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Siglo XIX - del Romanticismo al Realismo (comp.) Justo Fernández López Historia de la literatura hispanoamericana
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Siglo XIX - del Romanticismo al Realismo
Del Neoclasicismo ilustrado al Romanticismo
Durante el siglo XIX las letras hispanoamericanas se enfrentan con un aprendizaje: el de la libertad y el de la propia identidad. Los nuevos países buscan la “emancipación mental” y la creación de una nueva cultura original.
En el primer tercio de siglo, la literatura adquiere una intensa carga ideológica en todos los géneros literarios que participan en el proceso de elaboración de una identidad cultural.
En esta etapa, la Ilustración se hace más liberal, los estilos individuales más sentimentales y comienzan a sonar las primeras voces románticas. La cultura de la Ilustración ayudó a salir del pantano de la escolástica colonial.
La prosa en el siglo XIX
Hay quienes piensan que la mejor prosa hispanoamericana en el siglo XIX no se encuentra en la literatura pura, sino en meditaciones sociológicas sobre nuevas sociedades, reflexiones históricas, escritos polémicos y, algunas veces, en la crítica literaria. Ejemplos significativos son los de Andrés Bello y Domingo Sarmiento, los dos grandes maestros del siglo XIX, que en el 1842 y en la prensa chilena mantuvieron una intensa polémica acerca de la pureza del idioma y la libertad de expresión que preconiza el Romanticismo.
Mientras Andrés Bello defendía la norma académica y el clasicismo, Domingo Sarmiento apoyaba el movimiento romántico, por lo que tiene de libertad, y consideraba el academicismo lingüístico como un obstáculo para la alfabetización y formación del pueblo. Bello es el maestro universitario americano, y Sarmiento el popular educador y promotor de las escuelas populares.
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ANDRÉS BELLO (1781-1865), escritor venezolano, nacido en Caracas. En 1810, junto con Simón Bolívar, marchó a Londres, donde permaneció hasta 1829 y coincidió allí con Francisco de Miranda y el español José María Blanco White. Allí estudió en la biblioteca del Museo Británico, realizó traducciones de lord Byron, Molière, Delille y Boiardi, y dirigió las revistas Biblioteca americana y El repertorio americano. Se instaló en Chile, donde ocupó altos cargos en diversos ministerios, una senaduría y el rectorado de la universidad santiaguina.
Redactó el Código Civil y orientó a numerosos intelectuales del país y exiliados, como los argentinos Juan María Gutiérrez y Domingo Faustino Sarmiento, con quien polemizó acerca del castellano en América. En 1851 la Real Academia Española lo designó miembro honorario.
Su obra de mayor relieve es Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos (1847), considerada uno de los textos más importantes en la historia científica de la lengua española.
Dedicó varios lustros a completar sus Comentarios del Poema del Cid. Transformó esencialmente el periodismo nacional, infundiéndole serenidad y altura; introdujo la crítica teatral y —pese a su formación clásica—facilitó la difusión del romanticismo, incluso mediante traducciones. Maestro de la lengua española y humanista integral, educó a muchos destacados chilenos y elevó el nivel cultural del país, que, agradecido, le otorgó la ciudadanía.
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DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO (1811-1888) político, pedagogo y escritor argentino, presidente de la República (1868-1874), es una de las personalidades sudamericanas más ilustres del siglo XIX, cuya presidencia sirvió para asentar los cimientos de la construcción de la Argentina contemporánea.
Tuvo una formación fundamentalmente autodidacta, pues no pasó de la enseñanza primaria. Durante la dictadura de Juan Manuel de Rosas, marchó exiliado a Chile, donde trabajó como capataz en una mina y como profesor. Regresó enfermo en 1836 a su ciudad natal y continuó ejerciendo la enseñanza hasta que en 1840, tras ser hecho preso a causa de su oposición a la dictadura de Rosas, se exilió de nuevo en Chile, para fijar su residencia un año más tarde en Santiago.
Desde el 2 de mayo de 1845 comenzó a aparecer en El Progreso su Facundo, civilización y barbarie, un apasionado ataque contra el régimen de Rosas, a la vez que ensayo sociológico novelado, que se ha convertido en un clásico de la literatura argentina e hispanoamericana en general y de la creación literaria del romanticismo.
El gobierno chileno le envió en octubre de ese año a Europa, al norte de África y a Norteamérica para estudiar sus sistemas educativos y la aplicación del colonialismo occidental, periplo del que resultaría años después la publicación de su obra Viajes por Europa, África y América, 1845-1847. Tras permanecer en Uruguay y Brasil llegó en mayo de 1846 a Francia, desde donde viajó a Argelia, Italia y otros países europeos, Estados Unidos y Canadá antes de regresar a Chile en febrero de 1848.
Tres años después se unió a Justo José de Urquiza en su lucha contra Rosas y en febrero de 1852 participó en la batalla de Caseros que supuso la definitiva caída del dictador bonaerense. En 1855 regresó a su país y se instaló en la ciudad de Buenos Aires, donde ejerció como redactor jefe del diario El Nacional y como profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Nacional. Concejal y senador de Buenos Aires, en 1859 participó en la Convención Constituyente que en 1860 reformó la Constitución de 1853 para declarar a la provincia de Buenos Aires parte integrante de la Confederación Argentina. Desde 1862 hasta 1864 fue gobernador de la provincia de San Juan.
Ministro plenipotenciario argentino en Estados Unidos desde 1865 hasta 1868, regresó a Buenos Aires en agosto de ese año y tras vencer a Bartolomé Mitre fue elegido presidente de la República, cargo que comenzó a desempeñar el 12 de octubre siguiente. Su administración fue enérgica y progresista, extendió el comercio, mejoró el transporte, favoreció la inmigración, codificó el Derecho civil y fomentó la enseñanza como medio indispensable de lograr el desarrollo del país. El 12 de octubre de 1874 finalizó su mandato y fue sucedido por Nicolás Avellaneda, que había sido ministro suyo.
Elegido senador en 1875, y nombrado director general de Escuelas de la provincia de Buenos Aires ese mismo año, reorganizó el sistema escolar. En 1879 se convirtió en ministro del Interior del gabinete presidido por Avellaneda, cargo que ejerció durante sólo un mes. Dedicado fundamentalmente a la labor periodística, entre sus últimos escritos destacan Conflictos y armonías de las razas en América (1883) y La vida de Dominguito (una biografía de su hijastro que apareció en 1886), así como numerosos ensayos dedicados a la educación. Falleció el 11 de septiembre de 1888 en la ciudad paraguaya de Asunción, a donde se había dirigido con el objeto de preparar un proyecto educativo para ese país.
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JUAN MONTALVO (1832-1889), ecuatoriano. Su obra, personal y fuerte, es de difícil clasificación, aunque le corresponde el amplio y abierto campo del ensayo, basado en el gran ejemplo fundacional del escritor francés Miguel de Montaigne. Se le considera uno de los mayores prosistas hispanoamericanos del siglo XIX, pues su léxico, giros y cadencias, así como la desenfadada agudeza de su pensamiento, apelan a fuentes diversas: los clásicos latinos, el siglo de oro español, los románticos franceses. Frente a la opción de Domingo Faustino Sarmiento, o sea la constante reinvención latinoamericana del idioma, Montalvo trabaja por recuperar olvidadas fuentes de la literatura española, empleadas con extrema libertad.
Su interés por la obra de Cervantes lo conduce al curioso texto de Capítulos que se le olvidaron a Cervantes (1895), donde toma como pretexto el libro inmortal para ocuparse de asuntos hispanoamericanos, aunque siempre con un cuidado lingüístico de arcaico sabor. También curiosa es su póstuma Geometría moral (1917), donde hace consideraciones sobre la ética, entremezcladas con narraciones breves y retorno a personajes clásicos, como Don Juan.
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EUGENIO MARÍA DE HOSTOS (1839-1903), escritor puertorriqueño, estudió derecho en Madrid, en cuya universidad vivió en un ambiente progresista y reformista, alentado por profesores y alumnos liberales y krausistas. Se convirtió pronto en un republicano revolucionario, convencido de que la renovación de España pasaba por el derrocamiento de la monarquía. En Madrid, tras pronunciar una célebre conferencia en el Ateneo, a finales de 1868, se decidió a iniciar la lucha por la independencia de Cuba y Puerto Rico. Poco antes había tomado parte en la revolución Gloriosa que derrocó a Isabel II y, algo más tarde, apoyó a sus amigos Pi i Margall y Castelar, a implantar la primera república en España.
