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 Chile y su música

La música en Hispanoamérica

(comp.) Justo Fernández López

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La música chilena

La música chilena es de influencia marcadamente europea, es decir, española. Los indígenas araucanos no influyeron mucho en el folklore ni en la canción popular. Las danzas de Chile son de carácter imitativo, rasgo muy extendido por todo el sur del continente americano.

La música indígena en Chile

En Chile, antes de que la dominación incaica se extendiera por el sur hasta los márgenes del río Maule, los indígenas habían desarrollado sus propias fórmulas melódicas, comparables a las de otras culturas contemporáneas de origen europeo o asiático.  

En el caso de la Patagonia, es llamativa la riqueza musical nativa. Los cantos de los tehuelches, conservados por anotaciones de investigadores, estaban relacionados con temas vitales como el nacimiento, la muerte o las bodas, y eran muy simples, reiterativos y de métrica irregular. De los onas se conocen descripciones de canciones utilizadas para curar enfermos.

El norte de Chile se divide, musicalmente, en tres grandes áreas. El área andina, que comprende desde el límite norte con Perú y Bolivia hasta el pueblo de San Pedro de Atacama, en Antofagasta; el área atacameña, que abarca desde el pueblo de San Pedro hasta la ciudad de Copiapó; y el área hispano-diaguita, desde Copiapó hasta las provincias de Aconcagua y Valparaíso, inclusive. En todas ellas, sin embargo, existe indistintamente costa, pampa, precordillera y cordillera, con grados de hispanización que difieren notablemente.

En el área andina, la música tiene singular importancia. Muchas personas tienen conocimientos musicales sistemáticos y es frecuente encontrar familias de músicos. El canto es, en general, al unísono y colectivo responsorial, por lo que se alternan las melodías entre una y varias personas.

El ritmo, principalmente binario, tiene abundantes síncopas y el acompañamiento rítmico es el encargado de mantener un pulso constante sobre el cual se producen esquemas rítmicos más libres. La supervivencia incaica se refleja, principalmente, en el aspecto coreográfico, aunque hay interesantes reminiscencias de bailes cortesanos europeos, especialmente de la contradanza, donde los bailarines hacen cruces, banderas, estrellas y otras figuras similares. En el área atacameña sobrevive la música de los antiguos atacameños o lican-anti, pueblo que existía durante la conquista española. Su repertorio actual está asociado a ritos indígenas prehispánicos. Sistemáticamente usan melodías de tres notas organizadas en forma acorde, fenómeno que se conoce como trifonía, y que es común a muchas otras culturas aborígenes.

En el área hispano-diaguita se encuentran en plena vigencia manifestaciones musicales posteriores a la llegada de los españoles, tales como los bailes de chinos, danzantes y turbantes. Hay también danzas, lanchas, corrido, cueca y vals, junto a rondas y juegos infantiles, canciones de cuna y canto a lo poeta, glosa y tonada. La influencia hispana se encuentra en mayor medida en el texto que en lo danzado. Aquí los indígenas tenían un sistema melódico trifónico e instrumentos musicales confeccionados principalmente de piedra, madera o arcilla.

En el sur de Chile, el repertorio musical de los mapuches incluye canciones para voces solas o acompañadas de instrumentos. Existen canciones de trabajo, de cuna, juegos y cantos funerarios. Los cantos de machis ("curanderos") son también muy importantes. La unión de canto y danza se encuentra en ceremonias sagradas como el lepún, en rogativas o en ceremonias mágico-religiosas. También hay toques instrumentales con los que infundían pavor a sus enemigos u otros de carácter amoroso. La función medicinal que ejerce la música ha sido aprovechada en todas las culturas, entre ellas la mapuche. La encargada de ejercer esta función es la machi (generalmente de sexo femenino, aunque también pueden serlo los hombres). Por medio de melodías acompañadas de instrumentos autóctonos, especialmente los llamados kultrún, wada y kaskawillas o cascabeles, se realiza la sugestión hipnótica en el enfermo. Entre las ceremonias que mejor ejemplifican la función medicinal de la música y la danza que ejerce la machi se encuentra el machitún, que sirve tanto de plegaria como de ritmo mágico, de remedio natural y de rito terapéutico.

Algunos de los instrumentos musicales del pueblo mapuche anteriores a la conquista española que se conservan hoy son los silbatos, las pifilkas, las ocarinas y las flautas de Pan de tres a cuatro tubos. Como en casi todas las culturas aborígenes, el instrumento es considerado como poseedor de un contenido mágico propio, y algunos tienen carácter sagrado.

Las principales comunidades religiosas que llegaron a Chile en la época de la conquista fueron los mercedarios, franciscanos, dominicos y jesuitas. Si bien todos ellos utilizaron la música como medio de adoctrinamiento, fueron los jesuitas quienes realizaron la más importante labor musical en el país.

