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Posbarroquismo - Primera mitad del siglo XVIII

(comp.) Justo Fernández López

Historia de la literatura española

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Posbarroquismo

Primera mitad del siglo XVIII

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Diego de Torres y Villarroel (1693-1770)

Gabriel Álvarez de Toledo (1662-1714)

Eugenio Gerardo Lobo Huerta (1679-1750)

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A partir de la muerte de Calderón de la Barca (1681), el barroco entra en un período de franca decadencia, se mantienen únicamente sus características formales más externas. El posbarroco es una pura caricatura e imitación de barroco. La orientación posbarroca informa la mayor parte de la literatura hasta mediados del siglo XVIII, momento en que comienzan a imponerse las corrientes del Neoclasicismo con la llegada de los Borbones al trono de España.

Con el rey Felipe V (1714-1745) comienza a reinar en España la dinastía borbónica que no muestra mucha simpatía por el barroco español. Ante la tendencia afrancesada de las clases altas e intelectuales, el pueblo reacciona rehabilitando el folclore, el regionalismo, las tradiciones, como las corridas de toros. El flamenco adquiere carta de ciudadanía y sale de su aislamiento social.

El posbarroco irá languideciendo, aunque gozando a menudo del favor popular, para desembocar en el siglo XIX en el amplio movimiento del Romanticismo. El posbarroquismo fue objeto de encarnizados ataques por parte del sector culto, pero esto no significó una absoluta repulsa de la tradición española. Junto a la crítica al barroquismo y el deseo de asimilar la corriente del neoclasicismo, se intentó revalorizar y estudiar la producción literaria del siglo XVI: Fray Luis de León y Fernando de Herrera.

«Ya a fines del siglo XVII, a medida que la literatura española iba perdiendo su acusada personalidad, notábase en España la influencia de la literatura francesa, y aun prescindiendo de algunas traducciones o adaptaciones que se hicieron de Corneille y de Molière, nada lo prueba tan evidentemente como el hecho de que en 1680 se representara en el Buen Retiro una adaptación anónima de Le bourgeois gentilhomme con el título de El labrador gentilhombre. Claro que, teniendo ya tal inclinación a saborear obras que ponían necesariamente una evolución en el gusto, cuando un Borbón, Felipe V (1683-1746), rey de España (1700-1746), vino a reinar en España, la influencia francesa se acentuó más y más, hasta ser el sello del siglo XVIII.

Pero no era solo la influencia francesa la que se sentía: aún quedaba el recuerdo del estilo conceptista y gongorino que sería para disfrazar la absoluta carencia de inspiración, la miseria poética que reinaba, con marcada tendencia a lo chabacano. Bien puede decirse que fue aquello la muerte de la poesía lírica, pues no hay que confundir a tal altiva y sabia deidad con la retórica vulgar, artificiosa, sin sentido, sin alma.» (Ramón D. Perés: Historia universal de la literatura. Barcelona, 1969, p. 324)

 


Diego de Torres y Villarroel (1693-1770)

VIDA

Nació en Salamanca en 1693. Era hijo de un humilde librero y pudo entrar en la Universidad de Salamanca como becario, donde llegó a ser catedrático de Matemáticas. En sus viajes por Portugal, realizó diversos oficios: soldado, bailarín, buhonero, vidente, torero, alquimista, charlatán, matemático, médico, cómico y confeccionador sibilino de almanaques. Su vida ajetreada tiene todo el sabor de una novela picaresca.

En 1715 se ordenó de subdiácono para cobrar ciertas capellanías.

En 1726 obtuvo la cátedra de Matemáticas en la Universidad de Salamanca. Le jubiló en Consejo de Castilla en 1751 contra el parecer de los estudiantes, que armaron un escándalo morrocotudo.

En febrero de 1745 fue ordenado de presbítero y ese mismo año enfermó de gravedad.

El estado sacerdotal no le atraía demasiado, por lo que prefirió dedicarse a la lectura, poesía o teatro, además de organizar diversiones para familias de calidad de la ciudad.

Fue acusado de haber escrito unas coplas satíricas. Fue encarcelado, primero durante dos meses, y después durante cuatro, en el convento dominico de San Esteban.

En septiembre de 1718 publicó en Salamanca un almanaque titulado Ramillete de los astros, donde registraba los días del año y predicciones para el año entrante.

Dado el éxito alcanzado por el primer almanaque, siguió por esta producción, aunque era gravemente contraproducente para su prestigio intelectual: El embajador de Apolo y volante de Mercurio (1721) y Melodrama astrológica (1723).

