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Testimonios indígenas de la Conquista

(comp.) Justo Fernández López

Historia de la literatura hispanoamericana

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TESTIMONIOS INDÍGENAS DE LA CONQUISTA

La visión de los vencidos

La Conquista significó el choque de dos mundos con una diferencia cultural abismal. Conocemos más las crónicas escritas por los españoles: la visión de los vencedores (la historia pocas veces la escriben los vencidos).

Se ha reparado poco en los testimonios indígenas que reflejan la forma en la que estos vivieron la Conquista, testimonios altamente humanos y en su humanidad altamente interesantes desde el punto de vista literario. Los españoles se encontraron en América con tres grandes culturas suprarregionales que eran ya síntesis en sí de todos los desarrollos culturales regionales de muchos siglos. La Conquista dejó honda huella en los pueblos indígenas americanos, lo que nues muestran los testimonios que de ella nos dejaron los

 

aztecas

en su versión épica y traumatizada de la Conquista;

 

mayas

en sus consideraciones de altura casi filosófica;

 

incas

en su versión dramática y a veces resignada.

Los testimonios aztecas de la Conquista

Los mexica, como se llamaban a sí mismos los aztecas, habían alcanzado a principios del siglo XVI su máximo esplendor. “El Pueblo del Sol” había heredado sus instituciones de los toltecas que habían sucedido a la cultura de Teotihuacán de los primeros siglos de nuestra era. El imperio azteca fue él mismo resultado del dominio de otras culturas y regiones en la época postclásica americana en la que predomina un tanto la teocracia de la época clásica (100-900 d.C.) como el militarismo y el comercio.

Un pueblo duro y guerrero que alcanzó su identidad bajo condiciones miserables geográfica y políticamente. Cuando llegó Cortés a México, dominaba el imperio azteca desde el Golfo de México hasta el Pacífico, y por el sur hasta las fronteras con Guatemala. Hernán Cortés llegó con 600 hombres, entre ellos el famoso Pedro de Alvarado, llamado por los aztecas “el Sol” por ser rubio y apuesto. Vino asimismo el futuro cronista de Indias Bernal Díaz del Castillo.

Al pasar por las costas de Yucatán, Hernán Cortés recoge a Jerónimo de Aguilar que había quedado allí tras un naufragio y había aprendido el maya; más allá recibe Cortés veinte esclavas, entre ellas la famosa Malinche que hablaba maya y náhuatl (azteca). Así Cortés tiene ya un intérprete entre Aguilar y Malinche: Cortés habla en español a Aguilar, este en maya a Malinche y esta en náhuatl a los enviados de Motecuhzoma (Moctezuma) en las cercanías de Veracruz. En 1519 desembarcan los españoles en Veracruz y seis meses después entran atónitos en Tenochtitlán (actual ciudad de México), capital del imperio azteca en medio de lagos en el Valle de México. La alianza de Cortés con los señores de Tlaxcala, enemigos tributarios de los aztecas, le ayudó en la conquista final.

Los cronistas españoles describen la llegada de los conquistadores ante Moctezuma que los recibe como huéspedes. Los textos indígenas describen de forma expresiva el encuentro del gran Señor azteca con Hernán Cortés al que toma por Quetzalcóatl que retorna con los dioses que le acompañan.

Cortés tiene que ausentarse de Tenochtitlán para combatir a Pánfilo Narváez que quiere quitarle el mando. Entonces, Pedro de Alvarado, queriendo anotarse un triunfo, ataca por traición a los aztecas durante la fiesta de Tóxcatl (Pascua). Los testimonios aztecas que refieren este hecho se transforman en poema épico, especie de Ilíada indígena.

Al regresar, Cortés tiene que enfrentarse con la indignación azteca, tiene que huir de la ciudad perdiendo más de la mitad de sus hombres. Es la llamada “noche triste” de Cortés. Los españoles buscan auxilio en sus aliados tlaxcaltecas y después de un año pueden sitiar Tenochtitlán con 80000 soldados tlaxcaltecas más otras expediciones españolas.

Los cronistas indígenas hablan de los “popolocas” (‘bárbaros’) y describen el sitio de la ciudad. Muerto Moctezuma, le sucede el joven príncipe Cuauhtémoc. Los españoles habían traído la viruela que causó la muerte al príncipe Cuitláhuac. Durante el reinado de Cuauhtémoc se suceden los hechos heroicos, descritos con elocuencia épica por los cronistas indígenas. Tras ochenta días de sitio, en 1521 cae la ciudad de Tenochtitlán y Cuauhtémoc es hecho prisionero por los españoles. Lo que siguió lo relatan también los historiadores indígenas.

Las relaciones de la Conquista dejadas por los aztecas pasan de doce. Son cantares a la usanza antigua compuestos por poetas indígenas supervivientes, relaciones de la Conquista y pinturas con glifos de la escritura ideográfica y en parte fonética:

 

Colección de Cantares Mexicanos (Biblioteca Nacional de México). Poemas del siglo XVI.

 

Lienzo de Tlaxcala (80 cuadros tlaxcaltecas, aliados de los conquistadores).

 

Pintura de los Códices Azcatitlán, Mexicanus, Aubin y Ramírez. Siglo XVI.

 

Códice Florentino en náhuatl de las informaciones de Bernardino de Sahagún.

 

Manuscrito 22 de la Biblioteca Nacional de París: Unos Anales Históricos de la Nación Mexicana. En alfabeto latino, redactado por autores anónimos de Tlatelolco. Estos anales son lo más valioso desde el punto de vista literario y humano por expresar con detalle la destrucción de la cultura náhuatl tal como la vivieron sus supervivientes.