A comienzos del siglo XVIII, los jesuitas tenían misiones en Buena Esperanza, Arauco, Purén, Chiloé, San José de la Mocha, Imperial, etc. Allí se han encontrado instrumentos musicales que reflejan la tarea de enseñanza efectuada por los misioneros. Por otra parte, el archipiélago de Chiloé estuvo en poder de los españoles hasta muchos años después de declarada la Independencia. La influencia hispana en las islas, por tanto, ha sido muy fuerte y se conserva con rasgos bien definidos hasta nuestros días. A la persistencia de las tradiciones provenientes de España ha contribuido su condición insular. Dedicado esencialmente a la agricultura y la pesca, el chilote es dado a largas emigraciones, especialmente a las regiones de Aysén y Magallanes, por lo que en esas latitudes australes predominan las expresiones musicales del archipiélago. En el siglo XVII, los religiosos jesuitas introdujeron cánticos sagrados que todavía hoy se escuchan. El repertorio musical jesuítico trascendió pronto de la capilla y la iglesia al hogar, a la calle, al barco. Asimismo, el adorno barroco, característico de la Compañía de Jesús, se hizo presente en los santos tallados, en las maderas policromadas y hasta en los textos cantados.

Los habitantes de la isla de Pascua están extraordinariamente dotados para la música. A pesar de ello, sus antiguas expresiones han pasado casi al olvido. La causa de esto se encuentra en el fuerte influjo polinésico y, aún más, en la música comercial internacional. En Pascua predomina la música vocal y la voz se utiliza, además, como un elemento rítmico sonoro. Se acompañan de golpes de mano, terreno en el que estas gentes han desarrollado una extraordinaria maestría, de guitarra y de acordeón. Antiguamente se utilizaba la mandíbula de equino disecada y un tambor de piedra que consistía en un hoyo grande hecho en el suelo cubierto con piedra laja, donde un cantante o danzante golpeaba con los pies desnudos al ritmo de la música.

La música tradicional occidental

Las ceremonias típicas de la colonia chilena fueron religiosas y estaban ligadas a la vida de la casa reinante. Todo acontecimiento significativo en el seno de la familia real daba ocasión a las ciudades para celebrarlo con festivales y regocijos públicos, en los que la música cumplía un papel de primer orden.

El Siglo XVII

Durante los siglos XVII y XVIII, la música peninsular española se hizo presente en todo el continente con gran uniformidad, afectando al repertorio musical del Reino de Chile, donde se practicaba la audición de música militar, la de oficios religiosos y aquella que resonaba en los momentos de entretenimiento del pueblo. Estas eran, en suma, las únicas oportunidades en que había música oficialmente. Sólo a fines del siglo XVIII se asomaron a los ambientes familiares y privados los acordes musicales que animaban tertulias y fiestas sociales.

Después de la conquista, el panorama musical chileno comienza a evolucionar. La música aborigen, la docta y la popular se desenvuelven separadamente. Es la Iglesia la que encabeza la inquietud musical, aunque el gusto espontáneo de los fieles muchas veces sobrepasa las reglas impuestas por ella. En las Catedrales de Santiago o Concepción, o en las más grandes iglesias de La Serena y Valdivia, se cantaba música gregoriana (véase canto gregoriano) y polifonía renacentista de las escuelas de Sevilla, Toledo y Roma. Los cabildos eclesiásticos eran los encargados de mantener un conjunto de músicos, cantantes e instrumentistas para que adornaran con decoro los oficios religiosos.

En las fiestas religiosas se unen los distintos tipos musicales, ya que no tienen sólo carácter religioso, sino también popular; no obstante, existían los "Sínodos Diocesanos" que se encargaban de vigilar que la música que se interpretaba en la iglesia no se apartara de los preceptos religiosos ni se volviera demasiado mundana. En estas fiestas participaban indígenas, negros, mestizos y blancos, cada uno aportando un poco de su propia cultura musical.

El Siglo XIX

El paso de la Colonia a la República significó, además de cambios y acontecimientos violentos, definitivos y trascendentes, el nacimiento de una conciencia propiamente chilena. Sin embargo, el acontecer musical, que anteriormente sólo había contado con balbuceos menores, mal podía producir un paralelo en el proceso simultáneo de cambios históricos, con un sentido de transformación y evolución. Aún así, puede afirmarse que, si bien el reflejo del acontecer histórico en lo musical no fue violento ni rápido, fue detectable y muy intenso.

Música folclórica popular

A la formación de la música tradicional chilena han contribuido elementos populares españoles y, secundariamente, franceses e ingleses. Con menor intensidad se pueden agregar aportes alemanes desde mediados del siglo pasado. Escasa influencia han tenido en esta formación el elemento indígena aborigen y el que trajeron los esclavos negros.

Entre las características esenciales de esta expresión musical en la zona central, se puede citar la importancia que en ella desempeñan las danzas, algunas de las cuales se encuentran en todo el territorio, como es el caso de la cueca, y la vigencia del verso o canto a lo poeta, de la tonada y el corrido mexicano.

