra piedad por su personaje. Al final Dorotea pacta con el compromiso, perdiendo sentido su rebelión; todo en favor de una piedad y ternura que está cerca del sentimentalismo en Mihura.

Melocotón en almíbar (1958)

Maribel y la extraña familia (1959)

Maribel, la prostituta, vista desde la mirada absolutamente inocente, llegará a ser aquello que la mirada impura de la sociedad le impedía ser. Doña Paula y Doña Matilde ven en Maribel a una niña decente, sin saber que es prostituta. Tesis de la obra: somos lo que nos hacen y según nos ven los demás. Lo prostituido no es el individuo, sino la mirada, cuya viscosidad y capacidad operativa revela la podredumbre interior de la sociedad enmascarada bajo los principios y normas. Basta mirar desde fuera de esa mirada social para ver la realidad interior. Aquí usa Mihura elementos policíacos y de misterio como en Melocotón en almíbar (1958), donde había creado un delicioso personaje con algo de padre Brown: la monjita Sor María y cuya mejor realización es

Carlota (1957)

Una de las comedias más expectantes y mejor matizadas de Mihura. Esta obra ayudó a poner en órbita en los escenarios españoles el género policíaco, tan en boga en los años sesenta. Hay un tema en esta obra que ya lo vimos en El caso de la mujer asesinadita y es el tema del aburrimiento de la pareja. Aquí Carlota, para que su marido no se aburra con ella y para mantenerlo despierto en su atención por ella, lo hace creer que ella es una asesina, y el marido se lo cree y terminará asesinándola. Este tema retornará en la obra Milagro en casa de los López (1964).

Ninette y un señor de Murcia (1964)

Milagro en casa de los López (1965)

Sólo el amor y la luna traen fortuna (1969)

El tema de Mihura ha sido el conflicto entre los convencionalismos sociales y la vida libre. Pero las últimas obras son ellas mismas un cierto compromiso a la comicidad fácil al público. Mihura hispanizó el humor del Gordo y el Flaco y los hermanos Marx. Su primera obra preconiza las tendencias irracionalistas del teatro del absurdo. Mihura necesitó haber tenido otro público del que tuvo en España. Su primera obra justifica por sí sola el puesto que ocupa Mihura en el teatro español contemporáneo.

Los problemas que presenta el teatro de Mihura son de “personalidad”. Mihura es pesimista: Las personas se encuentran siempre en un medio opresivo en el que sólo cabe una actitud desdeñosa. Mihura antepone la sinceridad a la justicia. Su “falso intelectual”, su “falsa prostituta” o su “falso socialista” ejemplifican, una y otra vez, la mejor tradición del humorismo liberal.

Sus primeras obras y farsas le dieron la fama de uno de los más importantes dramaturgos de su tiempo. Pero más tarde comenzó, al no ser del todo aceptado por el público, a renunciar al humor grave y hondo para dar cabida al ingenio fácil y a la comicidad menos radical. Esto le apartó el triunfo en los escenarios. La moral del éxito y del compromiso (aunque sea con piedad y ternura sentimentales) triunfó sobre la moral desenmascaradora y pedagogía de la verdad. Terminó siendo un adaptado, un autor de y para la clase media, un autor que no hacía “pupa”.

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