 

Códice Aubin, con texto náhuatl.

 

Séptima Relación de Chimalpain Cuautlehuanitzin.

 

Los Anales de Azcapotzalco.

 

La Crónica Mexicana de Tezozómoc. Conservada también en castellano.

 

Historia Chichimeca de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl. Visión texcocana.

 

Historia de Tlaxcala de Diego Muñoz Camargo (mestizo de Tlaxcala).

 

Libro de los Coloquios de los Doce. Este testimonio, descubierto en el Archivo Secreto del Vaticano en 1924, fue recogido por Sahagún y sus estudiantes de Tlatelolco y es el testimonio dramático, las discusiones y alegatos de los supervivientes aztecas que defienden su propia manera de concebir el mundo ante los frailes misioneros que la impugnan. (Este libro fue traducido al alemán bajo el título Sterbende Götter und Spanische Christliche Heilbotschaft. Wechselreden Indianischer Vernehmer und Spanischer Glaubensapostel in México 1524. Stuttgart, 1949).

El rasgo principal de la visión azteca de la Conquista es el cuadro mágico en el que esta se desarrolla: según los aztecas, años antes de la llegada de los españoles hubo una serie de portentos que la presagiaron: espiga de fuego en el cielo, el templo que ardió por sí mismo, una mujer gritando por la noche, el agua que hirvió en el lago. Todo esto era presagio de la vuelta del desaparecido Quetzalcóatl anunciada en los códices. Al llegar los españoles el pueblo sí creyó que eran dioses, aunque Moctezuma tenía sus dudas; solo al ver la matanza de Alvarado entre los aztecas comenzaron a llamarlos “popolocas”, es decir, ‘bárbaros’. Los historiadores indígenas consignan el heroísmo de los defensores aztecas, pero tras la derrota final definitiva los textos aztecas dan testimonio de un trauma profundo. La visión final ya no es épica, sino dramática y trágica:

 

En los caminos yacen dardos rotos;

los cabellos están esparcidos.

Destechadas están las casas,

enrojecidos tienen sus muros.

Gusanos pululan por calles y plazas,

y están las paredes manchadas de sesos.

Golpéabamos los muros de adobe en nuestra ansiedad

y nos quedaba por herencia una red de agujeros.

En los escudos estuvo nuestro resguardo,

pero los escudos no detienen la desolación.

[Manuscrito anónimo de Tlatelolco]

 

Déjennos pues morir,

déjennos ya perecer,

pues que ya nuestros dioses han muerto.

[Libro de los Coloquios]

El trauma fue aun más grande por considerarse los aztecas como el pueblo escogido por el Sol, seguidores del dios de la guerra, Huitzilopchtli, y por creer el pueblo azteca que tenían la misión cósmica de someter a todos los pueblos de la tierra. Quienes se tenían por invencibles, el pueblo del Sol, el más poderoso de América Media, tuvo que verse derrotado por un puñado de “popolocas”. Muertos los dioses, perdido el gobierno, la fama y la gloria y la identidad colectiva, la Conquista fue más que una tragedia, un trauma que quedó clavado en el recuerdo y el alma.

Los diálogos con los sabios indígenas

Los misioneros adoctrinan a un grupo de señores principales en el atrio del convento de San Francisco en Tenochtitlán. Violentamente condenan las antiguas creencias aztecas. Al terminar la lección por parte de los frailes, se pone en pie uno de los señores aztecas y “con cortesía y urbanidad” manifiesta su disgusto por los ataques de las creencias de su pueblo. Confiesa no ser él un sabio, pero afirma que aun existen maestros, sacerdotes y astrólogos que podrían responder mejor a las preguntas de los frailes:

 

Señores nuestros, muy estimados señores:

Habéis padecido trabajos para llegar a esta tierra.

Aquí ante vosotros, os contemplamos, nosotros gente ignorante.

¿Y ahora qué es lo que diremos?

¿Qué es lo que debemos dirigir a vuestros oídos?

¿Somos acaso algo? Somos tan solo gente vulgar.

Dijisteis que no eran verdaderos nuestros dioses.

Nuestra palabra es esta, la que habláis, por ella

estamos perturbados, por ella estamos molestos,

porque nuestros progenitores, los que han sido,

los que han vivido sobre la tierra, no solían hablar así.

Era doctrina de nuestros mayores que son los dioses por quien se vive.

Ellos son a quienes pedimos agua, lluvia, por las que se

producen las cosas en la tierra.

Ellos mismos son ricos, son felices, poseen las cosas,

de manera que siempre y por siempre, las cosas están

germinando y verdean en su casa,

allá “donde de algún modo se existe”, en el lugar de Tlalocan.

De esto hace ya muchísimo tiempo, fue allá en Tula,

fue allá en Huapalcalco, fue allé en... Teotihuacán.

Ellos sobre todo el mundo habían fundado su dominio.

¿Y ahora, nosotros destruiremos la antigua regla de vida?

Nosotros sabemos a quién se debe la vida, a quien se debe el nacer,

a quien se debe el ser engendrado, a quien se debe el crecer,

cómo hay que invocar, cómo hay que rogar.

Oíd, señores nuestros, no hagáis algo a vuestro pueblo

que le acarree desgracia, que lo haga perecer.

Haced con nosotros lo que queráis.

Esto es todo lo que respondemos, a lo que contestamos,

a vuestro aliento, a vuestra palabra, ¡oh señores nuestros!

Los presagios funestos según los informes de Sahagún

Estos informes fueron traducidos directamente del náhuatl y recogidos por Sahagún de testigos oculares de la Conquista.

