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Siglo XVIII - Barroco - Rococó - Neoclasicismo

(comp.) Justo Fernández López

Historia de la literatura hispanoamericana

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Siglo XVIII - del Barroco al Rococó y al Neoclasicismo

Del Barroco al Rococó

Desde fines del siglo XVII, Francia ejerce una hegemonía cultural sobre toda Europa. España recibió esta influencia antes de que los Borbones entraran a gobernar. En el 1700 muere el último representante español de la dinastía de los Austrias, Carlos II; muere sin sucesión. Tras una guerra de sucesión, entra a tomar posesión del trono de España la dinastía francesa de los Borbones en la persona de Felipe V, nieto de Luis XIV. El Rey Sol domina Europa. Los Borbones centralizan la administración, comienza un racionalismo de Estado en la política, quitan a las regiones españolas sus fueron tradicionales, las igualan y las hacen dependientes de la capital y del centro del poder.

El pueblo reacciona contra la poca comprensión que muestran los Borbones hacia la cultura barroca española del siglo anterior; el pueblo se resiste a abrirse de repente a una cultura europea más racionalista. Se forman en España dos bandos: los tradicionales o populares y los afrancesados o propugnadores del espíritu racionalista y científico: Las dos Españas irreconciliables.

El pueblo, en su reacción contra la mentalidad racionalista del siglo de las luces francés, reactiva el folclore, las corridas de toros modernas sustituyen a las prohibidas corridas caballerescas, el flamenco y los gitanos adquieren carta de ciudadanía, la diversidad regional se pone en primer plano, el pueblo se vuelve a acordad del pasado árabe (las plazas de toros se construyen en estilo mudéjar y se propaga la idea de que las corridas de toros son una invención árabe).

A la muerte de Calderón, Quevedo, Velázquez y Murillo, entre el 1670 y 1672, comienza una época de una aparente decadencia cultural en España. En Europa entre 1680 y 1715 se impone la Ilustración. En España el nuevo espíritu racionalista y clasicista empieza a manifestarse en la tercera década del XVIII. Hasta entonces la literatura dominante seguía siendo la barroca.

Las ideas de la Ilustración pasaron de España a América, pero no influyeron ni inspiraron una literatura neoclásica hasta finales del siglo XVIII. En América se cultivaba el estilo barroco cuando ya en España estaba olvidado, se transformaba en Rococó o era recordado burlonamente. Cuando el genio barroco comienza a degenerar y decaer en la Península, sigue pujante en las provincias de ultramar. En América no hay decadencia del Barroco; cuando decae en España, el Barroco se encuentra en América un nuevo escenario.

Cuando el hijo de Murillo pinta en México, en toda América se levantan monumentos del más espléndido barroco. En literatura hay perfecta continuidad entre los siglos XVII y XVIII en América: el Barroco es demasiado fuerte y vital para que una moda lo destrone.

Der Rococó a la Ilustración

Los colores cálidos del Barroco se suavizan en rosados rococós y se enfrían en azules neoclásicos. En la península la Ilustración va barriendo el Barroco. En América las nuevas tendencias de la Ilustración se mezclan con el Barroco que aún continúa vivo. En Europa el siglo XVIII es el siglo de las filosofías de Berkeley y Leibnitz, de Gian Battista Vico, filósofo de la historia y de Montesquieu, precursor de la sociología; de Condillac y de la crítica escéptica de David Hume; del sensualismo de Adam Smith y del naturalismo racionalista y materialista de la Enciclopedia; siglo de Voltaire y Rousseau; siglo racionalista y a la vez prerromántico.

La crítica de Kant prepara el positivismo del XIX sin saberlo. Es el siglo de transición, más que creador de grandes obras literarias es el creador del ensayo. Es el siglo de las Academias: la Francesa y la Española; de los Diccionarios, de las Enciclopedias; de la fábula moralizadora, de la poesía oratoria. Florece en América el estudio de la historia y el estudio de las instituciones indianas.

Es el siglo de oro de la jurisprudencia de las Indias. En el XVIII surgen tratadistas del derecho indiano. El holandés Hugo van Groot (Grotius) sistematiza el derecho internacional, que debía mucho a profesores españoles como Vitoria (siglo XVI) y Francos Suárez (siglo XVII). Las doctrinas de Suárez se enseñan en las universidades americanas y serán una de las semillas jurídicas de la independencia de América. Las corrientes jurídicas que reinan en América son el jusnaturalismo católico español, el jusracionalismo francés y el utilitarismo inglés. La Ilustración penetra en América hispana al mismo tiempo que en España, con la diferencia de que en América no se pierden aún los últimos resplandores del brillante Barroco hispano.

