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Dativos superfluos

Complementos indirectos y dativos

© Justo Fernández López

Gramática española - Nivel superior

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Los complementos indirectos

«Selección semántica del complemento indirecto:

a)    Dativo de recepción o destino, complemento que recibe algo o es meta o destino de algo: Llevé varios regalos a Guillermo.

b)    Dativo de interés o commodi-incommodi, complemento que recibe un beneficio o perjuicio: Le corté el césped a Maggie.

c)     Dativo de separación: aquel complemento que experimenta la separación de algo: Le robaron la bicicleta a Michel.

d)    Dativo de eficiencia: aquel complemento que indica suficiencia, insuficiencia, falta o exceso: A Kiko le falta un millón para construir la piscina.

e)    Dativo de posesión o simpatético: aquel complemento que se considera inseparable o íntimo: Le besé la mano.

f)      Dativo ético: complemento que se interesa vivamente en la realización de la acción expresada por el verbo: Se lo leyó de cabo a rabo.

g)    Dativo de relación: aquel complemento para el que es válida la experiencia que enuncia el verbo: A Choche le pareció buenísima la idea de Ximena.

Podemos considerar complementos indirectos a aquellos sintagmas nominales que forman parte de la estructura argumental de un verbo que aparece con un complemento directo, con el cual se relaciona. Según este criterio, no todos los casos de dativos vendrían a ser complementos indirectos. De las clases anteriores, sólo los dativos de a), b), c) y e) serían complementos indirectos. [...]

Los siete tipos de dativo ejemplificados en la sección anterior pueden dividirse en dos suplerclases de complementos indirectos. Siguiendo la terminología de Strozer los dividiremos en CIind1 e CInd2.

CInd1: agregar, anunciar, añadir, aportar, comprar, conceder, confiar, confiscar, dar, decir, donar, enseñar, enviar, gritar, hablar, llevar, mostrar, murmurar, pasar, pertenecer, preguntar, presentar, recomendar, regalar, servir (la comida), sonreír, susurrar, vender, etc. Todos estos verbos son predicados de transferencia.

CInd2 son complementos ‘involucrados’ en la acción del verbo y los predicados denotan ‘creación’, ‘destrucción’ o ‘preparación’: abrir, administrar, adornar, afeitar, agotar, alegrar, aliviar, anotar, arreglar, arrepentirse, bajar, cocinar, comer, copiar, coser, destruir, dibujar, escaparse, escribir, festejar, guisar, hacer, lavar, ocurrirse, olvidarse, pegar (golpe), pintar, poner, preparar, reparar, romper, etc.

[Campos, Héctor: “Transitividad e intransitividad”. En: Bosque, Ignacio / Demonte, Violeta (eds.): Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Real Academia Española / Espasa Calpe. 1999, vol. 2, § 24.3.2 y 24.3.3]

«Un verbo de ‘transferencia’ o ‘moción’ prefigura esquemas en los que ha de aparecer un sintagma complemento indirecto caracterizado normalmente por la función semántica ‘origen’ o ‘meta’. El esquema abstracto más usual sería el representado por indefinidos ‘alguien (algo)-V-algo-a alguien.

El ‘complemento indirecto’ muestra los siguientes caracteres:

a)    Aparece introducido por a (insisto, nunca para).

b)    Es sustituible por un clítico pronominal del paradigma me, te, le, nos, os, les. En caso de coaparición con un referente pronominal de tercera persona, este clítico se transforma automáticamente en se.

c)     Cuando el clítico puede preceder al conjunto <a + SN>, su presencia no es obligatoria: Envió un salmón ahumado a sus amigos.

d)    No es pasivizable.»

[Gutiérrez Ordóñez, Salvador: “Los dativos”. En: Bosque, Ignacio / Demonte, Violeta (eds.): Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Real Academia Española / Espasa Calpe. 1999, vol. 2, § 30.4.2]

dativo vs. complemento indirecto

«‘Dativo’ también se utiliza en algunos tratados de gramática para identificar una clase de complementos que se consideran diferentes del objeto indirecto, aunque coincida con él en algunos aspectos. Se caracterizan porque pueden realizarse, bien mediante un clítico de ‘dativo’ (“El chico se les va a la mili”), bien mediante el clítico y un sintagma nominal, precedido de a, alusivo a la misma entidad: “A Doña María se le casa la niña”, “A los vecinos el abuelo se les duerme delante de las visitas”; de ahí su semejanza con los objetos indirectos, como en “Les he regalado la colección a mis sobrinos”. Pero, a diferencia de los complementos conceptuados como objetos indirectos – en los textos que asumen esta distinción –, los ‘dativos’ no forman parte de las valencias verbales, no son seleccionados por el verbo. En tanto que regalar sí implica, por su significado, un destinatario (a mis sobrinos), irse, casarse, dormirse no requieren el tipo de complemento representado por el ‘dativo’. Éste es, simplemente, un complemento añadido a la predicación nuclear, alusivo a una entidad interesada o afectada, en alguna medida, por la acción o el proceso verbal.

En las descripciones en las que no se establece la diferencia entre complemento u objeto indirecto y ‘dativo’, con la acepción anteriormente mencionada, es usual, no obstante, que el término ‘dativo’, acompañado de distintas especificaciones (dativo ético, dativo posesivo, dativo de dirección, dativo de relación), se utilice para aludir a los diferentes valores o sentidos que puedan tener los objetos indirectos en enunciados concretos. Por ejemplo, Cano Aguilar (1981: 336), en los enunciados “No me seas tan burro”, “Este Betis me juega como quiere”, el objeto indirecto me presenta “un valor de ‘dativo ético’. Según Alcina y Blecua (1975: 868), en los enunciados “Le pareció magnífico”, “Se le reían”, el complemento indirecto le tiene el sentido especial que corresponde al dativo de relación, que expresa la persona para la que es válido lo que el verbo enuncia.»