Primer presagio funesto

 

Diez años antes de venir los hombres de Castilla se mostró un presagio funesto en el cielo. Una como espiga de fuego, una como llama de fuego, una como aurora: se mostraba como si estuviese goteando, como si estuviese punzando en el cielo. Y de este modo se veía: allá en el oriente se mostraba; de este modo llegaba a la medianoche. Se manifestaba: estaba aún en el amanecer; hasta entonces la hacía desaparecer el sol. Y en el tiempo que estaba desapareciendo, por un año venia a mostrarse. Comenzó en el año 12-Casa (1517).

Segundo presagio

 

Por su propia cuenta se abrasó en llamas, nadie tal fuego puso, sino por espontánea acción ardió la casa de Huitzilopochtli. Se mostró: ya arden las columnas. De adentro salen acá las llamas de fuego, las lenguas de fuego, las llamaradas de fuego.

Tercer presagio

 

Fue herido por un rayo un templo. Solo de paja era, en donde se llama Tzummulco. Decían de este modo: “No más fue golpe de sol”

Sexto presagio

 

Muchas veces se oía una mujer llorando; iba gritando por la noche, andaba dando grandes gritos: ¡Hijos míos, pues ya tenemos que irnos lejos! ¡Hijos míos, adónde os llevaré!

Octavo presagio

 

Muchas veces se mostraban a la gente hombres deformes, personas monstruosas. De dos cabezas, pero un solo cuerpo. Se les mostraba a Moctezuma. Cuando las había visto, luego desaparecían.

[Códice Florentino, libro XII, cap. I]

Primeras noticias de la llegada de los extranjeros

 

Y cuando fueron vistos los que vinieron por mar, en barcas van viniendo. Luego son enviadas personas. Estos no más fueron a explorarlo. Fueron bajo el pretexto de que iba a comerciar. Iba a tratar con maña a ver qué clase de gente era, haciendo el truco de vender mantas ricas. Y cuando estuvieron cerca de los hombres de Castilla, el momento frente a ellos hicieron la cereminia de tocas la tierra y los labios, estando a la punta de su barca.

Tuvieron la opinión de que era nuestro Príncipe Quetzalcóatl que había venido. Luego les dan las ricas mantas que habían traído. Fueron agraciados con dones de retorno: los hombres de Castilla les dieron collares verdes, amarillos, como que quieren parecerse al cristal de roca. Y cuando los recibieron, cuando los vieron, mucho se maravillaron. Luego regresaron a México los enviados y refieren los visto a Moctezuma. Y este les dijo: Esto lo ven en secreto. Nadie dirá cosa alguna, nadie lo publique. No más queda entre nosotros”.

[Códice Florentino, libro VI, cap. II]

La angustia de Moctezuma y el pueblo en general

 

Moctezuma cavilaba en aquellas cosas, estaba lleno de terror, de miedo. Y todo el mundo estaba muy temeroso. Había gran espanto, había gran terror. Entre llanto se saludan, se lloran unos a otros al saludarse. Hacen caricias a otros, los niños son acariciados. También se dijo, se puso ante los ojos, se le hizo saber a Moctezuma, se le comunicó y de le dio a oír, para que en su corazón quedara bien puesto: Una mujer, de nosotros los de aquí, los viene acompañando, viene hablando en lengua náhuatl. So nombre, Malintzin, allá en la costa primeramente la cogieron.

Pues oía Moctezuma que mucho se indagaba sobre él, que los “dioses” mucho deseaban verle la cara, como que se apretaba el corazón, se llenaba de grande angustia. Andaba esconderse huyendo, se les quería esconder, se les quería escabullir a los “dioses”. Y pensaba y tuvo el pensamiento; proyectaba y tuvo el proyecto; planeaba y tuvo el plan; meditaba y andaba meditando en irse a meter en el interior de una cueva.

No pudo ocultarse, no pudo esconderse, ya no estaba ardoroso: ya nada se pudo hacer. La palabra de los encantadores con que había trastronado su corazón, con que se lo había desgarrado, se lo habían hecho estar como girando; so lo habían dejado lacio y decaído. No hizo más que esperarles. No hizo más que resolverlo en corazón, no hizo más que resignarse; dominó finalmente su corazón, se recomió en su interior, lo dejó a disposición de ver a admirar lo que habría de suceder.

[Códice Florentino, libro XII, cap. IX]

El encuentro de Hernán Cortés con Moctezuma

Cortés pasa por Tlaxcala y convierte a los tlaxcaltecas en sus aliados debido al odio que profesaban a los aztecas. Cortés inicia su marcha hacia el Valle de México, a su paso por Cholula tuvo lugar la gran matanza de que hablan las fuentes. En noviembre de 1519m tras cruzar los volcanes, llegan a Tenochtitlán.

 

Allí llegan a su término, allí está la meta. En este tiempo se endereza, se engalana Moctezuma par ir a darles el encuentro con los nobles y los demás príncipes, en grandes bateas han colocado flores de las finas, la flor del escudo, la del corazón; en medio la flor de buen aroma y la amarilla fragante, la valiosa, tembién van portando collares de flores.

Dijo Cortés a Moctezuma: “¿Acaso eres tú? ¿Es que eres tú? ¿Es que ya tú eres? ¿Es verdad que eres tú Moctezuma?