De la Ilustración al Romanticismo

El estudio de la naturaleza en su propio reino y de las sociedades humanas con Buffon y Rousseau marca una transición del racionalismo al romanticismo del siglo siguiente. En Alemania el clasicismo da sus mejores triunfos con Goethe y Schiller y los líricos inician la revolución romántica con Herder.

Tanto en Inglaterra como en Alemania comienza la rebelión contra el racionalismo francés, contra el clasicismo. Defoe muestra el gusto por lo rousseauniano de la vida salvaje y libre. En España reina la dinastía francesa de los Borbones y el “afrancesamiento” de letras y costumbres es un fenómeno con que hay que contar en la historia de esta época. La reacción popular y tradicionalista contra los afrancesados prepara la recepción del romanticismo literario e historicista.

La expulsión de los jesuitas en el 1767

Por intervención del Conde de Aranda, ministro del ilustrado rey Carlos III, y enciclopedista afrancesado, son expulsados los jesuitas de las colonias en el 1767 “por la seguridad de mis reinos”. Este hecho contribuyó a precipitar la independencia de América. El hecho produjo una gran paralización en la Colonia en el siglo XVIII. Aranda ayudó a la independencia de los Estados Unidos.

La separación de la enseñanza colonial de los jesuitas llevó a una decadencia cultural. El despotismo ilustrado llevó poco a poco a la pérdida de las colonias. La Ilustración entre en América, pero tiene que convivir con una mentalidad barroca aún no muerta.

La orden de la Compañía de Jesús o Jesuitas fue fundada por Ignacio de Loyola en el 1540 como vanguardia de la Contrarreforma. En el 1607 llegan al Paraguay e intentan realizar en las “reducciones” la utopía de la ciudad de Dios hasta que fueron expulsados en el 1767. El espíritu anticlerical de la Ilustración hizo a los jesuitas blanco predilecto de sus ataques. De Portugal fueron expulsados en el 1759 y de Francia el 1762.

La Compañía de Jesús fue restablecida en el 1814. La orden real de expulsión de los jesuitas se refiere a su peligrosidad por su idea democrática sacada del derecho de gentes del jesuita y filósofo Francisco Suárez (XVII), sucesor del padre Vitoria en la cátedra de la Universidad de Salamanca y fundador del derecho internacional. La orden real dice: “todos los padres son enemigos de la quietud monárquica”. Los jesuitas expulsados de la América hispana se refugiaron en Italia y fueron los mejores agentes de publicidad de América en Europa entonces.

Insignes jesuitas del siglo XVIII son:

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JUAN IGNACIO MOLINA (Chile, 1740-Boloña, 1829) jesuita, naturalista, lingüista historiador chileno. Su inquietud científica lo llevó a estudiar teología, filosofía, humanidades clásicas y ciencias experimentales, entre otras disciplinas. Con el tiempo, llegó a dominar seis idiomas; por ello, cuando apenas tenía 20 años, fue nombrado catedrático y bibliotecario de la Casa Grande de Santiago. Más tarde, tras la expulsión de su Congregación decretada por el rey español Carlos III, hubo de emigrar a Italia, donde llegó a ser profesor de la Universidad de Bolonia y miembro de su Academia de Ciencias. Años después, Napoleón lo designó miembro del Instituto de Italia.

Entre 1776 y 1810, publicó su famosa obra Historia natural y civil de Chile, que alcanzó 25 ediciones en más de 5 idiomas e impulsó a muchos europeos a visitar América, entre ellos Humboldt. . En este trabajo, escrito lejos de su patria, describe aspectos físicos, geográficos e históricos del país, donde demuestra en sus palabras el entrañable amor hacia su nación que lo vio nacer y crecer.

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MANUEL LACUNZA DÍAZ (Chile, 1713 – Italia, 1801) era hijo de padre navarro pobre y de madre chilena acaudalada. A poco de profesar en la Compañía de Jesús, fue expulsada la Orden y tuvo que huir a Italia, a Ímola. Allí vivió como anacoreta dedicado a la astronomía y a los estudios bíblicos. El fruto de sus meditaciones es una obra teológica manumental en cuatro volúmenes y reeditada en varios idiomas: La venida del Mesías en gloria y majestad, observaciones de Juan Josephat ben Ezra, hebreo cristiano, dirigidas al sacerdote Cristófilo. Expone el milenarismo mitigado, interpretando literalmente las doctrinas del Apocalipsis; reinado terrestre de Cristo antes del Juicio Final. La obra fue puesta en el Índice del Santo Oficio en el 1822.