[Alcaraz Varó, Enrique / Martínez Linares, María Antonia: Diccionario de lingüística moderna. Barcelona: Editorial Ariel, 1997, p. 157-158]

Los complementos indirectos se distinguen de los dativos a través de los siguientes rasgos:

1.    El complemento indirecto es una función nominal, mientras que el dativo es una función esencialmente pronominal.

2.    Los dativos son opcionales. Este es el sentido del término ‘superfluos’. No se ha de entender que no aportan nada al mensaje, sino que, al no asumir ninguna función sintáctica, su eliminación no desfigura la representación que se pretende realizar del acontecimiento. No son argumentos ni siquiera complementos circunstanciales. Se limitan a marcar el énfasis, el interés o la afectación que el acontecimiento descrito tiene para elementos externos al propio evento (generalmente el emisor o el receptor).

3.    Un dativo puede coexistir con un complemento indirecto: Hágasemeles un buen recibimiento. / Sin que me le pongan un don encima.

4.    El dativo puede aparecer en contextos donde nunca se registra un complemento indirecto: ¿Ya se os durmió el abuelo? Se me divierte mi hijo.

5.    Dado que son independientes de la valencia verbal, los dativos pueden adosarse a cualquier tipo de verbos.

Los dativos superfluos

«Bello (1847) denominaba ‘superfluos’ a los dativos para diferenciarlos del oficio de complemento indirecto. Ramírez distingue ‘dativos objetivos’ de los ‘dativos de interés’. Los primeros “aparecen implicados en la idea del verbo, como postulados por él” (Bello 1847: 33). Los segundos mantienen con el verbo “una relación menos necesaria desde del punto de vista semántico” (Bello 1847). Clasifica los dativos de interés en los siguientes apartados:

a)   Dativo simpatético o ‘posesivo’. “La construcción con dativo posesivo contiene el dativo, generalmente con mención de persona, y un nombre sustantivo, generalmente de cosa: La greña sudada y angustiada se le pegaba a la frente.

b)    Dativo de dirección’, que, a veces, concurre con el sintagma <a (de, sobre, etc.) + pronombre tónico: Durante todo el camino se nos acercó la gente de los pueblos.

c)     Dativo commodi o incommodi’: “menciona a la persona con la cual el enunciado verbal establece una relación de signo favorable o desfavorable”: Cortó una rama de avellano que le nublaba el sol.

d)    Dativo ético’, “especialmente expresivo y coloquial. Se emplea sobre todo con el pronombre de 1. persona”: Había ido el gato y se me lo ha comido; Vosotras no me salgáis de aquí.

A Sánchez Márquez (1872) le debemos un nuevo intento serio de diferenciar el complemento indirecto (CI) del complemento de interés (Cin). Este último “indica el interés de la acción, es decir, no es el destinatario sin más (CI), sino el afectado por la acción”. Distingue varios tipos: “Distingue la persona (varias veces la cosa) a la que afecta de alguna manera la acción; de ordinario moralmente (antiguo ‘dativo ético’), perjudicada (‘dativo de daño’), beneficiada (‘dativo de provecho’), participante (‘dativo simpatético’), adscrita, emparentada, poseedora (‘dativo posesivo’), término o sentido del movimiento (‘dativo de fin o destino’). También indica el complemento objetivo de ciertos adjetivos, paralelo al complemento directo en verbos, y hasta señala el parecer de alguien en la acción (‘dativo iudicantis) o fin de la misma (‘dativo de fin’).»

[Gutiérrez Ordóñez, Salvador: “Los dativos”. En: Bosque, Ignacio / Demonte, Violeta (eds.): Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Real Academia Española / Espasa Calpe. 1999, vol. 2, § 30.7.1.1]

«Los llamados por Bello dativos superfluos o de interés (§ 351) pueden coexistir en un mismo enunciado con los que desempeñan las referencias a objeto directo e indirecto:

No te me manches

(donde te alude al objeto directo, y me indica con énfasis la participación de la persona interesada, el hablante);

No me le deis caramelos

(donde me es enfático y le objeto indirecto);

A ver si ustedes me lo emborrachan

(donde me es enfático y lo objeto directo).

En estas combinaciones se dan asimismo incrementos personales en sustitución de algún adyacente preposicional del verbo. En lugar de

Me acerqué a ti,

Te presentarás a mí,

Me ofrezco a él,

Te sometes a ellas, etc.,

se dice a veces

Te me acerqué,

Te me presentarás,

Me le ofrezco,

Te les sometes.

Es más raro este uso cuando la preposición del adyacente personal no es a:

El chico se le aproximó (= se aproximó a él).

Se te adelantó un segundo (= se adelantó a ti).

Es mucho galgo, se le puede apostar con toda confianza (= apostar por él).

El perro ventea a la perra, se le acerca (= se acerca a ella).

Quisiera escapársele con las joyas (= escaparse de él).

El demonio de la seducción le sujetaba los brazos y se le burlaba con palabras de fuego al oído (= se burlaba de él).

Si supiera que tomaba un anteojo por un fusil, se le reiría en las narices (= se reiría de él).

Un grupo de chiquillos y de viejos se les acercó.»

[Alarcos Llorach, Emilio: Gramática de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe, 1994, § 269]

Dativo posesivo o simpatético

El dativo posesivo es, en rigor, un subtipo del dativo de interés, puesto que el poseedor es afectado por el proceso. Es uno de los diferentes valores semánticos que pueden asignarse al complemento llamado específicamente dativo, o al objeto indirecto, en el sentido más amplio de este término. En los ejemplos:

Le cerraron los ojos,

Me duela la cabeza,

Le sale sangre por la nariz,

El pronombre personal en dativo equivale a un posesivo: sus ojos, mi cabeza, su nariz.

«El pronombre de dativo con valor posesivo:

Los gramáticos tradicionales españoles denominan al dativo de oraciones como

Juan te cerrará la boca

‘dativo posesivo’ o ‘simpatético’ porque concurre con el pronombre posesivo genitivo y con los complementos del nombre introducidos por de:

A María, le mancharon el vestido.

Mancharon su vestido.

Mancharon el vestido de María.

Dicho dativo aparece en construcciones oracionales, normalmente en forma pronominal. Oraciones como

Mancharon el vestido a María

resultan hoy día arcaizantes para muchos hablantes. [...]

El dativo posesivo puede aparecer doblado en aquellos dialectos en los que es normal el doblado del complemento indirecto, como en la oración

Le di un beso a tu sobrina

o del dativo benefactivo (o malefactivo), ejemplificado en

Le cosí el vestido a tu sobrina.