La actitud de España hacia sus últimas colonias le llevó a idear una Federación Antillana independiente. Viajó por diferentes paísese americanos tratando de conseguir su apoyo y reconocimiento. Su labor de político, sociólogo, pedagogo y moralista se tradujo en multitud de obras: Mi viaje al Sur (1872), Hamlet, ensayo crítico (1874), De la educación de los niños (1875), Lecciones de Derecho Constitucional (1887), Moral social (1888) y el póstumo Tratado de Sociología (1904). Fue un educador para la libertad, preocupado por la reforma espiritual y social que permitiera el desarrollo de instituciones republicanas democráticas.
En su pensamiento se conjugaban el espiritualismo krausista y la confianza del positivismo en la evolución inevitable desde la barbarie hacia la civilización. En su pensamiento es constante la preocupación por conciliar el progreso material con el progreso moral de los pueblos.
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MANUEL GONZÁLEZ PRADA (1844-1918) es la figura más discutida e influyente en las letras y la política del Perú en el último tercio del siglo XIX. Este iconoclasta nació en Lima, en el seno de una familia aristocrática, conservadora y católica a ultranza. El episodio capital de su vida y de la generación a la que pertenece fue la guerra con Chile (1871-1883), que acabó con una humillante derrota peruana y provocó su segunda reclusión voluntaria durante la ocupación chilena de Lima. Al acabar esa ocupación, se convirtió en un vitriólico acusador de la clase dirigente peruana, del Ejército y la Iglesia católica.
Al volver de un viaje por Europa (1898), empezó a divulgar las ideas anarquistas que había descubierto en Barcelona, y fue identificándose cada vez más con los movimientos obreros anarcosindicalistas.
Su obra de poeta, pensador, ideólogo, periodista y reformador radical en todos los frentes, lo convierte en una personalidad de relieve continental en un momento dominado por el modernismo, al que contribuye por su elevado sentido del arte y su severa crítica del academicismo y del ya lánguido romanticismo. Como prosista, González Prada es recordado principalmente por Páginas libres (1894) y Horas de lucha (1908), obras en las que muestra una creciente radicalización de sus planteamientos. Defendió todas las libertades, incluidas la de culto, conciencia y pensamiento y se manifestó en favor de una educación laica.
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JUSTO SIERRA (1848-1912), escritor, periodista, educador y político mexicano, promotor cultural y fundador de la actual Universidad Nacional Autónoma de México. Fue titular de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes (1905-1911) durante el régimen del general Porfirio Díaz y uno de los más importantes promotores del gran proyecto educativo de la fundación de la actual Universidad Nacional Autónoma de México (1910).
Su obra es una de las más ricas y abundantes de su tiempo: narraciones, poesías, doctrina política, viajes, historia y un largo etcétera. Destacan sus ensayos Evolución política del pueblo mexicano (1900-1902) y Juárez, su obra y su tiempo (1906). Para el escritor mexicano Carlos Monsiváis, Justo Sierra “encarna las contradicciones internas de las clases dominantes que se han agudizado en el porfiriato”.
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ENRIQUE JOSÉ VARONA (1849-1933), filósofo y sociólogo cubano, profesor de la Universidad de La Habana. Muy influido por el positivismo en su versión hispanoamericana, Varona siguió la filosofía de Auguste Comte y Herbert Spencer, oponiéndose a todo tipo de metafísica que no siguió la filosofía a los fenómenos y no se adecuara al método de las ciencias naturales. Sus variadas obras tienen un carácter sistemático y abarcan, sobre todo, la lógica, la ética y la psicología. Fue uno de los máximos representantes del positivismo filosófico cubano. Entre sus títulos más conocidos están Artículos y discursos (1881), Estudios literarios y filosóficos (1883), Violetas y ortigas (1908) y la colección de aforismos, Con el eslabón (1918). También publicó cinco poemarios.
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JOSÉ JULIÁN MARTÍ (1853-1895), político y escritor cubano, máximo símbolo de las aspiraciones cubanas de independencia y destacado representante de la literatura hispanoamericana. Nació el 28 de enero de 1853 en La Habana, hijo de padres españoles.
En 1871, debido a su delicado estado de salud, fue deportado a España. En ese país publicó El presidio político en Cuba, el primero de sus numerosos escritos en defensa de la independencia cubana del dominio español, y, al mismo tiempo, completó sus estudios en la Universidad de Zaragoza. Decepcionado ante la actitud de los liberales españoles respecto de la causa cubana, se trasladó a Francia, México y Guatemala.
Después de la firma de la Paz de Zanjón, regresó a Cuba en 1878, pero fue nuevamente deportado un año más tarde por sus continuas actividades revolucionarias. En 1880 fijó su residencia habitual en la ciudad estadounidense de Nueva York, donde en 1892 fundó el Partido Revolucionario Cubano (PRC) y el órgano de expresión de éste, Patria.
En 1894 encabezó a un grupo de revolucionarios armados que pretendían invadir Cuba, acción que acabó siendo interceptada en Florida, por lo que hubo de permanecer en Estados Unidos. Durante aquellos años publicó, entre otras obras, Ismaelillo (1882), un libro de poemas dedicado a su hijo; la novela Amistad funesta (1885); y el poemario Versos sencillos (1891). De otro lado, los gobiernos paraguayo, argentino y uruguayo le designaron cónsul respectivo de cada uno de ellos en Nueva York.
El 25 de febrero de 1895 hizo público desde la República Dominicana, junto a Máximo Gómez, el denominado Manifiesto de Montecristi. Llamaba así al levantamiento en armas de la población cubana contra el gobierno español. Dicha proclama mostraba las ideas esenciales del nacionalismo defendido por Martí, de entre las que cabe destacar la denuncia del mantenimiento del orden colonial, el sentimiento antiimperialista, la apelación a la voluntad nacional y la defensa del mestizaje cultural. En abril de ese año logró desembarcar en Cuba junto con Gómez. Ambos se convirtieron desde el 6 de mayo en las más altas autoridades de la revolución: Martí en tanto que jefe supremo de la misma y Gómez en cuanto que general en jefe de las fuerzas independentistas. El 19 de mayo de 1895 falleció durante una escaramuza con tropas españolas, que tuvo lugar en Boca de Dos Ríos.
Martí ha pasado a ser el principal exponente de la literatura cubana como precursor del modernismo. Destacó por su estilo sencillo y fluido, y por sus imágenes personales e intensas. Entre sus obras se encuentran numerosos poemas, ensayos y la mencionada novela aparecida en 1885. Su influencia política fue reconocida incluso por la Constitución cubana de 1976, la cual recogió en su preámbulo una frase de Martí: “Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.
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SIMÓN BOLÍVAR (1783-1830), militar y político sudamericano de origen venezolano, presidente de Venezuela (1819), presidente y creador de la República de la Gran Colombia (1819-1830) y dictador de Perú (1824-1826), se convirtió desde 1813 en el máximo conductor de la revolución que culminó con la emancipación de Sudamérica frente al poder colonial español, por lo que es conocido como el Libertador.
Estudió de manera no convencional con maestros como el escritor y político venezolano Andrés Bello y el filósofo y educador también venezolano Simón Rodríguez, si bien fue este último quien en su etapa caraqueña contribuyó en más alto grado a forjar la personalidad de Bolívar.
Profundizó sus estudios en España con la orientación del sabio marqués Gerónimo de Ustáriz, quien le introdujo en la lectura de los clásicos antiguos y modernos, de los filósofos y de los grandes pensadores.
Elegido presidente de Venezuela el 15 de febrero de 1819, Bolívar, hombre de acción, se dirigió en busca de la libertad de Nueva Granada. Desde Apure, con soldados llaneros y oficiales de la Legión Británica, emprendió la denominada Campaña de los Andes, que culminó el 7 de agosto de ese año con la derrota del general realista José María Barreiro en la batalla de Boyacá. Al huir de Santafé de Bogotá el virrey nominal Juan de Sámano, quedó definitivamente libre del poder colonial español el territorio del antiguo virreinato de Nueva Granada.
La batalla de Ayacucho (1824) marcó el final del dominio español en lo que había sido el virreinato del Perú, y, por ende, en todo el continente sudamericano. En agosto de 1825 una Asamblea reunida en Chuquisaca (actual ciudad boliviana de Sucre) acordó la independencia del Alto Perú, que cinco días más tarde habría de llamarse Bolivia en honor a Bolívar, cuya Constitución redactó el propio Bolívar.
Bolívar es autor de más de tres mil cartas y doscientos discursos y proclamas, que escribía con singular brío y elegancia.