Hay diversidad de instrumentos musicales que sirven para acompañar canciones y danzas; se conservan algunos de gran antigüedad, tales como el guitarrón y el rabel. La guitarra es, sin duda, el instrumento más importante en Chile en este ámbito. Aparte de ésta, los instrumentos folklóricos de mayor uso en la zona central del país son el arpa, el piano, el acordeón, el tormento y pandero. También se usan los pitos o flautas de un sonido, así como el bombo y las sonajas, asociados a la función religiosa. La cacharaina -quijada de equino seca, cuya dentadura movible se hace sonar, ya sea golpeándola o raspándola con un palo- y el charango -rústica tabla de madera con cuerdas de alambre tensadas por medio de botellas de vidrio, que se frotan con un alambre enrollado en la mano- son también instrumentos característicos. A ellos hay que agregar algunos instrumentos prácticamente extinguidos, como la bandurria, la bandola, la mandolina, la cítara y la vihuela.

En cuanto a la trayectoria de la música popular, es tan larga como desconocida. Aún así, hay algunos nombres que resuenan en dicha trayectoria. A primeros de siglo dominaban el vals, las marchas, las mazurcas, las habaneras, las redowas y otros ritmos, a los que se agregaban canciones, tonadas y zamacuecas inspiradas en el folklore chileno.

[Fuente: Andrea Viera y René Salinas. Enciclopedia Universal Micronet, 1995-2007]

Ritmos chilenos

Chapecao

 

Este es un ritmo fuertemente indígena y se toca generalmente a la guitarra con acompañamiento de tambores. Acompaña a las danzas no cantadas que precedían antes a la CUECA. La CUECA es siempre contada, mientras que el CHAPECAO raras veces lo es.

“Chapecar” significa en Chile ‘hacer trenzados’.

Cueca

 

Existía una danza antigua, que parece originaria del Perú, y de nombre ZAMACUECA, palabra emparentada con ZAMBAPALO, danza grotesca traída de las Indias Occidentales, que se usó en España durante los siglos XVI y XVII y quizás cruce con “zamacuco” (persona que, callándose o simulando torpeza, consigue lo que le conviene), del árabe “samkuk”, ‘duro’, ‘cazurro’, ‘torpe y lento en comprender’. Para algunos autores, la palabra ZAMACUECA estaría compuesta de “zambo” (hijo de negro e india, o al contrario) y “clueca” (gallina clueca).

El caso es que la danza de la cueca procede de la originaria ZAMACUECA (zamba + clueca) y se dividió luego en la zamba argentina y la cueca argentina y chilena. La CUECA (en el sur de Francia “la clouque”) imita los movimientos de la gallina clueca, movimientos con los que en esta danza el hombre hace la corte a la mujer. 

Baile de pareja suelta, en el que se representa el asedio amoroso de una mujer por un hombre. Los bailarines, que llevan un pañuelo en sus manos derechas, trazan figuras circulares, con vueltas y medias vueltas, interrumpidas por diversos floreos. Bailado en el oeste de América del Sur, desde Colombia hasta la Argentina y Bolivia, tiene distintas variedades según las regiones y las épocas.

La CUECA se acompaña con ruidos de castañuelas y panderetas, así como con gritos de los espectadores, al igual que en el flamenco andaluz.

Pavo y nave

 

Estas son danzas de carácter imitativo. Algunos etnomusicólogos ven en ellas una mezcla de fetichismo africano y simbolismo indígena.

Resbalosa (rebalosa o refalosa)

 

En la época colonial, era un baile popular entre los miembros de la alta sociedad. Está inspirada en el antiguo minueto y en los pasos de las antiguas “cuadrillas”. Está matizada de ritmos indígenas en Chile.

Tonada chilena

 

La tonada chilena es semejante en el ritmo a la ZAMBA y a la CUECA, pero su tema es más largo, narrativo o descriptivo y no tiene un estructura de verso fija como la ZAMBA, que tiene dos estrofas y un estribillo.

Los contrapuntos, cuecas y tonadas forman parte del acervo folclórico musical de Chile. En el contexto de la historia de la música popular chilena, el caso de la tonada es uno de los más interesantes desde los puntos de vista musical y social.

Desde el punto de vista musical, la tonada campesina proviene, posiblemente, de formas arábigo-andaluzas; es una canción folclórica cuya alternancia y superposición métrica (6x8 y 3x4) le confieren una particular riqueza rítmica, muy similar a la de la cueca chilena. Su acompañamiento se hace, por lo general, con guitarras o arpa, y su forma estrófica puede ser de distintos tipos.

Puede ser clasificada según la ocasión en que se cante: como serenata (esquinazo), como una alabanza o bendición para los novios (parabién), como romance o “corrido”, o, finalmente, como canción para los tiempos del nacimiento de Cristo (villancico).

Desde el punto de vista sociológico, la tonada cumplió y cumple diversas funciones sociales, según la ocasión y lugar en que se cante.

En Chile a comienzos del siglo XX, este género alcanzó la música culta. En la segunda década del siglo XX, la tonada se introdujo en los espacios de la música de concierto y formó parte del repertorio de los diversos grupos de música popular de la ciudad, produciendo cierta movilidad musical del campo a la ciudad, proceso casi paralelo a la evolución de las clases sociales en el Chile de la primera mitad del siglo XX.

Instrumento típico chileno es el arpa andina, de sonido muy metálico.

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