Así pues, en aquellas hablas en las que son usuales estas construcciones también lo serán las oraciones como

Le peiné la melena a tu sobrina.

También es posible el uso de le por les cuando el pronombre es un dativo posesivo. Obviamente ello se dará en aquellas hablas en las que este uso sea normal para los demás dativos. El siguiente ejemplo procede de Uruguay:

A algunos le chispearon los ojos.

A diferencia de los otros dativos, el dativo posesivo permite un complemento predicativo. Así, mientras son agramaticales las construcciones dativas de complemento indirecto o de benefactico, son gramaticales las que contienen un dativo posesivo.

*Juan le dio un beso (a tu sobrina) sentada.

*Juan le bordó un mantón (a tu sobrina) enfadada.

Juan le peinó la melena (a tu sobrina) sentada.

Las construcciones con dativo posesivo aceptan con mayor facilidad que las de benefactivo la voz pasiva:

Los pelos de la nariz le fueron arrancados de uno en uno.

?? Le fue bordado el mantón.

Finalmente, el dativo posesivo puede comparecer con un dativo ético:

No te me ensucies las manos.

Veamos los contextos en los que el dativo posesivo puede o debe aparecer cuando en la oración aparece un nombre de posesión inalienable:

Entre los verbos transitivos, los causativos como quemar, abrir, cerrar, curar, broncear, etc., aparecen en dativo posesivo cuando un sintagma nominal de posesión inalienable ocupa la posición de objeto directo y el poseedor (o todo) no va expresado por un complemento de nombre, como en

El sol quemó la pies de los turistas,

donde ya no es precisa la presencia del dativo.

El sol les quemó la piel.

La piel se les quemó.

El sueño me cierra los ojos.

Se me cierran los ojos.

Este olor os abrirá el apetito.

Se nos abrirá el apetito.

En estas construcciones, el sintagma nominal con el nombre de posesión inalienable expresa la parte que se relaciona con el dativo, el todo.

Admiten también en dativo posesivo los verbos transitivos agentivos cuyo objeto es un tema afectado de posesión inalienable como lavar, arreglar, curar, maquillar, torcer, herir, cobijar, interesar – en el sentido de

Juan se hirió el pie.

Mi cobijé la cara con tus manos.

Juan te arregló el pelo.

La cornada le interesó el corazón.

Los verbos de percepción como mirar, ver, tocar, notar, sentir, etc., a la hora de aceptar un dativo posesivo, se comportan de modo dispar en las lenguas románicas. En

Te miraba la nariz

Le tocó la mejilla

Le noto el aliento

Le veo las rodillas

No me siento los pies

se puede observar que los verbos de percepción en español presentan mayor compatibilidad con el dativo posesivo que los del francés:

*Jean lui a vu la tête.

(literalmente: “Juan le ha visto la cabeza”)

y el sardo

??Le vido sa cara

(literalmente: “Le vio la cara”).

Con verbos no transitivos, el dativo es compatible con verbos pronominales que toman por sujeto el argumento que es el tema afectado:

Se le levantó la falda.

La foto no salió bien porque se me desmontó el moño.

Se me soltaron las lágrimas.

Los verbos inacusativos de la clase de arder, salir, crecer, subir, bajar, caer, sobrevenir, etc., aceptan sin problemas el dativo posesivo cuando el sujeto expresa posesión inalienable:

El corazón me ardía de pasión.

Al bebé ya le salen los dientes.

Te crece la barba.

A las madres primerizas no siempre les sube la leche.

La muerte le sobrevino en París.

Más interesantes que los ejemplos anteriores son los siguientes:

Los ojos me lloran.

Me saltó una muela.

Le tiemblan las manos.

Los verbos que en ellos aparecen son intransitivos verbos que normalmente requieren un sujeto agente como llorar, saltar, temblar, etc. Sin embargo, cuando estos verbos aparecen con el dativo posesivo y el sujeto expresando posesión inalienable pierden su valor agentivo, tal como se muestra en estos ejemplos:

El niño lloró en la mesa pero la niño no lo hizo.

??El ojo izquierdo me lloró toda la tarde pero el derecho no lo hizo.

El niño llora para llamar la atención.

*Los ojos me lloran para indicar que hay demasiado humo en la sala.

Del mismo modo que en algunos dialectos un pronombre posesivo puede aparecer como término de una locución preposicional:

Va detrás suyo,

también el dativo posesivo puede aparecer en estos contextos, aunque en este punto el español es más restrictivo que otras lenguas románicas, por ejemplo, el catalán y el francés. Así, si bien son posibles construcciones como

El autobús se le echó encima;

Me cayó encima un gran problema;

Le pasó por delante;

Todas le van detrás,

son ya más dudosas construcciones como

?*Les pasó delante. (frente a Pasó delante de ellas).

Sin embargo, en relación a estas construcciones, hay que reconocer que la variación dialectal es notable.»

[Picallo, M. Carme / Rigau, Gemma: “El posesivo y las relaciones posesivas”. En: Bosque, Ignacio / Demonte, Violeta (eds.): Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Real Academia Española / Espasa Calpe. 1999, vol. I, § 15.7.1.1-15.7.1.2]

Dativo ético

«En las gramáticas del español suele darse el nombre de ‘dativo ético’ – procedente de los valores asociados al dativo en las gramáticas latinas – al clítico o forma pronominal átona que, si bien no se corresponde con ninguno de los argumentos requeridos por el predicado, se introduce en el enunciado para aludir a una persona interesada o afectada por lo expresado en la predicación. Son, por ejemplo, ‘dativos éticos’ las formas pronominales destacadas en los siguientes enunciados: «Buen hombre, no se me enfade», «Por favor, no me lo suspenda», «A ver si al final me lo van a convencer». En los tres casos, me no representa ningún argumento requerido por el núcleo verbal. Por ello, si se suprime la predicación no varía: «Buen hombre, no se enfade», «Por favor, no lo suspenda», «A ver si al final lo van a convencer». Pero añade un matiz subjetivo al implicar al hablante como persona vivamente interesada por el proceso o la acción a que hace referencia el enunciado. De ahí que el ‘dativo ético’ se considere comúnmente un elemento de carácter muy expresivo y enfático, propio sobre todo de la lengua coloquial.» [Alcaraz Varó, Enrique / Martínez Linares, María Antonia: Diccionario de lingüística moderna. Barcelona: Editorial Ariel, 1997, p. 158]

¿No te me irás a ir ahora ya?