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RAFAEL LANDÍVAR (Guatemala, 1731 – Boloña, 1793). En 1747 obtuvo el doctorado en Filosofía por la Universidad de San Carlos y en 1749 se trasladó a México, donde ingresó en la Compañía de Jesús. Pasó por distintos seminarios y en 1761 regresó a Guatemala, en donde se dedicó a la enseñanza. Aficionado a la astronomía, la geografía y la retórica, llegó a ser rector del Colegio de San Borja. Obligado a abandonar el cargo y el país a causa de la expulsión de los jesuitas en 1767, se exilió en Bolonia, Italia, en donde murió.

Catorce años de salir de su patria guatemalteca y como fruto de sus viajes, compone su poema méxico Rusticatio mexicana (1782), de 5247 elegantes exámetros en latín moderno, grandioso himno a la naturaleza y a la vida rural del virreinato de Nueva España. En ellos retrata el paisaje, las personas y sus actividades, dentro de un sentimiento de orgullo nacionalista mexicano, lo que hace de ella un documento de gran interés. Por la lengua pertenece esta obra a lo mejor de la poesía neoclásica, por la sensibilidad pertenece a la literatura hispanoamericana.

Se considera que esta obra es, junto con Grandeza mexicana de Bernardo de Balbuena y la oda A la agricultura de la zona tórrida del venezolano Andrés Bello, uno de los más notables ejemplos del género descriptivo americano.

Landívar es precursor de Bello y Heredia, y de todos los poetas que desde el Romanticismo en adelante han cantado a la naturaleza exuberante del Nuevo Mundo. Entre los poetas de las colonias, es Landívar el primer poeta maestro del paisaje y el primero en romper los rasgos y convenciones del Renacimiento y descubrir lo característico de la naturaleza del Nuevo Mundo, su flora, su fauna, sus campos y sus montañas, sus lagos y sus cascadas. Canta además al hombre sumergido en esa naturaleza virgen de su patria, le hermosura de sus fiestas y costumbres. Landívar preludia el prerromanticismo de los hombres que se sienten ya americanos.

Algunos autores conceden mucha importancia a la expulsión de los jesuitas de las Colonias, al estudiar las causas de la independencia americana. Las doctrinas democráticas y sobre el derecho de gentes que venían de los grandes maestros de España como Francisco de Vitoria, O. P., profesor de la Universidad de Salamanca en el siglo XVI y Francisco Suárez, S. J. (siglo XVII), fueron la causa de la expulsión de los jesuitas de América.

En las doctrinas de Suárez, que se enseñaban en las universidades americanas, se defendía la representación popular del gobierno y hasta se justificaba filosóficamente el derecho de rebelión. Los condes de Aranda y Campomanes se quejan al rey en el Consejo de las Cortes de España en el 1766 de “las malas ideas esparcidas robre la autoridad real por un cuerpo religioso que no cesa de inspirar aversión general al gobierno”. La pragmática real de expulsión del 23 de mayo de 1767 dice: “Deseando extirpar de raíz la perniciosa doctrina del regicidio y tiranicidio que se halla estampada y se lee en tantos autores, por ser destructiva de España y de la pública tranquilidad”.

Se acusaba globalmente a la Compañía de Jesús por las doctrinas sobre la licitud del tiranicidio defendidas por el teólogo jesuita e insigne historiador Juan de Mariana. La teoría del padre Mariana no fue, sin embargo, defendida nunca por la Compañía de Jesús mismo ni por la Iglesia. Los libres que leían los intelectuales americanos a finales de la Colonia eran todo de la escuela de filosofía jurídica española de la Universidad de Salamanca (Vitoria y Suárez). Todos los jesuitas desterrados eran criollos teólogos, filósofos, naturalistas, artistas e historiadores. Siguieron trabajando en el Italia y murieron en la pobreza. Muchos brillaron en la Universidad de Boloña.

De entre los muchos autores jesuitas que escribieron sobre América desde Europa, es digno de mencionar el peruano Pablo Vizcardo, que escribió una Lettre aux espagnols americains (1792), que es el primer llamado a la independencia e los países hispanoamericanos.

