14-Música española siglos XIX y XX
La música en España
(comp.) Justo Fernández López
Música española siglos XIX y XX
Música romántica en España
La influencia del primer Romanticismo en España fue prácticamente nula. La férrea censura instituida por Fernando VII impidió que llegara hasta España la música de Beethoven o Schubert. Aunque llegó la de los compositores más conservadores, sobre todo la de Rossini, que contó con buen número de admiradores en España.
La música española del XIX tuvo como base el estilo italiano, todavía cercano al Clasicismo, que se aprecia en la obra operística y sinfónica de Ramón Carnicer (1789-1855). Fue tras la muerte del rey Fernando VII (1808-1833), último monarca representante del absolutismo en España y la llegada al poder de los liberales cuando comenzó una mayor difusión de la música europea y se puso mayor cuidado en su enseñanza. Para ello fue fundamental la creación, en 1834, del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid que comenzó así una labor educativa que dio sus mejores frutos ya en el último tercio del siglo.
El predominio de lo italiano en la música de comienzos del XIX tuvo pronto voces en contra, sobre todo en lo que al género operístico se refiere. La pugna contra el teatro cantado en italiano tuvo como resultado la resurrección de la zarzuela popular, creada a finales del XVIII por don Ramón de la Cruz y olvidada posteriormente.
La zarzuela
El primer grupo de compositores de zarzuela se crea en 1856 y estuvo integrado por Francisco Asenjo Barbieri (1823-1894), Joaquín Gaztambide (1822-1870), Rafael Hernando (1822-1888), Cristóbal Oudrid (1825-1877) y José Inzenga (1828-1891). Ellos se encargaron de la construcción del madrileño Teatro de la Zarzuela.
Contrarios a ellos fueron los partidarios de la ópera italiana, capitaneados por Emilio Arrieta (1823-1894), en el que se encontraban también Baltasar Saldoni (1807-1889), José Melchor Gomis (1791-1836), Valentín Zubiaurre (1837-1914) y Miguel Hilarión Eslava (1807-1878), más conocido por su obra religiosa, sobre todo por sus Misereres.
La pugna entre partidarios del teatro musical español frente a los defensores del estilo italiano se transformó con el tiempo en la pugna entre partidarios de la zarzuela y partidarios de la creación de una ópera española, labor en la que pusieron gran empeño Ruperto Chapí (1857-1909) y Tomás Bretón (1850-1923), aunque finalmente acabaron pasándose a la zarzuela por la falta de apoyo a la ópera en español.
La lucha por la creación de una ópera española duró hasta comienzos del siglo XX y se vio constantemente obstaculizada por la falta de interés del público, las autoridades, y el propio mundo musical español. Algunos de los compositores más importantes de zarzuela fueron, dentro del siglo XIX, Federico Chueca (1846-1908) y Jerónimo Giménez (1854-1923).
La música instrumental en España
Respecto de la música instrumental, hubo que esperar a la segunda mitad del siglo para encontrar los primeros frutos. La producción camerística (música de cámara) y sinfónica española no llegó a una gran altura hasta que aparecieron, ya a finales de siglo, compositores como Enrique Granados (1867-1916) y Manuel de Falla (1876-1946).
En la música de cámara, la obra de Juan Crisóstomo de Arriaga (1806-1826) permaneció prácticamente dentro de los límites del Clasicismo y no se superó este límite hasta que, en 1863, Jesús de Monasterio (1836-1903) fundó la Sociedad de Cuartetos, para la que también él compuso.
En el género pianístico, destacó Marcial del Adalid (1826-1881). La música sinfónica inició su desarrollo en 1866, fecha de la fundación de la Sociedad de Conciertos por Barbieri. Como autor de sinfonías, fue el más conocido Pedro Miguel Marqués (1843-1918).
Tuvo, sin embargo, gran importancia la música para guitarra, en la que destacan Fernando Sor (1778-1839), Dionisio Aguado (1784-1849) y Francisco Tárrega (1852-1909).
Durante la segunda mitad del XIX, comenzó a difundirse la música coral en España con las fundaciones de los Coros Clavé, Orfeó Catalá, Orfeón Donostiarra, etc.
La música nacionalista en España
La influencia del estilo italiano había sido muy profunda en España y en los países centroeuropeos, hasta el punto de que los músicos y las características musicales propias estaban completamente infravaloradas. Los primeros que prácticamente dan a conocer en todo el mundo los elementos de la música española son compositores extranjeros, como Glinka, Ravel, Liszt o Rimsky-Korsakov, que encuentran en España una rica fuente de inspiración. Consciente del movimiento renovador que se vive en estos años en toda Europa, el musicólogo, folklorista y compositor español Felipe Pedrell contribuye con sus estudios a superar el pintoresquismo costumbrista de autores como Barbieri, Chapí y Bretón.