Tú no te me escapas.

Cuídateme bien.

No me seas malo.

No se me enfade.

A ver si esta vez mi hijo me aprueba el examen.

Me está saliendo un poco vago este hijo.

Se nos está volviendo muy rebelde la hija.

No me le des de comer tanto al niño, que ya está muy gordo y fofo.

No hagas tanto ruido que me vas a despertar al niño.

Ten cuidado, no te me vayas a caer.

No te me pongas así ahora.

Quieto, no te me muevas.

No me mimes tanto al niño.

La niña no me come nada.

Todos los inviernos el niño me coge unas gripes de campeonato.

«Los dativos éticos son incompatibles con los verbos transitivos cuyo objeto directo contenga un sustantivo que no lleve artículo ni ningún otro elemento modificador, lo que con frecuencia se atribuye a factores aspectuales, más concretamente al efecto del dativo ético sobre el modo de acción verbal. Observe que podemos decir Juan se sabe la lección, pero no diríamos *Juan se sabe geografía. Decimos, análogamente, me bebí la leche, pero no decimos *me bebí leche

[Bosque, Ignacio: Repaso de sintaxis tradicional: Ejercicios de autocomprobación. Madrid: Arco/Libros, 1999, pp. 61 y 89, núm. 119]

Dativo de interés

«Se identifica como ‘de interés’ el dativo que designa a la entidad, generalmente humana, para la que resulta de interés el evento denotado por el predicado, o, al menos, se ve afectada por él. Por ejemplo, según Porto Dapena (1992), son ‘dativos éticos’ los clíticos que se destacan en los siguientes enunciados: «Les surgió un problema», «Enciéndeme la luz, que no veo», «Le crearon un puesto en la empresa». Son ‘dativos’ porque no representan un argumento adquirido por el verbo; y son, asimismo, ‘de interés’, porque hacen referencia a una persona que participa como interesada o afectada en la acción o el proceso que describe la predicación nuclear: «Surgió un problema», «Enciende la luz», «Crearon un puesto».»

[Alcaraz Varó, Enrique / Martínez Linares, María Antonia: Diccionario de lingüística moderna. Barcelona: Editorial Ariel, 1997, p. 158]

No me rechistes.

No me vengas ahora con cuentos.

Tenemos que irnos porque se nos está haciendo noche.

La casa nos está saliendo muy cara.

Se me escapó el canario por la ventana.

«A veces aparecen junto al verbo incrementos pronominales átonos que no pueden identificarse con los que en los casos de elusión representan a los sustantivos (o equivalentes) en función de objeto indirecto. Bello los denominó dativos superfluos y podemos llamarlos incrementos átonos de interés. En lugar de decir

No deis caramelos al niño,

donde caramelos es objeto directo y al niño objeto indirecto (No se los deis), cabe agregar otro incremento, sin que el sentido de la oración se modifique o solo ganando expresividad, al decir:

No me deis caramelos al niño (= No me le deis caramelos).

Como ahí funciona al niño (o le) como objeto indirecto, la unidad me cumple otro papel, el de hacer referencia a la persona interesada en lo designado (en este caso, la primera).

Este uso es frecuente cuando la persona implicada en la experiencia que se comunica coincide en la realidad con la que funciona como sujeto morfológico, según observamos en estos ejemplos:

Me tomé un café (Tomé un café).

No te creas esas historias (No creas esas historias).

Después de comer se fumó un habano (Fumó un habano).

Nos temíamos lo peor (Temíamos lo peor).

Os compraréis un coche (Compraréis un coche).

Se leyeron otro capítulo (Leyeron otro capítulo).

Si me tardas cinco minutos, se me derriten las extremidades.

La presencia del incremento superfluo añade sin duda la referencia al interés de la persona designada.»

[Alarcos Llorach, Emilio: Gramática de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe, 1994, § 351]

le exhortativo

«Indudablemente relacionado con el le de cortesía está el le documentado en México en oraciones como

Súbele a la ventanilla [del coche] > Súbele vs. Súbela

Apágale al televisor > Apágale vs. Apágalo

La aparición de le en estos casos imprime un valor exhortativo a la frase, que expresa el deseo del hablante de obtener una actuación por parte del interlocutor, valor del que carecen las oraciones correspondientes con acusativo (Trujillo 1996: 409-410). Al igual que el leísmo de cortesía, es un le motivado por la situación comunicativa, y que, aparentemente, puede reemplazar no sólo al complemento directo sino incluso a otros constituyentes, como en

Por ahí le llega usted a Córdoba.»

[Fernández-Ordóñez, Inés: “Leísmo, laísmo, loísmo”, en: Bosque, Ignacio / Demonte, Violeta (eds.): Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Real Academia Española / Espasa Calpe. 1999, vol. I, § 21.2.2, n. 51]

le indefinido redundante

«En el habla popular de algunas regiones, en Chile con gran frecuencia y en Argentina en grado un poco menor, encontramos un curioso empleo de le:

se me le cayó = se me cayó

Es probable que se trate de una formación por analogía con

se le cayó

y se halla emparentado con los vagos dativos “éticos” que sugieren cierto grado de incumbencia o posesión por parte del hablante sobre el asunto de que se trata. Mas no debe confundirse con el le dativo ético, ya que, al parecer, carece de un punto definido de referencia, mientras que el le dativo ético es un verdadero pronombre personal referido a una persona determinada

castíguesemele

El le de que aquí se trata puede ser simplemente una añadidura desprovista de significación con objeto de redondear rítmicamente la frase y prestarle valor afectivo.

Argentina: ¡Y quién sabe cuánto tiempo se hubiese quedao ahí como dormido ... si un redepente no me le da por estornudar!

Chile:     A mí no se me le da na. – Casi se me le sale un garabato. – Se me le va la vista. – Se me le cayó el pañuelo. – Se me le perdió el sombrero.»