Le dijo Moctezuma: “Sí, yo soy”. Inmediatamente se para para recibirle, se pone en pie y cuanto puede dobla la cabeza; así lo arenga: “Señor nuestro, te has fatigado, te has dado cansancio, ya a la tierra tú has llegado. Has arribado a tu ciudad: México. Aquí has venido a sentarte en tu solio, en tu trono. Oh, por tiempo breve te lo reservaron, te lo conservaron, los que ya se fueron, tus sustitutos. Los señores reyes Itzcoatzin... ¡Ojalá alguno de ellos estuviera viendo, viera con asombro lo que solo ahora veo venir en mí! No, no es que yo sueño, no me levanto del sueño adormilado; no lo veo en sueños, no estoy soñando. Ha cinco, ha diez días yo estaba angustiado; tenía fija la mirada en la Región del Misterio. Y tú has venido entre nubes, entre nieblas. Como que esto era lo que nos habían dicho los reyes. Que habrías de instalarte en tu asiento, que habrías de venir acá. Llega a la tierra, ven y descansa, toma posesión de tus casas reales, da refrigerio a tu cuerpo. ¡Llegad a vuestra tierra, señores nuestros!

Cuando hubo terminado la arenga Moctezuma, la oyó el marqués, se la tradujo Malintzin, se la dio a entender. Y cuando hubo percibido el sentido del discurso de Moctezuma, luego le dio respuestas por boca de Malintzin. Le dijo en lengua extraña, le dijo en lengua salvaje:

Tengo confianza en Moctezuma, que nada tema. Nosotros mucho le amamos. Bien satisfecho está nuestrro corazón. Ya hace mucho tiempo que deseábamos verlo. Luego le cogieron de la mano, con lo que lo fueron acompañando. Le dan palmadas al dorso, con que le manifiestan cariño.

[Códice Florentino, libro XII]

Establecidos los hombres de Castilla en Tenochtitlán, Moctezuma se convirtió en el prisionero de Cortés. Este tuvo que ausentarse de la ciudad para combatir a Narváez, quien venía a quitarle el mando por orden de Diego Velázquez, gobernador de Cuba. Alvarado aprovecha la ocasión, durante la fiesta de Tóxcatl en la que el pueblo se reunía en el Templo Mayor, y ataca alevosamente a los aztecas.

Descripción épica de la ciudad sitiada

 

Y todo esto pasó con nosotros. Nosotros lo vimos, nosotros lo admiramos, con esta lamentosa y triste suerte nos vimos angustiados.

En los caminos yacen dardos rotos, los cabellos están esparcidos.

Hemos comido panes de colorín, hemos masticado grama salitrosa,

pedazos de adobe, lagartijas, ratones, y tierra hecha polvo

y aun los gusanos.

Comimos la carne apenas sobre el fuego puesta.

Cuando estaba cocida la carne, de allí la arrebataban,

en el fuego mismo la comían.

Se nos puso precio. Precio de joven, del sacerdote, del niño, de la doncella.

Oro, jades, mantas ricas, plumajes de quetzal, todo eso que es precioso, en nada fue estimado.

El suplicio de Cuauhtémoc

 

Fue cuando quemaron los pies a Cuauhtemoctzin. Cuando apenas va a amanecer lo fueron a traer, lo ataron a un palo. Y el oro lo sacaron en Cuitlahuactonco, en casa de Itzpontonqui. Fue en esta ocasión cuando murió el sacerdote que guardaba a Huitzilopochtli. Le habían hecho investigación sobre dónde estaban los atavíos del dios y los del Sumo Sacerdote de Nuestro Señor y los del Incensador Máximo. Cuando ya aparecieron los atavíos, a dos ahorcaron en medio del camino.

[Manuscrito anónimo de Tlatelolco (1528)]

Un canto tristE de la Conquista

El siguiente cantar proviene del manuscrito que se conversa en la Biblioteca Nacional de México. Fue compuesto probablemente hacia el 1523. Con dramatismo se recuerda en él la forma en que se perdió la antigua nación mexicana:

 

El llanto se extiende, las lágrimas gotean allí en Tlatelolco.

Por aguas se fueron ya los mexicanos; semejan mujeres.

La huida general.

¿Adónde vamos? ¡Oh amigos! ¿Luego fue verdad?

ya abandonan la ciudad de México:

el humo se está levantando, la niebla se está extendiendo.

Con llanto se saludan el Huiznahuácatl Motelhuihtzin,

el Tlailotlácatl Tlacotzin, el Tlacatecuhtli Oquihtzin.

Llorad, amigos míos, tened entendido que con estos hechos

hemos perdido la nación mexicana.

¡El agua se ha acedado, se acedió la comida!

Esto es lo que ha hecho el Dador de la vida en Tlatelolco.

Sin recato son llamados Motelhuihtzin y Tlacotzin.

Con cantos se animaban unos a otros en Acachinanco,

ah, cuando fueron a ser puestos a prueba allí en Coyoacán.

[Cantares México]

Memoria maya de la Conquista

Al contrario que en la región central de México, en las regiones mayas (Chiapas, Yucatán y Guatemala) no existía un estado central pujante como el azteca, sino pequeños estados divididos entre sí y en decadencia. Antes de Cortés ya había llegado a territorio maya náufragos españoles de la carabela de Valdivia que había salido de Darién y había encallado en los Bajos de las Víboras.

Valdivia y sus acompañantes se salvaron en un bote y fueron a parar a las costas de Yucatán. Solo Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar lograron sobrevivir. Guerrero se casó con la hija del señor de Chetumal y se quedó entre los mayas; Aguilar se incorporó a la expedición de Cortés en el 1519 a su paso por Yucatán y sirvió de intérprete intermediario entre Cortés y Malinche.