Entre los compositores españoles más destacados de la nueva tendencia nacionalista se encuentran Isaac Albéniz y Enrique Granados, que recogen en sus obras las características rítmicas, melódicas y armónicas más esenciales del país. La madurez de la música nacionalista española llega ya en el siglo XX con Manuel de Falla.
En España, la influencia del nacionalismo en la música se manifestó de forma especial en el terreno del teatro musical y en dos vertientes distintas: la de aquellos que defendieron la zarzuela como forma española frente a la ópera, considerada espectáculo extranjero, y la de quienes defendieron la necesidad de crear una ópera española que permitiera aminorar la influencia italiana, que ellos consideraban excesiva.
Compositores espaÑoles para guitarra siglo XIX
Fernando Sor (1778-1839)
Fernando Sor fue un compositor y guitarrista nacido en Barcelona. En 1797 estrenó su primera ópera, Telémaco en la isla de Calipso en el teatro de ópera de Barcelona. En 1799 se trasladó a Madrid donde se puso al servicio, primero de la duquesa de Alba y luego del duque de Medinaceli. Más tarde tomó parte en la guerra de la Independencia española (1808-1814) contra los franceses.
Estuvo en Inglaterra en 1815 donde fue reconocido como compositor de óperas y ballets. En 1823 viajó a Rusia, donde escribió y presentó exitosamente el ballet Hércules y Onfalia con motivo de la coronación del zar Nicolás I. En 1825 un ballet suyo, Cenicienta, inaugura el teatro Bolshoi.
Virtuoso de renombre europeo, el musicólogo francés Fétis le llamó el “Beethoven de la guitarra”, es aplaudido en todas las capitales del continente, estableciéndose en París donde se le conocía con el sobrenombre del 'Paganini de la guitarra'. Sor convirtió la guitarra en un instrumento de concierto.
Su obra para este instrumento es muy extensa (63 opus y más de 250 piezas), muchas de ellas de gran calidad. Dentro de su producción destacan también óperas, ballets, sinfonías, minués y piezas para piano. Escribió un método para guitarra de gran calidad.
Su estilo se caracteriza principalmente por el uso de un lenguaje guitarrístico bastante avanzado para su época, pero, aun así sigue siendo considerado como un compositor totalmente clásico. Sin embargo, muchos intérpretes acostumbran hacer una interpretación de sus obras con un enfoque “romántico”.
Sor hacía un uso frecuente de las tonalidades menores como preámbulo a sus piezas, como en sus Variaciones sobre un tema de Mozart, que está en mi menor pero que se va modulando para mostrar el tema en Mi mayor.
Otra característica de su estilo es el sutil uso de "retardos armónicos" muy al estilo de Haydn y Mozart. Es posible encontrar más similitudes con dichos compositores, pero esto se puede observar como resultado de la influencia del estilo predominante en su época, el Estilo Galante.
En su etapa madura en París editó una obra didáctica, de referencia todavía hoy: Método para guitarra, publicado en 1830 y traducido a varios idiomas.
Dionisio Aguado y García (1784-1849)
Es uno de los guitarristas españoles más célebres del siglo XIX. Influenciado por el italiano Federico Moretti, y junto con Fernando Sor, adoptó la notación convencional para guitarra, prescindiendo de la notación por tablatura, imperante en España en esa época.
La invasión de Napoleón le obligó a retirarse con su madre a sus tierras en Fuenlabrada y a dedicarse a profundizar en sus conocimientos musicales. Después se marchó a París en 1825, y atrajo la atención de músicos relevantes de la época (Rossini, Paganini, Vincenzo Bellini, Fernando Sor, Fossa) por su virtuosismo, y alcanzó un gran éxito con sus recitales.
Con Sor hizo amistad y colaboró estrechamente con él. Este le dedicó un dueto (Op.41, Les Deux Amis, los dos amigos, una parte está marcada "Sor" y la otra "Aguado"). En 1838 regresó a Madrid, donde dedicó su vida a la enseñanza.
Dedicó muchos años al estudio de la guitarra. Destaca por ser un estudioso de la digitación. Además desarrolló su método de enseñanza titulado Escuela de Guitarra, publicado en Madrid en 1825. Este método es considerado como el antecesor de los métodos publicados en el siglo XX.
De hecho, Aguado es considerado uno de los profesores más innovadores del siglo XIX. Los seis agujeros presentes en el puente de la guitarra fueron ideados por él en 1824.
Francisco Tárrega Eixea (1852-1909)
Tárrega fue un virtuoso de la guitarra, era conocido como el Sarasate de la guitarra. En 1880 dio recitales en París y Londres.
Actuó en varios teatros, y fue invitado a tocar para la reina Isabel II de España. Tras tocar en Londres, realizó frecuentes giras por España y Francia. En Valencia conoció a Conxa Martínez, rica viuda que lo tomó bajo su protección artística, y le ofreció a él y a su familia una casa en Barcelona. Allí es donde compuso la mayor parte de sus más famosas obras.