[Kany, Charles E.: Sintaxis hispanoamericana. Madrid: Gredos, 1976, p. 174-175]

le indirecto redundante

«El empleo de le redundante y anticipador de un complemento indirecto plural, aunque frecuente en el español castizo, tanto antiguo como moderno, parece ser mucho más común en toda América. Probablemente tenga analogía con el complemento indirecto invariable ge (español antiguo) > se (español moderno) y con el pronombre reflexivo invariable se. Dicho le pleonástico es a veces una simple partícula expletiva que sirve para redondear la frase: a veces posee valor adverbial, siendo, pues, invariable; incluso puede tener valor distributivo con una lógica sensación del singular implícito en el plural: le por cada uno de, etc. Los gramáticos suelen calificar como error este le en lugar de les, pero es “genial de nuestra lengua” (Cuervo, § 335) en España y, al parecer, mucho más aún en Hispanoamérica, probablemente porque aquí los escritores son mucho más reacios a aceptar reglas gramaticales.

Argentina: Cuídese mucho y déle recuerdos a los viejos.

Uruguay: ¡A las malas mañas le llaman ahora costumbres!

Chile: Se estaba hasta el amanecer ... haciéndole el amor a las niñas.

Colombia: Al otro día ya estaba Eva coqueteándole a las manzanas.

Venezuela: No quiso que le pegara a los caimanes.

Nicaragua: Hay que hablarle a los muchachos.

Honduras: Ya no le creo a los hombres.

México: Usted préndale fuego a los carros.

Cuba: Huyéndole a los vapores de guerra.»

[Kany, Charles E.: Sintaxis hispanoamericana. Madrid: Gredos, 1976, p. 139-140]

no más y el enclítico le

«A manera de sufijo enfático se añade no más a las formas verbales, sobre todo a las imperativas. Sirve para poner de relieve el verbo, dejando inconcluso el pensamiento del hablante, debiéndose completar frecuentemente de acuerdo con su entonación. Sus significados más usuales son sin recelo, resueltamente, libremente, con confianza, sin tardanza o simplemente pues. Menos frecuente en Centroamérica y las Antillas y raro en México, este uso de no más con formas verbales imperativas se oye en toda Sudamérica:

Argentina: ¡Diga no más, señora!

Uruguay: Murmuren no más; dejen no más que me caiga encima.

Paraguay: Golpee no más.

Chile: Siga, no más.

Bolivia: Sigan no más abriendo el mismo.

Perú: Toque fuerte, no más; pregunte, no más.

Ecuador: Diga, no más; - ¿Está arriba? –Sí, suba, no más.

Colombia: Entrá nomás, sentáte en este asiento. – Vení nomás, bebamos ...

Venezuela: Siga no más; tráigalo no más.

Panamá: No tenga usted cuidado ... continúe usted no más.

El Salvador: Tráigalo nomás; - Pase nomás.

En México se emplea rara vez no más con imperativo en el sentido precedente. Sin embargo, es corriente con ciertos verbos (como mirar, parecer, etc.), para expresar sorpresa o admiración:

mire no más = mire usted qué cosa

En México frecuentemente el pronombre enclítico le añadido a las formas imperativas implica la misma idea que el no más en la región del Río de la Plata, Chile, Bolivia, Perú y Ecuador:

ándele = vaya no más = peninsular vaya usted

pásele = pase no más = peninsular pase usted

¡Mira no más qué chapetes! (Azuela, Los de abajo, p. 8)

¿Qué te parece no más, curro? (p. 66)

¡Mira nomás qué vestido! (Rivas Larrauri, p. 124)

No más colocado entre al y un infinitivo, con el significado de apenas, tan pronto como: al no más llegar, lo vi = “apenas llegó, lo vi”. Este uso es corriente en América Central y no desconocido en México, pero en México es más general no más con este significado en unión con formas verbales concretas: No más que llegue, lo haré = “apenas llegue, lo haré”, uso que parece hallarse algo extendido también en la España regional.»

[Kany, Charles E.: Sintaxis hispanoamericana. Madrid: Gredos, 1976, p. 369-371]

le neutro

«Un interesante uso sintáctico es el del le sufijo o enclítico con ciertos verbos e interjecciones. En el español tipo hallamos otro uso idiomático con el verbo hacer:

¿Qué le vamos a hacer?

empleo en que el le significa “con ello”. Tal empleo neutro de le es extremadamente raro en el español antiguo, y en el español normal de hoy se halla prácticamente limitado al verbo hacer. Sin embargo, construcciones análogas con interjección + pronombre, derivadas probablemente de imperativo + pronombre (dale, etc.), se encuentran en el norte de España, sobre todo en Aragón, Asturias, Santander y probablemente en otras partes. En este caso, empero, el pronombre enclítico no es el neutro invariable le, sino que, al parecer, se concibe como directamente personal, y como tal puede concordar en número y a veces en género con la persona o personas implícitas:

¡Redióle!

¡Rediezla!

¡Cóntrales!

¡Repúñales!

En el español de América abunda el neutro le en el habla familiar de ciertas regiones. Román (III, 281) lo considera exclusivamente chileno en expresiones como

ándale

ándele

ándenle

córrale

camínele

atráquele

dígale

¡épale!

¡huífale!

¡ópale!

Este autor se inclina a atribuirlo a influencia vasca, ya que los vascos (y los gallegos, podemos añadir nosotros) insertan el le frecuente e innecesariamente cuando hablan en español. Román, sin embargo, se halla del todo equivocado al creer que este le es exclusivamente chileno, pues lo hallamos en otros lugares usado en mucho mayor grado que en Chile. En México es extraordinariamente frecuente, y muchos lo han considerado como exclusivo de este país. Ramos Duarte (p. 43) afirma: “En esta capital [México] es rara la persona que no diga: ándale, en vez de anda, o ve, a tal lugar”. El español Sánchez Somoano (p. 32) explicaba en versos años atrás, luego de su permanencia en México:

Para animar allí a alguno

que no peque de atrevido,

lo mismo para negocios

que para cruzarse un tiro,

como palabra suprema

en uno y otro sentido,

para decidirle pronto

le dicen ándele, amigo.

Este le neutro es corriente también en partes de América Central y otros lugares en diversos grados. En numerosos países hispanoamericanos en que no es corriente, y también en algunos en que lo es, se emplea la locución adverbial no más inmediatamente detrás del verbo para expresar la misma noción que el le enclítico:

pase no más = pásele

ande no más = ándele

A veces el le se convierte en les por atracción de un sujeto en plural: ándeles.