Los primeros contactos con los mayas no tuvieron gran importancia, solo presagiaban lo que habría de venir. La conquista de Yucatán se inició más tarde en el 1527 y se consumaría en 1546. No sucedió así con Guatemala: en 1523, Cortés envía a Pedro de Alvarado para someter a los cakchiqueles, los quichés, los tzutujiles, etc. Alvarado llevaba consigo a 300 hombres y numerosos tlaxcaltecas. La conquista de Guatemala no fue fácil, pues los mayas opusieron resistencia hasta la muerte. El Memorial de Solalá refiere el 20 de febrero de 1524: “Fueron destruidos los quichés por los hombres de Castilla”. La última batalla fue la de Quetzaltenango (que significa ‘lugar defendido por el quetzal’).

La relación quiché tiene tono épico. A pesar de no encontrar a su paso ningún estado poderoso, la conquista de Yucatán hubo de prolongarse por varios años. A finales de 1546 la conquista del norte y parte del centro de Yucatán quedaba consumada. Los hechos de esta conquista quedaron consignados por supervivientes indígenas.

Los testimonios indígenas son:

 

Títulos de la Casa Ixquin Nehaib. Escrito en quiché.

Señora del Territorio de Otzoya. Solo se converva una versión castellana.

El Baile de la Conquista de los quichés. Representación teatral indígena.

Anales de los Cakchiqueles. La segunda parte refiere la Conquista y se llama también Memorial de Solalá.

Crónica de Chac Xulub Chen. Debida a Ah Nakuk Pech, señor de ese lugar.

Los 18 libros de Chilam Balam. Contienen secciones enteras de la Conquista. El más conocido es el Chilam Balam de Chumayel en versión maya. En los libros de Chilam Balam se encuentra la versión filosófica de los sabios mayas sobre la Conquista.

 

Texto de los chontales de Tabasco sobre la llegada de Cortés a Acalan.

El concepto maya de la Conquista

La imagen que los mayas dejaron de la Conquista presenta rasgos inconfundibles. Entre los mayas encontramos la preocupación ancestral maya de indicar la fecha exacta en que cada acontecimiento ocurrió. Por ejemplo: “que en este año se terminó de llevar el katún, se terminó de poner en pie la pieda pública que por cada veinte tunes (años) se ponía en pie, antes de que llegaran los extranjeros”.

También los quichés y cakchiqueles consignan el año y el día de los acontecimientos. Con la llegada de los españoles tocó a su fin la tradición y obsesión maya por el tiempo y por dejar marcadas las fechas con estelas (grandes piedras levantadas): “Desde que vinieron los hombres de Castilla no se volvió a hacer esto jamás”.

En relación con el tema del tiempo encontramos en estos testimonios muchas profecías que predicen con angustia la llegada de los extranjeros. No sabemos si fueron hechas antes o después de la Conquista, pero revelan el empeño maya de “explicar” con su astrología y “ruedas del tiempo” los hechos: “Se cumplió lo escrito, en este katún, aunque no lo entiendas, vendrá quien conozca la sucesión de las épocas”.

Los mayas de tierras altas de Guatemala creyeron que los españoles eran dioses; pero los de Yucatán los llamaron desde un principio simplemente dzules (extranjeros, extraños) o “comedores de anomas”, fruto que los mayas no comían y eran como manzanas cubiertas de escamas.

Pero el rasgo más importante de los testimonios mayas sobre la Conquista está en los juicios que emitieron sobre ella:

 

Entonces todo era bueno y entonces los dioses fueron abatidos.

No había entonces enfermedad, no había dolor de huesos.

No había fiebre para ellos, no había viruelas.

Rectamente erguido iba su cuerpo entonces.

No fue así lo que hicieron los dzules cuando llegaron aquí.

Ellos enseñaron el miedo, vinieron a marchitar las flores.

Para que su flor viviese, dañaron y sorbieron la flor de nosotros.

¡Castrar el sol! Eso vinieron a hacer aquí los dzules.

Nos cristianizaron, pero nos hacen pasar de unos a otros como animales.

Dios está ofendido de los chupadores.

El meollo del concepto maya acerca de la Conquista: Condenan a los extranjeros por la contradicción que muestran entre sus prédicas y su manera de actuar y comportarse con la población indígena. Y este juicio lo mantienen incluso mayas ya cristianizados.

Las palabras de los sacerdotes mayas sobre los españoles

 

Fue el asiento del katún en que llegaron los extranjeros de barbas rubicundas, los hijos del sol, los hombres de color claro.

¡Ay! ¡Entristezcámonos porque llegaron!

Los grandes amontonadores de piedras, los grandes amontonadores de vigas, los falsos ibteeles, “raíces” de la tierra que estallan fuero al extremo de sus brazos, los embozados en sus sábanas.

¡Ay del Itzá, Brujo del agua, que vuestros dioses no valdrán ya más!

Entre Dios verdadero que viene del cielo solo de pecado hablará, solo de pecado será su enseñanza; inhumanos serán sus soldados.

Preparaos a soportar la carga de la miseria que viene a vuestros pueblos porque este katún que se asienta es katún de miseria.

[Chilam Balam]

 

Solamente por el tiempo loco, por los locos sacerdotes fue que entró a nosotros la tristeza, que entró a nosotros el Cristianismo.

Porque los muy cristianos llegaron aquí con el verdadero Dios, pero ese fue el principio de la miseria nuestra, el principio del padecimiento.

Fue el principio de la obra de los españoles, y de los padres, el principio de usarse los caciques, los maestros de escuela y los fiscales.

¡Que porque eran niños pequeños los muchachos de los pueblos, y mientras, se les martirizaba! ¡Infelices los pobrecitos!

Los pobrecitos no protestaban contra el que a su sabor los martirizaba, el Anticristo sobre la tierra, tigre de los pueblos, gato montés de los pueblos, chupador del pobre indio.