De vuelta de un viaje a Granada escribió el trémolo Recuerdos de la Alhambra, y en Argelia le llegó la inspiración para componer Danza mora. Allí conoció a Camille Saint-Saëns y más tarde, en Sevilla, escribió la mayor parte de sus Estudios. A su querido amigo y compositor Tomás Bretón le dedicó el hermoso Capricho árabe.
Aparte de sus obras originales para guitarra, que incluyen Recuerdos de la Alhambra, Lágrima, Capricho Árabe, Variaciones sobre la Jota Aragonesa y Danza Mora, arregló piezas de otros autores para este instrumento, como algunas de Ludwig van Beethoven, Frédéric Chopin, Felix Mendelssohn y la famosa Serenata Española del catalán Joaquim Malats.
Como otros de sus contemporáneos españoles, como su amigo Isaac Albéniz, Tárrega intentó siempre combinar la tendencia romántica que prevalecía en la música clásica con los elementos populares españoles.
Tárrega está considerado como el creador de los fundamentos de la técnica de la guitarra clásica del siglo XX y del interés creciente por la guitarra como instrumento de recital.
Compositores espaÑoles de zarzuela
Federico Chueca (1846-1908)
Nacido en Madrid, decide abandonar sus estudios de medicina por los de música. Era un músico de una gran inspiración. Sus zarzuelas se caracterizan por presentar unas melodías castizas y populares llenas de vitalidad, y por utilizar con gran habilidad el folclore español. Es uno de los más grandes representantes del género chico (zarzuelas en un acto).
Animado por Barbieri funda una sociedad de conciertos que desempeña un papel importante en la vida musical española del siglo XIX. Escribió numerosas zarzuelas entre las que podemos destacar: ¡A los toros! (1877), Agua, azucarillos y aguardiente (1897), La alegría de la huerta (1900) y La gran vía (1886), cuyo estreno supuso un éxito clamoroso.
Ruperto Chapí (1857-1909)
A los 16 años se trasladó a Madrid para estudiar con Emilio Arrieta. Consigue una beca para estudiar en Roma donde escribe sus primeras óperas. De regreso a España adquirió una gran popularidad gracias a sus composiciones en el género de la zarzuela. Fundador de la Sociedad de Autores Española en 1893, fue también al igual que Tomás Bretón y Federico Chueca profesor de Manuel de Falla.
Compuso música de orquesta) y de cámara de bastante calidad, pero su mayor talento reside en sus obras para teatro: algunas óperas como Margarita la tornera (quizá la más conocida compuesta en 1909) y sobre todo sus 155 zarzuelas estrenadas en su gran mayoría con éxito: La tempestad (1882), La bruja (1887), Mujer y reina (1891), El rey que rabió (1891) y sobre todo La revoltosa (1897), que señala una cima en su obra.
Uno de los grandes méritos de Ruperto Chapí fue el de dar a la zarzuela una proyección universal, apostando por un sentimiento nacional contra el italianismo de moda.
Tomás Bretón (1850-1923)
Fue violinista, director y compositor. Influyó decisivamente en la modernización de la vida musical de España. A los 16 años se traslada a Madrid. Trabajó con Emilio Arrieta, y obtuvo el premio de composición de 1874. Unos años más tarde consiguió una beca para estudiar en Roma. Ya de vuelta en Madrid fue nombrado director de orquesta del Teatro Real y de la Unión Artístico Musical y, en 1901, profesor de composición del conservatorio, del que sería dos años más tarde director. Tuvo como alumnos a Pau Casals y a Manuel de Falla.
Su estancia en Roma influyó muy positivamente en él y, al igual Ruperto Chapí, incorporó a la música española las grandes formas europeas y despertó el interés por la causa del nacionalismo musical.
La ópera fue su verdadera obsesión y siempre tuvo sobre su mesa un libreto sobre el que trabajaba. Son muy numerosos los escritos en los que defendió la importancia de la ópera nacional. En sus publicaciones insiste siempre en las mismas ideas, criticando la desidia y desinterés de las infraestructuras musicales de su época, y proponiendo opciones para solucionar el problema de la ópera nacional. Según Bretón, el rasgo fundamental es la utilización del español, proponiendo incluso la traducción del repertorio internacional.
La defensa de la ópera nacional no se limitó al plano teórico, sino que a lo largo de su vida compuso una serie de óperas en las que exponía de manera práctica sus ideas. Su primera ópera fue Guzmán el Bueno (1876), trabajo de corte escolar con un excesivo carácter tradicional condicionado por el libreto de Arnao.