La novela de la Independencia americana
La novela hispanoamericana se inicia con Lizardi, primer novelista americano propiamente dicho.
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JOSÉ JOAQUÍN FERNÁNDEZ DE LIZARDI (1776-1827), escritor autodidacta mexicano, primer novelista de México con El Periquillo Sarniento. Era conocido como El Pensador Mexicano, nombre del periódico que fundó cuando se instituyó la libertad de prensa en las Cortes de Cádiz.
Nacido en la ciudad de México, comenzó a escribir poesía satírica para ridiculizar a determinados personajes de la sociedad capitalina de la época. Representa al intelectual mexicano del momento de la Independencia. Fue un autodidacta rousseauniano, libertador y luchador por la independencia. Publica novelas por entregas en las que moraliza, critica, da consejos, desde la educación de los jóvenes hasta las ventajas de dar de mamar a los bebés.
Mezcla de romanticismo libertario y racionalismo neoclásico, es un buen observador precursor del Realismo y ameno narrador en el lenguaje popular.
Fernández de Lizardi es uno de los autores que está en las raíces del romanticismo hispanoamericano. Si el romanticismo se caracterizó por el ansia de libertad, el gusto por el pasado, lo legendario y lo exótico, la exaltación del yo y el sentimentalismo, en Hispanoamérica se acentuó además el sentimiento patriótico, la tendencia historicista y las actitudes humanitaristas de corte social.
Tuvo problemas con la censura y fue a la cárcel alguna vez por sus ideas. Esto le obligó a orientarse hacia la novela, género que le permitió analizar la realidad de forma más oblicua o distanciada. Sus cuatro narraciones reflejan la nueva concepción del mundo de los criollos de la clase media, desprovistos de casi todos los privilegios y enfrentados con el estamento colonizador. Para ello se vale de la novela picaresca española: aventuras de un individuo desclasado, narradas en primera persona; recorrido por diversos ámbitos sociales, lo que permite al autor arremeter contra instituciones como el ejército, la Iglesia, la universidad o los tribunales de justicia; degradación progresiva del antihéroe, que, sin embargo, al final se arrepiente de la vida que ha llevado. Sus obras son El Periquillo Sarniento (1816), su novela más conocida y primera novela mexicana moderna, su obra más conocida. Es una novela de corte picaresco, aunque neoclásico y de intención didáctica.
Narra la vida del pícaro Pedro Sarniento, escrita por él desde su lecho de muerte, püara que sus equivocaciones sirvan de ejemplo a sus hijos. Narra las desventuras de un joven mimado en su niñez que, huérfano muy pronto, queda sin armas para sobrevivir en la feroz sociedad novohispana, obligado a vivir de trampas y hurtos. Como su modelo, el Lazarillo de Tormes, este pícaro mestizo experimenta varios tipos de vida (en un rancho, en un monasterio, en una barbería, en una farmacia, en una plaza de toros), lo que le permite malaprender una serie de oficios que le obligan a recorrer diversas regiones y moverse en distintas clases sociales del virreinato de Nueva España, cuando México está a punto de independizarse.
Es un libro a la vez político y didáctico, cuyas grandes parrafadas moralizantes vuelven farragosa su lectura; es también una crítica a la anacrónica forma de educación de los hidalgos, que aún sobrevivía en los albores de la independencia.
Constantes digresiones morales y abundante erudición dificultan la lectura de la obra que, sin embargo, siempre ha obtenido un éxito grande y múltiples ediciones. Esta novela nos da un precioso cuadro de costumbres del México de la Independencia y una colección de ideas reformadores de los intelectuales de la época. La obra es también manifestación de un nacionalismo colorista típico del romanticismo, unido a un espóritu burlón, rebelde y observador que preconiza el Realismo.
Noches tristes y día alegre, publicada en 1831, ofrece para algunos la prosa más perfecta de Lizardi. La Quijotita y su prima (1819) transpone buena parte del mundo del Periquillo a una protegonista femenina. El tema fundamental es la educación de las mujeres, en aquella época orientada hacia el matrimonio como única solución.
Don Catrin de la Fachenda cuenta la historia de un típico exponente de la mentalidad colonizadora: caballero mexicano orgulloso de su apellido, que desprecia el trabajo y considera la carrera militar como la única adecuada a su alcurnia. Se va degradando paulatinamente, ambientando los tiempos del final de la época colonial.
La novela del romanticismo americano
En 1830 el regreso del escritor Esteban Echeverría a Buenos Aires tras cuatro años de estancia en París, y la posterior publicación en 1832 de su poema Elvira o la novia del plata, marcan el inicio de un movimiento de particular importancia en Hispanoamérica: el Romanticismo. De las variadas manifestaciones románticas, podemos distinguir tres ciclos:
a)
Civilización y Barbarie, título sacado de Facundo de Sarmiento.
b)
La novela sentimental romántica.
c)
La novela histórica del romanticismo americano.
Civilización y barbarie
Este grupo engloba un conjunto de obras cuyo tema principal es la protesta contra la dictadura del Juan Manuel Rosas (1835-1852) en Argentina. En él se representa la barbarie, elevada al rango de forma política exclusiva. Se alude también al origen del dictador: acaudalado estanciero, que montaba a caballo y marcaba el ganado como los gauchos de la Pampa, entre los que transcurrió gran parte de su vida. Frente a él se opone la civilización, encarnada por una serie de intelectuales, en estrecho contacto con las ideas de Europa, empujados al destierro y a la oposición por el régimen dictatorial de Rosas, que, no obstante, gozó de notable carisma ante el pueblo. Exponente de la temática Civilización o Barbarie es
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ESTEBAN ECHEVERRÍA (1805-1851), escritor argentino, perteneciente a la generación del 37, que introdujo el romanticismo en Argentina. donde estudió la filosofía y la literatura románticas. En 1838 contribuyó a la fundación de la Joven Argentina, sociedad secreta de pensamiento avanzado y contraria al dictador Juan Manuel de Rosas. Debió exiliarse en Montevideo, en 1840, y allí murió años más tarde.
Su obra poética comprende poesías líricas como Los consuelos (1834) y Rimas (1837), narraciones en verso como Elvira o la novia del Plata (1832) y La cautiva con evocaciones de la vida de los indios nómadas y la dilatada llanura pampeana. Se conoció póstumo un largo poema épico, El ángel caído, que registra influencias del escritor inglés lord Byron y del español José de Espronceda.
Sólo dejó un relato, El matadero (hacia 1838), símbolo de Argentina bajo la dictadura de Rosas. Los matarifes negros o mulatos son las fuerzas de la barbarie, cuya misión es destruir lo que se ponga a su alcance. La víctima es un joven que, al protestar contra la crueldad con que los carniceros ejecutan las reses, resulta arrancado del caballo que monta y sometido a infamantes torturas que le ocasionan la muerte.
En el plano doctrinario redactó el texto guía de su generación, que tiene propuestas políticas y una breve historia de la cultura rioplatense: Dogma socialista de la Asociación de Mayo (1846), en el que acusa las lecturas de Saint-Simon.
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DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO (1811-1888), maestro y pedagogo, llegó a ejercer la presidencia de la República Argentina (1868-1874). Fue un gran educador popular y una de las personalidades sudamericanas más ilustres del siglo XIX, cuya presidencia sirvió para asentar los cimientos de la construcción de la Argentina contemporánea. So obra está llena de pinceladas costumbristas y retratos de la América de su tiempo. “Hice la guerra a la barbarie y a los caudillos, en nombre de ideas sanas y realizables”, escribió.
Enemigo de lo español, adora lo francés y quiere copiar lo norteamericano. Escribió, además de ensayos, tres célebres biografías de caudillos sanguinarios de las guerras civiles del Cono Sur: Vida del General Fray Féliz Aldao (1845), El Chacho, último caudillo de la montonera de Los Llanos (1866) y la más importante obra suya Civilización y Barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga, y aspecto físico, costumbres y hábitos de la República Argentina (1845). Esta obra se conoce por el nombre de su protagonista Facundo.
El Facundo de Domingo Faustino Sarmiento (1845)
La novela Facundo es uno de los mayores clásicos de América. Facundo es compañero y víctima del dictador Rosas. Su primera parte nos ofrece los primeros cuadros de lo que luego será la literatura gauchesca. El gaucho era el mestizo que, en los siglos XVIII y XIX, habitaba la Argentina, el Uruguay y Río Grande del Sur, en el Brasil y era jinete trashumante y diestro en los trabajos ganaderos.