Pero llegará el día en que lleguen hasta Dios las lágrimas de sus ojos y baje la justicia de Dios de un golpe sobre el mundo.

¡Verdaderamente es la voluntad de Dios que regresen Ah-Kantenal e Ix-Pucyolá, para roerlos de la superficie de la tierra!

[Chilam Balam de Chumayel]

 

Trece meses después de la llegada de Tunatiuh fue ahorcado el rey Ahpozotzil Cahí Ymox. El día 13 Ganel fue ahorcado por Tunatiuh. El 12 Ah se cumplió el 41 año de la revolución. Catorce meses después de haber sido ahorcado el rey Ahpotzotzil, ahorcaron a Chuuy Tziquinú, jefe de la ciudad, porque estaban enfadados. El día 4 Can lo ahorcaron en Paxayá. Cinco meses después de haber sido ahorcado el Señor Chicbal llegó la noticia de que Tunatiuh había ido a morir a Xuchipillan. El día 9 Ah se cumplió el 44 año de la revolución.

Durante el año hubo un gran derrumbe, en el que murieron los castellanos en Panchoy. El día 2 Tihax se derumbó el Volcán Hunahpú, el agua brotó del interior del volcán, murieron y perecieron los castellanos y pereció la mujer de Tunatiuh.

[Memorial de Solalá]

Memoria quechua de la Conquista

El esplendor del imperio inca coincide con le del otro “Pueblo del Sol”, los aztecas. La conquista del Estado quechua fue una gran proeza. Antes de morir el Inca Huayna Cápac, podre de Huáscar y Atahualpa, en 1525, el imperio inca tenía un millón de kilómetros cuadrados; desde la frontera con Colombia hasta el norte de Chile y Argentina había 4000 km comunicados por los caminos del incario.

El centro del imperio era Cuzco (‘ombligo del mundo’). Los españoles pronto tuvieron noticia de la proverbial riqueza de este imperio. El náufrago Alejo García fue el primero que con un grupo de chiriguanás del Paraguay tuvo contacto con los quechuas, pero sin mayor trascendencia.

De Panamá habrían de venir los conquistadores. Por suerte para los españoles, la muerte de Huayna Cápac provocó la guerra entre Huáscar, el legítimo, y Atahualpa, lo que llevó a la división del imperio. Tras varias batallas, en la batalla de Cotabamba Atahualpa logró coger prisionero a su hermano Huáscar.

Entretanto Francisco Pizarro y Diego de Almagro habían hecho ya dos expediciones en busca del país del oro. Almagro regresa a Panamá y Cortés explora el golfo de Guayaquil donde le informan sobre el estado incaico y las luchas entre los dos reyes.

Em 1528, Pizarro va a España a obtener del emperador Carlos V la licencia para emprender la conquista del imperio inca. En 1530 regresa Pizarro a Panamá con las Capitulaciones (documento que le autorizaba a la conquista del Perú). Le acompañaban sus hermanos Hernando, Gonzalo y Juan. Al ver Almagro los poderes concedidos a Pizarro comenzó en él el odio y resentimiento que más tarde habría de fructificar.

En 1532, Pizarro y Almagro desembarcar con 200 hombres en Túmbez procedentes de Panamá. Atahualpa se encontraba en Cajamarca y tenía a su hermano prisionero. Atahualpa creía también que los españoles eran dioses, que se trataba del regreso del héroe cultural quechua Huiracocha (en México era Quetzalcóatl). El Inca envió, como Moctezuma, mensajeros y observadores. Los españoles no eran muchos y él tenía 40000 guerreros armados.

Dos meses después entran los españoles en Cajamarca, que estaba desierta; fuera de ella, en la llanura, estaba el ejército del Inca acampado. El Inca se entrevistó en la plaza de Cajamarca con Pizarro; el indio guancabilca Felipillo era el intérprete de Pizarro. La entrevista fue así:

 

Tex Pizarro hizo saber al Inca que era embajador de un gran señor, que él debería ser su amigo. El Inca respondió con majestad que creía que venía enviado por un gran señor, pero que no tenía que hacer amistad, que también era él un gran señor en su reino. Habló entonces Fray Vicente de Valverde con la cruz en la derecha y el brevirio en la izquierda y le conminó a adorar a Dios y a la cruz y al Evangelio porque todo lo demás era cosa de burla.

Atahualpa respondió que él no adoraba sino al Sol que nunca muere y a sus dioses que también tenía en su ley. Preguntó luego al fraile quién le había enseñado la doctrina que predicaba. Lo que el fraile le respondió que se lo había dicho el Evangelio. Atahualpa pidió entonces el libro: “Dámelo a mí el libro para que me lo diga”.

Acto seguido se puso a ojear el libro. Acto seguido dijo: “No me lo dice, ni me habla a mí el dicho libro” y con gran majestad echó el dicho libro de las manos. Al ver esto fray Vicente exclamó a voces: ¡Aquí, caballeros, con estos indios gentiles, son contra nuestra fe”. Esta fue la señal paca comenzar el ataque.

[Relato de Guamán Poma]

La caballería se lanzó sobre la gente de Atahualpa que fue hecho prisionero. “Murieron mucha gente de indios que no se pudo contar”. Viéndose perdido Atahualpa y temiendo que Pizarro cediera el trono a su hermano Huáscar, ordenó que este fuera ejecutado. Luego ofreció a los españoles llenar el aposento de la prisión de oro hasta la altura de un hombre y mandó traer todo el oro que se pudiera. Se llenó la habitación, pero Pizarro decidió matar a Atahualpa tras hacerle una farsa de juicio por el que se le condenaba por idolatría, adulterio, incesto con su hermana y muerte a su hermano Huáscar.