A partir de 1723 adoptó el seudónimo de El Gran Piscator de Salamanca, que produjo cierta perplejidad entre los lectores más cultos, que eran reacios a creer en las predicciones, y menos en las de un joven con fama de rebelde y aventurero.

“Torres y Villarroel fue un socarrón, maldiciente, agudísimo y de un gran corazón. Se metía por el ojo de una aguja. Y fue el primer hombre al que se le aplicó el sambenito de ser de la piel del diablo.” (F. Sainz de Robles)

OBRAS

Torres de Villarroel fue un escritor original que, aunque vivió en el siglo XVIII, prefirió los modelos del Siglo de Oro y no participó de la corriente neoclásica de su siglo. Es un heredero directo de los autores satíricos del siglo XVII. Se le ha considerado como un intruso en su siglo, un rezagado de la tradición barroca, a la que estaría adscrito por sus ideas y su estilo.

Torres y Villarroel es el único escritor de talento fiel a los gustos barrocos que hubo en el siglo XVIII. Su obra literaria es bastante heterogénea y está iluminada en gran parte por la vida y la obra de Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645), del que toma el modelo estético y la visión burlesca de la vida. Su vida le conduce a las más extrañas aventuras, que él mismo ha relatado en su autobiografía.

Torres es, con Feijoo, el autor más editado en su tiempo y uno de los más notables de primeros del siglo XVIII. Pero fue víctima de una imagen negativa: era el bufón, el imitador sin talento de Quevedo, el astrólogo que predijo la Revolución francesa, autor de una autobiografía burlesca, remedo de la picaresca.

«El destino literario de Torres está marcado por una serie de paradojas: considerado anacrónico en sus predilecciones estilísticas e ideológicas, es moderno por su manera de concebir el discurso sobre sí, de practicar el oficio de escritor. Célebre en vida como ninguno de sus contemporáneos, fue mantenido aparta por la elite de su país y cayó poco a poco en el olvido. La autobiografía moderna, en el ámbito hispánico como en muchos otros, será heredera de Rousseau y no de Torres, al que ignora. Uno de los motivos de esta desafección es probablemente el desprecio que la gente ilustrada experimentó por concepciones científicas prescritas y por el disfraz burlesco. Este caparazón erizado de palabras y locuciones vulgares exasperaba a los que se habían comprometido resueltamente en el camino del progreso.

Pudiera ser que nuestra época estuviera mejor preparada para apreciar las múltiples significaciones del burlesco de Torres: máscara y armadura, pero también arma ofensiva y corrosiva, desvela el teatro universal de sombras irrisorias y pomposas que es nuestro mundo y lleva el germen de una posible subversión de los valores recibidos. Torres estaría entonces mejor situado en una corriente carnavalesca que atraviesa todas las épocas, desde la mascarada antigua hasta la payasada moderna, pasando por los Caprichos, los Disparates y el grotesco romántico.» (Guy Mercadier: “Dos trayectorias novelescas”, en Canavaggio, Jean: Historia de la literatura española. Siglo XVIII. Barcelona: Ariel, 1995, tomo IV, p. 60-61)

Obras fantásticas:

Obras en las que la búsqueda de una escritura original acompaña una visión moral de la sociedad y del devenir del hombre.

Viaje fantástico (1724)

Este libro de divulgación ofrece una ilustración de lo que Torres Villarroel consideraba entonces ciencia cierta: una ciencia cargada de adherencias mágicas y hermética.

Correo del otro mundo al Gran Piscator de Salamanca. Cartas respondidas a los muertos por el mismo Piscator (1725)

Se trata de un intercambio de cartas con cinco corresponsales del más allá. Recorre cinco ámbitos (astrología, medicina, derecho, filosofía y moral) para entregar cada vez un poco de su experiencia.

El ermitaño y Torres (1726)

Expone curiosos juicios críticos sobre las principales figuras literarias del siglo XVII. Es la historia de un reencuentro. Perdido en el campo, Torres se refugia en casa de un ermitaño que resulta ser un antiguo condiscípulo. Los dos pasan revista a la rica biblioteca en la ermita y charlan sobre medicina, alquimia y bellas artes. En 1738, la revisión literaria se completa con las obras de Torres mismo, que comentarán los dos amigos: injertada en plena ficción, se observa en esto una modalidad original del discurso sobre sí mismo.

Visiones y visitas de Torres con Don Francisco de Quevedo por la Corte (1727-1728)

Es, junto con la Vida, ascendencia..., la obra más importante del autor. El argumento es simple: la sombra de Quevedo sorprende a nuestro hombre durante el sueño y le pide que lo guíe por Madrid para apreciar su evolución. Las etapas de una ambulación crítica por Madrid está ordenada por capítulos llamados “Visiones”.

