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Marco geográfico y cultural (comp.) Justo Fernández López Historia de la literatura hispanoamericana
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MARCO GEOGRÁFICO Y CULTURAL
En la América hispana pueden distinguirse seis áreas principales, con diferencias políticas, económicas y culturales.
El Caribe
Comprende, además de las Antillas, la línea costero de Venezuela y algunas islas próximas. Fue esta la zona que descubrió Cristóbal Colón en sus primeros viajes llegando a convertirse por unos años en paso obligatorio para todos los que pretendían adentrarse en el continente. Allí hay que situar los primeros focos culturales del Nuevo Mundo, que luego se desplazaron a las capitales virreinales. La rápida desaparición de la población indígena (matanzas y enfermedades traídas de Europa por los conquistadores) obliga a importar abundante mano de obra africana hasta el punto de que la presencia de población de raza negra es determinante hoy en dos puntos fundamentales: la religión y la lengua.
Además de las religiones impuestas por las potencias colonizadoras (catolicismo y protestantismo), hay una gran diversidad de cultos populares que tienen una común afinidad con las religiones ancestrales de África. Los más conocidos son el vudú haitiano, la santería cubana, la pocomanía de Jamaica, el culto a María Alionza en Venezuela, etc.
Con la lengua ocurre lo mismo: el pueblo se comunica entre sí mediante dialectos, de los que el creolé es el mejor estudiado. La literatura afrocubana y la poesía negrista son buena muestra de la creciente fuerza del componente africano en esta zona de Hispanoamérica.
Meseta colombiana
Aquí la incidencia de lo indígena fue mínima. Los indígenas vivieron miserablemente y apenas influyeron en la sociedad. Por otro lado, Bogotá, considerada durante mucho tiempo como la Atenas de América, se convierte a partir de la independencia en un foco cultural de primer orden. A ello contribuyó la labor de dos eminentes filólogos: Rufino José Cuervo y Miguel Antinio Caro. La norma lingüística irradia de la capital a resto del país, de modo que el español de Colombia es hoy considerado como uno de los más ajustados a la ortodoxia peninsular.
Alto Perú
La tradición cultural de los incas era muy fuerte, al contrario que en el área del Caribe donde los arahuacos y caribes tenían un nivel cultural de cazadores (en la zona de Colombia hasta Panamá, la familia lingüística chibcha tampoco se logró una cultura tan alta como la maya, azteca y la inca. La cultura chibcha y tairona llevaba siglos de retraso frente a la zona andina y mesoamericana).
La gran fuerza de la cultura inca llevó a que, ya desde la época colonial, se planteara una oposición clara entre las clases bajas de los indígenas y la clase dominante de los criollos. Actualmente, un gran contingente de la población peruana es indígena o mestiza. Esta dicotomía se aprecia también en el plano lingüístico: en la región de los Andes, el quechua es el idioma general, y hay grupos que no conocen el castellano. El quechua era la lengua hablada por los primitivos quechuas, extendida por los incas a todo el territorio de su imperio, y por los misioneros católicos a otras regiones.
Sin embargo, Lima, capital de uno de los primitivos virreinatos, centralizó durante siglos la cultura de Sudamérica. El habla limeña siempre se mantuvo muy cerda de la de Castilla, evitando en buena medida la entrada de giros autóctonos, coloquiales o vulgares. Esta región del Alto Perú tiene, sin embargo, una gran tradición indigenista y comprende Perú, Ecuador y Bolivia.
Cono Sur
Lo forman tres países: Argentina, Chile y Uruguay. Durante la Colonia presentan rasgos comunes: mínima influencia del componente indígenas, alejamiento de los grandes centros políticos y culturales. La lengua no sufre la presión de la norma peninsular y se basa en elementos populares procedentes de la emigración.
Tras la Independencia, la infatigable labor de Andrés Bello en Chile contribuye a imponer la norma purista. Se eliminan usos vulgares, como el voseo, y el idioma de Chile se separa del de los países rioplatenses. En Argentina y Uruguay fue muy fuerte desde mediados del siglo XIX la inmigración, sobre todo italiana (luego alemana, francesa y la del Medio Oriente, como Siria, etc.).
Esto repercutió en la lengua, abundante en barbarismos, que en ocasiones han pasado a la norma, o han influido en la formación del dialecto específico de Buenos Aires: el lunfardo, habla que originariamente empleaba, en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, la gente de clase baja. Parte de sus vocablos y locuciones se introdujeron posteriormente en la lengua popular y se difundieron en el español de la Argentina y el Uruguay.
La ausencia de una tradición autóctona y las continuas oleadas de inmigración de muy variada procedencia han convertido a Uruguay y Argentina en los países más cosmopolitas de Hispanoamérica.
Paraguay
No tiene salida al mar, por lo que este país siempre ha experimentado un aislamiento inevitable. Por otro lado, la colonización presentó aquí rasgos particulares: estuvo encomendada a los jesuitas, a través de sus famosas misiones o “reducciones” (grupos indígenas convertidos al cristianismo) en las que los jesuitas intentaron fundar algo así como un estado divino o “ciudad de Dios”. En estas misiones el indígena llevó una vida más digna que en otras zonas, teniendo siempre la conciencia de ser un hombre libre, dueño de un acervo cultural estimable. Los indígenas se pudieron seguir expresando en su propia lengua, y no se produjeron intercambios masivos en la población blanca. Como consecuencia, Paraguay es hoy una nación en la que lo indígena es un factor esencial. Si bien el castellano es el idioma oficial, hay sectores de la población que apenas lo conocen, siendo el guaraní la lengua hablada hoy en el Paraguay y en regiones limítrofes, sobre todo en la provincia argentina de Corrientes, y la lengua familiar por antonomasia.
México y MESOAmÉrica
Mesoamérica es la región que los americanistas distinguen como de altas culturas, y cuyos límites se encuentran entre una línea que corre al norte de la capital de México, y otra que corta América Central por Honduras y Nicaragua.
Al igual que Perú, México cuenta con una población precolombina de elevada civilización: los maya-quichés y los azteca. La Corona española sitúa en Lima y en México (la Tenochtitlán azteca) las dos capitales virreinales (Virreinato del Perú y Virreinato de Nueva España) que no tardan en convertirse en dos grandes centros de difusión cultural.
Sin embargo, hay una diferencia notable: mientras que en el Perú el elemento indígena, poco valorado, se va marginando progresivamente, en México lo azteca goza siempre de un prestigio grande, el sustrato indígena tiene importancia innegable, y el mestizaje se produce con frecuencia. Pese a haberse reconstruido alguna de las lenguas anteriores a la Conquista, como el náhuatl (lengua hablada por los pueblos nahuas, impropiamente llamada también azteca o mexicana), el bilingüismo no existe aquí como en Paraguay o en algunas zonas del Perú. La influencia del léxico indígena en el castellano fue grande; pero hoy el castellano de México se ve invadido por anglicismos procedentes del norte de Río Grande (por ejemplo: carro por coche; rentar un carro por alquilar un coche, etc.).
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