Su trabajo operístico más complejo y ambicioso es Los amantes de Teruel (1900), que no se estrenó hasta 1889 tras una larga polémica. Sigue el modelo del melodrama romántico de temática histórica, inspirado en una leyenda medieval, que hacia 1880 estaba ya en desuso en la ópera europea. En su estilo musical integró las diferentes prácticas operísticas, sintetizando las corrientes wagnerianas con la tradición belcantista italiana.
El énfasis en los elementos populares va a emerger del contacto con la estética realista en La Dolores (1895), que él mismo denominó “ópera española” por primera vez. En La Dolores lo popular surge del esfuerzo de representar sobre la escena la música que se utilizaba en el ambiente real en que se desarrolla la acción. La Dolores suponía una ruptura con sus anteriores modelos, planteando una original adaptación de las prácticas veristas a la música española, tal como sucede en toda Europa en la década final del siglo XIX.
Bretón no continuó en su siguiente trabajo operístico con la línea iniciada en La Dolores, que además de constituir un gran éxito de público había resultado tan acertada como propuesta de ópera nacional. Así, en Raquel (1900), calificada por Bretón como su “mejor ópera”, regresó a los modelos del melodrama histórico de sus primeros trabajos.
Aunque su fama se debe al género lírico, la música de cámara de Bretón es de gran calidad. Del conjunto de su obra hay que destacar sus más de 30 zarzuelas entre las que sobresale La verbena de la paloma (1894), la más popular de todas.
Jerónimo Giménez y Bellido (1854-1923)
Fue un compositor sevillano. Se dedicó fundamentalmente a la composición de zarzuelas. Tras su estancia en París y en Roma, se instaló en Madrid, donde fue nombrado director del Teatro Apolo y poco después del Teatro de la Zarzuela.
Compuso mucho, frecuentemente con rapidez y sobre libretos de calidad más bien dudosa, pero también colaboró con los mejores autores de sainetes de la época. Giménez consigue combinar con habilidad momentos de un intenso lirismo con otros en los que estalla el elemento popular. Influyó en el sinfonismo de Manuel de Falla, Joaquín Turina y otros compositores españoles posteriores.
Sus zarzuelas más destacadas son La tempranica (1900), la obra más ambiciosa y mejor conseguida del autor, y La boda de Luis Alonso o La noche del encierro (1897).
Federico Moreno Torroba (1891-1982)
Fue uno de los más prolíficos cultivadores de zarzuelas del siglo XX. Fue también crítico musical y compositor de piezas para guitarra. Su carrera de compositor se abrió hacia el campo sinfónico, pero bien pronto se introdujo en la tradición zarzuelera, componiendo aproximadamente cincuenta títulos.
Afirmado en su estilo expresivo en el más castizo españolismo, utilizaba un lenguaje directo y sencillo, pero de gran elegancia formal. Son famosas sus zarzuelas: Luisa Fernanda (1932), La chulapona (1934), Maravilla (1941),
Compositores españoles siglo XIX-XX
Felipe Pedrell (1841-1922)
Fue compositor y musicólogo, pionero del resurgimiento de la música española durante la segunda mitad del siglo XIX. Fue un compositor muy activo. Desarrolló todos los estilos musicales. Además de sus óperas, compuso también una gran cantidad de obras líricas, poemas sinfónicos y música religiosa y de cámara.
Se inició en la música a la edad de 7 años como niño de coro de la catedral de su ciudad natal, lo que le permitió adquirir un conocimiento profundo de la antigua polifonía española. En 1873 se trasladó a Barcelona y estrenó con cierto éxito su primera ópera en italiano El último abencerraje. Vivió durante largo tiempo en Madrid como catedrático del Conservatorio. En 1905 regresa a Barcelona, cansado de la indiferencia que los ambientes madrileños demostraban hacia su obra, pendientes del casticismo de la zarzuela.
Hombre polifacético de excelente formación y de gran cultura, fracasó en lo que más deseaba: la composición. No logró encontrar los medios técnicos adecuados para desarrollar sus ideas a planteamientos. Tres elementos caracterizan su música: la tradición culta española, el folclore y el espíritu wagneriano. Pedrell fue uno de los introductores en España de la música de Richard Wagner y llegó a ser conocido como «el Wagner español».
Una de sus labores fue la creación de la musicología moderna española. Fue el primer músico que se encargó de estudiar la música tradicional o folclórica española, encontrando particularmente en el flamenco la inspiración para emprender la búsqueda de una música nacional en España. Gracias a su labor, los compositores españoles comenzaron a incluir temas, ritmos y escalas propias de esa tradición, creando lo que se conoce como nacionalismo musical español. Entre sus discípulos directos se encuentran, fundamentalmente, Isaac Albéniz, Enrique Granados, Cristòfor Taltabull, Pedro Blanco, José María Peris Polo, Joaquín Turina y Manuel de Falla. Su elocuente manifiesto Por nuestra música, (1891) marcó el camino en la nueva concepción nacionalista de la música española, que seguiría sus discípulos.