Así como Cervantes escribió el mejor libre de caballerías para acabar con los libros de caballerías, Sarmiento escribe su Facundo contra la barbarie simbolizada en la figura del gaucho de la Pampa, logrando indirectamente una de las mejores obras de la literatura gauchesca. Su obra se dirige contra la naciente tendencia caudillista de la Gauchocracia.
La obra Facundo es una obra maestra del género y el más famoso ensayo de la literatura hispanoamericana. Sarmiento no es básicamente un creador literario, sino más bien un periodista, educador, político, hombre de Estado. Facundo se publica en fascículos sucesivos en un periódico de Santiago de Chile, El Progreso, en el 1845. Esto condiciona el tipo de lenguaje empleado por la obra. Usa un estilo sin sutilezas ni artificios.
Sarmiento polemizó en este sentido con Bello, defensor de un lenguaje más puro y académico frente a la tesis del lenguaje más cercano al pueblo que defendía Sarmiento. Sarmiento quiere exponer sus ideas político-reformistas de forma clara e inteligible para todos; quiere persuadir, convencer.
La lengua literaria del Facundo
Sarmiento emplea un lenguaje sencillo y sin sutilezas. La prosa fogosa, vibrante intenta que el lector desconecte sus defensas y acepte los planteamientos intelectuales del autor. Desde el punto de vista fonológico, la prosa de Facundo no presenta especiales particularidades, aunque el gaucho argentino protagoniza buena parte de la obra, en ningún momento refleja sus particularidades idiomáticas, como hace J. Hernández en su Martí Fierro. Este hecho refleja la baja estima en que Sarmiento tenía al habitante de la Pampa.
Para que la idea no se escape, Sarmiento se vale de una sintaxis acumulativa, con sintagmas no progresivos y estructuras plurimembres: “La riña se traba por brillar, por la gloria del vencimiento, por amor a la reputación”. Se vale de la anáfora, al comienzo de párrafos sucesivos (repetición de una o varias palabras al comienzo de una o varias frases): “Porque él ha destruido los colegios... por qué ha perseguido a los ilustrados... porque él ha encadenado a la prensa”.
Usa frecuentemente el presente histórico, con lo que los hechos quedan actualizados ante el lector. En cuanto al léxico usa palabras de contenido semántico muy polarizado con referencia al eje bueno/malo, positivo/negativo: “prodigioso, terrible, salvaje, miserable, execrable, bestia, tirano, despotismo, colosal, fantástico, etc.” El valor connotativo (matiz especial junto a su significado ordinario) de estas palabras es superior al denotativo (significado usual).
La presencia del autor se percibe incluso en pasajes narrativos, el autor comenta la acción y orienta la interpretación del lector. Mediante interrogaciones retóricas intenta retener la atención del lector sobre un punto. Toma partido en lo que narra mediante exclamaciones continuadas, para volver luego al tono enunciativo habitual. Así exclama, al definir al general Paz, representante de la civilización, frente a Facundo, representante de la barbarie: “¡Tenéis la única cualidad del espíritu que vence a la materia brutal! ¡Tenéis fe! ¡Nunca habéis dudado!” Al final de cada capítulo se resume lo tratado; al comienzo del siguiente, se enlaza brevemente con el anterior para no perder el hilo (por ser hecha la publicación por entregas).
Disposición artística del Facundo
Es fundamentalmente un ensayo, aunque presenta aspectos de otras modalidades literarias:
Cuadro de costumbres. En la primera parte, se describen los tipos genuinos de la Pampa: el baqueano, el rastreador, el gaucho malo.
Biografía: la vid del general Facundo Quiroga constituye el eje del libro.
Literatura política: las ideas del autor se despliegan por todo el texto y, en especial, en la parte tercera, donde expone su programa político.
Elementos novelescos: de vez en cuando Sarmiento demuestra magníficas dotes de narrador, cuando se detiene en contar las aventuras de algún personaje marginado. El capítulo en el que el caudillo va a ser asesinado porque no quiere hacer el viaje que le lleve a esa “muerte anunciada”, son magistrales desde el punto de vista narrativo.
La obra está estructurada en tres partes, diferentes en tema, extensión y tono:
Primera parte
El estudio de los aspectos de la geografía general de la Argentina, de las grandes llanuras, y su habitante, el gaucho. Es la parte más leída del libro y abre la literatura gauchesca posterior. Los tipos del rastreador, baqueano, gaucho malo, juez están pintados magistralmente; tan fascinante es la descripción que esta primera parte del Facundo contribuyó a crear la leyenda del peronaje como héroe, pese a que la intención de Sarmiento era denigrarlo sistemáticamente. La naturaleza, según la idea romántica, modela el carácter de los personajes: las llanuras han hecho al gaucho un individuo bárbaro, insolidario y salvaje. Predomina el tono enunciativo-objetivo.
Segunda parte
Biografía de Facundo Quiroga y su papel en las guerras federales. Es la parte de mayor extensión. Es menos valiosa que la anterior, aunque tiene la fuerza de haber creado un mito de este “gaucho malo”, que se convierte en un hombre fuerte de la nueva república. Su figura, rodeada de la simpatía que despierta el bandolero romántico, sigue vive en romances y canciones populares. Aquí son más frecuentes las alusiones del autor contra el régimen del dicador Juan Manuel Rosas.
Tercera parte
Es la más breve y la menos leída. Una vez analizada la realidad geográfica y social, una vez presentado Facundo como prototipo de la anarquía y de la barbarie (que son desde hace años la forma de gobierno), Sarmiento presenta un programa de reestructuración nacional, atacando de forma insistente al dictador Rosas. La aparente heterogeneidad del libro, lo apasionado del estilo, se adecúan a un tema perfectamente estructurado en el fondo al servicio de las convicciones del autor.
Contexto social e ideología del Facundo
Veamos algunos rasgos de la personalidad de Sarmiento, que nos puede ayudar a interpretar la obra y sus intenciones. Sarmiento llega a la Presidencia de la República Argentina en el 1868, es ante todo un civilizador que se vale de la literatura para mejorar la sociedad. Esta es la finalidad de todos sus escritos. Quiere refinar al pueblo, mejorar sus costumbres, prepararlo políticamente, en una línea similar a la de Jovellanos y otros reformistas españoles del siglo XVIII.
Sin embargo, Sarmiento es profundamente romántico en una serie de aspectos: en la atracción que sobre él ejerce la imponente llanura argentina de la Pampa; la reacción hipersensible ante determinadas escenas: “Yo soy muy propenso a llorar, y aquella vez lloré hasta sollozar, porque el sentido religioso se había despertado en mi alma... creía estar en los tiempos de Abraham, en su presencia, en la de Dios...” (p. 85); el ardor de su prosa torrencial; y, sobre todo, la hipertrofia de su ego. Sarmiento se considera una fuerza histórica, un nuevo Mesías que redimirá a su pueblo de la tiranía y el atraso; toda la obra está escrita, así, en primera persona.
La obra rezuma fuerte dramatismo; desprecia los métodos demostrativos y lentos, dando por seguras sus convicciones sin más: “El gaucho será un malhechor o un caudillo, según el rumbo que las cosas tomen en el momento en que ha llegado a hacerse notable. El egoísmo es el fondo de casi todos los caracteres históricos; el egoísmo es el muelle real que hace ejecutar todas las acciones y hazañas históricas”.
Sarmiento contemple el mundo como una lucha de opuestos: bien / mal. La antítesis se convierte en la esencia estructural del texto. La índole autoritaria del autor, las oposiciones se convierten en excluyentes: Civilización / Barbarie, que da el título al libro, contrapone el reformismo europeo con su centro en Buenos Aires, con la anarquía y crueldad, la incultura, personificada en el gaucho, habitante de las llanuras. Uno de ellos, Facundo, llega a dominar las provincias del interior; otro, Rosas, es el actual dictador. Alrededor de este eje mágico se concentran todos los demás:
Bien
Mal
civilización
barbarie
educación
incultura
liberalismo
tiranía
ciudad
campo
ciudadano
gaucho de la Pampa
Sarmiento
Facundo Quiroga y Rosas
unitarios
federales
Europa
América
En torno a este esquema hay bipolarizaciones léxicas: Oriente / Occidente = orden natural en su estado primitivo, frente a orden natural dominado por la cultura.
Otra línea: colonia > absolutismo conservador > herencia española > ciudad de Córdoba (al norte del país); frente a la línea: independencia > libertad y progreso > influencia francesa > Buenos Aires.