Argentina: ¡Metalé! ¡Metéle!

Chile: Camínele, pues, señorita.

Colombia: Ándele, córrale, ¡úpale!

Venezuela: ¡Otro palito, mi negro! ¡Échele!

Panamá: ¡Ándele!

El Salvador: ¡Atráquenle juego!

Guatemala: Ándale, que se hace tarde.

México: Entonces arriesgándole, me bajé por un lado de la cama. – Vete a ver cómo le hacen para salvar a esos compañeros. - ¡Jálenle! – Anda, pues, córrele para tu casa. – Pero no más camínele para allá. - ¿Cómo le hace para estar en todo, don Felipe?

Cuba:   ¡Métele, Guayabo! = Manifestación de entusiasmo para aplaudir o animar a una persona que canta, baila, etc.»

[Kany, Charles E.: Sintaxis hispanoamericana. Madrid: Gredos, 1976, p. 161-163]

Dativos concordados o reflejos

«Los dativos concordados tienen los siguientes caracteres:

  1. Comparten el sistema pronominal me, te, se, nos, os, se con las construcciones reflexivas y con los verbos pronominales (quejarse, arrepentirse, ocuparse, etc.) y con algunas construcciones inagentivas (el jarrón se rompió).

  2. Concuerdan en número y persona con el sujeto.

  3. Poseen carácter optativo (frente a los ‘pronominales’ que son obligatorios).

  4. Son signos dependientes: no pueden erigirse en representantes de un enunciado completo.

  5. Se diferencian de los reflexivos, de los átonos de los verbos pronominales, de los inagentivos (se de pasiva refleja e impersonalizador).

  6. Frente a los reflexivos, no permiten expansión en la coda correferencial a ... mismo.

  7. Introducen un factor de realce o enfatización que afecta a toda la secuencia (papel afectivo, enfático, expresivo).

  8. Por razones formales no pueden aparecer en secuencias que incluyan un miembro de su paradigma con otro valor (reflexivo, impersonal, pasivo...)

  9. Están capacitados para comparecer con un miembro del paradigma de los dativos no reflejos o no concordados.

Ejemplos de dativos concordados:

Me devoré un cocido maragato.

Nos esperábamos alguna propina.

No me creo esa barbaridad.

Nos temíamos represalias.

Me bailé un tangazo.

Nos leímos bien el contrato.

Te supones demasiadas cosas.

Os habéis dejado la escritura en el bar.

¿Te fumas el Cohibas?

¿Os saltasteis los dos metros?

¿Vas a comerte todo ese filete?

Os conocéis bien todas las triquiñuelas.

Se sabe la partitura de memoria.

Se perdieron lo mejor de la película.

Se recorre 12 kilómetros diarios.

Se dejaron los libros en clase.

Se llevó la mejor parte.

Se recorrieron la isla a pie.

Juan se tomó una copa de vino.

Pepe se comió diez manzanas.

Se empolló todo el libro.

Se tragó ese tostón de película.

Se ganó una propinilla.

Se jugó todo el dinero.

Se devoró el chuletón.

Se fumaba un puro después de comer.

Se supo la lección.

Conque se marcha usted.

Se me mueres de casta y de sencilla.

Pepe se conoce muy bien este país.

Nos estamos pasando unas buenas vacaciones.

Luis no se gustaba ni un duro.

Los dativos reflejos son marcadores de la función comunicativa ‘foco’, ‘realce’ o ‘énfasis’. Tienen por finalidad llamar la atención del interlocutor sobre algún segmento del discurso. Lo que diferencia las secuencias

Juan leyó el libro anoche    y

Juan se leyó el libro anoche

es que en el segundo decurso se ha de interpretar que leyó la totalidad del libro, lectura no obligatoria en el primero. Sin embargo, no sería imposible una interpretación de lectura parcial:

Anoche llegué cansado, pero me leí un poquitín de tu libro.»

[Gutiérrez Ordóñez, Salvador: “Los dativos”. En: Bosque, Ignacio / Demonte, Violeta (eds.): Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Real Academia Española / Espasa Calpe. 1999, vol. 2, § 30.7.3.1]

«El paradigma de los dativos reflejos no es sino uno de los medios de énfasis que la lengua pone a nuestra disposición para llamar la atención de nuestro destinatario a propósito de algún aspecto que consideramos que va en contra de sus expectativas. Si utilizamos

Pepe se supo la lección   frente a

Pepe supo la lección

es porque queremos subrayar ante el interlocutor que, contra lo esperable (por la costumbre, por la dificultad intrínseca ...), Pepe había logrado asimilar y dar cuenta de la lección.

Si esto es así, carece de sentido preguntarse qué función sintáctica desempeñan los miembros de este paradigma. No contraen ni función sintáctica ni función semántica. Son instrumentos de focalización de un sintagma verbal. De un ejemplo como

Se fuma dos cajetillas

diremos que el predicado sintáctico y semántico es fuma. Sin embargo, el foco gramaticalizado está compuesto por la unió de los dos elementos: se fuma.» [o. cit., § 30.7.3.4]

Dativos no concordados o no reflejos

«Los dativos no concordados tienen los siguientes caracteres:

1.    Conforman el paradigma no reflejo me, te, le, nos, os, les, que es común con el de los complementos indirectos.

2.    No concuerdan en número y persona con los morfemas verbales ni, por consiguiente, con el sujeto.

3.    Su presencia posee carácter optativo desde el punto de la estructura oracional (de ahí la denominación de ‘superfluos’).

4.    No son signos autónomos. No están capacitados para convertirse en enunciados autónomos.

5.    Se diferencian funcionalmente de clíticos de complemento indirecto.

6.    Predomina la primer y la segunda persona.

7.    Pueden comparecer con complementos indirectos.

8.    Gozan de la posibilidad de coaparecer con dativos concordados.» [o. cit., § 30.7.4.1]

¿Sólo en primera persona?

«Al tratar de las combinaciones binarias de dos dativos, Bello (1847) enumera algunos ejemplos:

Pónganmele un colchón bien mullido.

Me le dieron una buena felpa (al ladrón).

Es menester que me le (les) sirvan una comida sana (a él, a ella, a ellos, a ellas).