Fray Vicente obtuvo la promesa de que si se dejaba bautizar la pena de la hoguera se le conmutaría por la del garrote. En 1533 moría Atahualpa ajusticiado por Pizarro. No sucumbió el imperio inca tan pronto, en realidad fueron los quechuas los que más resistencia pusieron a los españoles durante 40 años.

En 1534 llega por el norte Pedro Alvarado, el Tonatiuh de la conquista de México; quería adueñarse del reino de Quito por sus riquezas de oro. Almagro le convenció para que desistiera de su empresa, tras entregarle una gran cantidad de oro. Para hacer más fácil el gobierno, los españoles coronaron en el 1535 como Inca a Manco II, medio hermano de Atahualpa. Manco II no pudo soportar las crueldades de los españoles y se sublevó y con él el pueblo inca. Atacaron Lima y Cuzco, en estas batallas murió Juan Pizarro. Los españoles estuvieron a punto de perder. Manco II se retira y fortifica en la ciudad de Vilcabamba desde donde siguió atacando a los españoles.

Pizarro convence a Almagro par que conquiste Chile; este regresa desengañado y con la intención de matar a su rival Pizarro. Almagro toma en 1537 Cuzco y hace prisioneros a Alonso y Hernando Pizarro. Al año siguiente, Almagro es derrotado por Pizarro y condenado a muerte. En 1541, Diego, hijo de Almagro, asesinó a su vez a Francisco Pizarro.

Las discordias entre los españoles emulaban las de los incas de tiempos de Huáscar y Atahualpa. En 1545 muere Manco II a quien sucede su hijo Sayri Túpac, que diez años después deja la fortaleza de Vilcabamba y se entrega a los españoles; para morir más tarde envenenado. Los quechuas coronan como rey a su hermano Titu Cusi Yupanqui quien desde Vilcabamba recrudece las batallas contra los españoles.

El virrey Francisco de Toledo, que gobernaba en Lima, le envió mensajes; el Inca redactó un mensaje en el que se quejaba de los ultrajes que había recibido su padre Manco II. Esta crónica redactada por un fraile que pudo entrar en Vilcabamba es un testimonio indígena de la Conquista. En 1569 moría en Vilcabamba Titu Cusi Yupanqui de pulmonía y le sucedía su hermano Túpac Amaru, el último de los Incas. Los españoles deciden apoderarse de la fortaleza de Vilcabamba, capturan a Túpac Amaru y lo ejecutan. Era el año 1572, la conquista del imperio inca quedaba consumada. Los quechuas, que en un principio habían creído que los españoles eran dioses, defendieron con heroísmo su libertad durante 40 años.

Testimonios quechuas de la conquista

Los testimonios quechuas de la Conquista son menos abundantes que los de los aztecas y los mayas.

 

El Primer Nueva Crónica y Buen Gobierno de Felipe Guamán [‘halcón’] y Poma [‘puma’]. Descendiente de los señores d Allanca Huánuco y quechua de pura cepa. La crónica está redactada en un castellano retorcido y con errores gramaticales y frases enteras en puro quechua. Es de difícil lectura, pero es una enciclopedia del mundo quechua y su historia. Cien páginas refieren la Conquista.

 

Instrucción del Inca don Diego de Castro, Titu Cusi Yupanqui, para el muy ilustro Señor Lic. Lope García de Castro. Es la memoria dictada por el Inca, que se dejó bautizar, al fraile Marcos García refiriendo las vejaciones de que fue objeto su padre Manco II. Se conserva en la Biblioteca del Escorial.

 

Relación de Antigüedades deste Reyno del Pirú. Redactada a principios del XVII por Juan de Santa Cruz Pachacuti, Yamqui Salcamaygua. La parte referente a la Conquista es breve, pero muy importante. Se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid.

 

Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega. Era hijo de un español y de una princesa incaica, sobrina de Huayna Cápac. Nació en Cuzco en 1538 y con los mestizos de los conquistadores aprendió latín e historia del Viejo Mundo. Sirvió en España y luchó contra los moros bajo Juan de Austria, aprendiendo italiano para traducir después los Diálogos de Amor de León Hebreo. Murió en Córdoba en el 1616. Su testimonio es ya algo europeo.

 

Tragedia del Fin de Atahualpa. Pieza antigua de teatro en quechua, pertenece al género prehispano de los “huanca”, teatro épico. Es un testimonio más tardío que los anteriores, pero que por eso pone de manifiesto la persistencia del recuerdo de la Conquista en la conciencia indígena. Es una tragedia sumamente humana del trauma de los vencidos. Se sigue representando todavía.

 

Apu Inca Atawalpaman. Elegía quechua anónima escrita mucho después de la muerte de Atahualpa. En ella se recuerda con realismo la ejecución de Atahualpa en Cajamarca y se describe la triste situación del pueblo quechua.

 

Runapag Llaqui. Poema tardío de la zona del Ecuador quechua. El título significa “desventura del indio” y es dolorida recordación de la muerte de Atahualpa y las desgracias de los indígenas.

Concepto quechua de la conquista

Como los aztecas, los incas creyeron que los españoles representaban la vuelta del dios-héros Huiracocha, por eso se les llamó los huiracochas; pero pronto se descubrió el error inicial. Los cronistas indígenas, para disipar el primer engaño, insisten en la codicia y sed de oro de los forasteros. El indígena pronto vio que no le quedaba más remedio que aceptar el cristianismo, pero hizo burla, a su manera, de lo que tuvo por falsa religiosidad de los conquistadores.