La oposición dual de la realidad muestra que la barbarie se ha convertido en Argentina en algo institucionalizado durante la dictadura de Rosas. El personaje central presentado como negativo, Facundo Quiroga, es pretexto para atacad al dictador Rosas, individuo de parecidos orígenes. Exiliado en Chile, Sarmiento quiere con su escrito encender la opinión de Chile contra la dictadura de Rosa.
Es interesante, sin embargo, que a lo largo del texto se intuye una especie de inconsciente admiración de Sarmiento por el caudillo biografiado, frente al odio sin reservas que le produce el dictador Rosas en el poder. Al final presenta incluso una oposición Facundo / Rosas: “Pero Facundo es cruel solo cuando se la ha venido a la cabeza y a los ojos a ver todo colorado, Sus cálculos fríos se limitan a fusilar a un hombre, azotar a un ciudadano; Rosas no se enfurece nunca: calcula en la quietud de su gabinete, y desde allí salen las órdenes a sus sicarios”. Contra la intención de Sarmiento, su Facundo elevó a mito popular al tipo del gaucho argentino y a la figura de Facundo Quiroga.
Amalia (1851) de José Mármol
José Pedro Crisólogo Mármol (1817-1871), escritor argentino, nacido en Buenos Aires, donde inició su carrera universitaria de Derecho. Fue perseguido por la policía de Rosas y emigró a Montevideo, y desde allí realizó numerosos viajes a Brasil y Chile, en el transcurso de los cuales escribió Cantos del peregrino (1845). Nuevamente en Montevideo, trabajó como periodista y allí dio a conocer la primera parte de su novela Amalia (1851), que finalizó y publicó en 1855. Fue el más vehemente poeta romántico argentino y el autor de la primera novela del país. Su oposición a Rosas quedó demostrada en sus versos: A Rosas (1843), El puñal, A Buenos Aires —ambas de 1844— y Armonías (1851).
Durante su destierro bajo el dictador Rosas escribió la novela más famosa del siglo XIX hasta la aparición de María de Isaacs. Amalia es una historia romántica de amor de dos parejas en el sombrío panorama de la dictadura de Rosas y las conspiraciones para derribarle. Los protagonistas, descubiertos como conspiradores contra el régimen, son perseguidos a lo largo del desarrollo de la novela. Se casan la víspera de la fuga definitiva, pero caen en la celada, y perecen a manos de los partidarios del dictador Rosas.
Escaso interés ofrece la pareja de los enamorados y la peripecia novelesca, altamente convencional. La novela sirve, como el Facundo de Sarmiento, como marco para la implacable denuncia de las atrocidades cometidas por el dictador Rosas y su terrible policía política, conocida por “La Mazorca”.
Como en obras anteriores, se identifica aquí la barbarie con grupos raciales determinados, los gauchos, los mulatos o negros, mientras que los “civilizados”, vinculados al reformismo europeizante, son los discípulos del médico Alcorta.
El Martín Fierro, publicado años más tarde, presenta una valoración absolutamente opuesta de los conceptos de civilización y barbarie abriendo un nuevo género literario en Argentina: la literatura gauchesca, de signo más positivo frente a la Pampa que la de Sarmiento.
Novela sentimental del romanticismo americano
Esta modalidad novelística típicamente romántica, presenta en Hispanoamérica algunas características notables:
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Influencia bien perceptible de autores franceses como Rousseau, Chateaubriand y, sobre todo, Bernardin de Saint-Pierre y su conocida novela Pablo y Virginia.
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El esquema argumental más repetido es el de un amor obstaculizado por diferencias de raza o clase social.
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En la heroína, que con frecuencia da el nombre a la narración, encuentra J. Franco (1975) la expresión por parte del autor de un sentido de la nacionalidad contrariado por factores externos.
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Los amores acaban en tragedia, con la muerte de uno de los enamorados.
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Se aprecia en estas novelas una fuerte presencia de lo religioso-católico, y, en general, de las corrientes tradicionales y conservadoras del Romanticismo europeo.
Los títulos más conocidos son:
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CECILIA VALDÉS O LA LOMA DEL ÁNGEL (1882), del cubano Cirilo Villaverde (1812-1894), es una novela que está considerada como una de las más representativas de la cubanía tanto por sus temas como por su argumento; asimismo, se puede considerar la primera novela cubana.
La obra se desenvuelve en La Habana colonial, hacia el 1830. Cecilia es el nombre de la película del director Humberto Solás, que llevó al cine esta novela en 1982.
Argumento: La hermosa mulata Cecilia, ignora que es hija ilegítima del rico español Cándido de Gamboa, y Leonardo, el hijo de Don Cándido, sin conocer esto, cae enamorado de ella y la convierte en su amante. Mientras, el mulato José Dolores Pimienta ama a Cecilia sin ser correspondido. Presionado por las convenciones sociales, Leonardo abandona a Cecilia para casarse con la distinguida Isabel Ilincheta. Al concluir la boda, Pimienta, alentado por los celos de Cecilia, mata a Leonardo. Finalmente, Cecilia, quien tiene una hija de Leonardo, es recluida en el Hospital de Paula, donde reencuentra casualmente a su madre, quien recupera la razón perdida y reconoce a su hija antes de morir.
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CUMANDÁ O UN DRAMA ENTRE SALVAJES (1879), del ecuatoriano Juan León Mera (1832-1894). Es su novela más importante, modelo de una época, obra romántica en la que cuenta los amores, de final trágico, de la india Cumandá con el hijo de un rico hacendado, Carlos Orozco, y cuya descripción de la selva amazónica ecuatoriana cautivó en su época por su lírica y su realismo. Es la mejor muestra de la novela indianista romántica americana. El protagonista no es el indio puro (como en las novelas indigenistas del siglo XX), sino el mestizo, que encarna el drama indio-europeo, la presión y crisis de la fusión de las razas. En esta novela, los indios son buenos y los blancos son malos; el mestizo es la víctima en esta tragedia. El estilo es lírico, el fatalismo es rasgo básico de la trama, la belleza de la naturaleza está realzada de forma idealizada; esto hace de esta novela un clásico de la novela indianista.
Juan León Mera se esforzó por crear una literatura nacional. Fue partidario de Gabriel García Moreno y de su dictadura teocrática, ya que era un exacerbado conservador. Fundó la Academia Ecuatoriana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española, en 1874. El movimiento literario del romanticismo influyó en su escritura, como también en Esteban Echeverría o Domingo Faustino Sarmiento, y le llevó a afirmar que había llegado la hora de crear una literatura propia, de buscar el genio nacional que acompañara la independencia de las jóvenes naciones. Como conservador se sintió influido por Chateaubriand y el pensamiento católico. En su obra consideraba las misiones jesuíticas como sistema ideal para poner freno a la codicia colonizadora y para civilizar a los indígenas, cosa necesaria, puesto que la naturaleza por sí misma era barbarie y crueldad.
En 1865 escribió la letra del Himno nacional del Ecuador. Algunas de sus obras más sobresalientes son: Ojeada histórico-crítica sobre la poesía ecuatoriana (1868), ensayo sobre el modo de organizar el mundo de las letras en su país; La virgen del sol (1861), leyenda extraída del folclore ecuatoriano; y Antología ecuatoriana: cantares del pueblo (1892).
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SOLEDAD (1847), de Bartolomé Mitre (1821-1906), político, militar, diplomático y escritor argentino, presidente de la República (1862-1868), indiscutible figura intelectual y política sudamericana de la segunda mitad del siglo XIX, protagonista señero de la organización y surgimiento de la Argentina moderna.
Miembro de la llamada generación del 37 (el grupo de intelectuales argentinos en el que también se integraban Domingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, Esteban Echeverría, Juan María Gutiérrez e incluso su polemista historiográfico más notable, Vicente Fidel López), en 1853 fue nombrado ministro de Guerra y Marina del gobierno provincial de Buenos Aires. Desde este cargo, trató de oponerse al plan de Urquiza que pretendía que la provincia pasara a formar parte de la Confederación Argentina. Apelando a la diplomacia, la paciencia y la justicia, logró por fin unir a las provincias y dispuso la convocatoria de comicios presidenciales. Tras vencer en ellos, Mitre asumió la presidencia de la República el 12 de octubre de ese año 1862 para un mandato de seis años. Al finalizar su mandato, fue sustituido por Domingo Faustino Sarmiento, quien derrotó en las elecciones presidenciales a Rufino de Elizalde (el candidato mitrista, ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno del propio Mitre).
En 1870, había fundado en Buenos Aires el influyente periódico La Nación. Entre sus obras se encuentran un gran número de poesías, traducciones de autores clásicos y obras históricas.