De su obra cabe destacar la trilogía de estilo wagneriano que comprende las partituras Los Pirineos, La Celestina y el Compte L’Arnav, la ópera Quasimodo, varios poemas sinfónicos, valses, nocturnos y composiciones religiosas.
Junto con Barbieri y Eslava, Pedrell estableció las bases para un estudio de la historia de la música española. Editó el Diccionario técnico de la música (1894), la Escuela española de música sacra (1895), la Antología de organistas clásicos españoles (1908) y, sobre todo, la obra completa de Tomás Luis de Victoria y El cancionero musical popular español (1919 y 1920).
Isaac Albéniz (1860-1909)
Isaac Albéniz es uno de los compositores españoles más importantes del siglo XIX, especialmente por sus obras para piano, de inspiración nacionalista y lenguaje musical moderno.
Fue un niño prodigio: debutó como concertista de piano, con gran éxito, a los cuatro años. En 1868 ingresó en la clase de Mendizábal en el Conservatorio de Madrid y a los 9 años huyó de su casa y se embarcó con destino a Puerto Rico. Durante la travesía entretuvo a los pasajeros tocando el piano para pagar el pasaje. En América trabajó como pianista en varios países. Su andadura por América finalizó en San Francisco y en el otoño de 1873 regresó a España.
Entre 1875 y 1878 estudió en el Conservatorio de Bruselas y, más tarde, se trasladó a Budapest para conocer al compositor y pianista húngaro Franz Liszt (1878). En 1883 conoció en Barcelona al compositor nacionalista español Felipe Pedrell, que lo guió en la composición de una música con auténticas raíces españolas.
En 1893 se estableció en París, donde entró en contacto con compositores como Claude Debussy y Gabriel Fauré, que influyeron de forma decisiva en su moderna técnica compositiva. Su mayor ocupación durante los últimos años de su vida fue la creación de la que se convertiría en su obra maestra y en una composición de referencia mundial para piano, la suite Iberia (1905-1908).
Otras piezas para piano: La vega, Suite española, opus 47, España (Souvenirs) y Cantos de España, opus 232. También compuso las óperas El Ópalo mágico (1893) y Pepita Jiménez (1896), además de zarzuelas y de Lieder. En 1899 compuso la suite orquestal de carácter nacionalista Catalonia.
La suite Iberia (1905-1908) es su composición más importante, tanto por la riqueza y originalidad armónica y compositiva como por las exigencias técnicas que demanda al intérprete. La componen cuatro cuadernos, cada uno de ellos formado por tres piezas. El primero contiene “Evocación”, “El puerto” y “Corpus Christi en Sevilla”; el segundo “Rondeña”, “Almería” y “Triana”; el tercero “El Albaicín”, “El polo” y “Lavapiés”; y el cuarto “Málaga”, “Jerez” y “Eritaña”.
Enrique Granados (1867-1916)
Enrique Granados fue pianista y compositor, conocido especialmente por sus obras para piano. Heredero de Robert Schumann, Edvard Grieg y, especialmente, Frédéric Chopin, aunó en su obra la intensidad lírica y el refinamiento de la tradición romántica con su admiración por el acervo cultural hispano sin caer en la reconstrucción folclórica.
Hijo de padre cubano y madre española, en Barcelona asistió a clases de composición y armonía con Felipe Pedrell, figura clave del nacionalismo musical español, y de piano con Juan Bautista Pujol. En 1887 marchó a París para continuar sus estudios con el pianista belga Charles Wilfried de Bériot. Durante su estancia en la capital francesa conoció a su compatriota Ricardo Viñes. Desde 1889 vivió en Barcelona, donde fundó la Academia Granados y la Sociedad de Conciertos Clásicos. Su reputación como intérprete fue muy grande. Recorrió Europa ofreciendo conciertos y recitales junto a figuras de la talla de Mathieu Crickboom, Jacques Thibaud o Pau Casals.
Su obra maestra como compositor es la suite para piano Goyescas (1911), inspirada en cuadros del pintor español Francisco de Goya, fruto de la conjunción del piano romántico, intimista y de gran virtuosismo, y de su admiración por la España del siglo XVIII. También están inspiradas en este tema la Colección de tonadillas escritas en estilo antiguo, como “La maja de Goya” o “El majo tímido”, género que Granados recrea y convierte en una especie de Lied romántico español.
Más tarde utilizó varios temas de la suite en una ópera también titulada Goyescas (1916). Goyescas se representó por primera vez en el Metropolitan Opera House de Nueva York. Del resto de su producción destacan las Danzas españolas (1892-1900), obra para piano, Escenas románticas (1904), la ópera María del Carmen (1898) y la Colección de canciones amatorias. También transcribió para el piano 26 sonatas para clave de Domenico Scarlatti. Murió el 24 de marzo de 1916 a bordo del Sussex, hundido durante la guerra en el canal de la Mancha por un submarino alemán, cuando regresaba a España después del estreno de la ópera Goyescas en Estados Unidos.