La obra se asemeja a una colección de cuadros de costumbres: presenta figuras ya caricaturizadas por Quevedo: barberos, médicos, hombres de leyes; o nuevas figuras como los “comadrones”, petimetres, músicos de corte.

Barca de Aqueronte (1731)

El observador desciende a los infiernos y termina ante el tribunal de Plutón. Los demonios presentan a los réprobos a su cargo y relatan su vida y muerte: los universitarios, los hombres de leyes, los nobles, las mujeres, etc. De pronto un demonio se lanza sobre Torres y lo quiere arrojar a las llamas eternas, pero Torres de despierta a tiempo y escapa del castigo.

Vida natural y católica (1730)

En un pasaje expurgado por la Inquisición, se cuestionan los orígenes de la nobleza y de la monarquía.

Los desahuciados del mundo y de la gloria (1736-37)

Argumento de la primera parte: Un diablo viene a buscar al autor cuando está dormido a orillas del río, cerca de Salamanca, y lo arrastra a la cabecera de cinco moribundos condenados por la medicina y la religión. El diablo diserta con su compañero sobre los síntomas de un doble decaimiento, físico y moral.

En la segunda y tercer parte de la obra, los blancos de la crítica siguen siendo los de obras anteriores: nobles ociosos, religiosos despilfarradores, médicos ignorantes, universitarios inflados y vanos.

Prosa narrativa

Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras del doctor don Diego de Torres Villarroel, catedrático de prima de Matemáticas en la Universidad de Salamanca (1743-59)

Es una novela autobiográfica y su obra maestra. Fue acogida por el público como un relato picaresco, en la tradición de la picaresca barroca, aunque con un protagonista burgués, pero no deja de ser una simple autobiografía hecha a base de recuerdos y totalmente ajena al espíritu de coherencia y sentido de las novelas picarescas de la época barroca (Guzmán de Alfarache o el Buscón).

La vida ajetreada de Torres de Villarroel tiene todo el sabor de una novela picaresca. En los seis “trozos” de que consta, que corresponden cada uno a una década, nos expone con desenfadado estilo los episodios más divertidos de su agitada y pintoresca vida.

Su estilo estuvo influenciado por el arte de Quevedo, no obstante, su buen humor dista mucho del amargo pesimismo de don Francisco de Quevedo. Esta obra de Villarroel tiene un inapreciable valor como descripción de la decadencia española en la primera mitad del siglo XVIII: Padeció entonces la España una obscuridad tan afrentosa que en estudio alguno, colegio ni universidad de sus ciudades, había un hombre que pudiese encender un candil para buscar los elementos de esas ciencias...

«En resumen: la Vida es la autobiografía de un pequeño burgués advenedizo que logra un éxito sin precedente a través de ingeniosidades, explotando la credulidad del vulgo y sus supersticiones, en las cuales él no cree. Afirma que los fantasmas y otros seres sobrenaturales solo le producen hilaridad: Las brujas, las hechiceras, los duendes, y sus relaciones, historias y chistes me arrullan, en entretienen y me sacan al semblante una burlona risa. [...] En la galería de los pequeños burgueses sin burguesía figura este contradictorio perdulario salmantino que anticipa al escritor del siglo XIX, pendiente de los gustos y modas de sus lectores.» (Blanco Aguinaga, et. a.: Historia social de la literatura española)

Sueños morales y visitas de D. Francisco de Quevedo (1727-1751)

Obra de estilo muy conceptista. El autor, acompañado de Quevedo, recorre el Madrid de la época, ofreciéndonos una visión satírica de sus tipos y costumbres.

La vida ejemplar de la Madre Gregoria Francisca de Santa Teresa (1738)

Sueños morales, corregidos y aumentados con el papel nuevo de la barca de Aqueronte y residencia infernal de Plutón (1743)

Poesía

La poesía de la primera mitad del siglo XVIII es una clara derivación de la fórmula barroca, pero es una lírica hecha de imágenes gastadas, en las que es difícil hallar verdaderos destellos poéticos.

En los poetas de principio de siglo, durante el reinado de Felipe V, domina totalmente la influencia de Góngora y Quevedo. En los del segundo tercio del XVIII (Reinado de Fernando VI) y publicada ya la Poética neoclásica de Luzán, se observa, junto al influjo barroco, un intento de acercamiento a las nuevas tendencias del neoclasicismo.