Su existencia estuvo dividida entre Chile, Perú, Uruguay y Bolivia en acciones militares, actividad política y literatura. Llegó a ser presidente de Argentina (1862-1868). Estuvo en Bolivia entre 1843-1847, tiempo en que publicó su novela Soledad (1847), hecho catalogado por Enrique Finot como la primera novela boliviana.
“Es en Mitre que encontramos el acento acongojado de la emoción por gentes anónimas que sufren y mueren en defensa de una causa cuyo gran ideal no alcanaza a sospechar siquiera; Mitre es el prestigioso evocador del sombrío drama altoperuano (boliviano) y nadie como él, hasta ahora, ha sabido darle relieve de epopeya” (Alcides Arguedas).
Para Finot, Soledad es una narración romántica, ingenua y amanerada, si bien contiene ciertos atisbos sobre las costumbres coetáneas e intenta tímidamente el bosquejo de algunos caracteres.
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MARÍA (1867), novela del escritor colombiano Jorge Isaacs (1837-1895), es el ejemplo más puro de la literatura regionalista latinoamericana. A través de la historia de amor entre María y Efraín, el autor ahondó en la realidad americana. Esta novela se convirtió en la novela más popular, imitada y leída de Hispanoamérica sólo superada, según la crítica, por Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.
Isaacs descendía de una rica familia judía británica que se mudó desde Jamaica a una propiedad en el Valle del Cauca, cerca de Cali donde nació. Estudió en Bogotá y, en lugar de seguir la carrera de medicina, como había planeado, se enroló en el Ejército para combatir en la guerra del Cauca (1860-1863), un enfrentamiento civil que destruyó las propiedades de su familia y le privó de sus riquezas.
Reducido a la pobreza, Isaacs se trasladó a Bogotá con el fin de dedicarse a la literatura. Su primera colección de poemas, Poesías (1864), obtuvo un gran éxito, al igual que la novela lírico sentimental María, su mejor obra, que cosechó un éxito espectacular.
MARÍA (1867)
La novela, un romance elegíaco, describe una idílica existencia en el valle del Cauca, y contiene pasajes ambientados en África en los que el autor idealiza el noble salvajismo y condena la esclavitud. La historia de los amores de María y su primo Efraín, a la que añade las de otras parejas de jóvenes, que pertenecen a clases sociales y etnias diferentes, se complementan entre sí. Al desarrollo amoroso de los protagonistas corre paralelo un ahondamiento progresivo de la realidad social. Se la puede considerar como novela realista romántica americana por antonomasia, aunque algunos la sitúan dentro del folletín. Además, es la obra precursora de la novela regionalista de las décadas de 1920 y 1930.
María es la culminación de la narración sentimental y está considerada, después de más de 150 ediciones, como la novela más leída de Hispanoamérica. La historia está contada por Efraín, hijo de un terrateniente de Colombia, que regresa al hogar, tras los años de educación en un colegio; allí encuentra a su prima María, con la que vivirá unos cortísimos e idílicos amores. Al marchar de nuevo rumbo a Inglaterra, allá muere, incapaz de soportar la separación, dejándolo hundido en una profunda melancolía. El tema es el fatalismo romántico del amor imposible. Pero María no muere de amor (como las heroínas románticas), sino de enfermedad bien diagnosticada (realismo médico). El drama impresionó a la juventud americana de entonces.
Isaacs ha combinado la mayor parte de los ingredientes del género: descripciones poéticas de la naturaleza bella y grandiosa (y no telones artificiales de una América fantástica tomada de los románticos franceses); la imposibilidad de la consumación del amor; utilización del sentimentalismo, de las lágrimas y del tono exclamativo; la exaltación del catolicismo, representado sobre todo en la devotísima protagonista; influencia de los novelistas románticos franceses; historia intercalada de May y Sinar (amores también desgraciados de dos jóvenes africanos que han de separarse para siempre al ser conducidos a América como esclavos), esto da un elemento exótico a la novela, tan característico del movimiento romántico.
Es significativo el uso del lenguaje en ciertas escenas costumbristas, en las que el autor se esfuerza por reproducir la pronunciación incorrecta y el vocabulario dialectal típico de ciertos grupos sociales y étnicos: los remeros negros del capítulo 57. Romántica y realista en cuento al contenido, autobiográfica y poética, costumbrista y dramática, de estilo premodernista, la obra reúne en sí una síntesis de los rasgos de la novela del siglo XIX.
La novela histórica del romanticismo americano
La novela histórica del romanticismo americano está influenciada por Walter Scott, maestro indiscutible del género histórico romántico, quien influirá en los que cultiven este tipo de relato en América. El tema predilecto es la lucha de las civilizaciones indígenas contra los conquistadores.
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Los mártires del Anáhuac (1870), del mexicano Eligio Jesús Ancona Castillo (1835-1893), maestro, abogado, novelista, historiador, dramaturgo, periodista y político. Prohombre liberal, nombrado benemérito del estado de Yucatán. Fue gobernador de Yucatán primero como interino en 1868 y, después entre 1875 y 1876. Más tarde fue ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Los mártires del Anáhuac es una novela histórica que describe los hechos históricos de la Conquista de México. Durante la narración del tormento de Cuauhtémoc imprimió un toque romántico de las palabras del huey tlatoani, cambiando la frase registrada por Bernal Díaz del Castillo: "¿Acaso estoy en un baño o deleite?" por la frase "¿Estoy acaso en un lecho de rosas?". Esta última frase se ha difundido y popularizado por más de cien años.
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Guatimocín, último emperador de México (1846), de Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873), escritora nacida en Cuba y que vivió en España desde los 22 años, considerada como una de las voces más auténticas del romanticismo hispano.
Su vida fue un cúmulo de desgracias comparables a las de sus personajes. La muerte de su padre y un casamiento apresurado de su madre la hicieron salir de Cuba hacia Europa, donde entró en contacto con la literatura romántica del momento, Víctor Hugo, Chateaubriand y lord Byron. La muerte de sus dos maridos y el abandono de su amante cuando ella se encontraba embarazada de una niña que nació muerta inclinaron su temperamento depresivo y apasionado hacia el espiritismo y periodos de retiro religioso. Su espíritu independiente y sus escándalos amorosos le valieron las críticas de personajes como Marcelino Menéndez Pelayo, que impidió que entrara en la Real Academia Española.
Escribió poesía, novela y teatro y destacó en los tres géneros, al incorporar a las letras españolas el ambiente caribeño, sentido en Europa como exótico, en un tono melancólico y nostálgico. Son ejemplo de ello sus novelas Guatimozín, último emperador de México (1846) o El cacique de Turmequé (1860). Su compromiso social se hace patente en Sab, la primera novela antiesclavista de las letras españolas.
En el teatro, intentó fundir la tragedia clásica con el drama romántico, pero sin caer en los excesos de éste, como en los dramas operísticos Saúl (1849) o Baltasar (1858), considerada la mejor de sus obras por el retrato psicológico de sus personajes.
Gertrudis Gómez de Avellaneda, a pesar de haber sido una autora muy valorada en su época, pasó después por un periodo de olvido pero la crítica actual la considera una precursora del feminismo moderno tanto por su actitud vital como por la fuerza que imprime a sus personajes femeninos literarios.
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Enriquillo (1882), del dominicano Manuel de Jesús Galván (1834-1910), inscrito en el romanticismo tardío y considerado uno de los iniciadores de la moderna literatura dominicana, impulsada por la fundación de la Sociedad de Amantes de las Letras y por el periódico Oasis, fundado en 1854, cuyas colaboraciones literarias recogieron parte de su producción poética. Su obra capital es la novela Enriquillo. Es una pieza importante en la novela y en la literatura hispanoamericana del siglo XIX, que evoca románticamente una sublevación histórica del cacique Enriquillo durante el comienzo de la colonización española, y que se basa en hechos recogidos por algunos cronistas de Indias.
Enriquillo fue un célebre cacique de la provincia de Barohuco, en la isla de La Española, quien en 1519 se sublevó contra su señor, el español Valenzuela, por los malos tratos hacia él y sus servidores. La situación creada por su encomendero hizo que buscara justicia en el gobernador Vadillo, que no le ayudó. Entonces decidió levantarse contra el poder español. Su alzamiento fue imitado por otros líderes indígenas, como Tamayo y Ciguayo. Sólo con la intervención de algún fraile franciscano o dominico como fray Bartolomé de Las Casas y el compromiso escrito del emperador Carlos V (Carlos I de España), en 1533, se llegó a un acuerdo. En él se garantizaba la libertad para Enriquillo y sus seguidores; además podrían ocupar una parte de la isla sin ser molestados por los españoles, obteniendo autonomía aunque no independencia.