Otros autores americanos del siglo XVIII no jesuitas

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PEDRO PERALTA BARNUEVO (1663-1743), nacido en Lima, su actividad intelectual está vinculada a la Universidad de San Marcos, en la que se educó y de la que fue catedrático y rector tres veces, y a su ciudad natal, de la que fue minucioso cantor. Es uno de los autores en los que se produce una síntesis americana de Barroco e Ilustración, ejemplifica el incierto compromiso entre las ideas del barroco y las del iluminismo, entre el preciosismo de Góngora y el estilo rococó. Es el erudito más grande americano en el siglo XVIII. La vastedad de su saber se expresa en una obra descomunal que abarca, aparte de lo propiamente literario, derecho, matemáticas, ingeniería, geografía, astronomía, filosofía, teología y otras ciencias. Era, además, un políglota que dominaba ocho lenguas. Tradujo a Corneille, favoreciendo la tendencia neoclásica francesa en pleno virrenato barroco.

No sólo compuso unos 50 libros, sino que durante más de diez años publicó un popular almanaque cuyo título es un signo de la época: El conocimiento de los tiempos. Pronóstico y lunario. Pero en Pasión y triunfo de Cristo (1738), colección de plegarias y meditaciones místicas, manifiesta una ortodoxia religiosa que contradice sus ideas iluministas, pese a lo cual la Inquisición denunció el libro como herético.

Escribió poesía, pero no era en verdad un poeta, sino un autor que utilizaba el verso para exponer sus ideas y mostrar su saber. Ejemplo de ello es Lima fundada o Conquista del Perú (1732), enorme poema dominado por el prosaísmo y la hinchazón retórica.

Más interés tiene su producción teatral. Sus comedias al estilo barroco son Triunfos de amor y poder (1711) y Afectos vencen finezas (1726). se nota en su teatro la influencia del teatro italiano, sobre todo en la forma de ópera u opereta de algunas de sus obras. Se bula de la decadencia del gongorismo:

El verso ha de rodar como una bola

y caer con destreza en el precepto

hasta de dar de cabeza en el concepto;

ha de tener follaje, aunque esté hueco,

porque basta dejar solo el buen eco

de suerte que como él haga ruido

no estribe en la razón sino en el oído.

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MANUEL JOSÉ DE LAVARDÉN (Argentina, 1754-1810) es uno de los últimos testigos del final de la fase colonial americana. Estudió en la famosa Universidad de Chuquisaca (hoy Sucre) donde estudiaban los criollos adinerados. En sus enseñanzas trató de conciliar las nuevas doctrinas de Condillac y las ideas de la Ilustración con la tradición escolástica católica de las universidades americanas. Su magnífica oda Al Paraná (1801), en la que canta al río Paraná como símbolo de América, es uno de los primeros poemas descriptivos de naturaleza argentina donde ya muestra el prerromanticismo que encontraremos en el siglo XIX en Heredia y Bello.

Compuso un drama Siripo, estrenado en Buenos Aires, sobre una leyenda del 1532: El cacique indio timbué (de la tribu del oeste del Paraná) se enamora de la esposa de un capitán español. En ausencia de este, el hermno del cacique, Siripo, ataca el fuerte y rapta a la mujer; se convierte en cacique, repudia a su mujer india y toma a la española. Regresa el capitán español y se deja tomar prisionero para ver a su mujer. Sorprendido es condenado por Siripo a morir a flechazos tras presenciar la quema de su mujer.

El lazarillo de ciegos caminantes (lima 1766)

El Lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos Aires hasta Lima (impreso en Lima en 1776) es la obra literaria más valiosa que produjo el siglo XVIII. Fue publicada bajo el pseudónimo de Concolorcorvo, tras cuyo nombre se esconde un español, miembro de la aristocracia colonial, Alonso Carrió de la Vandera.

La obra se inserta en la tradición de los libros de viajes o guías del viajero, que, en este caso, va describiendo con minuciosidad los paisajes, las poblaciones, los caminos, los bienes producidos, los encantos y los peligros de las distintas comarcas atravesadas.

Aunque no se trata de una obra literaria por sus intenciones meramente informativas, contiene fragmentos notables por su gracia, vivacidad y don de observación. Las primeras escenas revelan el reconocimiento de la influencia del Lazarillo de Tormes. El libro, por otra parte, puede ser analizado como un reportaje en el que se pretende establecer un equilibrio entre los pros y los contras de la conquista española. Hablando de los gauderios o gauchos, Concolorcorvo cuenta que “se hacen de una guitarrita, que aprenden a tocar muy mal y a cantar desentonadamente varias coplas, que estropean, y muchas que sacan de su cabeza, que regularmente ruedan sobre amores”.