A lo que apostilla: “No he visto ejemplo en que el dativo superfluo no sea de primera persona de singular, si no es el os me cato de Cervantes... y de todos modos es hoy anticuada” (§ 952: 597). Strotzer (1978) insiste en el mismo rasgo. En nuestro trabajo (Gutiérrez 1977-78) ampliábamos el espectro: “Aunque no siempre imposibles, los dativos no concordados de tercera persona son de muy rara aparición” (cf. 451). La segunda persona no sólo no es agramatical, sino también frecuente. Así tenemos a partir de los mismos ejemplos citados por Bello:

Que te le pongan un colchón bien mullido.

Te le dieron una buena felpa.

Es menester que te les sirvan una comida sana.

La tercera persona en los dativos no concordados (de ‘afectación’), aunque muchísimo menos frecuente, no es imposible:

El tutor les gastó toda la herencia de su hijo Luis.

El Betis se les subió a las barbas del Madrid.

Su escasez se debe más a restricciones formales en la combinatoria que a imposibilidad semántica. Nada impide que el afectado por el proceso representado en la oración sea una tercera persona.» [o. cit., § 30.7.4.3]

Dativos no concordados y la forma se

Los dativos no concordados pueden ir precedidos de cualquier tipo de se:

Se reflexivo

El chico se nos afeita ya la barba.

Con verbos pronominales

Los chicos se nos avergüenzan por todo, son muy tímidos.

Con un dativo reflejo

El ladrón se nos llevó todas las joyas.

«Se señala en ocasiones que la secuencia de clíticos se le (me, te, nos, os, les) introduce en los enunciados el rasgo de ‘involuntariedad’:

Se me cayó el vaso.

El jarrón se me rompió.

Se le hundió el mundo.

Se le extraviaron los papeles.

Sin embargo, estas construcciones no se pueden separar de proceso de inagentivación. La lengua diferencia de forma sistemática tres estadios en las estructuras con verbos causativos: manifestación ‘agentiva con agente’ (A), ‘agentiva sin agente’ (B) e ‘inagentiva’ (C). La anulación del agente en (B) se realiza por medio de uno de los valores de la partícula se. Este mismo signo aparece también en algunas realizaciones de la manifestación inagentiva plena (C). Pues bien, el clítico de dativo puede aparecer en los tres grupos:

 

Agentividad

con agente (A)

Agentividad

sin agente (B)

Inagentividad

plena (C)

Pepa nos hirvió la leche.

Se nos hirvió la leche.

La leche nos hirvió.

El Gobierno nos subió el gas.

Se nos subió el gas.

El gas nos subió.

Pili nos alegra a los colegas.

Se nos alegra a los colegas.

Los colegas se nos alegran.

Charo te aburra a la clientela.

Se te aburre a la clientela.

La clientela se te aburre.

Luis me aclaró la situación.

Se me aclaró la situación.

La situación se me aclaró.

Luis me rompió el jarrón.

Se me rompió el jarrón.

El jarrón se me rompió.

 

Sin embargo, el rasgo ‘involuntariedad’ sólo se halla presente en la manifestación ‘inagentiva plena’ (C). La aparición de tal característica semántica no es responsabilidad del dativo, sino de la construcción misma. La involuntariedad subsiste tras la eliminación del dativo:

La leche hirvió.

El gas subió.

Los colegas se alegran.

La clientela se aburre.

La situación se aclaró.

El jarrón se rompió.

El dativo

Se nos rompió el jarrón

viene a indicar la ‘afectación’ en el proceso:

“El jarrón se rompió y su ruptura nos afecta”.

Esta afectación  puede traducirse ocasionalmente en involuntariedad:

Estaba limpiando el jarrón y se me rompió

o en simple relación afectiva

Se produjo un fuerte temblor y, como consecuencia, el jarrón se nos rompió.»

[o. cit., § 30.7.4.6]

En todo caso, estas expresiones implican un suceso que queda fuera del control de la persona a la que afecta. En este contexto se habla de expresiones de ‘fuerza mayor’.

Verbos doblemente pronominales o bipersonales

Caso especial de verbos doblemente pronominales o bipersonales como ocurrírsele, olvidársele, antojársele, etc.

Ejemplos

Se me antojó un helado.

No se me ocurre nada.

Se me ocurrió la idea de ...

«Estos verbos pronominales son doblemente pronominales, pues además de la forma se necesitan de otro pronombre átono para poder funcionar. Este último siempre es átono y desempeña la función de complemento indirecto. Así pues, no hay en castellano un verbo “antojar” ni un verbo “antojarse”, sino un verbo “antojársele” (lo mismo cabe decir de “ocurrírsele”, etc.), y así deberían entrar en los diccionarios:

Se me (te, nos, os) antojó un pastel.

*Se antojó un pastel.

Se me (te, nos, os) ocurrió decírselo.

*Se ocurrió decírselo.

Sólo en estratos vulgares aparece a veces un verbo “antojarse” con el significado y régimen de “encapricharse”:

*Me antojé de eso.

Un caso especial en castellano lo constituye el verbo “olvidar”: puede aparecer como no pronominal en

Olvidé decírselo;

como pronominal en

Me olvidé de decírselo.

Se olvidó de decírmelo;

y como doblemente pronominal en:

Se me (te, nos, os) olvidó decírselo.

Además puede aparecer con un se dativo con carácter expletivo en contextos como:

Juan se olvidó la cartera en casa.

Juan olvidó la cartera en casa.

Existen en castellano bastantes verbos que pueden actuar como pronominales y como doblemente pronominales:

Se me quedó la cartera dentro.

Se quedó la cartera dentro.

Se me cayó el lápiz al suelo.

Se cayó el lápiz al suelo.

En algunos de estos casos, el pronombre átono complemento indirecto posee el valor simpatético:

Se quedó mi cartera dentro.»