En estas novelas, además de los amores contrariados e imposibles, es inevitable la derrota de la raza indígena, con la siguiente recreación del mito del paraíso perdido. Otro tema frecuente en estas novelas es el de la Independencia americana, aun lo suficientemente cercana como para servir de catalizador de los sentimientos nacionales de autor y lectores. Con este tema tenemos:
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Juan de la Rosa. Memorias del último soldado de la Independencia (1885), de Nataniel Aguirre (1843-1888), escritor boliviano, que sirve de enlace entre el romanticismo y el realismo y modernismo. Para Anderson Imbert es “el mejor novelador de la historia, en Bolivia, y uno de los mejores de toda Hispanoamérica”. En su novela más conocida, Juan de la Rosa (1885), Nataniel Aguirre cuenta algunos de los episodios más heroicos de la historia de Cochabamba, su ciudad natal, para destacar la resistencia del pueblo contra el general español José Manuel de Goyeneche. Al tratar en una novela histórica hechos recientes que todavía están en la conciencia de los lectores, lo que hace es alejarse del estilo romántico que prefería situar los relatos en tiempos más remotos y acercarse a una literatura didáctica que trata de formar a la población en la corriente liberal.
Escribió también cuentos, dramas románticos de corte folletinesco, como Visionarios y mártires (1865) y Represalia de héroe (1869), así como poesía lírica y patriótica. Entre sus trabajos como historiador destaca Bolivia en la guerra del Pacífico (1882-1883).
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Tetralogía Ismael (1888), Nativa (1890), Grito de gloria (1893) y Lanza y sable (1914), de Eduardo Acevedo Díaz (1851-1921), escritor y político uruguayo. En esta tetralogía reconstruye los años de la lucha por la independencia frente a España y Brasil, así como las primeras guerras civiles (1808-1825), con intención de indagar en la formación de la conciencia nacional.
Ecos del romanticismo están aún presentes en los conflictos amorosos y otros aspectos de esas novelas históricas, las mejores entre las suyas y en otras sobre relaciones íntimas –Brenda (1886), Minés (1907)–, para atenuarse en Soledad (1894), donde se acercó con objetividad realista a temas y personajes del ámbito rural. Entre sus relatos breves destaca El combate de la tapera.
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RICARDO PALMA (1833-1918), escritor peruano que fue la mayor figura del tardío romanticismo y que entroncó con el naciente realismo, el viejo costumbrismo español y la sátira criolla, para producir la exitosa fórmula de sus Tradiciones peruanas. A través de numerosas series, que se extienden hasta el siglo XX, se convirtió en uno de los prosistas clásicos más amenos de América.
Fue uno de los jóvenes “bohemios” que introdujeron el romanticismo en el Perú, pero hacia 1860 empezó a notarse que su talento lo llevaba en otra dirección –al mismo tiempo más liviana y menos artificiosa–, guiado por su innata ironía, su aguda observación de la realidad social y el gusto por una prosa pintoresca y con sabor popular.
Ricardo Palma fue el más interesante de los autores que se interesaron por el pasado histórico. Se le tiene como creador de un género nuevo: la tradición, a mitad de camino entre el costumbrismo, la leyenda histórica y el cuento popular. Aunque se presenta como “creador” de las tradiciones, este género era, en realidad, muy viejo y se puso de moda en América antes de que él lo cultivase. Lo nuevo y decisivo en Palma es el cuidado de la forma, el sentido artístico que otorga a un género que tendía al repentinismo y a la expresión opaca. Hizo de ella un vehículo ideal para la reconstrucción del pasado histórico, sobre todo la atmósfera legendaria de la colonia, que retrata en pequeñas narraciones que crean una imagen muy sugestiva. El ingenio, el brillo, la gracia, la picardía y la malicia criolla que le otorga el autor son inconfundibles y crean un modelo de lengua literaria que gozó de gran fama en todo el orbe hispánico.
Palma escribió 453 pequeñas narraciones; más de trescientas recren anécdotas de la época virreinal; el resto se reparte entre los temas incaicos, la Independencia y temas contemporáneos al autor.
Palma nunca moraliza, sino que exalta al contemplar la grandeza e injusticia del pasado histórico. Es un observador irónico de las flaquezas humanas, dueño de un sentido del humor no muy frecuente en la literatura de la época. Se encuentra a gusto en el periodo colonial, de rígidas convenciones y estricto protocolo, pero fértil en aventuras picarescas, transgresiones a las normas y actitudes hipócritas, que él se complace en poner a la vista del lector, con un guiño de complicidad.
La lengua evidencia una preocupación por la perfección sintáctica; llama la atención la riqueza de su léxico, en el que se mezclan arcaísmos del español, peruanismos, y voces procedentes del sustrato quechua.
La novela realista en Hispanoamérica
El costumbrismo romántico se va haciendo realismo. La aplicación que hacen los franceses del método analítico de las ciencias naturales (fruto del positivismo del XIX) a las narraciones (La comedia humana, de Balzac) da nacimiento al movimiento realista y naturalista luego, tan en boga en España a partir del año 1870.
Se ha señalado que el Romanticismo llena por completo la prosa hispanoamericana del XIX, hasta el punto de que apenas pueden detectarse allí novelas auténticamente realistas. Las novelas realistas americanas no son realistas por tratar de un tema realista, sino por usar el método positivista realista de las ciencias naturales: análisis, observación y descripción de procesos psíquicos. Se narra el cómo, no el porqué. La estructura de estas obras “realistas” es semejante al de las románticas. Pero hay una diferencia importante: aquellas representan versiones “degradadas” del ideal: lo que separa a los enamorados es la acción del dinero, o factores de corrupción social, no la religión o la raza.
La naturaleza se convierte en una fuerza hostil y asfixiante. El personaje de la prostituta ocupa el lugar de María, la candorosa heroína de Isaacs. El entusiasmo de los años posteriores a la Independencia comienza a ser sustituido por la desconfianza hacia el progreso y la primacía de los intereses económicos. No es casual que las nuevas corrientes se cultiven Argentina y México, países con un rápido proceso de modernización y mayor crecimiento de las zonas urbanas.
Hay, pues, una línea divisoria que separa la representación de la realidad idealizada (novela romántica) de la versión degradada de la misma (novela realista y naturalista).
Autores realistas-naturalistas son:
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EUGENIO CAMBACÉRÈS (1843-1889), escritor argentino. Activo en política, defendió posiciones radicalmente liberales y anticlericales, que causaron revuelo en su tiempo, como el divorcio y la separación de la Iglesia y del Estado.
Como literato, se adscribe al naturalismo y sigue los modelos de Émile Zola. Ha dejado cuatro novelas: Pot-pourri (1881), Música sentimental (1884), Sin rumbo (1885) y En la sangre (1887), en las que fustiga el lujo y la corrupción de la ciudad, al tiempo que da entrada al tema naturalista de la herencia genética, que ocasiona la tragedia.
Sus trazos gruesos y sus escenas desgarradas y violentas dibujan un cuadro de fuerte colorido de una sociedad como la argentina finisecular, en rápida transformación y con fuertes corrientes inmigratorias, que plantean el tema del mestizaje y la formación de una nueva clase dominante
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ALBERTO BLEST GANA (1830-1920), novelista chileno nacido en Santiago y muerto en París. Fue intendente de Colchagua (1864), diputado, ministro de Chile en Francia (1868-1887). Como escritor, aunque inicialmente cultivó el verso y publicó artículos de costumbres en diversas revistas, tiene el principal mérito de haber sido el fundador de la novela en Chile, con obras en que se combinan rasgos románticos y realistas: Martín Rivas (1862), sobre el ascenso social de un joven de clase media; El ideal de un calavera (1863); Durante la Reconquista (1897), novela histórica del periodo 1814-1817; El loco Estero (1909), con gratas reminiscencias de la infancia.
Su habilidad para retratar personajes y describir costumbres vale más que su estilo, a veces insuficientemente cuidado y propenso a galicismos. Dejó también una comedia: El jefe de familia (1858). Su novela Los trasplantados (1904), en la que cuenta las vicisitudes de los emigrados latinoamericanos en París, se considera un antecedente claro de Rayuela de Julio Cortázar.
Blest es el primer novelista realista de América, pero sus novelas quedan estropeadas por la pobreza de su lenguaje literario.
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TOMÁS CARRASQUILLA (1858-1940), narrador colombiano, que en sus cuentos, de inspiración popular, refleja con extraordinaria habilidad diferentes variedades lingüísticas.