El libro contiene críticas violentas contra la dominación española, de modo que el verdadero autor prefirió disimularse en lo posible y poner en boca de un anónimo viajero las opiniones vertidas en el libro. Este anónimo viajero fue identificado como el indio Calixto Bustamante, que acompaña a Carrió de la Vandera en su largo viaje de Buenos Aires a Lima. Tradicionalmente fue tenido Calixto Bustamante por el autor de la obra.

La obra ce Concolorcorvo entra dentro de un género corriente en el siglo XVIII europeo: los libros de viajes que sirven para analizar desde dentro y con cierta profundidad crítica los países que se recorre. A esta trayectoria lineal se unen paralelamente noticias de todo tipo sobre tipos humanos, productos, riquezas de la tierra, datos históricos y geográficos, tradiciones populares, etc.

El diálogo toma importancia a medida que avanza la obra y sirve para alterar el ritmo uniforme de la descripción, pero sobre todo para amplificar o subrayar las opiniones del visitador a través de las matizaciones o respuestas del inca Calixto Bustamante. Una especie de diálogo entre Don Quijote y Sancho Panza.

La sátira descubre y abulta defectos de organizaciones y personas y ataca a instituciones de la Colonia. Por eso se ha visto en el Lazarillo sentimientos independentistas y prerrevolucionarios. Pero hay que notar que la crítica de Carrió es siempre constructiva: fustiga flaquezas no para demandar cambios revolucionarios; defiende a los criollos, pero sin animarlos a la rebelión.

En resumen, lo que desea, como tantos autores del siglo XVIII, es el progreso para las colonias, sin poner nunc en tela de juicio el dominio de la metrópoli. En este sentido hay que entender su defensa de lo español frente a las críticas de los franceses e ingleses que ya en aquella época pugnaban por introducirse económicamente en la América hispana.

La lengua que manera el autor es rica y variada, con cierta afición a los barroquismos expresivos y a la agudeza, al culteranismo y al conceptismo. En sus rasgos externos sigue la pauta del siglo XVIII: frase amplia, proliferación de elementos explicativos, desarrollo lógico-racional, claridad. Pero la influencia de Quevedo se descubre en las ironías, motivos ingeniosos, juegos de palabras y citas textuales.

En cuanto al léxico, se introducen con frecuencia vocablos ajenos al español: indigenismos del quechua y del náhuatl, galicismos usados irónicamente en defensa de lo español frente al predominio francés, anglicismos y algún que otro italianismo. Un persistente humorismo recorre este libro de viajes: los recursos principales son la ironía, especialmente eficaz cuando se para revista a los diversos grupos étnicos que conviven en América. Alterna detalles descriptivos de lugares con anécdotas, chistes, refranes, etc. que contribuyen a mantener el interés del relato.

El título de la obra es larguísimo, y es caricatura de títulos serios usados en la época: El lazarillo de ciegos y caminantes desde Buenos Aires hasta Lima, con sus itinerarios según la más puntual observación, con algunas noticias útiles a los nuevos comerciantes que tratan en multas; y otras historias. Sacado de las Memorias que hizo don Antonio Carrió de la Vandera en este dilatado Viaje y Comisión que tuvo por Corte para el arreglo de los Correos, Estafetas, Situación y ajuste de Postas desde Montevideo. Por don Calisto Bustamente Inca, alias Concolorcorvo, natural del Cuzco que acompañó al referido Comisionado en dicho Vieja y escribió sus extractos.

No es una novela picaresca, sino un relato descriptivo pintoresco de la América que nace, con sus rudas fiestas, su devoción pagana, su vida bucólica, la gracia adorable de sus mujeres. Es el mejor testimonio de la transición de la tradicional formación católica cultural de la Edad de Oro a las nuevas formas e ideas del racionalismo clásico. Cuando observa la imitación de las novedades francesas por los descendientes de Tupac Amaru, tiene un tono zumbón y crítico. Aunque la obra es de lo más valioso que produjo el siglo XVIII en América, no es de fácil lectura en nuestros días. Prolijas descripciones (sobre las mulas o la construcción y partes de una carretera), interesante para el lector de aquella época, hoy solo tienen interés arqueológico.

Lo que está fuera de discusión es su preponderante lugar en la historia de la literatura hispanoamericana y, sobre todo, en la producción literaria del siglo XVIII americano.

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