Manuel de Falla (1876-1946)
Manuel de Falla fue uno de los compositores españoles más destacados del siglo XX. Fue el impulsor del movimiento contra la influencia de la música alemana e italiana en la ópera española, y contra la esterilidad de la música para orquesta y de cámara de su tiempo en España. Representante del nacionalismo musical, es uno de los compositores españoles más importantes de la primera mitad del siglo XX, junto a Isaac Albéniz, Enrique Granados, Joaquín Turina y Joaquín Rodrigo.
Nació en Cádiz y de niño estudió música con su madre y otros profesores de su ciudad natal. Su nodriza le enseñó nanas y canciones populares que dejaron huella en él. Ya desde sus comienzos, e influido especialmente por la música nacionalista de Edvard Grieg, decidió que haría algo similar con la música de su tierra.
En 1901 conoció a Felipe Pedrell, fundador de la escuela nacionalista española y profesor también de Isaac Albéniz y Enrique Granados, quien tendría notable influencia en su posterior carrera ya que despertó en él el interés por el flamenco y, en especial, por el cante jondo.
Aunque ya desde finales de la década de 1990 había escrito diversas composiciones como zarzuelas y canciones, fue a partir de 1902 cuando su genio comenzó a manifestarse con obras como el Allegro de concierto o La vida breve, en la que emergió por primera vez la personalidad de su música.
Entre 1907 y 1914 estudió y trabajó en París, época en la que surgieron importantes obras como las Tres melodías o Siete canciones populares. Debussy, quien admiraba el arte flamenco de España, le aconsejó que tomara esta música como fuente de inspiración; consejo que el español debió tener en cuenta en obras como Noches en los jardines de España, en que el impresionismo contemporáneo se utiliza casi como soporte para armonías, ritmos y sonoridades flamencas.
En el periodo transcurrido durante los años 1914 y 1938, vivió y compuso sobre todo en España, época que vio nacer la mayor parte de sus obras maestras. En 1939, huyendo de la Guerra Civil, fijó su residencia en Argentina, donde falleció en 1946. La última de sus obras fue La Atlántida, que comenzó a componer en 1926 y que no pudo terminar.
Bajo la influencia de Pedrell, defensor de que las bases de la música de un país debían provenir de su propio folclore, Falla desarrolló un estilo claramente nacionalista que caracterizó prácticamente todas sus composiciones. No obstante, no solía utilizar las canciones folclóricas españolas de una manera directa en sus temas, sino que incorporó únicamente su espíritu. El elemento impresionista de su obra procede de compositores franceses como Claude Debussy y Maurice Ravel, a quienes conoció en París.
Durante su estancia en París compuso sus obras más célebres: la pantomima El amor brujo, el ballet El sombrero de tres picos, las Siete canciones populares españolas para voz y piano, la Fantasía Baetica para piano y Noches en los jardines de España, estrenada en 1916. Su estilo fue evolucionando a través de estas composiciones desde el nacionalismo folclorista que revelan estas primeras partituras, inspiradas en temas, melodías, ritmos y giros andaluces o castellanos, hasta un nacionalismo que buscaba su inspiración en la tradición musical del Siglo de Oro español y al que responden la ópera para marionetas El retablo de Maese Pedro, una de sus obras más alabadas, y el Concierto para clave y cinco instrumentos. La madurez creativa de Falla comenzó con su regreso a España, en el año 1914.
Mientras que en sus obras anteriores Falla hacía gala de una extensa paleta sonora, heredada directamente de la escuela francesa, en sus últimas composiciones, su estilo fue haciéndose más austero y conciso. Los últimos veinte años de su vida, Manuel de Falla los pasó trabajando en la que consideraba había de ser la obra de su vida: la cantata escénica Atlántida, sobre un poema del poeta en lengua catalana Jacinto Verdaguer, que le había obsesionado desde su infancia y en el cual veía reflejadas todas sus preocupaciones filosóficas, religiosas y humanísticas. Cuando murió con la obra inacabada, su discípulo Ernesto Halffter se encargó de acabarla.
Entre sus composiciones sobresalen títulos como Noches en los jardines de España (1909-1915) para orquesta y piano, la ópera La vida breve (1913), sobre texto de Fernández Shaw, Siete canciones populares españolas (1914-1915), los ballets El amor brujo (1915) y El sombrero de tres picos (1919), la Fantasía bética y el Allegro de concierto para piano (1919), Homenaje, pour le tombeau de Debussy (1920) para guiterra, la fantasía escénica El retablo de Maese Pedro (1924), el Concierto para clave y 7 instrumentos (1923-1926), música para guitarra y el oratorio La Atlántida (1926-1946).