Desempeñó cargos públicos de modesto alcance y, salvo alguna incursión a la capital, Bogotá, siempre vivió en Santo Domingo o Medellín, en la provincia de Antioquía. Polemizó con el modernismo, defendiendo la literatura del realismo y el costumbrismo, aunque excediendo los marcos de la herencia del siglo XIX y buscando unas formulaciones artísticas más elaboradas y depuradas que las de sus antecesores.
Sus numerosas producciones desarrollan una fina observación sobre las costumbres, el habla y los tipos característicos del ambiente antioqueño, del cual fue un sostenido observador. Títulos: Frutos de mi tierra (1896); En la diestra de Dios Padre; Grandeza (1910); La marquesa de Yolombó (1928), su mejor obra, reconstrucción de la vida colonial del siglo XVIII; Memorias de Eloy Gamboa (tres volúmenes, 1935-1936).
Sus novelas breves alcanzaron gran difusión continental en publicaciones de pequeño formato, conocidas como 'novelas semanales': Luterito, Salve, Regina, Entrañas de niño y El Zarco.
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LUIS ORREGO LUCO (1866-1948), escritor chileno nacido y fallecido en Santiago. Perteneció a una notable familia. Estaba cercanamente emparentado con los Blest Gana y con Eduardo de la Barra, y contrajo matrimonio con una hija de Benjamín Vicuña Mackenna, todo lo cual lo rodeó de un ambiente intelectual.
Tuvo excepcional figuración en la vida pública: fue abogado, profesor universitario, diplomático, intendente de Colchagua (1894), director de la Escuela de Bellas Artes (1912-1915), diputado por Osorno (1918) y ministro de Justicia e Instrucción Pública (1918).
En el plano propiamente literario, su fuerte estuvo en la novela. En relación muy directa con hechos reales, planteó, con tintes próximos al naturalismo, la decadencia de la aristocracia santiaguina en Un idilio nuevo (dos tomos, 1900), Casa grande (dos tomos, 1908), Tronco herido (1929) y Playa Negra (1947). Completó el análisis de dicho proceso en sus colecciones de cuentos Páginas americanas (1892) y De la vida que pasa (1918). Fue, además, autor de ensayos y de obras históricas.
Su novela Casa grande es la primera novela social americana que critica la clase alta abiertamente. Ya el Martín Rivas de Blest Gana pinta la vida de la nueva burguesía decimonónica ciudadana que desprecia al profesional de la clase media provinciana.
El realismo hispanoamericano produce una novela de la ciudad, pero los realistas mexicanos continúan la novela campesina inaugurada por los románticos. El protagonista es el “pueblo” mexicano:
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IGNACIO MANUEL ALTAMIRANO (1834-1893), escritor mexicano de ascendencia indígena, indio puro que lucha con Juárez y Porfirio Díaz, es la figura literaria más relevante de su tiempo.
Vivió en Morelos, escenario de su novela costumbrista El Zarco (episodios de la vida mexicana en 1861-1863), con claridad y sencillez de estilo, y más tarde, ya en la ciudad de México, estudió leyes en el Colegio de San Juan de Letrán, donde continuó perfeccionando su vasta cultura.
Fue poeta, crítico, novelista, historiador y político. Se adhirió al movimiento liberal y, a su triunfo, fue nombrado diputado al Congreso de la Unión. Como coronel, luchó contra el imperio de Maximiliano, experiencia que aprovecharía en su novela Clemencia (1869), la primera novela moderna mexicana escrita con propósitos estéticos. Altamirano buscó la afirmación de los valores más mexicanos.
En 1869, después del triunfo de la República, fundó y dirigió la revista literaria de mayor trascendencia en aquél momento, El Renacimiento, donde puso en marcha su credo: alcanzar un arte nacional que, sin desdecirse de su origen europeo, lograra una unidad formal y temática.
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RAFAEL DELGADO (1853-1914), novelista, cuentista y poeta mexicano, junto con Emilio Rabasa y José López Portillo y Rojas es representante de la novela realista de cuño español, tanto por el castizo lenguaje como por la factura del relato. Su breve obra es la de mejor calidad del realismo mexicano en cuanto a estilo. Sus cuentos son verdaderas joyas.
Nacido en Córdoba (estado de Veracruz), fue educado en su provincia y se dedicó a la enseñanza y a las letras. Su fina sensibilidad le permitió crear tipos locales de gran fuerza y desarrollar una habilidad especial para describir el paisaje de su región, por lo que su obra es profundamente mexicana y está inscrita, en cierta forma, dentro de la literatura del regionalismo.
En cada una de sus novelas, narradas con agudeza, es posible advertir los cambios acaecidos en el país durante el régimen del general Porfirio Díaz y los conflictos que producen en las relaciones familiares, como La Calandria (1890), Angelina (1893), Los parientes ricos (1902) e Historia vulgar (1904). También escribió relatos costumbristas que reunió en Cuentos y notas (1902).
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EMILIO RABASA (1856-1930), novelista mexicano, también poeta, periodista y jurisconsulto, defendió los ideales de las Leyes de Reforma, la Constitución y el pensamiento jurídico liberal.
Fue gobernador de su Estado natal, cargo que ejerció hasta 1895. Más tarde fue elegido senador y nombrado miembro de las academias mexicanas de la Lengua y de la Jurisprudencia.
Es considerado el mejor prosista de su época y puede afirmarse que con él se inició la novela realista mexicana. Con el seudónimo Sancho Polo escribió varias novelas, herederas de José Joaquín Fernández de Lizardi y de Émile Zola. Las más importantes son La bola (1887), La gran ciencia (1887), El cuarto poder (1888), Moneda falsa (1888), todas bajo el seudónimo de Sancho Polo, y La Guerra de Tres Años (1931). Es el novalista de la pequeña burguesía mexicana.
Es autor de los poemarios A Mercedes (1884) y La musa oaxaqueña (1886), y de numerosos ensayos de crítica histórica y derecho constitucional mexicano. En 1888 fundó con Rafael Reyes Spíndola el periódico El Universal.
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JOSÉ LÓPEZ PORTILLO (1850-1923) escribió su mejor novela La Parcela (1898) en la que crea, como Faulkner, su propia aldea, como una síntesis de la vida real del Estado de Jalisco. Es unanovela agraria muy cerca del escritor realista y costumbrista español, José María de Pereda (1833-1906).
El naturalismo en el Perú solo tiene como representantes a Clorinda Matto de Thurner, representante de la novela realista de tema indígena, antecedente de la novela indigenista posterior al Modernismo.
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CLORINDA MATTO DE THURNER (1854-1909) escribió la novela Aves sin nido (1889) sobre la brutal esclavización de los indios. Obra pobre de estilo y llena de resabios románticos, pero tiene el mérito de denunciar las injusticias sociales que maltratan al indio peruano. Esta escritora funda el indigenismo de la literatura andina. Los héroes parecen más tipos que personas vivas. La autora tiene un puesto especial como audaz fundadora de la literatura de reivindicación social, tan copiosa generaciones más tarde.
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JOSÉ RAMÓN YEPES (1822-1881) es el representante del realismo venezolano con sus leyendas indias Anaida y Iguaraya, que marcan la transición del Romanticismo al Realismo. Yepes será el modelo de los narradores de la tierra venezolana hasta la llegada de los grandes maestros postmodernistas. Es también autor de baladas criollas.
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MANUEL GÁLVEZ (1882-1962), novelista, dramaturgo, biógrafo y memorialista argentino nacido en Paraná (provincia de Entre Ríos). Abogado con una tesis sobre La trata de blancas, se inició en la vida literaria como poeta (El enigma interior, Sendero de humildad) y libretista de zarzuela, fundando una revista de importancia generacional, Ideas, junto con Ricardo Olivera. De joven simpatizó con el anarquismo cristiano inspirado por Liev Tolstói, y luego derivó hacia un nacionalismo de corte católico.
Es el más conocido y fecundo de los realistas argentinos. Su naturalismo influyó mucho sobre otros autores contemporáneos. Sus obras más populares son novelas deudoras del realismo español y francés (Benito Pérez Galdós, Pío Baroja, Hermanos Goncourt), que retratan diversos ambientes de la sociedad argentina: la escandalosa La maestra normal (1915), el libro en clave El mal metafísico (1916), La sombra del convento (1917), El cántico espiritual (1923), Hombres en soledad (1938), El uno y la multitud (1955). Los cuatro volúmenes de sus memorias, Recuerdos de la vida literaria, son un excelente documento de época.
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