En las poesías de Torres y Villarroel es visible la huella de Quevedo con su gracia picaresca. De Quevedo calca el estilo conceptista.

Almanaques (1723)

A partir de 1723 Torres y Villarroel adoptó el seudónimo de El Gran Piscator de Salamanca y con este seudónimo publicó una serie de Almanaques donde anunciaba, en pronósticos rimados, los próximos acontecimientos. En ellos profetizó la muerte de Luis I, el motín de Esquilache y la Revolución francesa (a más de treinta años de distancia):

Con los mil contarás,

con trescientos doblados

y cincuenta duplicados,

los nueves dieces más

y entonces lo verás,

mísera Francia: te espera

tu calamidad postrera

en tu rey y tu delfín,

y tendrá por fin su fin

tu mayor gloria primera.

[1000 + (300 x 2) + (50 x 2) + (9 x 10) = 1790,

año en plena Revolución francesa]

Utilizó metros cortos en una serie de letrillas, romances y seguidillas.

Dentro de la tradición popular están sus pasmarotas, composiciones satíricas dotadas de una ironía socarrona.

Destacan sus sonetos:

Los ladrones más famosos no están en los caminos

El presente siglo

Además de varios versos de amor o de la muerte:

A una dama

¿Cuándo vendrá la muerte?


Gabriel Álvarez de Toledo (1662-1714)

VIDA

Nació en Sevilla. Fue bibliotecario del rey Felipe V y uno de los fundadores de la Real Academia Española de la Lengua. Caballero de la Orden de Alcántara y secretario de la Presidencia.

Dominaba las lenguas latina, griega, caldea, hebrea, alemán e italiano. Tuvo una juventud aventurera y borrascosa; pero desde los treinta años se dedicó a la vida ascética, llegando a estar considerado el primer poeta místico de su época.

OBRA

Si Torres y Villarroel deriva del Quevedo satírico lo mejor de la producción de Álvarez de Toledo entronca con el Quevedo ascético-moral. Escribió unos sonetos de sobria emoción filosófica y religiosa, en torno al tema barroco del desengaño, escritos después de una honda crisis moral que le apartó del mundo.

La muerte es vida

Soneto.

A mi pensamiento

Endechas de tema místico.

Obras pósthumas poéticas, con la Burromaquia (1744)

Publicadas a su muerte por Torres y Villarroel.

Escribió también en su juventud un extenso poema de épica burlesca en romance heroico, muestra de la degeneración de la epopeya burlesca del Barroco:

Burromaquia (1774)


Eugenio Gerardo Lobo Huerta (1679-1750)

VIDA

Nació en Cuerva (Toledo). Fue conocido como el capitán coplero.

Luchó en la guerra de Sucesión como capitán de caballeros corazas del regimiento viejo de Granada. Asistió a los sitios de Lérida y Montemayor y a la conquista de Orán. Acompañó a Felipe V a Italia tomando parte en las campañas contra Austria.

Llegó a teniente general y a gobernador militar y político de la plaza de Barcelona. Parece que Felipe V no le miraba con buenos ojos por haber escrito Lobo no pocos versos burlescos contra los franceses y por su poema Exhortación político cristiana a la nación Española, en donde traza un cuadro sombrío de la situación española.

Murió en Barcelona a causa de una caída de caballo.

OBRA

Fue uno de los poetas más populares del primer siglo XVIII y destacó por su ingenio para elaborar poemas humorísticos. Lobo representa mejor que nadie la musa festiva en la primera mitad del siglo XVIII. Algunas de las expresiones de sus sonetos son de evidente raigambre barroca. Lo más característico de su producción lo constituyen el ingenio y la fácil dicción de sus graciosos romances.

Sus contemporáneos apreciaban sus composiciones cortas en arte menor, casi siempre jocosas y de circunstancias, donde lucía por extremo su ingenio sin que el estilo dejase de ser claro. Ridiculiza cualquier tipo de especulación intelectual. Sus modelos fueron los satíricos del barroco Francisco de Quevedo y Luis de Góngora.

Su erotismo es tenue y epicúreo y muestra una atención al detalle propios de la poesía rococó (un tipo de poesía ilustrada y posbarroca que no es todavía neoclásica).

Lobo define su posición frente al clasicismo en estos versos:

Tal o cual vez me divierto

sin que me altere y fatigue

lo que Aristóteles clama

y lo que Horacio prescribe.

Quebrantar la ley divina

del Decálogo me aflige,

mas no romper los preceptos

de los antojos gentiles.

Selva de las Musas (1717)

Recoge en dos volúmenes sus poesías.

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