El 22 de julio los Ballets Russos de Diágilev estrenaron El sombrero de tres picos en el Alhambra Theatre de Londres, con coreografía de Massine y decorados y figurines de Pablo Picasso. Esta obra pasó a formar parte del repertorio fijo de la compañía rusa. El 8 de febrero, Arthur Rubinstein estrenó en Nueva York la Fantasía Baetica de Falla. En 1925 tuvo lugar la representación de El retablo de maese Pedro en Nueva York, con la Philharmonic Symphony Orchestra. Fue nombrado miembro de la Hispanic Society of America.
Joaquín Turina Pérez (1882-1949)
Fue un destacado compositor sevillano, representante del nacionalismo musical en la primera mitad del siglo XX. Turina combinó el lenguaje armónico y rítmico andaluz con una orquestación impresionista. Junto a Manuel de Falla e Isaac Albéniz produjeron las obras más relevantes del Impresionismo musical en España.
Desde pequeño fue conocido como un niño prodigio. En Madrid conoció a Manuel de Falla, a través del cual comenzó a interesarse por las ideas nacionalistas aplicadas a la música. Albéniz le aconsejó que no escribiera más música con influencia francesa y que se dedicara por completo al canto popular español y andaluz.
Tras su estancia en París en 1905, donde se vinculó a Claude Debussy y Maurice Ravel, siguiendo los consejos de Isaac Albéniz, adoptó un estilo puramente nacionalista español. Aunque se ha relacionado su obra con la música de Falla, al igual que se ha hecho con Albéniz y Enrique Granados, el punto de vista y estilo de Turina no ahonda en la tragedia como lo haría el compositor gaditano. Turina dio mayor importancia a la sencillez y la belleza descriptiva de su querida tierra.
Durante su etapa parisina, Turina empieza a abandonar el ambiente de la Schola Cantorum y empieza a dar paso a los cantos, ritmos muy característicos de Andalucía.
Sus obras más importantes son Danzas fantásticas (1920), La procesión del Rocío (1913), Sinfonía sevillana (1920), Canto a Sevilla (1925), La oración del torero (1928) y Rapsodia sinfónica (1931).
Entre sus obras para piano se encuentran Sevilla, opus 2 (1909), Rincones sevillanos, opus 5 (1911), Sonata fantasía, opus 59 (1930), los Preludios, opus 80 (1933), Mujeres de Sevilla, opus 89 (1935) y Poema fantástico, opus 98 (1944).
Junto a Manuel de Falla, Julio Gómez García, Óscar Esplá, Conrado del Campo fue el creador del sinfonismo contemporáneo español que partió de las bases sentadas por Isaac Albéniz. La obra compositiva de Turina fue extensa, cultivando en ella distintos géneros musicales. Su obra de cámara y sus canciones muestran una combinación de imaginación, gracia y humor.
Óscar Esplá (1886-1976)
Nació en Alicante y antes de consagrarse definitivamente a la música se doctoró en Filosofía y en Ingeniería Industrial. Adquirió su formación musical en Alemania, Francia y Bélgica. En los años de la II República (1931-1936) fue catedrático del Conservatorio de Madrid y en 1954 entró a formar parte de la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Ambiciona la gran forma a través de un nacionalismo que profundiza en las características musicales típicas del Levante. En su música para piano desarrolla una armonía rica en fuerza y colorido.
Dentro de su obra podemos destacar la sinfonía Aitana, las Canciones playeras, la Sonata del sur (para piano y orquesta), el retablo La noche buena del diablo (cantata), La balteira, La pájara pinta, la Suite levantina, la ópera La bella durmiente, un cuarteto de cuerda y la Sonata española dedicada a Frédéric Chopin. Publicó también una serie de ensayos como: El arte y la musicalidad, Función musical y música contemporánea. Murió en 1976 en Madrid.
Julio Gómez García (1886-1973)
Julio Gómez ha sido tradicionalmente encuadrado dentro de la llamada "Generación De Los Maestros". A esta generación de compositores, intermedia cronológicamente con respecto a las literarias del 98 y el 27, se asocian habitualmente nombres como los de Joaquín Turina, Conrado del Campo, Jesús Guridi o José González Zulaica Arregi "Padre Donostia" Todos ellos fueron los padres del sinfonismo español del siglo XX e influyeron notablemente sobre los compositores de vanguardia de los años 50.
Se califica generalmente la obra de Julio Gómez dentro del "nacionalismo popular" con una mesurada estilización y una clara introspección hacia el legado musical decimonónico español basado incluso en los maestros de la zarzuela como su profesor y amigo Tomás Bretón.
Quizás una audición actual y más completa de su obra, nos puede revelar también otras influencias como son el romanticismo orquestal francés o el post-romanticismo de Richard Strauss. Su música tiene un aspecto muy cinematográfico, su expresividad se podría plasmar fácilmente en imágenes.