En la Tragedia del Fin de Atahualpa traduce el intérprete Filipillo las palabras de Almagro: “Este fuerte señor te dice: nosotros hemos venido en busca de oro y plata”. Fray Vicente de Valverde ser interpone y grita: “No, nosotros venimos a hacer que conozcáis al verdadero Dios”. A lo que el enviado Huaya Huisa responde solamente: “El Sol, que es nuestro padre, es de oro refulgente y la Luna, que es nuestra madre, es de radiante plata, y en Curicancha ambos están. Pero para acercarse a ellos hay que besar antes la tierra”. Al final, a pesar de la heroica resistencia, el pueblo quechua se resigna, aunque en su alma llevó siempre clavado el trauma de la Conquista y la derrota por parte de los “enemigos barbudos”, los “huiracochas”:

 

Bajo extraño imperio, aglomerados los martirios,

y destruidos,

perplejos, extraviados, negada la memoria, solos;

muerta la sombra que protege,

lloramos,

sin tener a quién o adónde volver.

Estamos delirando.

[Apu Inca Atawallpaman]

Descripción de los conquistadores

 

Decían que habían visto llegar a su tierra ciertas personas muy diferentes de nuestro hábito y traje, que parecían viracochas, que es el nombre con el que nosotros nombramos al Creador de todas las cosas, diciendo Tecsi Huiracochan; y nombraron de esta manera a aquellas personas que habían visto, lo uno porque diferenciaban mucho nuestro traje y semblante, y lo otro porque veían que andaban en unos animales muy grandes, las cuales tenían los pies de plata: y esto decían por el relumbrar de las herraduras.

Y también los llamaban así porque los habían visto hablar a solas en unos paños blancos como una persona habla con otra, y esto por el leer en sus libros y cartas; y aun les llaman viracochas por la excelencia y parecer de sus personas y mucha diferencia entre unos y otros, porque unos eran de barbas negras y otros bermejas, y porque los veían comer en plata; y también porque tenían yllapas, nombre que nosotros tenemos para los truenos, y esto decían por los arcabuces, porque pensaban que eran truenos del cielo.

[Relación de Titu Cusi Yupanqui para el Lic. Lope García de Castro]

Tragedia del fin de Atahualpa

Esta pieza de teatro en lengua quechua se representa aún en algunos lugares de la sierra andina. Más que un testimonio de la Conquista en sentido histórico, esta tragedia es memoria y reflejo de los sentimientos de quieres, descendientes de los vencidos, guardaron el recuerdo de la destrucción del estado incaico.

Diálogo entre el capitán Sairi Túpac, hijo del futuro Inca Manco II, y Pizarro, quien habla por medio del intérprete Felipillo, así como las palabras del propio Atahualpa al caer prisionero de los conquistadores.

SAIRI TÚPAC

 

¿Barbudo, adversario, hombre rojo,

por qué tan solo a mi señor,

a mi Inca le andas buscando?

¿No sabes que Atahualpa es Inca

y único Señor?

¿Acaso ignoras que es dueño de

esta clava de oro, que

estas dos serpientes son de

su propiedad?

Antes de que levante

esta su clava de oro,

piérdete, regresa a tu tierra,

barbudo enemigo, hombre rojo.

FELIPILLO

 

Sairi Túpac, inca que manda,

este rubio señor te dice:

“¿Qué necedades vienes a decirme,

pobre salvaje?

Me es imposible comprender

tu oscuro idioma.

Yo vengo en busca de tu señor Inca

y me propongo conducirlo;

si no, obtendré siquiera su cabeza

o bien su insignia real, para que ve

el poderoso señor, Rey de España.”

Esto te dice este guerrero,

Sairi Túpac, inca que manda.

ATAHUALPA a Pizarro

 

Barbudo enemigo, hombre rojo,

¿de dónde llegas extraviado,

a qué has venido, qué viento te

ha traído, qué es lo que quieres

aquí en mi casa, aquí en mi tierra?

En la ruta que has recorrido

no te abrasó el sol,

y el frío no te atravesó, y el monte,

retirándose a tu paso,

no te aplastó bajo sus peñas, y

abriéndose a tus pies la tierra

no pudo sepultarte, y el océano

envolviéndote no te hizo desaparecer.

¿De qué modo has venido y

qué quieres conmigo?

Vete, regresa a tu país

antes de que levante esta mi clava

de oro y vaya a terminar contigo.

Hombre rojo que ardes como el fuego

y en la quijada llevas densa lana,

me resulta imposible comprender

tu extraño lenguaje.

Yo no sé qué me dices,

no lo puedo saber de ningún modo.

Antes que mi señor, mi Inca,

monte en cólera, vete, piérdete.

(Pizarro solo mueve los labios)

SAIRI TÚPAC a Atahualpa

 

¡Ay, ay, mi muy amado Atahualpa,

Inca mío!

Me es imposible descifrar

el lenguaje del enemigo.

Me infunde miedo el deslumbrar

de su honda de hierro.

Te toca a ti, solo señor, mi Inca,

como a poderoso que eres,

verte y hablar de igual a igual con él.

Acaso tú desentrañar pudieras

ese su atronador idioma.

Yo no he podido comprenderle

de ninguna manera.

FELIPILLO a Atahualpa

 

Señor Inca Atahualpa,

te dice este señor que manda:

“Es inútil que digas cualquier cosa

y de desates en palabras

que no se pueden comprender.

Yo soy un hombre pertinaz

y todos ante mí se humillan.

Te concedo un instante a fin de que te alistes

y te despidas de estos prójimos tuyos.

Prepárate, que has de partir conmigo

a la llamada ciudad de Barcelona.

Del mismo modo que en tus manos humillaste

a tu hermano Huáscar, asimismo

ante mí te doblegarás”.

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