[Gómez Torrego, Leonardo: Valores gramaticales de “se”. Madrid: Arco/Libros, 1994, p. 26-27]

 

Conjugación de los verbos doblemente pronominales:

 

 

se

me

 

ocurre ... / ocurren ...

ocurrió ... / ocurrieron ...

antoja ... / antojan ...

antojó ... / antojaron ...

te

le

nos

os

les

El verbo olvidar puede aparecer como

no pronominal

olvidé decírselo

pronominal

me olvidé de decírselo

se olvidó de decírmelo

 

 

doblemente pronominal

 

 

se

me

 

 

olvidó decírselo

te

le

nos

os

les

 

Las expresiones con se me / se te / se nos / se os implican que el suceso queda fuera del control de la persona y que ésta se ve afectada por ello. Se suele decir que no implican ‘voluntariedad’ o ‘responsabilidad’. En este contexto se habla de expresiones de ‘fuerza mayor’.

Ver bajo: Se en expresiones de ‘fuerza mayor’

«Con ciertos verbos aparecen incrementos átonos que jamás se refieren a sustantivos eludidos. Verbo e incremento constituyen unidad funcional y semántica, como en los verbos pronominales (Me abstengo de circunloquios, Te arrepientes de tus palabras, etc.) y es vano discutir si son objetos directos o indirectos. Igual ocurre cuando esos incrementos se agregan a verbos intransitivos concordando también con la persona sujeto:

Me estaba quieto (Estaba quieto).

Te vas de viaje (Vas de viaje).

Se murió tranquilamente (Murió tranquilamente).

Nos salimos del teatro (Salimos del teatro).

No os anduvisteis con tiento (No anduvisteis con tiento).

Se vinieron con nosotros (Vinieron con nosotros).»

[Alarcos Llorach, Emilio: Gramática de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe, 1994, § 352]

Pronombre personal átono en construcciones medias

«Hay que señalar el uso frecuente de construcciones medias con un pronombre personal átono en función de objeto indirecto; este pronombre establece una especial relación de pertenencia entre el sujeto de la oración y la persona implicada. Ejemplos:

Se le adormeció el dolor.

Se le agolpó la sangre en las mejillas.

Se me apresura el pulso al verla.

Se nos ha averiado el coche.

Aquí se os calentarán los pies.

Se me cierran los ojos.

Al verlos creí que se me paraba el corazón.

Se le produjo una hemorragia al día siguiente de la operación.

Los verbos que aparecen en oraciones de este tipo son también muy numerosos; entre ellos tenemos:

abrirse, alegrarse, alejarse, apagarse, apretarse, arrasarse (Se le arrasaron los ojos), arrugarse, atragantarse, bajarse, cansarse, cortarse, curarse, derretirse (Se me derritieron las pasiones), enredarse, estropearse, pasarse (Se me ha pasado el tiempo sin sentir), presentarse (Se le presentó una complicación), rizarse (Se te ha rizado el pelo), secarse, subirse, torcerse, etc.

Algunos verbos intransitivos aparecen también en construcciones semejantes:

Se le caen las cosas de las manos.

Se me escapan las mejores oportunidades.

Se os van todas las ideas como por encanto.

Se le ocurren muchas cosas.

Obsérvese que en casi todos estos casos puede establecerse una relación con oraciones transitivas:

¡Ya has tirado el reloj! /

No lo he tirado; se me ha caído.

Dejas ir las mejores oportunidades. /

No las dejo ir; se me escapan.

Abandonas incomprensiblemente ideas muy buenas. /

No las abandono; se me van.

Hay que concluir, por tanto, que estos verbos están usados como transitivos en estos casos. Nótese que ocurrirse adquiere un significado (‘venirle a una persona una idea determinada, tener una ocurrencia’) muy alejado del original (ocurrir ‘suceder’).»

[Molina Redondo, José A.: Usos de “se”. Cuestiones sintácticas y léxicas. Madrid: SGEL, 1990, p. 34-35]

 ocurrírsele

se me había ocurrido que ...

mir war eingefallen, dass ...

ayer se me ocurrió una idea

gestern habe ich eine Idee gehabt

¿no se te ocurre nada?

fällt dir dazu nichts ein?

¡pero qué cosas se te ocurren!

aber was machst du für Sachen!

pues mira que no se me ocurre nada

also mir fällt dazu nichts ein

ahora que lo pienso se me ocurre una idea

jetzt wo ich überlege, fällt mir etwas ein

¿cómo se te ocurre?

was fällt dir da ein?

¿cómo se te ocurrió eso?

wie bist du auf die Idee gekommen?

¿cómo se te ocurrió esa tontería?

wie bist du auf die Schnapsidee gekommen?

nunca se me hubiera ocurrido pensar que ...

ich wäre nie auf die Idee gekommen, dass ...

no se le ocurre más que decir tonterías

er kommt nur auf Dummheiten

pues mira, eso no se me ocurrió

auf so etwas bin ich nicht gekommen

¡ni se te ocurra!

komm bloß nicht auf die Idee!

ingeniárselas

sich etwas einfallen lassen

tener que ingeniárselas para + infinitivo

sich etwas einfallen lassen, um ... zu ...

ahora tenemos que ingeniárnoslas  

wir müssen uns etwas einfallen lassen

ahora tienes que ingeniártelas

du musst dir etwas einfallen lassen

¿y cómo no se me ocurrió antes?

warum habe ich nicht gleich daran gedacht!

¡no se me ocurre!

ich komme nicht drauf!

¿cómo se te ocurrió?

wie bist du draufgekommen?

no se te ocurra decírselo    

wehe, du sagst es ihr

ay de ti como se te ocurra ...      

wehe, du sagst es ihr

cómo no me ocurrió antes  

warum ist es mir nicht früher eingefallen?

¿cómo se te ocurrió que ...?       

wie bist du draufgekommen, dass ...?

no se me ocurre la palabra

das Wort fällt mir nicht ein

ich kommen nicht auf das Wort

no se me ocurrió pensar en eso

auf den Gedanken bin ich nicht gekommen

auf die Idee wäre ich nicht gekommen

olvidársele

en este momento se me ha olvidado

es ist mir entfallen

se me olvidó / se me ha olvidado

das habe ich ganz vergessen

se me ha olvidado su nombre

ich habe seinen Namen vergessen

se me olvidaron las llaves en la oficina

ich habe meine Schlüssel im Büro vergessen

¡que no se te olvide el paraguas!

vergiß den Regenschirm nicht!

se me olvidó que ...

ich habe total vergessen, dass

¡y que no se le olvide para otra vez!

merken Sie sich das!

se me había olvidado completamente

das habe ich total verschwitzt

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