Jesús Guridi (1886-1961)
Fue organista y compositor nacido en Vitoria. De familia de músicos, se inicia en esta disciplina en su ciudad natal y a los 18 años ingresa en la Schola Cantorum de París, estudiando órgano con Decaux, composición con Sérieyx y contrapunto y fuga con Vincent d'Indy. Posteriormente se traslada a Lieja (Bélgica) y a Colonia (Alemania).
Eran los tiempos en los que el mundo lírico se resolvía desde un punto de vista nacionalista. Extraordinario organista, ocupa la cátedra del Conservatorio de Bilbao y posteriormente en 1944 la del Conservatorio de Madrid.
Armonizador exquisito de canciones populares, sus composiciones están impregnadas del folclore vasco, en el que frecuentemente se inspira. Su trabajo es muy extenso y abarca desde la música de cámara (cuartetos para cuerda), obras vocales y orquestales, piezas para órgano, música religiosa, hasta los géneros de la ópera y la zarzuela. Entre sus obras más importantes destacan Así cantan los niños (1909), Mirentxu (1910), Amaya (1920), La meiga (1929), Seis canciones castellanas (1939), Diez melodías vascas (1940), Sinfonía pirenaica (1945) y el Caserío (1926), zarzuela que se desarrolla en un ambiente vasco y que obtuvo un clamoroso éxito.
Joaquín Rodrigo Vidre (1901-1999)
Compositor del famoso Concierto de Aranjuez (estrenado en 1940), una de las piezas más populares del repertorio clásico español. Nació en Sagunto y a los tres años de edad se quedó prácticamente ciego a causa de la infección de difteria. Según él, la pérdida parcial de la vista lo puso en el camino de la música.
Inició sus estudios musicales en el Conservatorio de Valencia. En 1927, siguiendo el ejemplo de sus antecesores Isaac Albéniz, Manuel de Falla, Enrique Granados y Joaquín Turina, Rodrigo se traslada a París para inscribirse en la École Normale de Musique, donde estudió durante cinco años, con Paul Dukas. Allí entabla amistad con Maurice Ravel, Darius Milhaud, Arthur Honegger, Ígor Stravinski y Manuel de Falla. Durante la Guerra Civil española vivió en Francia y Alemania.
En 1940 tiene lugar en Barcelona el estreno mundial del Concierto de Aranjuez para guitarra y orquesta, un ejemplo definitivo de su personalidad musical y una obra que le traería fama universal.
En 1943 es galardonado con el Premio Nacional de Composición por su Concierto heroico para piano y orquesta, obra extenuante para el solista por su dificultad y el denso entramado orquestal.
Escribió piezas vocales e instrumentales sin grandes cambios estilísticos dentro de su ‘neocasticismo’, según se calificaba el propio compositor. Cultivó especialmente la canción, entre las que se cuentan Cántico de la esposa o los Cuatro madrigales amatorios.
Conocido sobre todo por sus obras para guitarra, también compuso música para otros instrumentos, así como ópera y música coral. Con su aportación al repertorio para guitarra, logró su dignificación y su consagración internacional como instrumento de concierto, con una mención especial para su obra Fantasía para un gentilhombre, compuesta en 1954 sobre temas del compositor barroco Gaspar Sanz. Las otras composiciones para guitarra son: Concierto de Aranjuez (1939), Concierto Andaluz (1967) para cuatro guitarras y orquesta, Concierto madrigal (1968) para dos guitarras y orquesta, Concierto para una fiesta (1982).
En 1996 se convirtió en el primer compositor galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.
En los años cincuenta, levantado ya el bloqueo que aisló durante años al país, comienza a haber contactos con la Escuela de Darmstadt a cargo de los autores de la llamada Generación del 51. En esta apertura serán fundamentales las figuras de Gerardo Gombau (1906-1971) y Xavier Montsalvatge (1912), que sirven de puente entre la generación más vieja y la más joven. De entre los jóvenes de este momento destacan Alberto Blancafort (1921), Antonio Ruiz Pipó (1933), Juan Hidalgo (1929), Cristóbal Halffter, sobrino de los anteriores (1930), Luis de Pablo (1930), Carmelo Bernaola (1930), Ramón Barce (1929, Joan Ginjoan (1931) y, en una posición más conservadora, Antón García Abril (1933) y Joaquín Pildain (1927).
A partir de este momento, el contacto de los compositores españoles con la vanguardia del resto de los países será mayor. A finales de los años setenta, la creación del Estudio Nueva Generación de Juventudes Musicales, dirigido por Tomás Marco (1942), supone una importante ayuda a la creación de música actual. Lo mismo sucederá con la creación, en 1985, del Centro para la Difusión de la Música Contemporánea, que dirigirá Tomás Marco. También cobra importancia el Aula de Composición de la Universidad de Alcalá de Henares, verdadera pionera en el reingreso de la música a la universidad española.
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